PARTE 3a

 

Parte Tres

ESTIPULACIONES ÉTICAS:

LOS SIETE SELLOS
(Apocalipsis 4-7)


Introducción

La tercera sección del tratado de pacto (comp. Deut. 5:1-26:19) declaraba el modo de vida, en relación con el pacto, requerido por los vasallos, las leyes de ciudadanía en el reino. Como dijo Pablo, todos los hombres "viven y se mueven" en Dios (Hechos 17:28); Él es el Fundamento de nuestro mismo ser. Esto significa que nuestra relación con Él es el centro de nuestra existencia, de nuestras acciones y pensamientos en cada área de nuestras vidas. Y en el centro de esta relación está su santuario, donde sus súbditos vienen a adorarle delante de su trono. Así que la mayor preocupación de la sección de las Estipulaciones es la completa consagración del pueblo a Dios, con una especial importancia atribuída al establecimiento de un Santuario central:
El lugar que vuestro Dios escogiere de entre todas vuestras tribus, para poner allí su nombre para su habitación, ése buscaréis, y allá iréis. (Deut. 12:5;  comp. todo el cap. 12).
Como observa Meredith Kline: "El requisito de centralización debe entenderse en términos de la naturaleza de Deuteronomio como tratado de soberanía. Tales tratados prohibían que el vasallo entablara cualesquiera acciones diplomáticas con un poder extranjero que no fuera el soberano del pacto. En particular, el vasallo no debía pagar tributo a ningún otro señor". 2 La centralidad del Santuario ayudaba a subrayar el hecho de que era una imagen del Santuario en el cielo (Éx. 25:9, 40; 26:30; Núm. 8:4; Hechos 7:44; Heb. 8:5; 9:23).
Éste es también el énfasis de la sección sobre las Estipulaciones en Apocalipsis. El pasaje abre con la ascensión de Juan al salón del trono de Dios, y esto proporciona el punto dominante central para la profecía como un todo: Todas las cosas son vistas en relación con el Trono. Los juicios que son atados en la tierra fueron primero atados en el cielo. 3
Obviamente, un aspecto importante de la sección sobre las Estipulaciones en Deuteronomio es la Ley misma, la señal del señorío de pacto de Dios. Moisés tiene gran cuidado de recordarle a Israel una y otra vez el Pacto de Sinaí, con los Diez Mandamientos grabados en tablas de piedra (Deut. 5, 9-10). De manera similar, esta sección de Apocalipsis (cap. 5) trata de un documento de pacto que, como las tablas de piedra originales, está escrito por delante y por detrás.
Las leyes del Pacto decretaban un programa de conquista de las naciones impías de Canaán: Israel derrotó a sus enemigos por medio de la aplicación del Pacto. La guerra santa simplemente ejecutó la sentencia declarada en el tribunal; fue fundamentalmente una acción ética, judicial, que trajo la sentencia de muerte contra los impíos. 4 El programa de conquista, basado en la ley de Dios, emanaba así del Santuario central. (Es interesante notar que, según se describe este programa en Deuteronomio 7, Moisés habla simbólicamente de "siete naciones" que habrían de ser destruídas). 5  Por supuesto, la ley hace provisión, no sólo para el juicio de los cananeos, sino también para los israelitas que apostatan del Pacto: Los que repudian la autoridad de Dios y siguen a otros dioses han de ser muertos, un juicio que, como los otros, procede en última instancia del altar del Santuario central (Deut. 13:1-18; 17:1-13). 6
Como lo expresa con claridad Deuteronomio 20, este aspecto judicial del Santuario es el centro aun de la guerra librada contra naciones extranjeras, más allá de las fronteras de la teocracia: las batallas eran consagradas por el sacerdote para la gloria de Dios y su reino del pacto (v. 1-4). Una guerra de esta clase era siempre precedida por una oferta de paz; si la oferta era rehusada, todos los hombres de la ciudad serían ejecutados. Kline explica la tipología: "En la oferta de paz de Israel (v. 10) y en el sometimiento de la ciudad gentil como tributaria de pacto a Yahvé (v. 11) estaba reflejada la misión salvadora del pueblo de Dios en el mundo (comp. Zac. 9:7b, 10b; Lucas 10:5-16). El juicio de los que rehusan hacer la paz con Dios por medio de Cristo quedó demostrado en el sitio, la conquista, y el castigo de la ciudad que no quiso someterse (v. 13)". 7
Encontramos todo esto en Apocalipsis también - con la diferencia de que, como un juicio de pacto contra el Israel apóstata, los juicios una vez decretados contra los impíos gentiles son ahora desatados contra el desobediente pueblo del pacto, que había rechazado la oferta de paz. Al abrirse el libro del pacto, las criaturas querúbicas que llevan el altar exclaman: "¡Vengan!" - y los cuatro jinetes salen cabalgando a conquistar la Tierra, trayendo destrucción y muerte en cumplimiento de las maldiciones del pacto, aplicando el juicio justo y santo del Santuario del cielo.
Otro tema principal de la sección de las Estipulaciones en Deuteronomio es el requisito de aparecer en las festividades sagradas, que involucraban tres peregrinajes anuales al Santuario central: por las festividades de Pascua/Panes sin levadura (16:1-8), Pentecostés [Semanas] (16:9-12), y los Tabernáculos [Cabañas] (16:13-15). 8 El mismo orden se sigue en esta sección de Apocalipsis. El capítulo 5 contiene imágenes de la Pascua, donde vemos adoradores en el santuario dando gracias por "el Cordero que fue inmolado". El capítulo 6 toca el tema de Pentecostés (el aniversario de la entrega de la Ley en Sinaí): Se han quitado los sellos al libro de la ley del pacto, trayendo una serie de juicios según el modelo de Habacuc 3, una lectura en la sinagoga por Pentecostés. 9 Luego, el capítulo 7 nos introduce a una visión de la escatológica Fiesta de los Tabernáculos 10 , en la cual las innumerables multitudes redimidas de todas las naciones permanecen de pie delante del Trono con palmas en sus manos (comp. Lev. 23:39-43), alabando a Dios como su Redentor y su Rey (comp. Deut. 26:1-19) 11 y recibiendo la plenitud de las bendiciones prefiguradas en esta fiesta: "Y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos" (Apoc. 7:15-17).


Notas:
1. Véase de Meredith G. Kline, Treaty of the Great King: The Covenant Structure of Deuteronomy (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1963), pp. 62-120.
2. Ibid., p. 80.
3. Comp. Mat. 18:18, que dice literalmente: "De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo". Al hacer juicios justos, los ministros en la tierra están manifestando el juicio del cielo.
4. Véase de Ray R. Sutton, That You May Prosper: Dominion by Covenant (Tyler, TX: Institute for Christian Economics, 1987).
5. Comp. Kline, p. 68.
6. Ibid., pp. 84ss., 94ss.
7. Ibid., p. 106.
8. Ibid., pp. 91-94.
9. M. D. Goulder, The Evangelists' Calendar: A Lectionary Explanation for the Development of Scripture (London: SPCK, 1978), p. 177.
10. Véase de David Chilton, Paradise Restored: A Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion Press, 1985), pp. 44ss., 60.
11. Véase de Kline, pp. 118ss.
 
 




Parte Tres

4 

EL TRONO POR ENCIMA

DE LA EXPANSIÓN
El Modelo para el Culto (4:1-11)


1 Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de éstas.
2 Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado.
3 Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda.
4 Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas.
5 Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios.
6 Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás.
7 El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto es semejante a un águila volando.
8 Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.
9 Y siempre aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos,
10 los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo:
11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.

1 Este versículo lo usan los defensores del dispensacionalismo para apoyar su "Teoría del Rapto", la idea de que la iglesia será arrebatada de este mundo antes de una venidera tribulación; en realidad, este versículo parece ser el principal texto de prueba en favor del rapto antes de la tribulación. El "rapto" de Juan hacia el cielo es considerado como señal de que la iglesia entera desaparecerá antes de que se derramen las plagas registradas en los capítulos siguientes. Parte del argumento a favor de entender esto así es que la voz que Juan oyó era como el sonido de una trompeta, y Pablo dice que una trompeta sonará en el "rapto" (1 Tes. 4:16). Algunos defensores de esta posición parecen olvidar el hecho de que Dios usa una trompeta en numerosas ocasiones. De hecho, como hemos visto en el capítulo primero, la conexión entre la voz de Dios y el sonido de una trompeta ocurre a través de las Escrituras, comenzando con el juicio en el Jardín de Edén. En relación con esto, Juan oyó la voz como una trompeta en la primera visión (Apoc. 1:10). (¿Indica esto un posible "doble rapto"?) 1
La escuela dispensacionalista de interpretación también apela al hecho de que, después de que la Voz hubo dicho "Sube acá", "la palabra 'iglesia' no vuelve a ocurrir en Apocalipsis sino hasta que todo se ha cumplido". 2 Esta singular observación es presentada como prueba abundante de que el libro de Apocalipsis no habla de la "iglesia" 3 desde este punto hasta la Segunda Venida (generalmente fijada en 19:11), lo que a su vez prueba que la iglesia ha sido arrebatada y está ausente, en el cielo, lejos de toda la excitación - ¡todo porque falta la palabra "iglesia"! Basándose en este curioso principio de interpretación, podríamos decir con certeza que Apocalipsis no nos dice nada acerca de Jesús tampoco sino hasta el capítulo 12, porque el nombre "Jesús" no ocurre sino hasta entonces (de esta manera, "el león de la tribu de Judá" y "el Cordero que fue inmolado" [5:5-6] deben ser términos para describir a alguna otra persona). 4 Por supuesto, este método de interpretación involucra aún más problemas para el dispensacionalista: porque ¡la palabra "iglesia" jamás vuelve a aparecer en absoluto en todo el libro de Apocalipsis! Por lo tanto, esta interpretación de las palabras "Sube acá" no apoya el rapto pre-tribulación de la iglesia; posiblemente hasta enseña la aniquilación pre-tribulación de la iglesia. Después del último versículo de Apocalipsis 3, la iglesia simplemente desaparece, y nunca se vuelve a saber nada de ella.
Obviamente, esto no es verdad. A la iglesia se la conoce por numerosos nombres y descripciones a través de la Biblia, 5 y el mero hecho de que el solo término "iglesia" no aparezca no indica que el concepto de iglesia no esté presente. Los que ven en este versículo algún "rapto" de la iglesia lo están importando hacia el texto. El único "raptado" es Juan mismo. El hecho es que Juan sólo usa la palabra "iglesia" con referencia a congregaciones particulares - no al cuerpo entero de Cristo.
Sin embargo, debemos reconocer también que Juan sí asciende a un culto de adoración en el Día del Señor; y esta es una clara imagen de la ascensión semanal de la iglesia al cielo cada Día del Señor, cuando ella participa en la comunión de los santos y los ángeles "en ropa de fiesta" (Heb. 12:22-23) para la liturgia celestial. La iglesia representa la experiencia de Juan cada domingo en el Sursum Cords, cuando el oficiante (reflejando el "Sube acá" de Cristo) exclama: "¡Arriba, corazones!" y la congregación canta en respuesta: ¡Los elevamos al Señor! En un capítulo anterior, observamos el comentario de Germano de que "la iglesia es un cielo terrenal"; el patriarca continuó: "Las almas de los cristianos son llamadas a reunirse con los profetas, los apóstoles, y los jerarcas para reclinarse con Abraham, Isaac, y Jacob en el banquete místico del reino de Cristo. Habiendo, por lo tanto, venido a la unidad de la fe y la comunión del Espíritu a través de la dispensación de Aquél que murió por nosotros y está sentado a la diestra del Padre, ya no estamos en la tierra, sino de pie al lado del trono real de Dios en el cielo, donde está Cristo, tal como él mismo dice: 'Padre justo, santifica en tu nombre a los que me diste, para que donde yo estoy, ellos estén conmigo' (comp. Juan 17)". 6 Juan Calvino estaba de acuerdo: "Para que las almas piadosas puedan aprehender debidamente a Cristo en la Cena, deben ser elevadas al cielo... Y por la misma razón se estableció de antiguo que, antes de la consagración, a la gente se le debe decir en voz alta que eleven sus corazones". 7
Ya hemos visto (cuando comentamos 1:10) que la expresión "en el Espíritu" (v. 2) es lenguaje profético técnico, que se refiere, no a los sentimientos subjetivos de Juan, sino a su experiencia objetiva como receptor inspirado de la revelación divina. Estar "en el Espíritu" era el especial privilegio de los profetas bíblicos. Resumiendo sus extensas investigaciones sobre este punto, Meredith Kline escribe: "La creación de Adán como reflector-imagen de la gloria del Espíritu-Creador fue recapitulada en la historia de los profetas. El evento crítico en la formación de un profeta era un encuentro transformador con el Espíritu-Gloria, del cual emergía el profeta como un hombre que reflejaba la gloria divina.... Ser arrebatado en el Espíritu era ser recibido en la asamblea divina, la realidad celestial dentro de la teofanía Gloria-Espíritu. El distintivo del verdadero profeta era que había estado de pie delante del Señor de la Gloria en medio de este deliberante concilio de ángeles". 8
Pero, con la venida del Nuevo Pacto, lo que una vez fue la especial prerrogativa de la clase profética dentro de la comunidad del pacto ha venido a ser privilegio de todos. El deseo de Moisés - "Ojalá todo el pueblo de Jehová; fuese profeta, y que Jehová pusiera su Espíritu sobre ellos" (Núm. 11:29) - se ha cumplido en el derramamiento pentecostal del Espíritu Santo (Hechos 2:17-21). Del mismo modo que Moisés (el profeta por excelencia del Antiguo Pacto) tuvo el privilegio especial de hablar con Dios cara a cara (Núm. 12:6-8), participando de su gloria (Éx. 34:33-35), así ahora "nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor" (2 Cor. 3:18). Todo creyente ha recibido la unción profética (1 Juan 2:20, 27); y cada semana ascendemos en el Espíritu hasta la asamblea celestial. 9
Por lo tanto, la "Teoría del Rapto" está basada en parte en una errónea interpretación de la doctrina cristiana de la ascensión de la iglesia. La ascensión definitiva tuvo lugar posicionalmente con Jesucristo, con quien estamos sentados en los lugares celestiales (Efe. 1:20; 2:6); la ascensión progresiva(empírica) tiene lugar litúrgicamente con Cristo Jesús cada semana, en la celebración de la Eucaristía (Heb. 12:22-24); y la ascensión final (culminativa) tiene lugar escatológicamente con Cristo a) espiritualmente, a la muerte (Apoc. 20:4), y b) en el cuerpo, al final de la historia (1 Cor. 15:50-55); 1 Tes. 4:17). 10

2-3 Para recibir la revelación, Juan es arrebatado al cielo, donde ve un trono y a uno sentado: Juan va a contemplar los sucesos venideros desde el verdadero lugar de ventaja, el carruaje-trono de Dios en la nube de gloria. Dios es el determinador de todas las cosas, y una correcta comprensión del mundo debe comenzar por una correcta comprensión de la centralidad del trono de Dios. "En la infinita sabiduría del Señor de toda la tierra, cada suceso cae con absoluta precisión en su correcto lugar en el devenir de su plan eterno; nada, por pequeño o extraño que sea, ocurre sin su ordenamiento, o sin que ocupe su lugar, de manera peculiar, en el desarrollo de su propósito; y el fin de todo será la manifestación de su gloria, y la acumulación de su alabanza". 11
Y el que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina: Se ve a Dios como en una llamarada de luz inaccesible (comp. 1 Tim. 6:16), pues Juan ha sido arrebatado al Lugar Santísimo celestial, el santuario interior del templo cósmico en la nube de gloria. Esto queda subrayado por el hecho de que Juan ve un arco iris alrededor del trono, de un aspecto como de esmeralda. Vale la pena notar que estas tres piedras, jaspe (quizás ópalo o diamante), 12 cornalina (una piedra rojiza), y esmeralda, representaban tres de las doce tribus de Israel en el pectoral del sumo sacerdote (Éx. 28:17-19, Septuaginta); también son mencionadas entre las joyas que tachonaban el suelo del Jardín de Edén (Eze. 28:13, Septuaginta). Compárese la visión de Juan con la del profeta Ezequiel:
... se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él. Y vi apariencia como de bronce refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo, vi que parecía fuego, y que tenía resplandor alrededor. Como parece el arco iris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. (Eze. 1:26-28).
Así, pues, Juan está en el templo verdadero, el arquetipo celestial que formó el modelo que Moisés recibió para la construcción del tabernáculo (Éx. 25:40; Heb. 8:1-2, 5; 9:23-24). Ve el trono, que corresponde al propiciatorio; las siete lámparas, que corresponden al candelero de siete brazos; los cuatro seres vivientes, que corresponden a los querubines; el mar de vidrio, que corresponde al "mar" de bronce; y los veinticuatro ancianos, que corresponden a los veinticuatro divisiones de los sacerdotes. (Véase el Apéndice A para una descripción más detallada del simbolismo levítico aquí y a través de Apocalipsis).

4 Alrededor del Trono Juan ve veinticuatro tronos, en los cuales están sentados veinticuatro ancianos. ¿Quiénes son estos ancianos? En un ensayo bien conocido, el gran erudito neotestamentario Ned Stonehouse, del Seminario Westminster, defendía el punto de vista de que estos ancianos eran "seres celestiales de un rango superior al de los ángeles en general, como los querubines y serafines del Antiguo Testamento, si no han de ser identificados específicamente con ellos". 13 A pesar de la magistral defensa que Stonehouse hace de su posición, ella descansa en una suposición sobre el texto que es ciertamente incorrecta, y por eso su interpretación está seriamente errada. (Tenemos más sobre este punto textual, y la opinión de Stonehouse, más abajo, cuando discutamos 5:9).
Por otro lado, hay fuertes razones para entender que estos ancianos son representantes de la iglesia en el cielo (o, como revela Juan progresivamente durante su profecía, la iglesia terrenal que adora en el cielo). Primero, el nombre mismo de ancianos indicaría que estos seres representan a la iglesia, y que no son una clase de ángeles. En ninguna otra parte de la Biblia se da el nombre de anciano a nadie que no sea un hombre, y desde los tiempos más antiguos esta palabra ha representado a los que gobiernan y tienen representación dentro de la iglesia (véase Éx. 12:21; 17:5-6; 18:12; 24:9-11; Núm. 11:16-17; 1 Tim. 3:1-7; Tito 1:5-9; Heb. 13:17; Sant. 5:14-15). Así, pues, a simple vista los ancianos de Apocalipsis parecen representar al pueblo de Dios, el senado sentado en concilio alrededor de su obispo.
Esta consideración queda reforzada por una segunda observación sobre estos ancianos: Se les ve sentados sobre tronos. Ya se nos ha dicho en esta profecía que los cristianos reinan con Cristo (1:6), que llevan puestas coronas (2:10; 3:11), que se les ha concedido autoridad real junto con él sobre las naciones (2:26-27), que los apóstatas serán obligados a inclinarse delante de ellos (3:9), y que están sentados con Cristo en su trono (3:21). Ahora, en el capítulo 4, vemos a ancianos sentados sobre tronos; ¿no es esto una continuación de las enseñanzas que ya se han presentado?
Tercero, debemos considerar el simbolismo del número veinticuatro. En general, puesto que veinticuatro es un múltiplo de doce, hay nuevamente una razón evidente para suponer que este número tiene algo que ver con la iglesia. Doce es un número asociado bíblicamente con el pueblo de Dios: Israel estaba dividido en doce tribus; y hasta se habla de la administración de la iglesia del nuevo pacto en términos de "doce tribus", porque la iglesia es el Nuevo Israel (véase Mat. 19:28; Mar. 3:14-19; Hech. 1:15-26; comp. Sant. 1:1). Juan usa la palabra anciano doce veces en Apocalipsis (4:4, 10; 5:5, 6, 7, 11, 14; 7:11, 13; 11:16; 14:3; 19:4). El número veinticuatro es así una "doble porción" de doce. Múltiplos de doce son también incorporados en la estructura simbólica de la Nueva Jerusalén, como leemos en la visión final de la profecía (21:12-14):
Tenía un muro grandc y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel ... Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.
Pero el cuadro de los veinticuatro ancianos se basa en algo mucho más específico que la sola idea de múltiplos de doce. En el culto del Antiguo Testamento había veinticuatro divisiones de sacerdotes (1 Crón. 24) y veinticuatro divisiones de cantores en el Templo (1 Crón. 25). Así, pues, la imagen de veinticuatro dirigentes del culto no era una idea nueva para los que leían el Apocalipsis por primera vez: Había sido una característica del culto del pueblo de Dios por más de mil años. 14 En realidad, Juan ha juntado dos imágenes que apoyan nuestra conclusión general: (1) Los ancianos se sientan en tronos - son reyes. (2) Los ancianos son veinticuatro en número - son sacerdotes. Lo que Juan ve es simplemente el presbiterio del cielo: la asamblea representativa del real sacerdocio, la Iglesia. 15
El hecho de que estos ancianos son tanto sacerdotes como reyes muestra que el sacerdocio aarónico del Antiguo Pacto ha sido reemplazado y trascendido; el sacerdocio del Nuevo Pacto, con Jesucristo como Sumo Sacerdote, es un sacerdocio como el de Melquizedec. Juan nos dice que estos sacerdotes-ancianos tienen puestas coronas, porque la corona del sumo sacerdote ha sido dada a todos. Los dos testimonios independientes del siglo segundo de que Santiago en Jerusalén y Juan en Éfeso llevaban la corona de oro de sumo sacerdote han sido generalmente descontados por los eruditos modernos; 16 pero estas tradiciones posiblemente reflejan la práctica real de la iglesia primitiva.
Esto nos trae a otro punto que debemos mencionar antes de seguir adelante. Ya hemos observado (véase sobre 3:20) varios problemas causados por las tendencias racionalistas de los grupos que nacieron de la Reforma. Desafortunadamente, se volvió común que estos mismos grupos prescindieran de la túnica del oficio de anciano. Aunque la preocupación era por la "espiritualidad", los efectos reales fueron los de platonizar la doctrina y el culto, y democratizar el gobierno y el ministerio - pasos adicionales sobre el largo y polvoriento camino hacia la aridez reformada. Como nos recuerda Richard Paquier, "el color enseña por medio de la vista, y crea estados de ánimo. Malinterpretamos la naturaleza humana y el lugar de percepción en nuestra vida interior cuando degradamos este factor psicológico en el culto de la iglesia". 17 Dios nos ha creado así, y la continuada validez de las túnicas oficiales procede correctamente de los patrones establecidos en el Antiguo Testamento: El carácter oficial del anciano es subrayado por el uso de túnicas oficiales, de la misma manera en que los jueces de nuestra cultura todavía usan togas - una práctica, dicho sea de paso, que nació de la práctica de la iglesia.
Paquier continúa: "Por lo tanto, es natural, que el que oficia en el culto de la iglesia esté ataviado de una manera que corresponda a la tarea asignada a él y que exprese visiblemente lo que él hace. Además, quienquiera que dirija el acto de culto no ejerce sus funciones individualmente sino como ministro de la iglesia; es representante de la comunidad y vocero del Señor. De aquí que una vestimenta especialmente prescrita, una especie de 'uniforme' ecleasiástico, sea útil para recordarles tanto a los fieles como a sí mismo que en este acto él no es el señor Fulano de Tal, sino ministro de la iglesia en medio de una multitud de otras personas. Lo que era no menos indispensable en los tiempos antiguos, cuando prevalecía el sentido de comunidad y de objetividad de la acción de culto, se ha convertido en nuestros tiempos en una ayuda muy útil, y en realidad verdaderamente necesaria, puesto que el individualismo y la subjetividad se han enraizado de manera tan profunda en la piedad de las iglesias reformadas". 18

5-8 Juan describe la corte celestial en términos de los familiares efectos acústicos y visuales que acompañan la Nube de Gloria, como en Sinaí (Éx. 19:16-19): Del trono proceden destellos de relámpagos y voces y truenos. Nuevamente, como en 1:4-5, las imágenes muestran ser el original celestial de la estructura del Tabernáculo (Heb. 8:5; 9:23): Como el candelero con sus siete lámparas que arden en el Lugar Santo, hay siete lámparas de fuego ardiendo delante del trono, representando estas siete lámparas los siete espíritus de Dios, el Espíritu Santo en su séptuple plenitud de actividad. Aquí está nuevamente la combinación de los tres aspectos de la imagen de la Nube de Gloria: La Voz (v. 1), la Gloria radiante (v. 3), y el Espíritu (v. 5).
Entonces, delante del trono, Juan ve, por decirlo así, un mar de vidrio como cristal. Este es otro punto en que esta visión se intersecta con la que está registrada en Ezequiel 1. Pero el trono se ve desde dos perspectivas diferentes. Mientras Juan permanece de pie en la corte celestial misma, mirando hacia abajo, hacia el "mar" de vidrio (que corresponde, en relación al mobiliario del Tabernáculo, a la fuente, llamada también el "mar": Éx. 30:17-21; 1 Reyes 7:23-26 [versión de 1909]), Ezequiel está de pie en la base de la Nube de Gloria, mirando hacia arriba a través de su cono, y el "mar" en la parte superior se ve como un firmamento azul por encima de él:
Y miré, y he aquí venía del norte un viento tempestuoso, y una gran nube, como un fuego envolvente, y alrededor de él un resplandor, y en medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente, y en medio de ella la figura de cuatro seres vivientes.... Y sobre las cabezas de los seres vivientes aparecía una expansión a manera de cristal maravilloso, extendido encima sobre sus cabezas.... Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro.... (Eze. 1:4-5, 22, 26).
Otra similitud con la visión de Ezequiel es que Juan ve cuatro seres vivientes de pie en medio del trono y alrededor de él, sosteniendo el carruaje-trono durante su vuelo (comp. Sal. 18:10), como lo hacen los cuatro querubines en Ezequiel (nótese que están tanto "en medio de" como "alrededor" del trono; comp. la estrecha relación entre el trono y los seres vivientes en 5:6). Estos seres vivientes (no "bestias", como dice la versión King James) están llenos de ojos al frente y por detrás, y aparecen en las figuras de un león, un buey, un hombre, y un águila. Una detallada comparación entre estos versículos y Ezequiel 1 y 10 revelarán muchos paralelos interesantes, así como diferencias, entre los relatos (también debe hacerse referencia a la visión de los serafines de seis alas en Isaías 6:1-4. El hecho de que haya cuatro de ellos indica alguna relación con la tierra en forma de altar (compárese con las ideas bíblicas de los cuatro rincones de la tierra, los cuatro vientos, las cuatro direcciones, los cuatro ríos del Edén que regaban toda la tierra, y así sucesivamente). Michael Wilcock explica: "Los querubines de la Biblia están muy lejos de ser bebés regordetes con alas y hoyuelos. Son criaturas impresionantes, indicaciones visibles de la presencia de Dios. Así que, cuando se nos dice (Sal. 18:10) que el Señor viaja sobre un querubín y en alas del viento, podemos comenzar a ver un enlace entre los cuatro seres vivientes de 4:6 y los cuatro vientos de 7:1. Podríamos llamar a estos seres-querubines 'la naturaleza', con tal de que recordemos lo que es realmente la naturaleza - una inmensa construcción que palpiita con la incesante actividad de Dios .... Quizás sus rostros (4:7, Eze. 1:10) representan su majestad, su fortaleza, su sabiduría, y su nobleza, y sus innumerables ojos su incesante vigilancia sobre cada parte de su creación. Es apropiado, entonces, que haya cuatro de ellos, correspondiendo a los puntos de la brújula y los rincones de la tierra, y representan el mundo de Dios, como los veinticuatro ancianos representan la iglesia". 20
Aunque Juan Calvino habría concordado con Wilcock, sus observaciones sobre la importancia de los cuatro rostros de los querubines son aún más radicales: "Por medio de estas cabezas se nos representan todas las criaturas vivientes.... Estos animales abarcan en sí mismos todas las partes del universo por medio de la figura de lenguaje según la cual una parte representa el todo. Mientras tanto, puesto que los ángeles son criaturas vivientes, debemos observar en qué sentido atribuye Dios a los ángeles mismos la cabeza de un león, un águila, y un hombre; porque esto parece estar poco de acuerdo con su naturaleza. Pero no podría expresar mejor la inseparable relación que existe en el movimiento de los ángeles y todas las criaturas.... Por lo tanto, hemos de entender que, mientras los hombres van y vienen y cumplen con sus obligaciones, y se aplican en diferentes direcciones a los objetos de sus planes, así lo hacen también las bestias salvajes; y sin embargo, hay movimientos angélicos no evidentes, de manera que ni los hombres ni los animales se mueven por sí solos, sino que todo su vigor depende de una inspiración secreta". 21
Como dice Calvino algunas páginas más adelante, con más fuerza, "todas las criaturas son animadas por movimientos angélicos". 22 Esto se opone directamente a las ideas humanistas de "naturaleza" y "leyes naturales", pero es la enseñanza bíblica. La razón de que esto nos suene extraño es que nuestra visión del mundo ha estado impregnada de una filosofía que tiene mucho en común con el antiguo baalismo. James B. Jordan ha escrito: "Los detalles del culto de Baal no son de mucha importancia para nosotros ahora. Es la filosofía subyacente del baalismo la que es reina en la educación y la vida norteamericana en la actualidad, y la que se enseña en los departamentos de ciencias en casi todas las escuelas superiores cristianas en la actualidad, y no sólo en los departamentos de ciencias, tampoco. La Biblia enseña que Dios sostiene la vida directamente, no indirectamente. No hay tal cosa como la Naturaleza. Dios no ha dado al universo como tal ningún poder inherente para el desarrollo. Dios creó el universo y toda vida por medio de acciones inmediatas, no mediante procesos mediatos. Cuando Dios retira su aliento (que es el Espíritu Santo, el Señor y el Dador de la vida), la muerte ocurre inmediatamente (Gén. 7:22). La idea de que Dios le dio cuerda al universo y luego le dejó funcionar solo, de manera que hubiese una cosa llamada naturaleza con poder intrínseco, es deísmo, no cristianismo. La evolución teísta es deísmo, no cristianismo. Al grado en que los procesos de la naturaleza reemplazan los actos de Dios en cualquier sistema, a ese mismo grado ese sistema se ha convertido en baalista". 23
"A causa de la influencia del neo-baalismo (humanismo secular) en nuestra cultura moderna, tendemos a pensar que Dios, cuando hizo el mundo, instaló ciertas 'leyes naturales' o ciertos procesos que funcionan automática e impersonalmente. Esta es una visión deísta, no cristiana, del mundo. Lo que llamamos leyes naturales o físicas es en realidad una tosca generalización aproximada de la actividad regular de Dios al gobernar su creación. La materia, el espacio, y el tiempo son creados por Dios, y son gobernados directa y activamente por Él. Su gobierno es llamado 'ley'. Dios casi siempre hace que las cosas se hagan de la misma manera, según la regularidad del pacto (el equivalente cristiano de las leyes naturales), la cual regularidad fue establecida en Génesis 8:22). La ciencia y la tecnología son posibles porque Dios no cambia las reglas, de modo que el hombre puede con confianza explorar el mundo y aprender a trabajarlo. Tal confianza, sin embargo, es siempre una forma de fe, ya sea en la Naturaleza (Baal) y las leyes naturales, o en Dios y en la confiabilidad de sus compromiso para mantener la regularidad del pacto". 24
Hay otro aspecto del simbolismo relacionado con los cuatro seres vivientes que hay que mencionar: su correspondencia con los signos del Zodíaco. Los escritores bíblicos estaban familiarizados con el mismo sistema de constelaciones que conocemos hoy día, excepto que el nombre de Águila parece haber sido sustituído por lo general con el de Escorpión. La razón de esto puede ser que la antigua asociación entre el Escorpión y la Serpiente (comp. Luc.10:17-19) llevó a los escritores bíblicos a reemplazar el Águila; algunos eruditos, sin embargo, han argüído que "en los días de Abraham el Escorpión era representado como un Águila", según el sistema caldeo en boga entonces. 25 Los rostros de los querubines, tanto en Ezequiel como en Apocalipsis, son los signos medios en los cuatro cuadrantes del Zodíaco: el León es Leo; el Toro es Taurus; el Hombre es Acuario, el que derrama agua; y el Águila, como hemos visto, es "Escorpión". Juan los enumera aquí en sentido opuesto al de las manecillas del reloj, hacia atrás alrededor del Zodíaco (probablemente porque los está mirando desde arriba, en el cielo, más bien que desde abajo, en la tierra); pero cuando los usa en la estructura de su profecía misma, los enumera en el orden directo de las estaciones. 26 Después del preámbulo (capítulo 1), el Apocalipsis se divide en cuatro cuadrantes, cada uno de ellos "gobernado" por uno de estos seres. El primer cuadrante (Capítulos 2-3) estaba gobernado por Taurus; de aquí el énfasis sobre las Siete Estrellas, en las paletas del Toro. El segundo cuadrante (Capítulos 4-7) está gobernado por la figura del "León de la tribu de Judá", que ha vencido para abrir el libro sellado. El Águila vuela por en medio del cielo con gritos de ayes a través de todo el tercer cuadrante (Capítulos 8-14). Y el cuarto cuadrante (Capítulos 15-22) está gobernado por el Hombre, Acuario, "el que derrama agua" (comp. el derramamiento de las copas de la ira, y el Río de Agua de Vida que fluye desde el Trono).
No hay nada oculto acerca de nada de esto. En realidad, la Biblia condena enérgicamente toda forma de ocultismo (el deseo de obtener sabiduría esotérica o autónoma), incluyendo el ocultismo astrológico (Deut. 18:9-13; 2 Reyes 23:3-5; Isa. 8:19-20; 44:24-25; 47:8-15). 27 Pero esto no significa que las constelaciones mismas son malas, no más de lo que la adoración pagana del sol nos prohibe ver el sol como símbolo de Cristo (Sal. 19:4-6; Mal. 4:2; Lucas 1:78; Efe. 5:14). Por el contrario: Las constelaciones fueron creadas por Dios, y manifiestan su gloria (Sal. 19:1-6). No son simplemente grupos de estrellas al azar (nada en el universo de Dios ocurre al azar, en última instancia); más bien, las constelaciones han sido específicamente puestas allí por Dios (Job. 9:7-9; 26:13; 38:31-33; Amós 5:8). 28 La disposición de las doce tribus de Israel alrededor del Tabernáculo (Núm. 2) correspondía al orden del Zodíaco; 29 y, como los querubines, cuatro de las tribus representaban los signos medios de cada cuadrante: Judá era el León; Rubén, el Hombre; Efraín, el Toro; y Dan, el Águila. 30 Gordon J. Wenham explica la razón de las correspondencias entre Israel y las estrellas: "Con frecuencia, las Escrituras se refieren a los cuerpos celestes como a las huestes de Dios (por ej., Deut. 4:19), mientras que los ejércitos de Israel son sus huestes terrenales (por ej., Josué 5:14 hasta Números 1). El tabernáculo terrenal era una copia de la morada celestial de Dios (Éx. 25:9, 40). Ambos eran asistidos por los ejércitos del Señor. Finalmente, Génesis 37:9 compara a Jacob y sus hijos (los antepasados de las doce tribus) con el sol, la luna, y las estrellas". 31 El más ejemplo de simbolismo astronómico en la Biblia es, por supuesto, que el nacimiento del Mesías mismo fue anunciado a los magos por medio de las estrellas (Mat. 2:2), como se había predicho (Núm. 24:17; Isa. 60:1-3). 32
Luego, Juan describe el culto llevado a cabo por los cuatro seres vivientes, usando la sección coral para interpretarnos el significado de los símbolos en su visión del Trono - un mecanismo que él repite a través del libro. Llama nuestra atención hacia las seis alas de los seres vivientes, para asociarlas con los serafines de la visión de Isaías:
En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime , y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces diciendo: Santo, santo, santo Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. (Isa. 6:1-3)
De manera similar, los seres vivientes en Apocalipsis tienen como fin principal glorificar a Dios y gozar de su presencia para siempre, alabándole - aparentemente de manera antifonal, como lo hacían los serafines de Isaías - por Su santidad, Su poder omnímodo, y Su eternidad: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era y que es y que habrá de venir. Esto también tiene su contraparte en la liturgia cristiana normal, en la cual el Sanctus sigue al Sursum Corda:
 Oficiante: Por lo tanto, con ángeles y arcángeles, y con toda la compañía del cielo, alabamos y magnificamos tu glorioso nombre, loándote para siempre y diciendo.
Todos: SANTO, SANTO, SANTO, Señor Dios de Sabaoth; el cielo y la tierra llenos están de tu gloria; hosanna en las alturas.

9-11 Pero la alabanza celestial no termina con el canto de los seres vivientes; porque cuando ellos dan gloria y honra y gracias a Dios, los veinticuatro ancianos mismos se les unen con alabanzas antifonales (o en respuesta). Caen delante de Él ... le adoran ... y echan sus coronas delante del Trono, reconociendo que la autoridad y el dominio de ellos se derivan de Él. Continúan alabándole por sus obras en la creación y en la historia: Digno eres tú, nuestro Señor y Dios, de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.
Para apreciar el pleno significado de esta afirmación directa de la doctrina de la creación, contrastémosla con una declaración emitida hace algunos años por los dirigentes de una de las mayores iglesias de los Estados Unidos:

EN EL PRINCIPIO - LA ELECCIÓN

En el principio, Dios creó la elección. Antes de que Dios hiciera nada - la tierra, el cielo, el hombre - ya había decidido que el hombre tendría poder de elección. No un poder de elección limitado, como el de qué color de calcetines se pondría hoy. Dios dio al hombre completo poder de selección, tan completo, que el hombre podía elegir - o rechazar - a Dios. Dios se colocó en una posición más bien arriesgada cuando armó al hombre con semejante herramienta. Dio al hombre un arma que éste podía usar contra Dios.
¿Puede usted imaginar a algo que usted hizo diciéndole: "No te quiero, ni siquiera como amigo"? Dios dio al hombre esa misma opción, aunque sabía cuál sería la elección del hombre. Dios sabía que su creación se alejaría de Él, que le odiaría. Pero Dios también se daba cuenta de que no hay mejor manera de demostrar amor que arriesgándose a la alternativa del rechazo. El legítimo amor requiere decisión, porque el legítimo amor no puede ser exigido, ni ordenado, ni siquiera regulado. Debe ser voluntario.
Esto nos dice algo acerca de Dios. Dios no hace las cosas porque sí. De alguna manera, debe haber sentido la necesidad de ser amado. ¿Cree Ud. que es correcto llegar a la conclusión de que Dios nos "necesita"? Yo creo que sí. Pero Él nunca degrada el calibre de su amor tratando de obligarnos a amarle... 33
Hablando caritativamente, esto es tontería blasfema. Lo único honesto acerca de ella es su falta de referencias bíblicas. Hay muchos puntos objetables que podríamos considerar, pero el principal, para nuestros fines, es el punto de la soberanía y la independencia de Dios. ¿Necesitaba Dios crearnos? ¿Se siente Dios solo? ¿Necesita de su creación? Dejemos que las Escrituras hablen:
Como nada son todas las naciones delante de él; y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es. (Isa. 40:17)
Yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero. (Isa. 46:9-10).
El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. (Hech. 17:24-25). 34
En su culto divinamente ordenado, los ancianos han proclamado la verdad: La creación existe, no porque Dios necesitaba crear, o porque dependa de su creación en manera alguna, sino simplemente porque fue su voluntad crear; le plació hacerlo. Dios es soberano, absolutamente independiente de la creación. La distinción bíblica entre el Creador y la criatura es absoluta.
El servicio de culto celestial aquí nos muestra lo que Dios quiere en el culto terrenal. Primero, el culto debe ser corporativo. El culto bíblico no es individualista, quietista, o sólo interno. Esto no quiere decir que no hay lugar para el culto privado; pero sí significa que el énfasis bíblico en el culto corporativo está muy lejos del "culto" degenerado de muchos evangélicos, que ven el culto individual como prioritario por encima del culto corporativo, y que hasta conciben a éste último simplemente como la suma de los adoradores individuales. 35 Otro aspecto olvidado de la necesidad del culto corporativo es el hecho de que los así llamados "servicios de culto" en las iglesias modernas son en realidad o salas de conferencias o funciones circenses de tres arenas. En ambos casos hay actores principales, y hay espectadores - pero la Iglesia, como tal, no está adorando corporativamente. Por contraste, el modelo de culto bíblico es el servicio de culto corporativo, con plena participación conjunta de los miembros unidos de la congregación, demostrando una armonía de unidad y diversidad.
Segundo, el culto debe ser respondiente. Veremos más de esto al proceder a través del libro de Apocalipsis - que trata del culto tanto como de cualquiier otra cosa - pero esto ya ha ocurrido con el pasaje que acabamos de estudiar. A los ancianos y a los cuatro seres vivientes se los ve cantando responsos musicales hacia a atrás y hacia adelante, participando en un diálogo. Y en el culto de la iglesia en la tierra, eso es lo que hacemos (o deberíamos hacer) también. Respondemos litúrgicamente a la lectura de la Biblia, a las oraciones, al canto de los salmos y los himnos, a la enseñanza, y a los sacramentos. Porque esto es lo que vemos en el culto celestial, y nuestro culto debería estructurarse, hasta donde sea posible, a imitación del modelo celestial, de acuerdo con la oración que Jesús nos enseñó: "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo" (Mat. 6:10).
Tercero, el culto debe ser ordenado. Los ancianos y los seres vivientes no se interrumpen entre sí ni intentan presumir los unos sobre los otros. Aunque el culto debe ser corporativo, e involucrar a la iglesia entera, no debe ser caótico. Un modelo básico de culto se presenta en 1 Cor. 14:40: "Hágase todo decentemente y con orden". Los carismáticos tienden a tener ciertos instintos correctos - que el culto debe incluir a la congregación entera - pero en la práctica su culto tiende a la confusión y al desorden, pues todos "adoran" individualmente a la vez. La solución, reconocida tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos, y por la iglesia a través de la historia, es proporcionar una liturgia común, con oraciones y responsos formales, de manera que los congregados puedan adorar juntos inteligentemente de un modo que es a la vez corporativo y ordenado.
El culto público bíblico es muy diferente del culto privado o familiar: es radicalmente diferente de un mero grupo de estudio bíblico, por importante que éste pueda ser. El culto dominical de la iglesia es cualitativamente único: Es el pueblo de Dios que viene a palacio para una ceremonia formal delante del Trono, una audiencia oficial con el Rey. Venimos a confesar nuestra fe y nuestra lealtad, a hacer votos solemnes, a recibir perdón, a ofrecer oraciones, a ser instruídos por los oficiales de Dios, a comer a su mesa, y a dar gracias por todos sus beneficios; y hemos de responder a todo esto con música y cantos. Todo esto es corporativo, y necesariamente significa liturgia. Esto puede significar ciertos cambios complejos y prolijos en nuestros hábitos y patrones de culto. Pero Dios no debería tener nada menos que lo mejor. Él es el Rey, y adorarle significa servirle.


Notas:

1. ¡Pero, espere! Los capítulos 8-11 registran el sonido nada menos que de siete trompetas más - ¿podría haber nueve raptos?
2. The Scofield Reference Bible (New York: Oxford University Press, [1909] 1945), observa sobre Apoc. 4:1; comp. Hal Lindsey, There´s a New World Coming: A Prophetic Odyssey (Eugene, OR: Harvest House Publishers, 1973), pp. 74ss.
3. El uso por parte de los dispensacionalistas de la palabra iglesia es muy diferente de su uso en la teología histórica y ortodoxa. Véase de O. T. Allis, Prophecy and the Church (Grand Rapids: Baker Book House, 1945, 1947), pp. 54-110; L. Berkhof, Systematic Theology (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., cuarto cd. revisado , 1949), pp. 562-78; y Roderick Campbell, Israel and the New Covenant (Tyler, TX: Geneva Ministries, [1954] 1983).
4. Este principio puede ser aplicado fructíferamente en otras partes de la Escritura también. Por ejemplo, la palabra amor no aparece en ninguna parte del Libro de Rut; por esto, su historia no resulta ser, después de todo, uno de los más grandes romances de la Biblia, porque Booz y Rut no se amaban. Nuevamente, la palabra Dios no aparece en el libro de Ester; bajo estos principios, Él no está involucrado en estos acontecimientos, y el libro no nos dice nada sobre Él. ¡Además, los primeros quince capítulos de la carta de Pablo a los Romanos no les conciernen a la Iglesia, porque la palabra Iglesia no aparece allí tampoco!
5. Paul Minear enumera noventa y seis de ellos sólo en el Nuevo Testamento: Images of the Church in the New Testament (Philadelphia: The Westminster Press, 1960), pp. 222ss., 268s.
6. St. Germanus de Constantinopla, On the Divine Liturgy, trad. Paul Meyendorff (Crestwood, NY: St. Vladimir´s Seminary Press, 1984), p. 101.
7. John Calvin, Institutes of the Christian Religion, 4:17:36 (Philadelphia: The Westminster Press, 1960). Ford Lewis Battles, trad., p. 1412.
8. Meredith G. Kline, Images of the Spirit (Grand Rapids: Baker Rapids: Baker Book House, 1980), pp. 57s.
9. Véase el trabajo de George Vandervelde, "The Gift of Prophecy and the Prophetic Church" (Toronto: Institute for Christian Studies, 1984).
10. Sobre este modelo definitivo-progresivo-final, véase de David Chilton, Paradise Restored: A Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion Press, 1985), pp. 24, 42, 73, 136, 146-57, 206, 209, 223.
11. Benjamin B. Warfield, "Predestination", en Biblical and Theological Studies (Nutley, NJ: Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1968), p. 285.
12. "En la antigüedad, el nombre no se limitaba a la variedad de cuarzo que ahora se llama jaspe, sino que podía designar cualquier piedra preciosa opaca". William F. Ardnt y F. Wilbur Gingrich, A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature (Chicago: The University of Chcago Press, 1957), p. 369.
13. Ned B. Stonehouse, "The Elders and the Living-Beings in the Apocalypse", en Paul Before the Areopagus, and Other New Testament Studies (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1957), p. 90.
14. Véase de Alfred Edersheim, The Temple: Its Ministry and Services as They Were at the Time of Jesus Christ (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1980), pp. 75, 86ss. Ezequiel vio veinticinco hombres que servían en el templo: los representantes de los veinticuatro órdenes del sacerdocio, más el Sumo Sacerdote (Ezeq. 8:16).
15. Un argumento adicional en favor de esta interpretación se desarrollará durante la discusión del 5:9. Veremos que el cántico de los ancianos registrado allí dice claramente que ellos están entre los redimidos - un grupo que no incluye a los ángeles (Heb. 2:16). Por lo tanto, los ancianos deben tomarse en el sentido corriente, como que se refieren a los representantes de la Iglesia.
16. Véase de Dom Gregory Dix, The Shape of the Liturgy (New York: The Seabury Press [1945] 1982), p. 313; W. H. Frend, The Rise of Christianity (Philadelphia: Fortress Press, 1984), p. 127.
17. Richard Pacquier, Dynamics of Worship: Foundations and Uses of Liturgy (Philadelphia: Fortress Press, 1967), p. 143.
18. Ibid., p. 138. Resultó que algunas de las iglesias reformadas que conservaron la túnica escogieron la toga académica, en parte quizás como reacción contra lo que se entendía como excesos de la Iglesia Romana, y para subrayar la función docente del ministro. Pero, como señala Pacquier, "no hay ni una sola referencia a las togas negras en la Biblia, mientras que las túnicas y vestimentas blancas se mencionan muchas veces, ya de hecho o simbólicamente.
"La verdad es que, si hay un color que se sugiere a sí mismo como una expresión adecuada del evangelio y el servicio divino evangélico, es ciertamente el blanco. En la Biblia, el color blanco es
el color divino por excelencia porque simboliza la santidad y la perfección de Dios (Sal. 104:2; Dan. 7:9; Apoc. 1: 14; 19:11; 20:11)" (ibid., pp. 139s.).
19. Para Moisés y los ancianos de Israel, el mar-firmamento aparecía como un pavimento de color zafiro (azul) (Éx. 2:10).
20. Michael Wilcock, I Saw Heaven Opened: The Message of Revelation (Downers Grove. IL: InterVarsity Press, 1975), p. 64.
21. John Calvin, Commentaries on the First Twenty Chapters of the Book of the Prophet Ezekiel (Grand Rapids: baker Book House, 1979), Vol. 1, pp. 334s.
22. Ibid., p. 340; comp. pp. 65-74, 333-340. Calvino fue atacado por su propio traductor por hacer estas y parecidas afirmaciones (véase Vol. 1, pp. xxvf.; Vol. 2, pp. 421s, 448-55, 466-68, 473s.) Sin embargo, los pensamientos son elaborados muy cuidadosamente durante el curso de su exposición, y este comentario, que Calvino no vivió para terminar, representa su pensamiento maduro sobre el tema. Es uno de los volúmenes más fascinantes que yo haya leído jamás, y un rico filón de de valiosas observaciones.
23. James B. Jordan, Judges: God´s War Against Humanism (Tyler, TX: Geneva Ministries, 1985), pp. 37s.
24. Ibid., p. 102. Véase también de John Calvin, Commentaries on the Last Four Books of Moses (Grand Rapids: Baker Book House, 1979), Vol. 1, pp. 385-87; Commentary on a Harmony of the Evangelists (Grand Rapids: Baker Book House, 1979), Vol. pp. 213-15.
25. Richard Hinckley Allen, Star Names: Their Lore and Meaning (New York: Dover Publications, [1899] 1963), p. 57: comp. p. 362.
26. Dicho sea de paso, el termo Zodíaco no es una palabra oculta; significa simplemente círculo, y se refiere al curso aparente del sol a través de los cielos. Las doce constelaciones mayores son los grupos de estrellas dispuestas a lo largo de la trayectoria del sol.
27. La mejor refutación cristiana del engaño astrológico se encuentra en obra de San Agustín, La Ciudad de Dios, Libro V, capítulos 1-11.
28. Para un estudio de la relación entre las constelaciones y el mensaje bíblico, véase de Joseph A Seiss, The Gospel in the Stars (Grand Rapids: Kregel Publications, [1882] 1972).
29. ¡O, como buenos agustinianos, podemos decir que el Zodíaco corresponde al orden de las doce tribus!
30. Véase de Ernest L. Martin, The Birth of Christ Recalculated (Pasadena, CA: Foundation for Biblical Research, segundo cd., 1980), pp. 167ss; comp. J. A. Thompson, Numbers, en D. Guthrie y J. A. Motyer, eds., The New Bible Commentary (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., tercer cd., 1970), p. 173.
31. Gordon J. Wenham, Numbers: An Introduction and Commentary (Downers Grove, IL: Inter-Varsity Press, 1981), p. 65. Wenham no se refiere a las constelaciones zodiacales, sino a algo mucho más asombroso: ¡el hecho de que las cifras del censo de las tribus de Israel corresponden a los períodos sinódicos de los planetas! Como señala Wenham, las cifras del censo "afirman el carácter sagrado de Israel. Ellas nos recuerdan que las promesas de Dios a Abraham se han cumplido, y que el santo pueblo de Dios es llamado a luchar por él en la tierra como las estrellas luchan por él en los lugares celestiales" (ibid.). La infomación de Wenham se basa en la obra de M. Barnouin, "Les recensements du Livre des Nombres et l'astronomic babylonienne", Vetus Testamentum 27, 1977, pp.280-303. Este trabajo está disponible en una traducción inglesa de Geneva Ministries, P. O. Box 131300, Tyler, TX 75713.
32. Véase, de Martin, The Birth of Christ Recalculated, pp. 4-25.
33. Volante publicada c. 1978 por una iglesia en Santa Ana, California, anunciando sus Conciertos de los Sábados por la Noche.
34. Un punto adicional debería recibir por lo menos una nota en un pie de página: ¿Es cierto, como alega el folleto, que "el amor genuino no puede ser exigido, ordenado, ni siquiera regulado"? Véase Deut. 6:5-6; Mat. 22:37-40; Efe. 5:25; 1 Juan 4:19.
35. Un ejemplo de esto, del lado de la Iglesia Reformada, entre muchos que podrían citarse, es la obra de B. M. Palmer, The Theology of Prayer (Sprinkle Publications, [1894] 1980). Esta extensa obra (352 págs), que pretende proporcionar "una plena articulación de la oración en el sistema de la gracia", tiene que ver completamente sólo con las devociones  individuales; no menciona la oración corporativa ni una sola vez.
 
 
 
Parte Tres
5
EL CRISTO VICTORIOSO
El Cordero y el Libro (5:1-14)


1 Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.
2 Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?
3 Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo.
4 Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo.
5 Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.
6 Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.
7 Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.
8 Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;
9 y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;
10 y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.
11 Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones,
12 que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.
13 Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
14 Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos.

1-4 Juan ve al que está sentado en el trono sosteniendo un libro ... sellado con siete sellos. Como observó Theodor Zahn, los siete sellos indican que este documento es un testamento. Aunque ésta no es la explicación completa, es importante para entender correctamente el Libro. Escribió Zahn: "La palabra biblion [libro] permite muchas interpretaciones, pero para los lectores de aquel tiempo era designado por medio de siete sellos sobre su lomo, más allá de cualquier posibilidad de error. De la misma manera que en Alemania, antes de la introducción de los giros, todo el mundo sabía que una carta sellada con cinco sellos contenía dinero, el miembro menos informado de las iglesias asiáticas sabía que  un biblion asegurado con siete sellos era un testamento. Cuando moría un testador, se sacaba el testamento, y siempre que era posible, se abría en presencia de los siete testigos que lo habían sellado; es decir, era desellado, leído en voz alta, y ejecutado... El documento de los siete sellos es el símbolo de la promesa de un futuro reino. La disposición ocurrió hace mucho tiempo, y fue documentada y sellada, pero todavía no fue ejecutada". 1
El Libro también estaba escrito por delante y por detrás. Cualquier lector cristiano 2 habría entendido inmediatamente el significado de esta descripción, pues se basa en la descripción de los Diez Mandamientos. Las dos tablas del testimonio, que eran copias duplicadas 3, estaban inscritas en el frente y por detrás (Éx. 32:15). Una analogía de esto se encuentra en los tratados de soberanía del antiguo Cercano Oriente: Un rey victorioso (el soberano) imponía un tratado/pacto sobre el rey derrotado (el vasallo) y sobre todos los que estaban bajo la autoridad del vasallo. Se redactaban dos copias del tratado (como en los contratos modernos), y cada parte ponía su copia del contrato en la casa de su dios, como un documento legal que testificaba la transacción. Por supuesto, en el caso de Israel, el Señor era tanto Soberano como Dios; así que ambas copias del Pacto fueron puestas en el Tabernáculo (Éx. 25:16, 21; 40:20; Deut. 10:2).
Meredith Kline explica: "El propósito de la copia del pacto en manos de Israel era el de servir como testimonio documental (Deut. 31:26). Era testimonio para y en contra de Israel, recordándole las obligaciones que había jurado cumplir, y reprendiéndole por las obligaciones violadas, declarando la esperanza de las bienaventuranzas del pacto y pronunciando una condena por las maldiciones del pacto. La proclamación pública del pacto estaba diseñada para enseñar el temor del Señor a todo Israel, especialmente a los niños (Deut. 31:13; comp. Sal. 78:5ss).... Considerada en relación con el juramento y la promesa divinos, el duplicado de la tabla del pacto en manos de Yahvé servía un propósito análogo al del arco iris en su pacto con Noé (Gén. 9:13-16). Contemplando esta tabla, él recordaba su juramento a sus siervos y fielmente traía la bendición prometida". 4
Hemos visto que Juan ha organizado esta profecía en términos de la estructura establecida para los pactos. Más que esto, mucho de la información específica en Apocalipsis ha indicado que la idea del pacto es central a su mensaje. El libro se presenta  a sí mismo desde el principio como parte del canon, escrito principalmente para ser leído en la liturgia (1:3). Se usa la imagen del Tabernáculo en la doxología inicial (1:4-5), y se declara que la iglesia está constituída como el nuevo reino de sacerdotes, como Israel lo había sido en Sinaí (1:9). El tema del libro, declarado en 1:7, es la venida de Cristo en la nube de gloria; luego, casi inmediatamente, Juan usa tres palabras que casi siempre ocurren en relación con la actividad de hacer un pacto: Espíritu, Día, y Voz (1:10). La siguiente visión de Cristo como el glorioso Sumo Sacerdote (1:12-20) combina muchas imágenes del Antiguo Testamento - la nube, el día del Señor, el ángel del Señor, el Creador, el Soberano del universo, el Hijo del hombre/el segundo Adán, el conquistador de las naciones, el dueño de la iglesia - todas las cuales están relacionadas con las profecías de la llegada del nuevo pacto. La visión es seguida por el propio mensaje de Cristo a las iglesias, presentado como un mensaje de la historia del pacto (capítulos 2-3). Luego, en el capítulo 4, Juan ve el trono, sostenido por los querubines y rodeado por los sacerdotes reales, todos cantando las alabanzas de Dios con acompañamiento de relámpagos, voces, y truenos, como los de Sinaí. No debería sorprendernos encontrar esta magnífica colección de imágenes relacionadas con la confección de un pacto, que culminan con la visión de un documento de testamento/tratado, escrito delante y detrás, en la mano de Aquél que está sentado en el trono. El Libro es nada menos que el testamento del Cristo resucitado y ascendido al cielo: el Nuevo Pacto.
Pero la llegada del Nuevo Pacto implica la muerte del Viejo Pacto y el juicio del Israel apóstata. Como vimos en la introducción, los profetas bíblicos hablaron en términos de la estructura del pacto/tratado, que actúa como fiscal acusador en nombre del divino Soberano, que pone un pleito de pacto contra Israel. La imagen de un documento inscrito en ambos lados se usa en la profecía de Ezequiel, que Juan ha tomado como modelo para su profecía. Ezequiel dice que recibió un pergamino que contenía una lista de juicios contra Israel:
Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. ... Y miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de libro. Y lo extendió delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; y había escritas en él endechas y lamentaciones y ayes. (Eze. 2:3-10).
Al ver Juan que se abre el Nuevo Pacto, por lo tanto, también ve cumplidas las maldiciones del Antiguo Pacto en el pueblo del pacto que ha apostatado. Esta conclusión se hace más clara si miramos el movimiento general de la profecía. Los siete sellos del Libro son rotos para revelar su contenido; pero la ruptura del séptimo sello inicia el resonar de las siete trompetas (8:1-2). La visión final de la sección de las trompetas termina con una horrorosa escena de la gran cosecha, en la cual "las uvas de la ira" son pisadas y la tierra entera es inundada por un torrente de sangre (14:19-20). Esto conduce directamente a la sección final de Apocalipsis, en la cual Juan ve la sangre del lagar derramarse de las siete copas de la ira (16:1-21). Parecería, por lo tanto, que se quiere que entendamos que las siete copas, como el contenido de la séptima trompeta, "el último ay", han de caer sobre la tierra (comp. 8:13; 9:12; 11:14-15; 12:12). Todo esto - los sellos, las trompetas, y las copas - es el contenido del libro de siete sellos, el Nuevo Pacto.
Pero hay una crisis: Nadie en toda la creación - ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajjo de la tierra - puede (o es digno de, como dice Juan) abrir el Libro, o siquiera mirarlo. Nadie puede cumplir las condiciones requeridas por el Mediador del Nuevo Pacto. Todos los anteriores mediadores - Adán, Moisés, David, y el resto - finalmente resultaron inadecuados para laa tarea. Nadie pudo quitar el pecado y la muerte, pues todos han pecado, y continuamente están destituídos de la gloria de Dios (Rom. 3:23). El sacrificio de animales no podía realmente quitar los pecados porque tal cosa es imposible (Heb. 10:4); y el mismo sumo sacerdote que ofrecía los sacrificios era pecador, y estaba "rodeado de debilidad" (Heb. 5:1-3; 7:27), teniendo que ser reemplazado después de su muerte (7:23). No se pudo encontrar a nadie que garantizara un mejor pacto. Con el profético anhelo y la profética tristeza de la iglesia del Antiguo Testamento, Juan comienza a llorar mucho. El Nuevo Pacto había sido ofrecido por el que estaba sentado en el trono, pero nadie era digno de actuar en nombre tanto de Dios como del hombre para ratificar el pacto. El libro de los siete sellos permanecería sellado.

5-7 Juan es consolado por uno de los ancianos, que le dice (como se lee literalmente): Deja de llorar; ¡he aquí, Él ha vencido! Así, la iglesia predica el evangelio a Juan; y parece como si el anciano está tan emocionado por su mensaje que deja escapar bruscamente el clímax aún antes de explicar quién ha vencido. Continúa describiendo a Cristo el Vencedor: el León de la tribu de Judá, el fuerte y poderoso cumplimiento de la antigua profecía de Jacob a su cuarto hijo:
Cachorro de león, Judá; de la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, así como león viejo: ¿quién lo despertará? No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos. (Gén. 49:9-10).
Era David, el vencedor León de Judá del Antiguo Pacto, a quien Dios reveló tanto el plano del templo (1 Crón. 28:11-19) como el plan del pacto sempiterno, la "Carta para la Humanidad", por medio de la cual el venidero Rey-Sacerdote traería la bendición de Abraham a todas las naciones (2 Sam. 7:18-29; 23:2-5; 1 Crón. 17:16-27; Sal. 16; 110; Hech. 2:25-36). 5 Por fin, el hijo mayor de David vino y venció, estableciendo el dominio eterno y abriendo el pacto. Encarnando y cumpliendo todas sus promesas, Él es "Siloh".
Cristo es llamado también la Raíz de David - una expresión extraña a nueestra propia manera de pensar. Podemos entender más fácilmente la expresión de Isaías: "una vara del tronco de Isaí" (Isa. 11:1). Como descendiente de Isaí y de David, Jesús podría ser llamado una "rama" (Jer. 23:5; Zac. 3:8); pero, ¿cómo podría ser llamado la Raíz? Nuestra perplejidad se origina en nuestra idea de cómo funciona la historia. Estamos acostumbrados a pensar en la historia como si fuera una máquina de Rube Goldberg cósmica: Se mueve una palanca en un extremo, y una serie de artefactos y cacharros parecidos a fichas de dominó chocan entre sí, y al final producen cualquier efecto en el extremo opuesto de la máquina. Por pura causa y efecto, cada evento causa otros eventos, en sucesión cronológica directa.
Ahora bien, esto es cierto - pero no es toda la verdad. En realidad, tomado por sí solo e independientemente, no es verdad en absoluto, pues esta tesis es evolucionaria en sus suposiciones, no bíblica. La historia no es simplemente una cuestión de que el pasado cause el futuro; también es verdad que el futuro causa el pasado, como lo explica R. J. Rushdoony: "Según la Biblia, el movimiento del tiempo es desde la eternidad, puesto que es creado por Dios y se mueve a causa de y en términos de su decreto eterno... Porque el tiempo está predestinado, y porque su principio y su fin ya están establecidos, el tiempo no se desarrolla de manera evolucionaria del pasado al presente y después al futuro. En su lugar, se desenvuelve desde el futuro hacia el pasado". 6
Una simple ilustración podría ayudarnos a entender esto. Digamos que alguien le encuentra a usted empacando un almuerzo en una calurosa mañana, y le pregunta la razón de ello. Usted contesta: "Porque voy a tener un picnic en el parque hoy". ¿Qué ha ocurrido? En cierto sentido, el futuro - el picnic planeado - ha determinado el pasado. Porque usted quería tener un picnic en el parque, entonces planeó el almuerzo. Lógicamente, el picnic precedió, y causó, la preparación del almuerzo, aunque aquél siguió a éste cronológicamente. De la misma manera, Dios deseaba glorificarse a sí mismo en Jesucristo; por lo tanto, creó a Isaí y a David, y a todos los otros antepasados de la naturaleza humana de Cristo, para traer a su Hijo al mundo. La existencia misma de la Raíz de David era el Hijo de David, Cristo Jesús. ¡El "efecto" determinó la "causa"! 7
Así, el Señor Cristo Jesús es presentado de la manera más radical posible como el Centro de toda la historia, como la divina Raíz y la Rama, el Principio y el Fin, el Alfa y la Omega. Y es como el León vencedor y  la Raíz determinante que Él ha prevalecido para que abra el Libro y sus siete sellos.
Juan se vuelve para ver al que es descrito de esta manera - y, en vez de un León o una Rama, vve a un Cordero de pie delante del trono. Este es el modelo que primero notamos en 1:11, donde Juan primero oye, luego ve. Obviamente, aquél a quien Juan ve en el versículo 5 es idéntico al que ahora contempla en el versículo 6. El León es el Cordero.
¿En qué sentido es Cristo Jesús un Cordero? El pasaje no se refiere a Jesús en su naturaleza - Él no es "como un cordero" en el sentido de que es bondadoso, dulce, o benigno, como algunos quisieran entender incorrectamente este texto. 8 Cristo es llamado un Cordero, no en vista de su Persona (que la teología popular degrada al concepto moderno de "personalidad" de todos modos), sino en vista de su obra. Él es el Cordero que fue inmolado, "que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29). Así, el centro de la historia es la obra consumada, sacrificial, de Cristo. El fundamento de su reino mediatorio (Cristo como el León) es su expiación mediatoria (Cristo como el Cordero). Es a causa de su sacrificio que Él ha sido exaltado al lugar de supremo gobierno y suprema autoridad. Cristo ha alcanzado la victoria por medio de su sufrimiento y su muerte sacrificiales en lugar nuestro.
Juan subraya esto a través de su lenguaje específico: un Cordero en pie, como inmolado. Philip Barrington sugiere que la palabra griega para "en pie" (hestekos) es "una traducción griega aproximada de la palabra hebrea Tamid, que significa 'en pie' o 'continuo', y se refiere a la ofrenda encendida diaria en el Templo. Es el término técnico regular, y forma el título de la sección de la Mishnah que trata de ese sacrificio. El Cordero del Tamid es una expresión intangible, que podría muy bien haberse convertido en el Arnion Hestekos del griego. La palabra griega Hestekos no significa 'continuo', sino sólo 'en pie' en el sentido literal; pero podría ser un equivalente aproximado, como Christos (manchado), que significa Mesías. Así, Arnon Hestekos podría ser 'baboo', palabra griega que signfica Cordero del Sacrificio.
"La palabra Arnion también ha dado lugar a discusión. En el cuarto evangelio, a nuestro Señor se le llama Cordero de Dios (1:29), de la misma manera en que aquí se le llama Cordero del Tamid; pero las dos palabras son diferentes, Arnion aquí y Amnos en el evangelio. Es posible que, aunque Amnos es la palabra más común y natural para Cordero, Arnion Hestekos podría ser un término técnico del Templo judío... " 9
Juan continúa con sus imágenes simbólicas: Cristo el Cordero tiene siete cuernos. El cuerno en la Escritura es un símbolo comprensible de fortaleza y poder (comp. Sal. 75:10); más que esto, sin embargo, el pensamiento del lector bíblico culto habría sido estimulado a recordar los siete cuernos de carneros que se usaban para anunciar el juicio de Dios sobre sus enemigos y la victoria y la salvación del pueblo del pacto en la batalla histórica de Jericó (Josué 6:2-5). De la misma manera, el gran Cordero Sacrificial, al cual apuntaban todos los otros sacrificios, ahora proporciona poder y fortaleza y victoria para su pueblo en la lucha por alcanzar el dominio sobre la tierra. Es la victioria definitiva de Cristo lo que garantiza las progresivas victorias y el dominio final de la iglesia sobre todo el territorio que le ha sido asignado - el cual, en esta época, no es sólo Palestina, sino el mundo entero (Mat. 28:18-20).
Además, el Cordero tiene siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra (comp. Zac. 6:5). Para entender esto, tenemos que regresar a Génesis 1, donde encontramos la primera mención del Espíritu: Cerniéndose sobre la tierra, moviéndose sobre ella, formándola y llenándola, suscitando la vida. Al progresar la creación, el Espíritu lleva a cabo siete actos de ver - los séptuples ojos del Espíritu, si queremos. Siete veces se nos dice que "vio Dios que era bueno" (Gén. 1:4, 10, 12, 18, 21, 25, 31). Mientras creaba el mundo, Dios también lo juzgaba, evaluándolo y aprobándolo, hasta que se emitió el juicio final y culminante como preludio al principio del séptimo día. 10 Aquí en Apocalipsis, Cristo es presentado como el centro de la historia, el vencedor que recibe el nuevo pacto para los hombres; y como tal, se lo ve como Creador y Juez, con plenitud de conocimiento por medio de su inconmensurable posesión del Espíritu que ve y discierne (Juan 3:34). Ya en el principio, cuando el Espíritu salió a formar la tierra y a evaluarla, "procedió del Padre y del Hijo". La comprensión de la creación y la historia por parte de Cristo se origina, no en la historia misma, sino en el hecho de que Él es tanto el Creador como el Redentor del mundo. Así, sobre la base de su persona, su obra, y su exaltada posición como Salvador y Gobernante del mundo, Cristo Jesús ascendió al cielo, se adelantó hasta el trono de su Padre, y tomó el Libro de la mano derecha de Aquél que estaba sentado en el trono. Así lo describe el profeta Daniel:
Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria, y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido. (Dan. 7:13-14).
El mensaje central de la Biblia es la salvación por medio de Cristo Jesús, el Mediador del Nuevo Pacto. Aparte de su obra, por medio de la cual Él adquirió y posee eternamente el Pacto, no hay esperanza para la humanidad. Él ha vencido abrumadoramente, para poder abrir el Tratado del Gran Rey; y por medio de Él nosotros también somos más que vencedores.

8-10 En este punto, la compañía de santos y ángeles en el cielo prorrumpe en alabanzas: Los cuatro seres vivientes caen delante del Cordero, postrándose en adoración mientras se preparan para adorarle con cánticos, teniendo cada uno un arpa. Otro importante aspecto de la escena tiene que ver con las fuentes de oro llenas de incienso, que son (es decir, representan, o son enunciadas simbólicamente) las oraciones de los santos (comp. Sal. 141:2; Luc. 1:10). Geerhardus Vos explica: "El simbolismo consiste en parte en que el humo es, por decirlo así, la refinada quintaesencia de la ofrenda, y parte en la manera en que asciende. Que el altar de incienso tenga su lugar bien cerca del velo que está delante del Lugar Santísimo significa la especificidad religiosa de la oración, en el sentido de que está lo más cerca posible del corazón de Dios. La ofrenda era de carácter personal. La idea del olor grato del incienso que arde en las narices de Jehová es un tanto alejada de nuestros propios gustos sobre imágenes religiosas, pero no debería ser pasada por alto a causa de esto, pues el sentido hebreo de religión no siente que esto sea inapropiado en lo más mínimo". 11
Luego, los seres vivientes y los ancianos cantan un cántico nuevo, y de nuevo se usa una sección coral para explicar estos símbolos. En verdad, nuestra interpretación queda confirmada por la expresión que Juan usa aquí. El cántico nuevo se menciona siete veces en el Antiguo Testamento (Sal. 33:3; 40:3; 96:1; 98:1; 144:9; 149:1; Isa. 42:10), y siempre en referencia a los actos redentores/creadores de Dios en la historia. El cántico nuevo celebra la elaboración del pacto y predice la venida de Cristo para traer salvación a las naciones y victoria universal para los piadosos:
Cantad a Jehová cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; su diestra lo ha salvado, y su santo brazo. Jehová ha hecho notoria su salvación; a vista de las naciones ha descubierto su justicia. Se ha acordado de su misericordia y de su verdad para con la casa de Israel; todos los términos de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios. (Sal. 98:1-3)
Cantad a Jehová un nuevo cántico, su alabanza desde el fin de la tierra; los que descendéis al mar, y cuanto hay en él, las costas y los moradores de ellas. Alcen la voz el desierto y sus ciudades, las aldeas donde habita Cedar; canten los moradores de Sela, y desde la cumbre de los montes den voces de júbilo. Den gloria a Jehová, y anuncien sus loores en las costas. Jehová saldrá como gigante, y como hombre de guerra despertará celo; gritará, voceará, se esforzará sobre sus enemigos. (Isa. 42:10-13).
Cada vez que en la Biblia se alcanza una nueva etapa en la historia de la redención (como el Éxodo, la fundación del reinado teocrático, etc.) hay un correspondiente período de revelación canónica; como dijo Geerhardus Vos: "La revelación sigue a los eventos". 12 Más específicamente, la aparición de las Escrituras canónicas está presente en la victoriosa redención del pueblo de Dios por parte de Él, como señala Meredith G. Kline con relación al "nacimiento de la Biblia": "En medio de un mundo caído, y en vista de la hostilidad satánica manifestada de varias maneras históricas, el pueblo electo de Dios no podría alcanzar la condición de reino si los juicios redentores no le libraran del poder del adversario. Sólo cuando el Señor Dios haya alcanzado este triunfo sotérico quedaría preparado el camino para que él promulgase su tratado-reino, estableciendo sus mandamientos entre su pueblo electo y ordenando la existencia de su reino bajo el dominio de su soberana voluntad..."
"La revelación de pacto ya había sido dirigida a Abraham, Isaac, y Jacob, con sus casas, ofreciéndoles el reino en promesa. Pero la Escritura requería para su aparición más que la mera promesa de un reino. Era necesario que se cumplieran la promesa y el juramento dados a los patriarcas: el pueblo escogido debía alcanzar la condición de nación. No fue sino hasta que hubo creado la comunidad-reino de Israel de la tiranía de Faraón a la asamblea de Sinaí que Dios pudo emitir un pacto canónico del tipo bíblico. La aparición de la Escritura canónica tuvo así que esperar la victoria del éxodo de Yahvé. Esa victoria señaló la plenitud del tiempo para el nacimiento de la Palabra-tratado de Dios".
"El que se programara el nacimiento de la Palabra escrita precisamente en esa coyuntura histórica llama nuestra atención a la peculiar calidad de la Escritura canónica. Originándose, como lo hace, a consecuencia de una impresionante exhibición del poder de Yahvé en salvación y en juicio, de acuerdo con las promesas proféticas hechas a los patriarcas, desde el princpio la Escritura muestra el carácter de una palabra de triunfal cumplimiento. Es la incontestable declaración de que el nombre del Dios de Israel es Yahvé, poderoso Señor del Pacto. Aunque el reino mosaico establecido en Sinaí era en sí mismo todavía sólo provisional y promisorio en relación con las realidades mesiánicas de la era del Nuevo Testamento, sin embargo, e inconfundiblemente, la Palabra de Dios del Antiguo Testamento que anunciaba el reino israelita era, para la etapa pre-mesiánica de la historia de la redención, una palabra de promesas manifiestamente cumplidas y del reino triunfante de Yahvé expresado decisiva y dramáticamente. Por lo tanto, desde que apareció por primera vez en la secuela de la historia, la Escritura canónica confronta a los hombres como una palabra divina de triunfo". 13
Lo que Sinaí mostró en forma provisional, el Calvario y el Monte de los Olivos revelaron definitivamente: la victoriosa redención del pueblo elegido de Dios en el Nuevo Pacto, cuando el León de la tribu de Judá venció para que abriera el Libro. Y porque Cristo Jesús obtuvo el Nuevo Pacto para su pueblo, Él encomendó la escritura de las Escrituras canónicas del Nuevo Testamento como la exhibición decisiva y dramática de su reino triunfante, su "divina palabra de triunfo".
Junto con la nueva revelación escrita, esta etapa  nueva y final de la historia de la redención introducida por el Nuevo Pacto requería un Cántico Nuevo, una nueva respuesta litúrgica por parte de la asamblea que adora. Así como las épocas anteriores de la historia del pacto evocó un Cántico Nuevo, 14 el establecimiento definitivo de la nueva nación con su nuevo tratado-reino necesitaba un nuevo culto, un culto que fuera un verdadero cumplimiento del antiguo, una trascendencia de todo lo que prefiguraba. El vino nuevo del Nuevo Pacto no podía ser contenido en los odres del Antiguo; la nueva redención requería, para su plena y correcta expresión, el Cántico Nuevo de la liturgia cristiana. Esto es exactamente lo que el Cántico Nuevo proclama como su base:

Tratado-Reino:
Digno eres de tomar el Libro, y de abrir sus sellos.
Redención: Porque fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios.
Nacionalidad: Nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes.
Dominio: Y reinaremos sobre la tierra.

Un aspecto del Cántico ha dado lugar a una seria disputa interpretativa: Como observamos en 4:4, Ned Stonehouse (con una hueste de otros) sostenía que los veinticuatro ancianos son una clase de ángeles. En resumen, la base para la opinión de Stonehouse es el hecho de que un manuscrito del Nuevo Testamento griego contiene  una variante textual que, dice él, indica esto. Aunque algunos manuscritos dicen que Cristo nos redimió, la lectura variante que Stonehouse prefiere dice que Cristo redimió a los hombres. Obviamente, la diferencia sería que los cantores en el primer caso son definitivamente identificados entre los redimidos, mientras que los cantores en la segunda lectura no se incluyen necesariamente a sí mismos entre los que son redimidos por la sangre de Cristo.
Desafortunadamente para la interpretación de Stonehouse, hay dos hechos que, de salida, militan contra ella. En primer lugar, aun en el caso de que todos los manuscritos contuvieran la lectura preferida de Stonehouse, ésto no probaría su causa; Stonehouse simplemente estaba haciendo una suposición que puede seguirse de su premisa (pero que no necesariamente se sigue). (Después de todo, cualquier creyente todavía podría orar "por la iglesia" o por "el pueblo de Dios" sin excluirse a sí mismo; el mero hecho de que los ancianos dan gracias a Dios por redimir a los "hombres" no significaría necesariamente que ellos mismos no son redimidos).
Segundo, sin embargo, de los cientos de manuscritos que contienen el Libro de Apocalipsis, sólo uno contiene esta lectura extremadamente dudosa. La variante no se encuentra en ninguna "familia" de manuscritos, y ciertamente no se halla en ninguno que pueda llamarse una "tradición" manuscrita; ocurre sólo en un manuscrito solitario. Basar una interpretación en un fundamento tan inestable es, por decir lo menos, un método de estudio extremadamente subjetivo y precario.
Sin duda, la lectura tradicional "nos" es la verdadera. Pero, decir esto parece dar lugar a otros dos problemas: (1) Se dice que los cuatro seres vivientes, que no parecen representar a la iglesia, cantan este cántico; (2) el cántico cambia a la tercera percena entre los versículos 9 y 10. En el versículo 9 leemos: "Nos has redimido"; y en el versículo 10 leemos: "Nos has hecho reyes... y reinaremos". En realidad, estos dos problemas se resuelven entre sí. Aparentemente, es un ejemplo de lo que ya hemos visto en este libro, y de lo que nos resultará más familiar a medida que progresemos a través de él: la alabanza antifonal. Este modelo de respuesta coral continúa en este capítulo (comp. 11-14). Un bosquejo probable de esta porción de la liturgia celestial sería como sigue:

Ancianos y Seres Vivientes:
Digno eres de tomar el Libro y abrir sus sellos.
Ancianos: Porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios de todo linaje, y lengua y pueblo y nación.
Seres Vivientes: Y nos has hecho para Dios reyes y sacerdotes; y reinaremos sobre la tierra. 15

Cristo ha comprado a su pueblo de entre las naciones, no sólo para redimirles del pecado, sino para capacitarles para que cumplan el Mandato de Dominio original de Dios para el hombre. Como el segundo Adán, Cristo asigna a su nueva creación la tarea que Adán perdió - esta vez, sin embargo, sobre el inconmovible fundamento de su muerte, su resurrección, y su ascensión. La salvación tiene un propósito, un salvar a, así como un salvar de. Cristo ha hecho a su pueblo reyes y sacerdotes para nuestro Dios, y ha garantizado su destino: Reinarán sobre la tierra. Esto nos muestra la dirección de la historia: Los redimidos del Señor, ya una nación de reales sacerdotes, avanzan hacia el completo dominio que Dios ha planeado como su programa original para el hombre. En Adán, se había perdido; Cristo Jesús, el segundo Adán, nos ha redimido y nos ha restaurado a nuestro real sacerdocio, para que reinemos sobre la tierra. Por medio de la obra de Cristo, la victoria definitiva sobre Satanás ha sido ganada. Se nos prometen crecientes victorias, y creciente gobierno y dominio, al hacer que el evangelio y la ley del gran Rey produzcan frutos por todo el mundo.

11-14 En respuesta a la alabanza de los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos, el coro entero de ángeles, compuesto por millones de millones, 16 y miles de miles, se les une en alta voz, proclamando que el Cordero que fue inmolado es, sobre la base de su Persona y su obra, digno de heredar todas las cosas (las siete cosas enumeradas indican plenitud) en el cielo y en la tierra: el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y, como en gozosa respuesta a esta gran declaración de la herencia universal ded Cristo, la creación entera (cuádruple) responde en alabanza, como un clímax a esta sección de la liturgia. Cada una de las cosas creadas que está a) en el cielo y b) en la tierra y c) en el mar, y todas las cosas que están en ellos - toda la realidad creada se convierte en parte del coro cósmico cantando: Al que está sentado en en trono, y al Cordero, sea a) la alabanza y b) la honra y c) y la gloria y d) el poder por los siglos de los siglos. Un día, toda la creación reconocerá a Cristo como Señor (Fil. 2:10-11); en principio, sin embargo, esto ya se ha establecido por medio del sacrificio y la victoria del Cordero. Nuevamente, Juan nos ha revelado la meta de la historia como el reconocimiento universal del Señorío de Cristo y la gloria eterna de Dios por medio de Cristo Jesús.
En los días de Juan, la iglesia estaba a punto de experimetar un tiempo de severas pruebas y persecuciones. Ya estaban viendo lo que, en una época cuerda, podría difícilmente imaginarse: una unión entre Israel y la anticristiana Bestia de Roma. Estos cristianos necesitaban entender la historia como algo no controlado por la casualidad, los hombres malos o aún el diablo, sino desde el trono de Dios por medio de Cristo Jesús. Necesitaban ver que Cristo estaba reinando ahora, que Él ya había arrancado al mundo de las garras de Satanás, y de que aún ahora, todas las cosas en el cielo y en la tierra habrían de reconocerle como Rey. Necesitaban verse a sí mismos en la verdadera luz: No como tropas olvidadas en un solitario puesto de avanzada luchando en una batalla perdida, sino ya como reyes y sacerdotes, haciendo la guerra y venciendo, predestinados a la victoria, con la absoluta certeza de la victoria y el dominio, sobre la tierra. junto con el Gran Rey. Necesitaban la filosofía bíblica de la historia: que toda la historia, creada y controlada por el gobierno personal y total de Dios, se está moviendo inexorablemente hacia el dominio universal del Señor Jesucristo. La era nueva y final de la historia ha llegado; el Nuevo Pacto ha venido. ¡He aquí, Él ha vencido!


Notas:
1. Theodor Zahn, Introduction to the New Testament, Vol. III, pp. 393s.; citado la obra de G. R. Beasley-Murray, The Book of Revelation (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., edición revisada, 1978), p. 121.
2. Al decir esto, estoy suponiendo que el cristiano promedio del siglo primero tenía más sentido común que el comentarista promedio del siglo veinte. Difícilmente hay un solo comentario que eche siquiera un vistazo a los Diez Mandamientos en relación con esto.
3. Véase de Meredith G. Kline, Treaty of the Great King: The Covenant Structure of Deuteronomy (Grand Rapids, William B. Eerdman´s Publishing Co., 1963), pp. 13ss., ídem, The Structure of Biblical Authority (Grand Rapids: William B. Eerdman´s Publishing Co., segunda ed., 1975), pp. 113ss.
4. Kline, Treaty of the Great King, pp. 21, 24; The Structure of Biblical Authority, pp. 123s., pp. 113ss.
5. Véase de Walter C. Kaiser Jr., "The Blessing of David: The Charter for Humanity", en John H. Skilton ed., The Law and the Prophets: Old Testament Studies Prepared in Honor of Oswald Thompson Allis (Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1974), pp. 298-328).
6. Rousas John Rushdoony, The Biblical Philosophy of History (Nutley, NJ: Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1969), p. 11; comp. Rushdoony, The One and the Many, p. 145; St. Augustine, The City of God, Lib. XII, Cap. 13-15; Nathan R. Wood, The Secret of the Universe (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., [1936] 1955), pp. 43-45.
7. Una de las más claras declaraciones sobre esta idea es la que aparece en la obra de Gordon H. Clark, Biblical Predestination (Nutley, NJ: Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1969), esp. pp. 18-30.
8. En relación con esto, Hal Lindsey habla de la "mansedumbre y la bondad [de Cristo] semejantes a las de un cordero" en la obra There´s a New World Coming: A Prophetic Odyssey (Eugene, OR: Harvest House Publishers, 1973), p. 94.
9. Philip Barrington, The Meaning of the Revelation (London: SPCK, 1931), pp. 119s.
10. Véase de Meredith G. Kline, Images of the Spirit (Grand Rapids: Baker Book House, 1980), pp. 107ss.
11. Geerhardus Vos, Biblical Theology: Old and New Testaments (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1948), p. 168.
12. Ibid., p. 203.
13. Meredith G. Kline, The Structure of Biblical Authority (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., segunda ed., 1975), pp. 77ss.
14. Los cánticos producidos por la redención de Éxodo incluyen los registrados en Éx. 15, Deut. 32, y Sal. 90; la nueva organización del reino teocrático bajo un gobernante humano, y los sucesos que condujeron al establecimiento del Templo, resultaron en el Salterio (la colección definitiva de los "nuevos cánticos" bajo el Antiguo Pacto).
15. Este bosquejo ha sido sugerido también por Moses Stuart en A Commentary on the Apocalypse, 2 vols. (Andover: Allen, Merrill y Wardwell, 1845), Vol. 2. p. 134.
16. Literalmente, una miríada es 10.000; pero a menudo se usa, especialmente en plural, en un sentido más vago con el significado de "un gran número". Obviamente, la expresión miríadas de miríadas significa simplemente "incontables millares".



LA IGNORANCIA DESTRUYE
 
Oseas 4:6

Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos.
LA IGNORANCIA ESCLAVIZA
 
Isaías 5:13

Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo conocimiento;
y su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed.
EL CONOCIMIENTO HACE LIBRE
 
Juan 8:32

y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
VERSÍCULOS QUE CONFIRMAN QUE JESÚS DEBÍA VOLVER MUY PRONTO EN EL PRIMER SIGLO
 
Mateo 10:23



Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre.

Mateo 16:28

De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.

Mateo 24:34

De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.

Filipenses 4:5

Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.


Apocalipsis 1:3

Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.

Apocalipsis 22:10

Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.

Hebreos 10:37

Porque aún un poquito,
Y el que ha de venir vendrá, y no tardará.

Apocalipsis 22:7

¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.

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Son mucho más las evidencias en el Nuevo Testamento
que confirman que Jesús debía volver durante esa generación,
si no volvió, su mensaje sobre un futuro pero cercano reino fue la farsa más grande de la historia
y en consecuencia, la Iglesia del primer siglo vivió y murió creyendo en una mentira. Sin embargo, creemos que
Jesús no mintió, él vino e instauró su reino de justicia sobre la tierra, un reino (espiritual) que no tendrá fin jamás.








 
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