PARTE 4a

 

Parte Cuatro
10
EL TESTIGO FIEL
El Testigo de la Nueva Creación (10:1-7)


1 Vi descender del cielo otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.
2 Tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra;
3 y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces.
4 Cuando los siete truenos hubieron emitido sus voces, yo iba a escribir; pero oí una voz del cielo que me decía: Sella las cosas que los siete truenos han dicho, y no las escribas.
5 Y el ángel que vi en pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano al cielo,
6 y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más,
7 sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas.

1 El ángel fuerte no puede ser otro que Cristo Jesús mismo, el "Ángel del Señor" que aparecía en el Antiguo Testamento. Esto se verá con bastante claridad si la descripción de este ángel se compara con la de Cristo en 1:14-16, y con la de Dios en su trono en Ezequiel 1:25-28. Sin embargo, hay indicaciones adicionales de la identidad divina de este ángel fuerte.
Primero, el ángel se ve envuelto en una nube - una expresión que debería evocar la Nube de Gloria. Y aunque la Nube está llena de innumerables ángeles (Deut. 33:2; Sal. 68:17), sólo hay Uno del cual se puede decir que está envuelto en ella. Compárese con Salmos 104:1-3:
Jehová Dios mío, mucho te has engrandecido; te has vestido de gloria y de magnificencia. El que se cubre de luz como de vestidura, que extiende los cielos como una cortina, que establece sus aposentos entre las aguas, el que pone las nubes por su carroza, el que anda sobre las alas del viento...
Por supuesto, la referencia básica para esto es el hecho de que Dios estaba realmente "envuelto en la Nube" en el Tabernáculo (comp. Éx. 40:34-38; Lev. 16:2). Esto no podría decirse de ningún ángel creado. Estar envuelto en la Nube es estar envuelto en la corte entera del cielo; de hecho, son los ángeles los que forman la Nube. Cristo Jesús está vestido con la hueste de los cielos (comp. Gén. 28:12; Juan 1:51).
Segundo, el Ángel tenía el arco iris sobre su cabeza. Ya hemos visto el arco iris en 4:3, alrededor del trono de Dios; y Ezequiel dice de Aquél a quien vio sentado en el trono que "tenía resplandor alrededor. Como parece el arco iris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová" (Eze. 1:27-28).
Tercero, el rostro del Ángel era como el sol. Esto se ajusta a la descripción de Cristo en 1:16 y en Mateo 17:2, el relato de la transfiguración (comp. Eze. 1:4, 7, 27; Hech. 26:13; 2 Cor. 4:6). Él es "el sol de justicia" (Mal. 4:2), "la aurora de lo alto" (Luc. 1:78; comp. Sal. 84:11; 2 Ped. 1:16-19). En particular, las imágenes del sol y de la aurora - como ya hemos observado con las palabras día y luz - se usa a menudo para describir la gloria de Dios que resplandece en juicio (comp. Sal. 19:4-6; Eze. 43:2; Zac. 14:7; Mal. 4:1-3; Rom. 13:2); y la "llama de fuego" del juicio es mencionada por Pablo como la "presencia" y la "gloria" de Cristo (2 Tesa. 1:7-9). 1 Esto es especialmente apropiado aquí, pues Cristo ha venido a Juan a anunciar la aniquilación de Jerusalén.
Cuarto, sus piernas eran como columnas de fuego. Esto se refiere a algunas de las más complejas imágenes de toda la Biblia. Obviamente, la frase tiene el propósito de recordarnos "la columna de fuego y la columna de nube" - la Nube de Gloria del Éxodo (Éx. 14:24). Como hemos visto, es el Señor el que está "vestido" de la Nube (deut. 31:15),  y la Nube es también identificada como el Ángel del Señor (Éx. 32:34; 33:2; Núm. 20:16). Parece que el doble aspecto de la Nube (el humo y el fuego) representaban simbólicamente las piernas de Dios. Así, el Señor caminaba delante del pueblo en la Nube (Éx. 13:21-22; 14:19, 24; 23:20, 23); Él venía en la Nube y permanecía de pie delante de ellos (Éx. 33:9-10; Núm. 12:5; Hag. 2:5). En términos de estas imágenes, la Esposa describe las piernas del Esposo como "columnas" (Cant. 5:15). Debemos notar también que la doble naturaleza de la columna, que representa las piernas de Dios, fue incorporada en la arquitectura del templo (1 Reyes 7:15-22; 2 Crón. 3:15-17); así, "el arca del pacto debajo de la Gloria en el trono se llama en consecuencia el lugar de sus pies (Isa. 60:13)". 2 El significado de todo esto, y su relación con el pasaje en general, se hará evidente más abajo. Sin embargo, se ha dicho lo suficiente para demostrar, más allá de toda duda razonable, que este Ángel, con el arco iris sobre su cabeza, envuelto en una nube, y que baja del cielo, es (o representa) al Señor Jesucristo.

2-3 El ángel, sosteniendo un librito, 3 puso luego su pie derecho sobre el mar y su pie izquierdo sobre la tierra. H. B. Swete comenta: "La postura del ángel denota tanto su colosal tamaño como su misión para el mundo: 'el mar y la tierra' es una fórmula del Antiguo Testamento para la totalidad de los seres terrestres (Éx. 20:4, 11; Sal. 69:34)". 4 Podríamos modificar este punto con la observación de que, en la Biblia, y especialmente en Apocalipsis, "el mar y la tierra" parece representar a las naciones gentiles contrastadas con la tierra de Israel (2 Sam. 22:4-5; Sal. 65:7-8; Isa. 5:30; 17:12-13; 57:20; Jer. 6:23; Luc. 21:25; Apoc. 13:1, 11). De esta manera, este cuadro sí tiene una importancia cósmica, mundial; pero su significado, como veremos más adelante, está enlazado con el hecho de que Cristo está de pie sobre Israel y las naciones (comp. v. 5-7).
Y clamó a gran voz, como cuando ruge un león 5 ; por supuesto, a estas alturas estamos familiarizados con la gran voz que viene de la Nube; como dice Kline, la voz "es característica y llamativamente fuerte. Se la compara con el crescendo del océano y la tormenta, el rugido retumbante del terremoto. Es el ruido de la guerra, trompetas que suenan dando señales, el fragor de la batalla. Es el trueno del carruaje-tormenta del Señor-guerrero, que viene en juicios que convulsionan la creación y confunden a los reyes de las naciones". 6 En respuesta adoradora a Su voz, los siete truenos emitieron sus voces. El séptimo trueno mismo está identificado con la Voz de Salmo 29, donde se observan algunos de sus fenomenales efectos: Quebranta los cedros, hace temblar naciones enteras con terremotos, derrama llamas de fuego, abre las mismas entrañas de la tierra, hace parir a los animales, derriba los árboles, desnudando bosques enteros. Esto añade una dimensión a nuestra comprensión de la naturaleza de la Voz que sale de la Nube: Consiste de la antifonía celestial, en la cual el coro angélico responde a las declaraciones del Señor Soberano.

4 Por supuesto, todo el mundo quiere saber: ¿Qué dijeron los siete truenos? Los eruditos han gastado una sombrosa cantidad de tinta tratando de solucionar este problema. Pero, al menos en esta vida, nunca podremos conocer la respuesta. Juan estaba a punto de escribir lo que los truenos habían hablado, cuando oyó una voz del cielo que decía: Sella las cosas que los siete truenos han dicho, y no las escribas. El mensaje estaba destinado sólo para los oídos de Juan. No era para la iglesia en general. Pero lo que importa aquí es que Dios quería que Juan registrara el hecho de que Juan no debía revelar lo que fuera que los truenos habían dicho. Dios quería que la iglesia supiera que hay algunas cosas (muchas cosas, en realidad) que Dios no tiene intenciones de decirnos de antemano.
Esto sirve bien como reproche para la tendencia de la mayoría de los sermones y comentarios sobre este libro - la de indagar, con curiosidad, en las cosas que a Dios no le ha parecido bien revelar. "Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas la palabras de esta ley" (Deut. 29:29). En otras palabras: "Al hombre se le ha dado la ley, que debe obedecer. Se le ha dicho cuáles son las consecuencias de la obediencia y la desobediencia. Más de eso, el hombre no necesita saber". 7 R. J. Rushdoony escribe: "El hombre es impulsado más a menudo por la curiosidad que por la obediencia... Por cada pregunta que un pastor recibe sobre los detalles de la ley de Dios, normalmente recibe varias que expresan poco más que curiosidad acerca de Dios, la vida venidera, y otras cosas que son aspectos de 'las cosas secretas que pertenecen a Dios'... En contraposición a la curiosidad y al indagar en las 'cosas secretas', se nos manda claramente obedecer la ley de Dios y reconocer que la ley nos da un conocimiento del futuro que es legítimo". 8
En el capítulo final del libro, se le manda a Juan: "No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca" (22:10); el mensaje del libro de Apocalipsis en general es contemporáneo en su naturaleza, pues se refiere a sucesos que estaban a punto de tener lugar. Sin embargo, en contraste, el mensaje de los siete truenos nos señala hacia el futuro distante: A Daniel se le dijo: "Cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin" (Dan. 12:4), porque el tiempo se su cumplimiento no había llegado. De manera similar, cuando a Juan se le indica que selle las palabras pronunciadas por los truenos, esto es otra indicación de que el propósito del Apocalipsis no es "futurista"; la profecía se refiere al tiempo del establecimiento del Nuevo Pacto, y apunta más allá de sí mismo a un "tiempo del fin" que todavía estaba muy distante para Juan y sus lectores. Así, se nos enseñan dos cosas: Primera, el libro de Apocalipsis es profecía contemporánea, que concierne casi enteramente a los sucesos redentores-escatológicos del siglo primero; segunda, los sucesos del siglo primero no excluían la escatología. Contrario a las teorías de los intérpretes que se consideran "preteristas consistentes", la caída de Jerusalén no constituía la Segunda Venida de Cristo, el fin del mundo, y la resurrección final. Hay más que decir acerca de esto. 9

5-7 Juan ahora nos muestra el propósito de Cristo al revelarse de esta manera: El ángel levantó su mano derecha al cielo (la posición correcta para un testigo en un tribunal: Gén. 14:22; Éx. 6:8; Deut. 32:40; Eze. 20:5-6; Dan. 12:7) e hizo un juramento. Algunos comentaristas han considerado este hecho como base para sostener que este Ángel no es Cristo, aparentemente considerando el juramento un poco por debajo de su dignidad o fuera de lugar. En respuesta, uno cuestiona la solidez de los puntos de vista de estos comentaristas en relación con las doctrinas de la Trinidad y la deidad de Cristo. Pues, ciertamente, el Señor Dios hace juramentos a través de la Sagradas Escrituras (comp. Gén. 22:16; Isa. 45:23; Jer. 49:13; Amós 6:8), y, de hecho, nuestra salvación se basa en la fidelidad de Dios a su juramento de pacto, base de la seguridad y la esperanza del cristiano (Heb. 6:13-20).
Debemos observar cuidadosamente que Cristo se presenta aquí en calidad de testigo, como Juan ya nos ha informado en dos ocasiones (1:5; 3:14). Este es el punto en el cual convergen los varios detalles de la visión. Hemos observado algo del significado de las piernas que parecen columnas de fuego (v. 1), y esto debe ser desarrollado adicionalmente. Porque, en primer lugar, las columnas se usan en el simbolismo bíblico y ritual como testigos (comp. Gén. 31:45, 52; Deut. 27:1-8; Josué 8:30-35; 22:26-28, 34; 24:26-27). De manera similar, las dos tablas de piedra que contienen los Diez Mandamientos servían como testigos (Deut. 31:26, documentos legales de testimonio para las estipulaciones del pacto. Así, a la ley se la llama el testimonio (Éx. 16:34; 25:16, 21-22; 32:15; 34:29; Lev. 16:13; 24:3; Núm. 1:50, 53; 4:5; Josué 4:16; 2 Reyes 11:12). 10 Cuando Dios estaba de pie en la doble columna de nube y de fuego delante de Israel en "la tienda del testimonio" (Núm. 9:15; 10:11), se estaba identificando como el Testigo del Pacto (comp. 1 Sam. 12:5; Jer. 29:23; 2:5; Miq. 1:2; Mal. 2:14).
El Ángel-Testigo jura que ya no habría más demora 11, sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar su trompeta, se consumaría el misterio de Dios. La palabra misterio no significa algo "misterioso" en nuestro sentido moderno, sino más bien "algo que antes estaba oculto pero que ahora ha sido revelado". 12 Es revelación: conocimiento que Dios había retenido pero que ahora "ha revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu" (Efe. 3:5), un misterio "que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos" (Col. 1:26). Este "misterio" es un aspecto principal de las cartas a los Efesios y a los Colosenses: la unión de los judíos creyentes y los gentiles en una iglesia, sin distinción; "que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio" (Efe. 3:6). Los gentiles, que habían sido extranjeros y estado alejados de la ciudadanía de Israel y de los pactos de la promesa, ahora, por medio de la obra de Cristo, son hijos plenos de Abraham, herederos del pacto, en una posición igual e indistinguible con los judíos creyentes (Efe. 2:11-22; Gál. 3). Forman "un nuevo hombre", una Iglesia,  un Cuerpo de Cristo, en el único y Nuevo Pacto. Y este reino del pacto, el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento, tendrá un dominio universal: Todas las naciones ahora acudirán al Monte del Señor, al convertirse los reinos del mundo en el único Reino de Cristo (11:15). El misterio de Dios, la universalización del Reino de Dios, ha de consumarse - como Él predicaba el evangelio 13 a sus siervos los profetas. El misterio es simplemente la revelación del mensaje del evangelio.
Es por esto por lo que el Ángel está de pie como testigo sobre el mar y sobre la tierra (comp. v. 2), un hecho que se repite para mayor énfasis en el versículo 5. El Ángel hace el juramento con sus pies-columnas plantados sobre Israel y las naciones, proclamando el Nuevo Pacto que unirá a los dos en una nueva nación en Cristo. Además, jura en el nombre del Creador: por el que vive por los siglos de los siglos, que creó los cielos y las cosas que hay en ellos, y la tierra, y las cosas que hay en ella, y el mar, y las cosas que hay en él (comp. Éx. 20:11; Sal. 146:6; Neh. 9:6). El Ángel jura de este modo porque es el divino testigo de la nueva creación. Los detalles del pasaje nos recuerdan otros dos eventos de la "Nueva Creación": el pacto con Noé (el arco iris) y el pacto en Sinaí (la columna de fuego). Ambos nos recuerdan cómo "en el principio el Espíritu se puso como un arco iris sobre la creación como el divino testigo del pacto de la creación, como señal de que la creación existió bajo la égida de su señorío de pacto. Aquí está el trasfondo para el uso posterior del arco iris como señal del pacto de Dios con la tierra". 14 "Durante la ratificación del antiguo pacto en Sinaí, esta teofanía en forma de nube-columna representaba a Dios de pie como testigo de su pacto con Israel. Nuevamente, en la ratificación del nuevo pacto, en Pentecostés, fue Dios el Espíritu, quien apareció en fenómenos que han de ser vistos como una versión neotestamentaria del fuego de gloria, que proporcionó el divino testimonio de confirmación". 15
Así, pues, hemos visto varias ideas bíblicas que se juntan en este punto para formar un patrón consistente: pacto, juramento, creación, testimonio, y testigo. El Espíritu, que originalmente apareció como columna de nube y de fuego, estuvo presente en la creación original, y luego posteriormente en los sucesos de la re-creación en la historia de la redención: el Diluvio, el Éxodo, la erección de Tabernáculo y el Templo, y el día de Pentecostés. La venida del Espíritu en Pentecostés fue proféticamente descrita por Joel en términos de la Nube de Gloria: "Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo" (Joel 2:30; y el apóstol Pedro, citando la afirmación de Joel, declaró que el suceso de Pentecostés fue el cumplimiento de la antigua profecía (Hechos 2:16-21). 16
Así, pues, los varios sucesos de la creación interpretan y son reinterpretados los unos por los otros. Que los pactos se hicieron en términos de la creación muestra que eran re-creaciones provisionales que apuntaban a la Nueva Creación final en Cristo (2 Cor. 5:17); Efe. 4:24). Y que los relatos de la creación usan lenguaje y escenario de pacto (columna-testigo, juramento, y testimonio) muestra que debe haber sido un pacto (es decir, si los pactos son re-creaciones, entonces la creación era un pacto). 17
Otro motivo que es común a la creación y al pacto es la forma sabática en la cual ambos son estructurados. 18 Como ya hemos observado, el libro entero de Apocalipsis está estructurado en términos de sietes, revelando su naturaleza como el registro de un proceso de confección de pacto; y aquí vemos el "misterio de Dios", que se declara consumado con la séptima trompeta. El sábado "es un día de acción divina que presenta el juicio divino con la penetración de la oscuridad por la luz de la gloria teofánica; es un día de la creación del cielo y de la tierra y la consumación de un templo de Dios hecho a semejanza de la Gloria; es un día de la revelación de la gloria soberana del Señor del pacto. Tomados juntos, los siete días son la plenitud del tiempo de la creación, la séptuple plenitud del día del Señor. En la re-creación redentora, el día del Señor, en que lo viejo pasa y todo es creado de nuevo, hay nuevamente la plenitud del tiempo, en la cual, como declara Pablo, todo el misterio de Dios llega finalmente a su realización" (véase Gál. 4:4; Efe. 1:9-10; comp. Mat. 13:11-17; Mar. 1:15; Col. 1:15-20; Apoc. 10:7). 19
Apocalipsis sirve así para introducirnos al primer gran clímax de la profecía: el anuncio de la destrucción de Jerusalén. Y, mediante el uso de imágenes bíblicas múltiples, declara que la caída de Jerusalén es un aspecto ineludible del grande y final suceso de la celebración del pacto. La trompeta del séptimo ángel será la señal irrefutable de que la prometida Nueva Creación, el Nuevo Pacto, es un hecho consumado. El gran misterio de Dios - la consumación y plenitud de su templo nuevo y final - habrá sido revelado al mundo (11:15-19).

El Librito Amargo (10:8-11)

8 La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: Vé y toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la tierra.
9 Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.
10 Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre.
11 Y él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.

8-10 Las instrucciones de tomar y comer el libro sostenido por el ángel están basadas en un incidente similar en la vida de Ezequiel, a quien se le ordenó comer un rollo que simbolizaba la denuncia profética de la "casa rebelde" de Israel (2:8-10; 3:1-3). Esta referencia nos permite identificar el libro que se le dio a Juan como su comisión, basados en el Nuevo Pacto, para profetizar "lamentos, luto, y ayes" contra el Israel apóstata. El libro es así esencialmente el mismo Libro de Apocalipsis. Como con Ezequiel, el Proceso de Pacto le fue a Juan dulce como la miel (comp. Eze. 3:3), pero fue amargo en su estómago (comp. Eze. 3:14). Esto no debería ser difícil de entender. Juan fue llamado a profetizar sobre la victoria de la iglesia y del reino de Dios. Un necesario corolario del triunfo de los justos es la destrucción de los malvados. El modelo se mantiene a través de las Escrituras en la historia de la salvación: Los mismos juicios que nos liberan también destruyen a los enemigos de Dios. "La salvación y el juicio son dos aspectos del mismo suceso". 20 El antiguo Israel se había vuelto del verdadero Dios al culto a los ídolos y demonios; se había convertido en ramera y en perseguidor de los santos, y tenía que ser destruído. Y, aunque Juan podía regocijarse por la victoria de la iglesia sobre sus enemigos, todavía era una dolorosa experiencia ver la una vez santa ciudad convertida en escombros, el templo derribado y convertido en cenizas, y a centenares de miles de sus familiares y coterráneos muertos de hambre y torturados, asesinados, o vendidos como esclavos. Todos los profetas experimentaron esta misma angustia emocional - que por lo general no involucraba una rebelión contra su llamado (Jonás es una notable excepción), sino más bien un profundo reconocimiento de la naturaleza de dos filos de la profecía, del hecho de que el mismo "Día del Señor" traería tanto bendición inmensurable como indescriptible dolor (comp. Amós 5:18-20). Sin embargo, debe observarse que un vasto abismo separa a los profetas de muchos de sus intérpretes en nuestros propios días. Porque, aunque los teólogos modernos finjan una actitud llorosa por los sufrimientos de la "humanidad" en general, o en abstracto, los profetas no sufrían tales impulsos humanitarios. 21 Los profetas se dolían por los desobedientes hijos del pacto. La amargura que Juan experimentó no es por la suerte del Imperio Romano. Se duele por Israel, considerado como el pueblo del Pacto. Están a punto de ser desheredados y ejecutados, para no ser restaurados nunca más como la nación del pacto. 22 El divorcio del antiguo Israel es necesario en el plan de redención de Dios, y Juan, al mismo tiempo que le da la bienvenida, lo proclama con gozo vigoroso. Y, sin embargo, hay una tristeza legítima por las ovejas perdidas de la casa de Israel.

11 En el antecedente antiguo-testamentario del Libro de Apocalipsis, el Ángel del Señor es identificado como el Profeta original (comp. Éx. 23:20-23: Deut. 18:15-19). 23 Como tal, levantó y comisionó a otros profetas a su imagen, reproduciéndose en ellos (Éx. 3:2ss.; 33:14; 34:5ss; 29-35; 2 Reyes 1:3, 15; 1 Crón. 21:18). Por esta razón, a los profetas a menudo se los llama ángeles (mensajeros), expresando su re-creación a imagen del divino Ángel-Profeta (2 Crón. 36:15-16; Hag. 1:13; Mal. 3:1). 24 El mismo patrón continúa aquí: el Ángel-Profeta, que proclama su mensaje mientras está de pie sobre la tierra habitada, comisiona a Juan para que profetice nuevamente acerca de muchos pueblos y naciones y lenguas y reyes. La profecía de Juan en relación con la destrucción de Israel y el establecimiento del Nuevo Pacto abarcará a las naciones del mundo. Cristo ha anunciado el evangelio, el mensaje del dominio universal del reino, a "sus siervos los profetas" (v. 7), y ahora su siervo Juan ha de extender la proclamación de ese evangelio a todas las naciones. Cristo ha redimido a los hombres de toda nación (7:9). El mismo y poderoso Imperio Romano es en fin de cuentas un instrumento de la voluntad de Dios (17:16-17), para ser eventualmente aplastado y rechazado cuando su utilidad haya cesado (19:17-21; comp. Dan. 2:44). "Los reinos del mundo no sino el andamiaje del templo espiritual de Dios, para ser derribados cuando sus propósito se haya cumplido". 25


Notas:
1. Comp. Meredith G. Kline, Images of the Spirit (Grand Rapids: Baker Book House, 1980), pp. 108, 121.
2. Ibid., p. 19; comp. 1 Crón. 28:2; Sal. 99:5; 132:7. En el templo mayor, cósmico ("los cielos y la tierra"), la tierra es llamada el estrado de Dios (Isa. 66:1), y así, se dice que la tierra tiene columnas (1 Sam. 2:8; Job. 38:4-6; Sal. 75:3; 104:5; Isa. 51:13, 16; 54:11), y las basas para sostener las columnas (Job 38:6; la misma palabra se usa para las basas de las columnas en el tabernáculo, en Núm. 3:36-37; 4:31-32).
3. El significado del librito se discutirá más abajo, en relación con el v. 8-11.
4. Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation (Grand Rapids: Kregel Publications, 3er. cd., [1911] 1977), p. 127.
5 Aquí hay otra identificación del Ángel con Cristo: Él es el León que "ha vencido para abrir el libro" (Apoc. 5:5).
6. Kline, p. 101.
7. Rousas John Rushdoony, Salvation and Godly Rule (Vallecito, CA: Ross House Books, 1983), p. 388.
8. Ibid.
9. Véase, por ejemplo, de Max R. King, The Spirit of Prophecy (n. p., 1971). Aunque la obra de King tiene mucho valor para el estudiante perspicaz, su tesis final, de que no hay ninguna futura Venida de Cristo ni ningún Juicio Final, constituye una herejía. Por todas partes, el cristianismo histórico y ortodoxo, a una voz, siempre ha enseñado que Cristo "vendrá otra vez, en gloria, para juzgar tanto a los vivos como a los muertos" (Credo de Nicea). Este es un artículo no negociable de la fe cristiana. Comp., de David Chilton, Paradise Restored: A Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion Press, 1985), pp. 138-48).
10. Meredith G. Kline, The Structure of Biblical Authority (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1975), pp. 113-30. La ley requería dos testigos (Deut. 17:6; 19:15), y, como hemos observado en la Introducción, las dos tablas era copias duplicadas del pacto.
11. "El sentido aquí no es una abolición del tiempo y su reemplazo por la eternidad, sino 'que el tiempo no sería más' según la palabras del ángel hasta la consumación del divino propósito". James Barr, Biblical Words for Time (Naperville, IL: Alec R. Allenson Inc., rev. ed. 1969), p. 80.
12. F. F. Bruce, Commentary on the Epistle to the Colossians (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1957), p. 218.
13. "Predicado el evangelio", más bien que "declarado"  o "predicado", es la traducción literal del texto griego.
14. Kline, Images of the Spirit, pp. 19s.
15. Meredith G. Kline, Kingdom Prologue, Volume I (privately published syllabus), 1981), p. 28. Kline también señala (pp. 5s.) que las palabras juramento y pacto se usan también indistintamente (comp. Deut. 29:12; Eze. 16:8).
16. Ninguna otra construcción puede atribuírsele legítimamente a las palabras del apóstol. La venida del Espíritu era el cumplimiento de Joel 2:28-32. "Los Últimos Días" habían llegado. Véase de Chilton, Paradise Restored, pp. 115-122.
17. Véase de Kline, Kingdom Prologue, Vol. I, pp. 33s.
18. Ibid., p. 33.
19. Kline, Images of the Spirit, pp. 114s.
20. Véase de R. J. Rushdoony, Salvation and Godly Rule, pp. 19ss., 140s.
21. Para un análisis incisivo del humanitarismo, véase, de Herbert Schlossberg, Idols for Destruction: Christian Faith and Its Confrontation with American Society (Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1983), pp. 39-87.
22. Que Israel algún día se arrepentirá y se volverá a Cristo es, para mí, indiscutible (Rom. 11; comp. Chilton, Paradised Restored, pp. 125-31). Ese no es un punto en discusión aquí. Sin embargo, queda vigente el punto de que, para ser restaurados al pacto, los judíos deben entrar a la iglesia de Jesucristo, junto con todos los demás. Israel jamás tendrá una identidad de pacto aparte de la Iglesia. Para más discusiones en profundidad del lugar de Israel en la profecía, véase (en niveles ascendentes de complejidad) de Iain Murray, The Puritan Hope: Revival and the Interpretation of Prophecy (Edinburgh: The Banner of Truth Trust, 1971); John Murray, The Epistle to the Remans, 2 vols. (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., [1959, 1965] 1868, Vol. 2, pp. 65-108; William A. VanGemeren, "Israel as the Hermeneutical Crux in the Interpretation of Prophecy" (I), Westminster Theological Journal 45 (1983), pp. 132-44; ídem, "Israel as the Hermeneutical Crux in the Interpretation of Prophecy" (II), Westminster Theological Journal 46 (1984), pp. 254-297.
23. Véase la discusión de Kline sobre esto en Images of the Spirit, pp. 75-81, 91-95.
24. Ibid., pp. 57ss.
25. Thomas V. Moore, A Commentary on Haggi and Malachi (London: The Banner of Truth Trust, [1856] 1968), p. 80.
 
 
 
 
 

 
Parte Cuatro
11
EL FIN DEL PRINCIPIO
Los Dos Testigos Contra Jerusalén (11:1-14)


1 Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él.
2 Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses.
3 Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio.
4 Estos dos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra.
5 Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera.
6 Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran.
7 Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará.
8 Y sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado.
9 Y los de los pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirán que sean sepultados.
10 Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros; porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra.
11 Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron.
12 Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube; y sus enemigos los vieron.
13 En aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y por el terremoto murieron en número de siete mil hombres; y los demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo.
14 El segundo ay pasó; he aquí, el tercer ay viene pronto.

1-2 A Juan se le ordena medir el templo de Dios (literalmente, el santuario interior del templo, el lugar santo), y el altar, y los que adoran en él. Las imágenes están tomadas de Ezequiel 40-43, donde el angélico sacerdote mide el templo ideal, el pueblo de Dios del Nuevo Pacto, la Iglesia (comp. Mar. 14:58; Juan 2:19; 1 Cor. 3:16; Efe. 2:19-22; 1 Tim. 3:15; Heb. 3:6; 1 Ped. 2:5; Apoc. 3:12). R. J. McKelvey explica cómo la idea del templo es interpretada en la Carta a los Hebreos: "Según el escritor de Hebreos, el santuario en el cielo es el modelo (tipo), es decir, el original (comp. Éx. 25:8s.), y el de la tierra, usado por los judíos, es 'figura y sombra' (Heb. 8:5). Por lo tanto, el santuario celestial es el verdadero santuario (Heb. 9:24). Pertenece al pueblo del nuevo pacto (Heb. 6:19-20). Además, el hecho de que Cristo nuestro Sumo Sacerdote esté en este santuario significa que nosotros, aunque todavía estamos en la tierra, ya participamos de su culto (10:19ss., 12:22ss.). ¿Qué es este templo? El escritor nos da una pista cuando dice que el santuario celestial fue purificado (9:23), es decir, preparado para ser usado (comp. Núm. 7:1). La asamblea de los primogénitos (Heb. 12:23), es decir, la iglesia triunfante, es el templo celestial". 1
Que esto es lo que Juan quiere decir también debería estar claro por lo que ya hemos visto, pues mucha de la acción de este libro ha tenido lugar o se ha originado en el santuario interior. Además, los que adoran en el altar del incienso en el Lugar Santo son sacerdotes (Éx. 28:43; 29:44): Juan nos ha dicho que somos un reino de sacerdotes (1:6; 5:10; comp. Mat. 27:51; Heb. 10:19-20), y nos ha mostrado al pueblo de Dios ofreciendo sus oraciones en el altar del incienso (5:8; 6:9-10; 8:3-4).
Juan tiene que medir el atrio interior, la Iglesia, pero debe dejar fuera el patio que está fuera del templo, y se le ordena específicamente: No lo midas. El medir es una acción simbólica que se usa en la Escritura para "separar lo santo de lo profano" e indicar así la protección divina contra la destrucción (véase Eze. 22:26; 40-43; Zac. 2:1-5; comp. Jer. 10:16; 51:19; Apoc. 21:15-16). "A través de las Escrituras, los sacerdotes son los que miden las dimensiones del templo de Dios, no siendo el hombre con la vara de medir de Ezequiel 40ss. sino el ejemplo más prominente. Tal medición, como el testificar, involucra ver, y es la pre-condición para juzgar, como lo hemos visto en las acciones de Dios en relación con el pacto en Génesis 1. El aspecto sacerdotal de medir y testificar puede verse en que se correlaciona con guardar, pues crea y establece límites, y da testimonio de si esos límites han sido observados o no. Podríamos decir que la función real tiene que ver con llenar, y la sacerdotal con separar, la primera con la cultura, y la última con los celos, la propiedad, y la protección". 2
Entre el sexto y el séptimo sellos, los 144.000 santos del verdadero Israel fueron protegidos del juicio venidero (7:1-8). Esa acción encuentra paralelo aquí en la medición que Juan lleva a cabo del atrio interior entre la sexta y la séptima trompetas, que ahora protegen al templo verdadero del derramamiento de la ira de Dios. En consecuencia, el patio exterior (el "atrio de los gentiles") representa al Israel apóstata (comp. Isa. 1:12), que debe ser cortado del número del fiel pueblo del pacto, la morada de Dios. A Juan, como sacerdote autorizado del Nuevo Pacto, se le ordena echar fuera (excomulgar) a los incrédulos. Este verbo (ekballo) se usa generalmente en los Evangelios con el significado de echar fuera los espíritus malos (comp. Mar. 1:34, 39; 3:15; 6:13); también se usa en relación con la acción de Jesús de expulsar a los cambistas del templo (Mat. 21:12; Mar. 11:15; Juan 2:15). Jesús advirtió que el Israel incrédulo en general sería expulsado de la Iglesia, mientras los gentiles incrédulos entrarían en tropel en el reino y recibirían las bendiciones prometidas a la Simiente de Abraham:
Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán a entrar, y no podrán. Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois. Entonces comenzaréis a decir: Delante de tí hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos  vosotros, hacedores de maldad. Allí será el lloro y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob, y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos. Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa del reino de Dios. (Lucas 13:24-29; comp. Mat. 8:11-12).
El Israel incrédulo ha sido excluido de la medición de protección, pues ésta le ha sido dada a las naciones; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses (véase Luc. 21:24). Dios garantiza su protección para la Iglesia, pero Jerusalén ha sido entregada a la destrucción. La expresión cuarenta y dos meses (que equivalen a 1.260 días y tres años y medio) ha sido tomada de Daniel 7:25, donde simboliza un período limitado durante el cual triunfan los impíos; también habla de un período de ira y de juicio debido a la apostasía, un recordatorio de los tres años y medio de sequía entre la primera aparición de Elías y la derrota ded Baal en el Monte Carmelo (1 Reyes 17-18; comp. Sant. 5:17). Mientras el número siete se usa para representar totalidad y sentido de lo completo, la expresión tres y medio parece ser un siete roto: tristeza, muerte, y destrucción (comp. Dan. 9:24; 12:7; Apoc. 12:6, 14; 13:5). Los períodos de tiempo mencionados en la sección de las trompetas están dispuestos quiásmicamente, otra indicación de su naturaleza simbólica: 

A. 11:2 - cuarenta y dos meses 
B. 11:3 - mil doscientos sesenta días 
C. 11:9 - tres días y medio 
C. 11:11 - tres días y medio 
B. 12:6 - mil doscientos sesenta días
A. 13:5 - cuarenta y dos meses

3-4 Pero antes de que Jerusalén sea destruida, Juan oye un testimonio adicional de su culpa, un resumen de la historia de las apostasías de la ciudad, enfocando su atención sobre su perenne persecución de los profetas. Dios le dice a Juan que Él ha ordenado que dos testigos profeticen por mil doscientos sesenta días, el número de días que hay en cuarenta y dos meses idealizados (de treinta días cada uno). Este número, por lo tanto, está relacionado con, pero no es idéntico a, los cuarenta y dos meses, y continúa expresando la esencial cualidad de cuarenta y dos del período que precede al pleno establecimiento del reino. 6 Los testigos están vestidos de cilicio, el vestido tradicional de los profetas desde Elías hasta Juan el Bautista, y que simboliza su lamento por la apostasía nacional (2 Reyes 1:8; Isa. 20:2; Jonás 3:6; Zac. 13:4; Mat. 3:4; Mar. 1:6). La ley bíblica requería dos testigos (Núm. 35:30; Deut. 17:6; 19:15; Mat. 18:16; comp. Éx. 7:15-25; 8-11; Luc. 10:1); la idea es un tema penetrante a través de la profecía y el simbolismo bíblicos. Por lo tanto, una conclusión preliminar acerca de los dos testigos es que ellos representan la línea de los profetas, que culminó con Juan el Bautista, que testificó contra Jerusalén durante la historia de Israel.
Los dos testigos son identificados como los dos olivos y los dos candeleros que están delante del Señor de la tierra. En este punto, las imágenes se vuelven mucho más complejas. Juan regresa nuevamente a la profecía de Zacarías acerca del candelero (Zac. 4:1-5; comp. Apoc. 1:4, 13, 20; 4:5). Las siete lámparas del candelabro están conectadas con los dos olivos (comp. Sal. 52:8; Jer. 11:16), de los cuales fluye una incesante corriente de aceite, que simboliza la obra por medio de la cual el Espíritu Santo llena y da poder a los dirigentes de su pueblo del pacto. El significado del símbolo se resume en Zacarías 4:6: "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos". El mismo pasaje en Zacarías también habla de dos testigos, dos hijos de aceite ("los dos ungidos"), que guían al pueblo de Dios: Josué el sacerdote y Zorobabel el rey (Zac. 3-4; comp. Esdras 3, 5-6; Hag. 1-2). Resumiendo, pues, Zacarías nos habla de un complejo árbol/candelero que representa a los oficiales del pacto: dos figuras-testigos que pertenecen a la casa y al sacerdocio reales. El libro de Apocalipsis conecta a todos ellos libremente, hablando de dos brillantes candeleros que son dos olivos llenos de aceite, que son también dos testigos, un rey y un sacerdote - todos representando el testimonio profético, inspirado por el Espíritu, del reino de sacerdotes (Éx. 19:6). (Como hemos visto, un aspecto principal del mensaje de Juan es que la Iglesia del Nuevo Pacto hereda plenamente las promesas como el verdadero reino de sacerdotes, el real sacerdocio en el cual "todos los miembros del pueblo de Dios son profetas"). Que estos testigos son miembros del Antiguo Pacto, más bien que del Nuevo, queda demostrado, entre otras indicaciones, por el hecho de que llevan puesta ropa de silicio - característica de las privaciones del Antiguo Pacto, más bien que de la plenitud del Nuevo.

5-6 Juan habla ahora de los dos testigos en términos de los dos grandes testigos dle Antiguo Testamento, Moisés y Elías - la Ley y los Profetas. Si alguno quiere daañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos. En Números 16:35, salió fuego del cielo a la palabra de Moisés y consumió a los falsos adoradores que se habían rebelado contra él; y de manera similar, salió fuego del cielo y consumió a los enemigos de Elías cuando él pronunció la palabra (2 Reyes :9-12). Esto se convierte en un símbolo modelo para el poder de la palabra profética, como si en realidad saliera fuego de las bocas de los testigos de Dios. Como dijo Dios a Jeremías, "He aquí yo pongo mis palabras en tu boca por fuego, y a este pueblo por leña, y los consumirá" (Jer. 5:14).
Extendiendo las imágenes, Juan dice que los testigos tienen poder para cerrar el cielo, para que no llueva en los días de su profecía, es decir, durante los mil doscientos sesenta días (tres años y medio) - la misma duración de la sequía causada por Elías en 1 Reyes 17 (véase Lucas 4:25; Sant. 5:17). Como Moisés (Éx. 7-13), los testigos tiene poder sobre las aguas, para convertirlas en sangre, y para golpear la tierra con toda suerte de plagas, a menudo según su deseo.
Ambas figuras proféticas apuntaban más allá de sí mismas, hacia el Profeta Mayor, Cristo Jesús. El mismo último mensaje del Antiguo Testamento los menciona juntos en una profecía del advenimiento de Cristo: "Acordaos de la ley de Moisés mi siervo... He aquí, yo os envío el profeta Elías..." (Mal. 4:4-5). Malaquías continúa declarando que el ministerio de Elías sería recapitulado en la vida de Juan el Bautista (Mal. 4:5-6; comp. Mat. 11:14; 17:10-13; Luc. 1:15-17). Pero Juan, como Elías, era sólo un precursor, preparando el camino para el que vendría después de él, el Primogénito, que tendría una doble - mejor dicho, inmensurable - porción del Espíritu (comp. Deut. 21:17; 2 Reyes 2:9; Juan 3:27-34). Y, como Moisés, Juan Bautista sería sucedido por Joshua, Jesús el Conquistador, que pondría al pueblo del pacto en posesión de su prometida herencia. Por lo tanto, los dos testigos resumen a todos los testigos del Antiguo Pacto, culminando en el testimonio de Juan.

7 Ahora la escena cambia: Según todas las apariencias, los testigos son derrotados y destruidos. Cuando hayan acabado su testimonio, la Bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará. Esta es la primera mención de la Bestia en este libro, pero Juan ciertamente parece esperar que sus lectores entiendan su referencia. En realidad, el tema de la Bestia es familiar en la historia bíblica. Al principio se nos dice cómo Adán y Eva rehusaron convertirse en "dioses" a través del sometimiento a Dios, y en vez de eso buscaron la divinidad autónoma y final. Sometiéndose a una bestia (la serpiente), se convirtieron ellos mismos en "bestias" en lugar de dioses, con la marca de rebelión de la bestia estampada en sus frentes (Gén. 3:19); aún en la redención, permanecieron vestidos con pieles de bestias (Gén. 3:21). 8 Un cuadro posterior de la caída se muestra en la caída de Nabucodonosor, que era, como Adán, "rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha dado el reino, el poder, la fortaleza, y la gloria" (Dan. 2:37). Y sin embargo, a causa del orgullo, y por haber buscado la divinidad autónoma, fue juzgado: "Y fue echado de entre los hombres, y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves" (Dan. 4:33). La rebelión del hombre contra Dios se refleja también en la rebelión de las bestias contra el hombre; así, los impíos perseguidores de Cristo en la crucifixión son llamados "perros" y "toros de Basán", y se les compara con "un león rapaz y rugiente" (Sal. 22:12-13, 16).
Otra imagen de la "bestialidad" de la rebelión estaba contenida en los requisitos sacrificiales/dietéticos del Antiguo Pacto contra los animales "inmundos", como observa James Jordan: "Todos los animales inmundos se parecen a la serpiente de tres maneras. Comen 'polvo' (carne muerta, carroña, estiércol, y basura). Se mueven en contacto con 'el polvo' (se arrastran sobre sus vientres, con los carnosos cojines de sus patas en contacto con el suelo, sin escamas para evitar que su piel entre en contacto con su líquido elemento). Se rebelan contra el dominio humano, matando a hombres o a otras bestias. Bajo el simbolismo del Antiguo Pacto, tales bestias satánicas representan a las naciones satánicas (Lev. 20:22-26), porque los animales son 'imágenes' de los hombres. 9 Comer animales satánicos, bajo el Antiguo Pacto, era 'comer' el estilo de vida satánico, 'comer' la muerte y la rebelión". 10
El enemigo de Dios y de la Iglesia es pues la Bestia, en sus varias manifestaciones históricas. Los profetas a menudo hablaban de estados paganos como bestias terribles que hacían guerra contra el pueblo del Pacto (Sal. 87:4; 89:10; Isa. 51:9; Dan. 7:3-8, 16-25). 11 Todo esto quedará reunido en la descripción que hace Juan de Roma y el Israel apóstata en Apocalipsis 13. Sin embargo, debemos recordar que estos poderes perseguidores no eran sino las manifestaciones inmediatas del antiguo enemigo de la Iglesia - el dragón, que es presentado formalmente en 12:3,11, pero que era bien conocido para cualquier persona versada en la Biblia en el auditorio de Juan. Ya los cristianos conocían la identidad final de la Bestia que sube del abismo. Es el leviatán, la serpiente antigua, que sale de su prisión en el mar una y otra vez para atormentar al pueblo de Dios. El abismo, las profundidades oscuras y furiosas, es donde Satanás y sus espíritus malos están aprisionados, excepto por algunos períodos en que son soltados para que atormenten a los hombres cuando cometen apostasía. 12 (Nótese que la legión de espíritus malos, en el incidente del endemoniado gadareno, rogó que no se le mandase al abismo; con divino engaño, Jesús les envió a un hato de cerdos, y éstos se precipitaron al mar: Luc. 8:31-33). La persecución del pueblo del pacto nunca es meramente un concurso "político", sin importar cómo los estados perversos intenten colorear sus impías acciones. Siempre se origina en las profundidades del infierno.
A través de la historia de la redención, la Bestia ha hecho guerra contra la Iglesia, particularmente contra sus testigos proféticos. El ejemplo final de esto en el período del Antiguo Testamento es la guerra de Herodes contra Juan el Precursor, a quien venció y mató (Mar. 6:14-29); y la culminación de esta guerra contra los profetas fue el asesinato de Cristo, el Profeta final, del cual eran imagen todos los otros profetas, y cuyo testimonio dieron. Cristo fue crucificado por la colaboración de las autoridades romanas y judías, y esta sociedad en la persecución continuó a través de la historia de la iglesia primitiva (véase Hechos 17:5-8; 1 Tesal. 2:14-17). 13

8-10 Los cadáveres de los testigos del Antiguo Testamento, "desde el justo Abel hasta Zacarías" (Mat. 23:35) yacen metafóricamente en la calle de la Gran Ciudad que espiritualmente (es decir, por revelación del Espíritu Santo) se llama Sodoma y Egipto. Esta ciudad es, por supuesto, Jerusalén; Juan explica que es allí donde también el Señor de ellos fue crucificado (acerca de Israel identificado como Sodoma, véase Deut. 29:22-28; 32:32; Isa. 1:10, 21; 3:9; Jer. 23:14; Eze. 16:46). Generalmente, los comentaristas no logran encontrar referencias bíblicas que comparen a Israel (o a Jerusalén) con Egipto, pero este es el antiguo problema de no poder ver el bosque a causa de los árboles. Porque la prueba está contenida en el mensaje entero del Nuevo Testamento. Constantemente, Jesús es considerado como el nuevo Moisés (Hechos 3:20-23; Heb. 3-4), el nuevo Israel (Mat. 2:15), el nuevo templo (Juan 1:14; 2:19-21), y, de hecho, una recapitulación/trascendencia viviente de la historia entera del Éxodo (comp. 1 Cor. 10:1-4. 14 En el monte de la transfiguración (Luc. 9:31), Él habló con Moisés y Elías (otro enlace con este pasaje), llamando "éxodo" (la palabra griega es exodon) a su muerte y resurrección venideras en Jerusalén. Siguiendo los pasos a todo esto está el lenguaje mismo del Apocalipsis, que habla de las plagas de Egipto derramadas sobre Israel (8:6-12; 16:2-12). La guerra de los testigos con el Israel apóstata y los estados paganos se describe en los mismos términos que el Éxodo original de Egipto (comp. también la nube y la columna de fuego en 10:1). Jerusalén, la una vez santa y ahora apóstata ciudad, se ha convertido en pagana y perversa, la opresora del verdadero pueblo del pacto, uniéndose a la bestia al atacarlos y matarlos. Es Jerusalén la que es culpable de la sangre de los testigos del Antiguo Pacto; ella es, por excelencia, la asesina de los profetas (Mat. 21:33-43; 23:34-38). De hecho, dijo Jesús, "no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén" (Luc. 13:33).
Con la muerte de los testigos, su voz de condena está silenciada; y ahora los pueblos y tribus y lenguas y naciones consideran a la Iglesia misma como muerta, mostrando abiertamente su desprecio por el pueblo de Dios, cuyos cadáveres yacen insepultos en la calle, bajo una aparente maldición, pues no se permite que sus cadáveres sean puestos en una tumba (comp. 1 Reyes 13:20-22; Jer. 8:1-2; 14:16; 16:3-4). El deseo de ser injertados en la Tierra Prometida a la muerte era una preocupación principal de los fieles testigos del Antiguo Pacto, como garantía de su futura resurrección (Gén. 23; 47:29-31; 49:28-33; 50;1-14, 24-26; Éx. 13:19; Josué 24:32; 1 Sam. 31:7-13; Hechos 7:15-16; Heb. 11:22). La opresión del reino de sacerdotes por los paganos a menudo se expresaba en estos términos:
Oh Dios, vinieron las naciones a tu heredad; han profanado tu santo templo; redujeron a Jerusalén a escombros. Dieron los cuerpos de tus siervos por comida a las aves de los cielos, la carne de tus santos a las bestias de la tierra. Derramaron su sangre como agua en los alrededores de Jerusalén, y no hubo quien los enterrase. (Sal. 79:1-3).
Sin embargo, la ironía es que ahora son los que moran en la tierra - los judíos mismos (comp. 3:10) - los que se unen a las naciones paganas para oprimir a los justos. Los apóstatas de Israel se regocijan y se divierten, y se envían regalos los unos a los otros, porque estos dos profetas atormentaban a los que moran en la tierra (comp. la fiesta de Herodes, durante la cual Juan fue encarcelado y después decapitado: Mat. 14:3-12). El precio de la paz del mundo era la aniquilación de los testigos proféticos; Israel y el mundo pagano se unieron en su perverso regocijo por la destrucción de los profetas, cuyo fiel doble testimonio había atormentado a los desobedientes con la convicción de pecado, llevándoles a suicidarse (comp. Gén. 4:3-8; 1 Juan 3:11-12; Hechos 7:54-60). Los enemigos naturales se reconciliaron los unos con los otros a través de su participación conjunta en el asesinato de los profetas. Esto fue especialmente cierto en relación con el asesinato de Cristo: "Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí" (Luc. 23:12). A la muerte de Cristo, toda clase de personas se regocijaron y se burlaron: los dirigentes, los sacerdotes, las facciones religiosas que competían entre sí, los soldados romanos, los siervos, los criminales; todos se unieron en la celebración de su muerte (comp. Mat. 27:27-31; 39-44; Mar. 15:29-32; Luc. 22:63-65; 23:8-12, 35-39); todos se pusieron del lado de la Bestia contra el Cordero (Juan 19:15).

11-12 Después de tres días y medio, los testigos son resucitados: El aliento de vida de Dios entró en ellos en la Nueva Creación (comp. Gén. 2:7; Eze. 37:1-14; Juan 20:22) y se levantaron sobre sus pies (comp. Hechos 7:55), infundiendo terror y consternación a sus enemigos. Gran temor sobrevino a los que les contemplaban (comp. Hechos 2:43; 5:5; 19:17; contrástese con Juan 7:13; 12:42; 19:38; 20:19), y con buena razón: Por medio de la resurrección de Cristo, la Iglesia y su testimonio se convirtieron en indetenibles. En unión con Cristo en su ascensión a la gloria (Efe. 2:6), subieron al cielo en la Nube, y sus enemigos les contemplaron. 15 Los testigos no sobrevivieron a las persecuciones; murieron. Pero, en la resurrección de Cristo, se levantaron en poder y en dominio que existía, no con ejército, ni con fuerza, sino por medio del Espíritu de Dios, el aliento mismo de vida de Dios. "No somos los señores de la historia y no controlamos sus consecuencias, pero tenemos la certeza de que hay un señor de la historia y de que él controla sus resultados. Necesitamos una interpretación teológica del desastre, una interpretación que reconozca que Dios actúa en sucesos como cautiverios, derrotas, y crucifixiones. La Biblia puede ser interpretada como una serie de triunfos de Dios disfrazados como desastres".
Juan traza aquí un  importante paralelo que no debería ser pasado por alto, pues está cerca del corazón del significado del pasaje. La ascensión de los testigos se describe en el mismo lenguaje que el de la ascensión del mismo Juan:
4:1 Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá...
11:11-12 Después de tres días y medio ... oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá....
La historia de los dos testigos es, por lo tanto, la historia de la Iglesia que testifica, que ha recibido la orden divina de "subir acá" y ha ascendido con Cristo a la Nube en el cielo, al trono (Efe. 1:20-22; 2:6; Heb. 12:22-24): Ella ahora posee una autorización imperial para ejercer control sobre los confines de la tierra, disciplinar a las naciones a la obediencia de fe (Mat. 28:18-20; Rom. 1:5).

13-14 Uno de los resultados de la ascensión de Cristo, como Él lo predijo, sería el restallido de la condena a muerte para el Israel apóstata, el estremecimiento del cielo y de la tierra. La Escritura conecta como un solo suceso teológico - el advenimiento - el nacimiento, la vida, la muerte, la resurrección, y la ascensión de Jesús, el derramamiento de su Espíritu sobre la Iglesia en el año 30 d. C., y el derramamiento de su ira sobre Israel en el holocausto de los años 66-70 d. C.: Así, en ese día habrá un gran terremoto (comp. Apoc. 6:12; Eze. 38:19-20; Hag. 2:6-7; Zac. 14:5; Mat. 27:51-53; Heb. 12:26-28). Porque el triunfo de Cristo significaba la derrota de sus enemigos, cayó la décima parte de la ciudad. En realidad, la ciudad entera de Jerusalén cayó en el año 70 d. C.; pero, como hemos visto, las trompetas-juicios todavía no alcanzaban el final definitivo de Jerusalén, sino que (aparentemente) sólo llegaban al primer sitio de Jerusalén, bajo Cestio. De conformidad con la naturaleza de la trompeta como alarma, el hecho de que Dios tomase un "diezmo" de Jerusalén durante el primer sitio era una advertencia para la ciudad.
Por razones claramente simbólicas, bíblicas, y teológicas, Juan nos dice que siete mil personas fueron muertas durante el terremoto. En definitiva, el terremoto en la tierra y en el cielo causado por el Nuevo Pacto mató a muchas más personas que siete mil. Pero el número representa la situación exactamente opuesta a la de los días de Elías. En 1 Reyes 19:18; Dios le dijo a Elías que en Israel quedarían 7.000 fieles al pacto. Aun entonces, era más probablemente un número simbólico, que indicaba plenitud (siete) multiplicado por muchos (mil). En otras palabras, Elías no debía desanimarse, porque no estaba solo. Los justos elegidos de Dios eran numerosos, y todos ellos estaban presentes y contabilizados. Sin embargo, por otro lado, estaban en minoría. Pero ahora, en el Nuevo Pacto, la situación se invierte. Los Elías de los últimos días, los fieles testigos de la Iglesia, no deben desanimarse cuando parezca que Dios está destruyendo a la totalidad de Israel, y que los fieles son pocos en número. Porque esta vez son los apóstatas, los adoradores de Baal, los que son "los siete mil en Israel". Las tornas se han vuelto. En el Antiguo Testamento, sólo "7000" son impíos. Son destruidos, y el resto - la gran mayoría - se convierten y se salvan: El resto se aterrorizaron y dieron gloria al Dios del cielo - lenguaje bíblico para indicar la conversión y la fe (comp. Josué 7:19; Isa. 26:9; 42:12; jer. 13:16; Mat. 5:16; Luc. 17:15-19; 18:43; 1 Ped. 2:12; Apoc. 14:7; 15:4; 16:9; 19:7; 21:24). La tendencia en la era del Nuevo Pacto es juicio para salvación.
Juan cierra la sección de la sexta trompeta con estas palabras: El segundo ay pasó; he aquí el tercer ay viene pronto. Juan no nos dice explícitamente cuándo llega el tercer ay. Puesto que el primero y el segundo se refieren a las advertencias que Israel ha recibido en el ataque demoníaco a gran escala sobre la tierra (9:1-12) y en la primera invasión de los romanos a las órdenes de Cestio (9:13-21), es posible considerar el tercer ay como la caída de Jerusalén misma; seis ayes (en tres pares) se enumeran en rápida sucesión en 18:10, 16, 19. Sin embargo, está más de acuerdo con la estructura literaria de Juan ver al tercer ay como una consecuencia de la séptima trompeta (de la misma manera en que el primer y segundo ayes corresponden a la quinta y sexta trompetas: comp. 8:13; 9:12); el ay es declarado en 12:12, después de que Miguel derrota al dragón, y continúa hasta el fin del capítulo 14, mostrando la "gran ira" del dragón durante su dominio por "breve tiempo".

La Séptima Trompeta
(11:15-19)

15 El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos.
16 Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios,
17 diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y aue eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado.
18 Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.
19 Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo.

15 De confomidad con el modelo bíblico que une las ideas del sábado y la consumación, la trompeta del séptimo ángel anuncia que "el misterio de Dios" se ha cumplido y ha sido llevado a cabo (comp. 10:6-7). En este punto de la historia, el plan de Dios se hace evidente: Ha colocado a judíos y a gentiles en pie de igualdad en el Pacto. La destrucción del Israel apóstata y del templo reveló que Dios ha creado una nueva nación, un nuevo templo, como Jesús había profetizado a los dirigentes judíos: "Por tanto os digo que el reino de Dios os será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él" (Mat. 21:43). Más tarde, Jesús les dijo a sus discípulos cuál sería el efecto de la destrucción de Jerusalén: "Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo" (Mat. 24:30). Marcellus Kik explica: "El juicio sobre Jerusalén era la señal del hecho de que el Hijo del Hombre estaba reinando en el cielo. Este versículo se ha entendido mal, pues algunos han pensado que quiere decir 'una señal en el cielo'. Pero esto no es lo que dice el versículo: dice la señal del Hijo del Hombre en el cielo. La frase 'en el cielo' define la ubicación del Hijo del Hombre y no la de la señal. No aparecería una señal en los cielos, sino que la destrucción de Jerusalén habría de indicar el gobierno del Hijo del Hombre en el cielo". 17
Kik continúa: "El apóstol Pablo dice en el capítulo once de Romanos que la caída de los judíos fue una bendición para el resto del mundo. La catástrofe de Jerusalén realmente señaló el principio de un nuevo reino mundial, que marcaba la completa separación entre la Iglesia Cristiana y el judaísmo legalista. El sistema entero de adoración, tan estrechamente asociado con Jerusalén y con el templo, recibió, por decirlo así, un golpe de muerte de parte de Dios mismo. Ahora Dios había terminado con el Antiguo Pacto hecho en Sinaí: en pleno dominio estaba la señal del Nuevo Pacto". 18
Así, el Reino de Dios, el "Quinto Reino", profetizado en Daniel 2, se universaliza, como canta el coro celestial: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos. La disociación final entre el cristianismo y el judaísmo significa que el primero es ahora una religión mundial. Ahora el reino de Cristo inicia el proceso de abarcar y envolver a todos los reinos del mundo. La tierra será regenerada. Esto se hizo claro con la caída de Jerusalén, la señal de que Cristo había realmente ascendido a su trono celestial y gobernaba las naciones, derramando ira y tribulación sobre sus enemigos a solicitud de su Iglesia orante. Los ejércitos romanos que aniquilaron a Jerusalén, masacrando y esclavizando a sus habitantes, eran los ejércitos de Cristo (Dan. 9:26), que cumplían su palabra (Deut. 28:49-68).
En términos del calendario bíblico, la "séptima trompeta" era tocada el primero de Tishri, el día primero del mes séptimo en el año litúrgico, y el mes primero del año civil: Rosh Hashanah, el Día de las Trompetas. Ernest L. Martin ha señalado varios aspectos interesantes del Día de las Trompetas, que guardan relación directa con el significado de la séptima trompeta en Apocalipsis: "Antes del período del Éxodo en tiempos de Moisés, éste era el día en que aparentemente se iniciaba el año bíblico. Parece también que éste era el día en que a mucha gente se le avanzaba un año de su vida - sin importar en qué mes de cuál año habían nacido realmente. Nótese que el patriarca Noé cumplió 601 años 'en el mes primero [Tishri], el día primero del mes [que más tarde se llamó el Día de las Trompetas'] (Gén. 8:13). Ese era el mero día en que 'Noé quitó la cubierta del arca, y miró, y he aquí que la faz de la tierra estaba seca' (vers. 13). Este no era solamente el cumpleaños oficial de Noé, sino que se convirtió en un nuevo nacimiento de la tierra también... Hasta el primer día de la creación mencionado en Génesis 1:1-5 podría calcularse a este mismo día... Puesto que el otoño aparentemente iniciaba todos los años bíblicos antes del Éxodo, y puesto que todas las frutas estaban en los árboles, listas para que las comieran Adán y Eva (Gén. 1:29; 2:9, 16-17), esto sugiere que... el primer día de la creación mencionado en Génesis fue también el primero de Tishri (por lo menos Moisés sin duda tenía el propósito de dar esta impresión). Esto significa que no sólo el cumpleaños de la nueva tierra en tiempos de Noé fue lo que más tarde se convirtió en el Día de las Trompetas, sino que también fue el día que introdujo la creación original de la tierra..."
"... La opinión de la mayoría de los ancianos judíos (que todavía domina los servicios de las sinagogas) era que el Día de las Trompetas era el día de recordación que conmemoraba el principio del mundo. Prevalecía la opinión autorizada de que el primero de Tishri era el primer día de Génesis 1:1-5. Vino a ser considerado el nacimiento del mundo (McClintock & Strong, Cyclopaedia, vol. X, p. 568). Era más que un aniversario de la creación física. 'El judaísmo considera el día de Año Nuevo, no sólo como el aniversario de la creación, sino - y de lo más importante - una renovación de ella. Es cuando el mundo renace' (Theodor H. Gaster, Festivals of the Jewish Year, p. 109)..."
"Cada uno de los meses judíos era introducido oficialmente mediante el sonido de trompetas (Núm. 10:10). Puesto que el año de los festivales (en el que ocurrían todos los festivales) duraba siete meses, el último mes (Tishri) era el último mes en ser introducido por medio de trompetas. Ésta es una de las razones de que el día se llamase 'día de las trompetas'. La 'última trompeta' en la serie se tocaba siempre en este día - así que era el día de la trompeta final (Lev. 23:24; Núm. 29:1)".
"Éste era el día exacto que muchos de los antiguos reyes y gobernantes de Judá contaban como el primero de su reinado... en realidad, era costumbre que la ceremonia final de la coronación de reyes fuera hacer sonar trompetas. Para Salomón: 'Y tocaréis trompeta, diciendo: ¡Viva el rey Salomón! (1 Reyes 1:34). Para Jehú: 'Tocaron corneta, y dijeron: Jehú es rey' (2 Reyes 9:13). En la entronización de Joás: 'Todo el pueblo del país se regocijaba, y tocaban las trompetas' (2 Reyes 11:14)". 19
M. D. Goulder resume el significado de Rosh Hashana: "El Año Nuevo es el equivalente judío del Adviento cristiano: combina el gozo por el pensamiento de la venida final del reino de Dios, con la penitencia por el pensamiento del juicio que ese reino traerá. Está marcado por el sonido del Shofar (Lev. 23:24), para proclamar el día (keryxaie, Joel 2:15); y por tres bendiciones especiales, el Malkuyot, el Zikronot, y el Shofarot. Cada una de ellas comprende diez versículos de la Escritura: el primero sobre el reino de Dios, esperando su reino final (por ejemplo, Zac. 14:9); el segundo sobre el hecho de que Dios recuerde las obras de los hombres para juicio o recompensa, y el hecho de que Él recuerde su pacto; el tercero sobre el hacer sonar el Shofar, desde Sinaí hasta la última trompeta que reunirá la dispersión en Jerusalén". 20
Todo esto estaría naturalmente en las mentes de Juan y de su auditorio del siglo primero a la mención de la gran Séptima Trompeta. Ahora, él añade una nueva dimensión de simbolismo, mostrando el significado cristiano de Rosh Hashanah, al cual siempre había apuntado: El Día de las Trompetas es el comienzo del nuevo mundo, la nueva creación, el día de coronación del Rey de Reyes, cuando sea entronizado como Juez supremo sobre todo el mundo. De hecho, como veremos en el capítulo 12, el significado de Tishri 1 es considerado por Juan - teológicamente, si no "realmente" - como el cumpleaños de Cristo Jes&uaacute;s. Pues ahora, sin embargo, él lo presenta como el cumpleaños de la nueva creación, el fruto de la resurrección y la ascensión de Cristo y sus santos.

16-18 A la declaración coral del señorío universal de Cristo y el triunfo mundial de su reino se unen los veinticuatro ancianos, que se sientan en sus tronos delante de Dios. (Nótese la referencia arquitectónica: La postura característica del gobernante/maestro en el Nuevo Testamento es la entronización; Jesús se puso de pie para leer las Escrituras, y se sentó para enseñar, Lucas 4:16, 20). Estos ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios, diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso. El verbo equivalente a dar gracias es eucharisteo, usado a través de la historia cristiana para la comunión del cuerpo y la sangre del Señor: la Eucaristía. Este término adquiere su significado técnico muy temprano (comp. Didache 9-10), basado en su uso en los relatos de la cena del Señor en el Nuevo Testamento (Mat. 26:26-27; Mar. 14:22-23; Luc. 22:17, 19; 1 Cor. 11:24). Tendríamos que ser verdaderamente ciegos para no ver esto aquí. Porque Juan nos ha mostrado que el modelo para la acción redentora de Dios en la historia es el mismo que se representa cada día del Señor: La Iglesia, habiendo muerto y resucitado en Cristo (v. 7-11), asciende al cielo en medio de juicios cósmicos a la orden divina (v. 12-14). Rodeados por la hueste celestial que canta alabanzas (v. 15), los ancianos se postran delante de la majestad de Dios, proclamando: ¡Eucharistoumen! ¡Te damos gracias! (v. 16-17).
Los ancianos continúan el servicio con una confesión de fe, alabando al Señor por la inauguración de su reino: Has tomado tu gran poder, y has reinado. Era Cristo en Señor el que estaba agitando las naciones del Imperio Romano para combatir contra Israel, porque Israel había perseguido y masacrado a sus santos. Así, se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y la Jerusalén apóstata y perseguidora sufre lo más recio de ambos; y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes. Esto sólo expresa con otras palabras la afirmación de Jesús a Jerusalén en su último discurso público: "Para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías, hijo de Berequías, a quien matásteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación". (Mat. 23:35-36). Los siervos de Dios, los profetas (términos equivalentes en Apocalipsis: véase 1:1; 10:7; 16:6; 18:24; 19:2, 10; comp. Dan. 9:6, 10; Amós 3:7; Zac. 1:6) serían vindicados y recompensados en el juicio venidero - no el juicio final en el Día Postrero, sino más bien la vindicación y la venganza histórica de los santos martirizados, aquellos que habían sufrido a manos del impío Israel, como Jesús había predicho. 21 Justo antes de la caída de Israel, el apóstol Pablo había escrito de los judíos, que constantemente perseguían a los cristianos, que "vino sobre ellos la ira hasta el extremo" (1 Tes. 2:16). Ahora, el vistazo que Juan echa al futuro cercano muestra que, al caer la ira reprimida de Dios con todo su furor, la Iglesia se regocijó. Haciéndose eco del tema familiar de la expulsión de Edén, el cántico se cierra con la observación de que la destrucción de Israel sirvió para destruir a los que destruyen la tierra (comp. Lev. 18:24-30).

19 Aquí aparece resumido el significado teológico de la caída de Israel: Significaba que el templo de Dios en el cielo estaba abierto (Mat. 27:51; Efe. 2:19-22; Heb. 8:1-6; 9:8). El templo terrenal  ha desaparecido, y ahora sólo queda el templo verdadero. El templo de Dios se revela en la iglesia; y ahora el arca de su pacto aparece en su templo, pues la presencia interior de Dios se manifiesta allí (Efe. 2:22). Técnicamente, un "santo" es alguien que tiene acceso al santuario, alguien con privilegios de santuario. En el Nuevo Pacto, todos somos santos; todos tenemos acceso al trono (Heb. 4:16; 10:19-25), habiendo ascendido en Cristo (definitivamente en su ascensión, progresivamente cada día del Señor en adoración). En el Antiguo Pacto, los Diez Mandamientos estaban "ocultos" en el santuario, y a nadie se le permitía entrar (aunque la revelación de Dios fue publicada provisionalmente por Moisés). Pero ahora, en el Nuevo Pacto, el misterio se ha publicado abiertamente, y el hombre tiene acceso en Cristo. Con el sonido de la séptima trompeta, la revelación es completa y definitiva; el misterio ya no es misterioso. Pablo encomendaba los santos de Roma "al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe" (Rom. 16:25-26).
Por esta razón, Juan se refiere a todos los fenómenos meteorológicos que habían estado asociados con la Nube de la revelación del Antiguo Pacto (comp. Sal. 18) en relación con la Iglesia: Hubo relámpagos y voces y truenos, un terremoto y una gran tormenta de granizo. En la Iglesia de Jesucristo, la puerta del cielo se ha abierto para nosotros. Nuestra santificación es por medio de la iglesia, a través de su ministerio y sus sacramentos, como escribió San Ireneo: "Recibimos nuestra fe de la iglesia y la conservamos a salvo; y es, por decirlo así, un precioso depósito guardado en un fino recipiente, por siempre renovando su vitalidad por medio del Espíritu de Dios, y haciendo que se renueve el recipiente en el que está guardado. Porque este don de Dios ha sido confiado a la Iglesia, como el aliento de vida al hombre creado, con el fin de que todos los miembros, recibiéndolo, vivan. Y en este punto se nos ha concedido nuestro medio de comunicación con Cristo, a saber, el Espíritu Santo, prenda de in,ortalidad, la fortaleza de nuestra fe, la escalera por la cual ascendemos a Dios. Porque el apóstol dice: 'A unos puso Dios en la Iglesia apóstoles, profetas, maestros' [1 Cor. 12:28] y todos los otros medios por los cuales obra el Espíritu, Pero no tienen parte en este Espíritu los que no participan de la actividad de la Iglesia... Porque donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios; y donde está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda clase de gracia. El Espíritu es verdad. Por lo tanto, los que no tienen parte en el Espíritu no son alimentados y no reciben vida del seno de su madre; ni disfrutan de la fuente chispeante que emana del cuerpo de Cristo". 22
Los primeros cristianos que primero leyeron el libro de Apocalipsis, especialmente los de antecedentes judíos, tenían que entender que la destrucción de Jerusalén no significaría el fin del pacto o del reino. La caída del antiguo Israel no era "el principio del fin". En vez de eso, era la señal de que el reino mundial de Cristo había comenzado realmente, de que su Señor gobernaba las naciones desde su trono celestial, y de que la conquista eventual de todas las naciones por los ejércitos de Cristo quedaba asegurada. Para estos creyentes humildes y sufrientes, la prometida era del gobierno del Mesías había llegado. Y lo que ellos estaban a punto de observar como testigos en la caída de Israel era el fin del principio.


Notas:
1. R. J. McKelvey, "Temple", en J. D. Douglas, ed., The New  Bible Dictionary (William B. Eerdmans Publishing Co., [1962] 1965, p. 1249.
2. James B. Jordan, "Rebellion, Tyranny, and Dominion in the Book of Genesis", in Gary North. ed., Tactics of Christian Resistance, Christianity and Civilization No. 3 (Tyler, TX: Geneva Ministries, 1983), p. 42.
3. Por ejemplo, a Daniel se le dijo: "Desde el tiempo en que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días. Bienaventurado el que espere, y llegue a mil  trescientos treinta y cinco días" (Dan. 12:11-12). Estos números están basados en el período de 430 años de opresión en Egipto (Éx. 12:40) y los 45 años desde la esclavitud hasta la conquista de la tierra (Josué 14:6-10); los símbolos indican que el próximo período de opresión, en comparación con el de Egipto, será breve (días en comparación con años), pero tres veces más intenso (3 x 430= 1.290=. Los que perseveren en fe, sin embargo, alcanzarán el día número 1.335 de victoria y dominio.
4. Mateo probablemente decidió dividir la genealogía en tres grupos de catorce para resaltar el nombre de David, que tiene un valor numérico de 14 en hebreo. David es la figura central en la genealogía de Cristo, y Cristo es presentado a través de las Escrituras como el David mayor (comp. Hechos 2:25-36). Para llegar a este arreglo simétrico, sin embargo, Mateo deja fuera tres generaciones entre Joram y Uzías en el v. 8 (Ocozías, Joás, y Amasías; comp. 2 Reyes 8:25; 11:21; 14:1), y cuenta a Jeconías dos veces en los vers. 11-12. Ahora, Mateo no era estúpido: Sabía sumar correctamente (¡había sido colector de impuestos!); además, sabía que las genealogías verdaderas estaban a disposición de sus lectores. Pero escribió su evangelio para proporcionar una cristología, no una cronología. Su lista está escrita para exponer  la "cualidad de catorce" de Cristo mismo, revelando al Salvador como "el hijo de David, el hijo de Abraham" (1:1).
5. Es interesante notar que el sitio de Jerusalén por parte de los generales romanos Vespasiano y Tito en realidad duró tres años y medio literales, desde el año 67 al año 70. Pero el punto principal del término es su significado simbólico, que está basado en su uso por los profetas. Como en muchos otros casos, Dios obviamente causó los sucesos históricos de un modo que armoniza con el simbolismo bíblico del cual Él es el autor.
6. Para algunos aspectos interesantes del número 1.260 y su relación con el número de la Bestia (666), véase los comentarios sobre 13:18.
7. La doctrina cristiana de la deificación (comp. Sal. 82:6; Juan 10:34-36; Rom. 8:29-30; Efe. 4:13, 24; Heb. 2:10-13; 12:9-10; 2 Ped. 1:4; 1 Juan 3:2) se conoce generalmente en las iglesias occidentales por los términos santificación y glorificación, que se refieren a la manera plena en que el hombre ha heredado la imagen de Dios. Esta doctrina (que no tiene absolutamente nada en común con las teorías realistas paganas de la continuidad del ser, las ideas humanistas sobre la "chispa de la divinidad", ni las fábulas politeístas de los mormones en relación con la evolución humana hacia la deidad) es universal a través de los escritos de los Padres de la Iglesia; véase, por ejemplo, de Georgios I. Mantzaridis, The Deification of Man: St. Gregory Palamas and the Orthodox Tradition, Liadain Sehrrard, trad. (Crestwood, NY: St. Vladimir´s Seminary Press, 1984). San Atanasio escribió: "El Verbo no es de cosas creadas, sino más bien es Él mismo el creador. Así pues, por lo tanto, Él tomó la forma de un cuerpo humano creado para que, habiéndolo renovado como su Creador, pudiera deificarlo en Sí mismo, y así traernos a todos al reino de los cielos por medio de nuestra semejanza con Él. Porque el hombre no habría sido deificado si hubiese estado unido a una criatura, o a menos que el Hijo fuese Dios mismo; ni habría sido traído el hombre a la presencia del Padre, a menos que Él hubiese sido su natural y verdadero Verbo que se había vestido de un cuerpo. Y como  nosotros no habríamos sido librados del pecado y de la maldición si la carne cuya forma tomó el Verbo hubiese sido humana por naturaleza (porque no habríamos tenido nada en común con lo que es extraño a nosotros); así también la humanidad no habría sido deificada si el Verbo que se hizo carne no se hubiese por naturaleza derivado del Padre y esto no hubiese sido correcto y verdadero en cuanto a Él. Porque, por lo tanto, la unión era de esta clase, para que Él pudiese unir, lo que es hombre por naturaleza, con Él, que por naturaleza pertenecía a la Deidad, para que su salvación y deificación pudieran ser seguras" (Orations Against Arianism, ii.70). Él lo puso más suscintamente en una famosa declaración de su obra clásica On the Incarnation of the Word of God (54): "El Verbo fue hecho carne para que nosotros pudiésemos ser dioses".
8. Representando la imagen restaurada de Dios, los sacerdotes se vestían de vegetales (lino) más bien que de animales (lana); se les prohibía usar pieles de bestias, porque producían sudor (Eze. 44:17-18; comp. Gén. 3:19). Sobre "divinidad judicial" y la vestimenta de pieles de Adán y Eva, véase, de James B. Jordan, "Rebellion, Tyranny, and Dominion in the Book of Genesis", en el cd. de Gary North, Christianity and Civilization 3 (1983): Tactics of Christian Resistance, pp. 43-47.
9. Comp. Prov. 6:6; 26:11; 30:15, 19, 24-31; Dan. 5:21; Éx. 13:2, 13.
10. James B. Jordan, The Law of the Covenant: An Exposition of Exodus 21-23 (Tyler, TX: Institute for Christian Economics, 1984), p. 122.
11. Estrechamente relacionada con la doctrina bíblica de la Bestia está la "teología de los dinosaurios" de la Biblia; para ésta, véanse mis comentarios sobre 12:3.
12. Véase más arriba sobre 9:1-6.
13. El intento de la Bestia de borrar el testimonio de los testigos de Dios eventualmente condujo a su ataque contra la tierra de Israel, la patria de la Iglesia; Tito supuso que podía destruir al cristianismo destruyendo el templo en el año 70 d. C. (véase sobre 17:14). El motivo religioso central tras la guerra de Roma contra los judíos era su odio, profundamente arraigado, contra la Iglesia Cristiana.
14. La evidencia es demasiado extensa para repetirla aquí, pero véase, de Meredith G. Kline, The Structure of Biblical Authority (Eerdmans, 2do. cd., 1975), pp. 183-95; véase también, de Robert D. Brinsmead, The Pattern of Redemptive History (Fallbrook, CA: Verdict Publications, 1979), pp. 23-33.
15. Esto guarda cierta similitud con la experiencia de Elías, siendo la mayor diferencia que fue su amigo - no sus enemigos - el que vio su ascensión (2 Reyes 2:9-14).
16. Herbert Schlossberg, Idols for Destruction: Christian Faith and Its Confrontation With American Society (Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1983), p. 304.
17. Marcellus Kik, An Eschatology of Victory (Nutley, NJ: The Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1971), p. 137. La traducción común en las versiones modernas de la Biblia ("entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre") refleja simplemente los prejuicios no bíblicos de unos pocos traductores y editores. La traducción más literal en la King James Version es la que el texto griego dice. Comp. la discusión en Paradise Restored: A Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion Press, 1985), pp. 97-105.
18. Ibid., p. 138.
19. Ernest L. Martin, The Birth of Christ Recalculated (Pasadena: Foundation for Biblical Research, segundo cd., 1980), pp. 155ss.
20. M. D. Goulder, The Evangelists' Calendar: A Lectionary Explanation of the Development of Scripture (London: SPCK, 1978), pp. 245s.
21. Cuando se usa en relación con el pueblo de Dios, la palabra juicio significa por lo general reivindicación y venganza en nombre de él (véase 1 Sam. 24:15; 2 Sam. 18:19, 31; Sal. 10:18; 26:1; 43:1; Isa. 1:17; Heb. 10:30-39).
22. St. Irenaeus, Against Heresies, iii.xxiv.1; traducido por Henry Bettenson, ed., The Early Christian Fathers (Oxford: Oxford University Press, 1956, 1969), p. 83.
 
 
 
 
 

 
Parte Cuatro
12

LA GUERRA SANTA


Como hemos notado, el libro de Apocalipsis está organizado en términos de la estructura de tratado en cinco partes del pacto bíblico. El capítulo 12 cae dentro de las cuatro principales series de visiones (trompetas), que proclaman el juicio de Dios sobre el falso rey y el falso profeta (capítulos 8-14). Pero el capítulo 12 marca la intersección de esta quíntuple estructura con otro modelo dominante en el libro: el tema del Esposo y la Esposa. Los capítulos 1-11 tratan de la victoria de Cristo sobre sus enemigos, culminando en el glorioso establecimiento de la Iglesia como su santo templo. Los capítulos 12-22 tienen que ver con la victoria de la Iglesia sobre sus enemigos, terminando con su glorioso establecimiento como el santo templo de Dios. Así, la segunda mitad del libro de Apocalipsis cubre en gran medida el mismo terreno que la segunda, pero desde una perspectiva diferente. Milton S. Terry comenta: "La Parte 1 ha revelado al Cordero de Dios bajo varios símbolos, glorioso en poder, que abre el libro de los divinos misterios, vengando a los santos martirizados, y mostrando los terribles juicios destinados a sobrevenirles a los enemigos de Dios. Todo es contemplado como desde el trono del Rey en el cielo, que envía sus ejércitos y destruye los desafiantes asesinos de sus profetas y quema su ciudad (comp. Mat. 22:7)".
"La Parte 2 revela a la Iglesia en conflicto con principados y potestades mundiales, sobreviviendo a toda persecución, y triunfando por la palabra de su testimonio, y, después de que Babilonia la ramera cae y desaparece de la vista, apareciendo como la Esposa del Cordero, el tabernáculo de Dios con los hombres, gloriosa en su belleza e imperecedera como el trono de Dios". 1
Así, aunque hay un progresivo desarrollo hacia un clímax en la segunda mitad de Apocalipsis, también veremos tanto una repetición de conceptos familiares como una diversidad en la presentación de ellos, un mecanismo usado a menudo por los profetas bíblicos (véanse ejemplos de esto en Gén. 37:5-11; 41:18-25, 32; Dan. 2, 7). "El gran dragón escarlata (12:3) no debe ser considerado como diferente del ángel del abismo (9:11). Los ciento cuarenta y cuatro mil sobre el monte de Sión (14:1) son los mismos que los israelitas sellados de 7:4-8. Las siete últimas plagas (caps. 15 y 16) corresponden notablemente a las siete trompetas de la destrucción. 'Babilonia la grande' es la misma que la gran ciudad donde el Señor fue crucificado (11:8), y la nueva Jerusalén, llena de la gloria de Dios y del Cordero, no es sino otro símbolo del templo de Dios en el cielo (11:19"). 2
Este punto en la profecía, por lo tanto, es algo así como un nuevo comienzo; y para mostrar el conflicto entre Satanás y la Iglesia, Juan regresa al principio, al nacimiento de Cristo y a los infructuosos intentos de Satanás por destruirle, terminando con la victoriosa ascensión de Cristo al cielo. Esto prepara el escenario para, y revela el origen y el significado de, la persecución de Satanás contra la Iglesia cristiana por todo el mundo. La lucha será feroz y sangrienta; pero Satanás ya está condenado, pues Cristo está reinando desde su trono celestial, y su pueblo está destinado a obtener una completa victoria sobre la base de la obra de Cristo y a través de su propia proclamación, fiel y valiente, del evangelio.

La Serpiente
y la Simiente de la Mujer (12:1-6)

1 Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.
2 Y estandoencinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento.
3 También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas;
4 y su sola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba pàra dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese.
5 Yella dio a luz a un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono.
6 Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días.

1-2 De salida, Juan nos alerta de que debemos prestar cuidadosa atención al tema de esta visión, porque aquí el símbolo de la mujer es una gran señal.3 Los "literalistas" quieren que el uso de este término implique que "la mayor parte de Apocalipsis debe ser tomado literalmente". 4 Pero esto es no ver el punto. Juan no está diciendo que este pasaje, en contraste con el resto del libro, es una "señal", porque él ya nos ha dicho que el libro entero está compuesto de "señales" (1:1). El punto aquí es que ésta es una gran señal, un símbolo importante, central en la interpretación de la profecía como un todo. Juan está diciendo a sus lectores que piensen cuidadosamente en el significado bíblico de la señal.
Este símbolo central es una mujer, 5 una imagen bíblica familiar para la iglesia, el pueblo de Dios. (Específicamente, como veremos, la mujer aquí representa a la Iglesia en la forma del Israel del antiguo pacto). Los primeros lectores de Juan en seguida habrían pensado en anteriores usos proféticos de la mujer para representar a la Iglesia (véase, por ej., Isa. 26; 49-50; 54; 66; Jer. 3-4; Lam. 1; Eze. 16; Ose. 1-4; Miq. 4). Algunos de los pasajes proféticos sobre la Iglesia-mujer no son particularmente halagadores, porque Israel había descendido a menudo al adulterio con dioses paganos. Pero el símbolo en Apocalipsis 12 es una visión gloiosa de la Iglesia en su pureza, como la esposa de Dios: Ella está, a la imagen de su Esposo (Sal. 104:2; Apoc. 1:16; 10:1), vestida (la misma palabra que en 10:1) de sol (comp. Isa. 60:1-2). La luna bajo sus pies y su corona de doce estrellas realzan el cuadro de gloria y dominio - en realidad, de su ascenso de gloria en gloria (1 Cor. 15:41; 2 Cor. 3:18). Salomón proclama que la Esposa es "de desear, como Jerusalén; imponente como ejércitos en orden" (Cant. 6:4); ella
se muestra como el alba,
hermosa como la luna,
esclarecida como el sol,
imponente como ejércitos en orden. (Cant. 6:10)
Esta mujer, dice Juan, es la Madre de Cristo: Ella aparece encinta (la misma expresión griega que se usa en relación con la Virgen María en Mateo 1:18, 23), llevando en su matriz al Mesías que está destinado a "regir las naciones con vara de hierro" (v. 5). La imagen de la Mujer/Madre tiene sus orígenes en el mismísimo Jardín de Edén y el protoevangelio - la primera proclamación del evangellio, en la cual Dios reveló que por medio de la mujer vendría el Redentor para aplastar la cabeza de la Serpiente (Gén. 3:15). La imagen luego se convierte en un motivo regular en el desenvolvimiento de los propósitos de Dios para con Israel. Un ejemplo familiar ocurre en la historia de Jael y Sísera, que cuenta cómo el enemigo del pueblo de Dios es destruido, su cabeza aplastada, por una mujer (Judit 4:9, 17-22; 5:24-27; comp. la muerte de Abimelec en Jud. 9:53). Este es también un tema principal en la historia de Ester y su liberación de Israel. El cumplimiento definitivo de esta profecía tuvo lugar en el nacimiento virgen, como lo reconoció claramente María:
Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones. Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos. Socorrió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia de la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre. (Luc. 1:51-55).
La profecía de Isaías de la Virgen Madre es el trasfondo bíblico específico para la visión de Juan de la mujer, como explica Philip Carrington: "La palabras exactas son extraídas, no de cualquier mito pagano, sino del profeta Isaías. Habló también Jehová a Acaz, diciendo: Pide para tí señal de Jehová tu Dios, demandándola ya sea de abajo en lo profundo, o de arriba en lo alto (7:10-11); o, para traducirlo a lenguaje juanino, o en el abismo o en el cielo. En Isaías el lenguaje parece puro floreo retórico; pero es obviamente el origen de la Señal en el Cielo de Juan".
"Esto queda perfectamente claro por lo que sigue en Isaías. El rey rehusa pedir la señal, e Isaías replica: El Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel [7:14]. Las palabras de Juan son simplemente una cita del anterior profeta: Apareció en el cielo una gran señal, una mujer... encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento. Más que esto, Juan nos ha dado una traducción mucho más fiel al hebreo que nuestra Versión Autorizada, que está influida por la Septuaginta; la traducción griega dice, en realidad: Una virgen concebirá, pero el hebreo original sólo dice: Una mujer está encinta, y Juan nos lo ha entregado con exactitud. Y, lo que es más, las palabras: Clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento, vienen también de Isaías (26:17)".
"Por lo tanto, Juan está anunciando el nacimiento del niño, el rey guerrero, predicho por ... Isaías". 6
Así, Juan junta todas las imágenes de la mujer en la Biblia para este retrato compuesto de la comunidad del pacto, de parto para dar a luz al Mesías: Es Eva, la madre de todos los vivientes, cuya Simiente aplastará la cabeza del dragón; es también Sara, Rebeca, Raquel, Jocabed, Ana, y las otras mujeres del pacto que dieron a luz a libertadores, antepasados de la Simiente; es la Virgen María, a través de la cual encontraron su cumplimiento las promesas hechas a los padres. Pero esta gran figura cósmica no puede ser identificada simplemente con ninguna de estas mujeres; más bien, cada una de ellas individualmente personificaba y presentaba delante del mundo una faceta diferente del significado de la mujer, reflejando los dolores de parto de la Iglesia para dar a luz al Mesías:
Como la mujer encinta cuando se acerca el alumbramiento gime y da gritos en sus dolores, así hemos sido delante de tí, oh Jehová. (Isa. 26:17).
A medida que la revelación profética progresa en la Escritura, se hace más y más claro que la Iglesia del Nuevo Pacto gime en dolores para dar a luz al Cristo (comp. Miq. 4:9-5:9): Él era la promesa básica del pacto abrahámico. Esto es lo que Israel esperaba, gimiendo y en dolor a través de su existencia. Este es el significado más esencial de la historia de Israel, aparte de
la cual no tiene ningún significado: el alumbramiento del niño-hombre (comp. Juan 16:20-22), el Salvador del mundo. Desde el protoevangelio hasta el diluvio, desde el pacto abrahámico a través de la esclavitud en Egipto, el Éxodo, el establecimiento en Canaán, el cautiverio babilónico, el regreso del exilio, y el sufrimiento bajo los griegos y los romanos, Israel estaba en el proceso de dar a luz al Cristo, para traer la era mesiánica.
En medio de las luchas de la Iglesia, por lo tanto, ella clamó. Este verbo (krazo) tiene un significado especial en las Escrituras, donde se usa generalmente como juramento o la solemne proclamación de la revelación de Dios; se usa a menudo para referirse a los siervos de Dios que hablan en presencia de la oposición. 7 Aquí se refiere a la declaración oficial de la Palabra de Dios por parte de la Iglesia, la profecía que ella pronunció durante el parto. Esta era la esencia de toda la revelación profética, para dar testimonio al Cristo (Juan 5:39, 45-46; Luc. 24:25-27; Hechos 3:24; 13:27).
Es importante reconocer la relación de todo esto con el muy obvio simbolismo astronómico en el texto. La palabra que Juan usa para señal era el término usado en el mundo antiguo para describir las constelaciones del Zodíaco; el modelo de Juan para esta visión de la iglesia es la constelación de Virgo, que en efccto tiene una "corona" de doce estrellas. 8 Parece probable que las doce estrellas también representen los doce signos del Zodíaco, considerados, desde los tiempos antiguos, como símbolos de las doce tribus de Israel; en el famoso sueño de José, su padre, su madre, y las doce tribus estaban simbolizados por el sol, la luna, y doce estrellas o constelaciones (Gén. 37:9). 9 Ya hemos visto cómo la divina disposición de las tribus de Israel alrededor del Tabernáculo (Núm. 2) correspondía al orden zodiacal de las constelaciones. 10 La séptima trompeta de 11:15 nos trajo a Rosh Hashanah: el Día de las Trompetas, el día primero del mes séptimo, el primer día del nuevo año, el día de la entronización del Rey de reyes en la nueva creación. La afirmación de que Virgo está "coronada" por las doce constelaciones, "significa, por lo tanto, que ella es la única entre las doce que reina en ese momento", es decir, durante el mes séptimo, de la misma manera en que "las garras de Escorpión parecen estar a punto de atrapar a la Virgen". 11 En términos de simbolismo astral, por lo tanto, el nacimiento del Mesías tiene lugar en el Día de las Trompetas.
Es interesante que, siguiendo varias líneas de evidencia muy convincente, el Prof. Ernest Martin limita, cuidadosa y esmeradamente, la fecha probable del nacimiento de Cristo a algún momento en septiembre del año 3 a. C. 12 Martin añade luego el escarchado sobre el pastel: "En el período del nacimiento de Cristo, el sol entró a la posición de la cabeza de la Mujer más o menos en agosto 13, y salió de sus pies más o menos en octubre 2. Pero el apóstol Juan vio la escena cuando el sol 'viste' o 'adorna' a la Mujer. Esto seguramente indica que la posición del sol en la visión estaba ubicada en algún punto de la mitad del cuerpo de la Mujer - entre el cuello y las rodillas. (Difícilmente se podría decir que el sol 'vestía' a la Mujer si estaba situado en su rostro o cerca de sus pies).
"El único momento del año en que el sol podría estar en una posición para 'vestir' a esta Mujer celestial (para estar en la mitad del cuerpo) es cuando está situado más o menos entre 150 y 170 grados a lo largo de la elíptica. Este 'vestir' a la mujer por el sol ocurre en un período de 20 días cada año. Este período de 20 grados podría indicar el momento general en que Cristo nació. En el año 3 a. C., el sol habría entrado en esta región celestial como el 27 de agosto y salido de él como el 15 de septiembre. Si, en el libro de Apocalipsis, Juan está asociando el nacimiento de Cristo con el período en que el sol está en la mitad del cuerpo de la Mujer, entonces Cristo habría tenido que nacer dentro de ese período de 20 días. Desde el punto de vista de los magos (que eran astrólogos), esto habría sido la única señal lógica bajo la cual el Mesías judío podría haber nacido - especialmente si habría de nacer de una virgen. Aun hoy, los astrólogos reconocen que la señal de Virgo es la única que hace referencia a un gobernante mesiánico mundial que habría de nacer de una virgen....
"Pero hay una manera de llegar a una fecha mucho más cercana al nacimiento de Cristo que  un simple período de 120 días. La posición de la luna en la visión de Juan podría ubicar la natividad con aproximación de un día - quizás con aproximación de una hora o menos. Esto puede parecer absurdo, pero es completamente posible.
"La clave es la luna. El apóstol dijo que ésta estaba 'bajo sus pies' [de la mujer]. ¿Qué significa la palabra 'bajo' en este caso? ¿Significa que la mujer de la visión estaba de pie sobre la luna cuando Juan la observaba, o significa que sus pies estaban posicionados ligeramente por encima de la luna? Juan no nos lo dice. Sin embargo, esto no es de mayores consecuencias al usar la luna para responder nuestra pregunta porque sólo implicaría una diferencia de uno o dos grados. Puesto que los pies de Virgo la Virgen representan los 7 últimos grados de la constelación (en el tiempo de Cristo esto habría sido entre 180 y 187 grados a lo largo de la eclíptica), la luna debe ser posicionada en algún punto por debajo de ese arco de 7 grados. Pero la luna también tiene que estar en esa posición exacta cuando el sol está a medio cuerpo de Virgo. En el año 3 a. C., estos dos factores coincidieron con precisión durante menos de dos horas, observados desde Palestina o Patmos, el 11 de septiembre. La relación comenzó aproximadamente a las 6:15 p. m. (puesta de sol) y duró hasta alrededor de las 7:45 p. m. (puesta de la luna). Éste es el único día en el año entero en que esto pudo haber tenido lugar". 13
Un beneficio adicional: La puesta de sol el 11 de septiembre del año 3 a. C. fue el comienzo de Tishri 1 en el calendario judío - ¡Rosh Hashanah, el Día de las Trompetas! 14 Martin resume: "El tema central del Día de las Trompetas es claramente el de la entronización del gran Rey de reyes. Así entendía el día por lo general el judaísmo primitivo - y ciertamente es como lo entiende el Nuevo Testamento. En Apocalipsis 11:15, el séptimo ángel toca su trompeta, y los reinos de este mundo vinieron a ser los de Cristo. Esto sucede en el momento en que se ve una mujer en el cielo con doce estrellas alrededor de su cabeza y el sol a medio cuerpo de ella, con la luna bajo sus pies. Esta es claramente una escena de luna nueva para el Día de las Trompetas". 15

3 Juan ve otra señal ... en el cielo: un gran dragón escarlata. Como explica en el versículo 9, el dragón no es otro que "la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás", el enemigo de Dios y de su pueblo. Juan lo revela como el poder detrás de los tronos imperiales del mundo antiguo, que perseguían a la Iglesia; porque, como los cuatro imperios-bestias de la profecía de Daniel, el dragón tiene siete cabezas y diez cuernos: las bestias de Daniel tenían siete cabezas en total (la tercera bestia tenía cuatro), y la cuarta bestia tenía diez cuernos (Dan. 7:3-7). Babilonia, Medo-Persia, Grecia, y Roma eran todas etapas del intento del dragón por establecer su imperio ilícito en todo el mundo. (Así, el significado de las siete cabezas no es simplemente que el dragón es difícil de matar, sino más bien que se identifica con las terribles bestias de la visión de Daniel; comp. las "cabezas" del dragón en Sal. 74:13-15). Él era la gran bestia, de la cual ellos tenían sólo imágenes parciales. Es él quien había sido el antiguo enemigo del pueblo de Dios. En todas las luchas de Israel contra las bestias, a través de todos los intentos de los imperios humanos por destruir la Simiente del Pacto, el dragón había sido su enemigo. Llevaba puestas las diademas de los imperios perseguidores.
¿Por qué es representado el diablo como un dragón? Para entender esto, debemos considerar la teología bíblica de los dinosaurios, que está sorprendentemente bien detallada. Aunque la Biblia sí habla de dinosaurios terrestres (comp. el behemot de Job 40:15-24), 16 nuestra atención en esta ocasión se centrará en dragones y serpientes marinas (comp. Job 7:12; 41:1-34). 17 Esencialmente, como parte de la buena creación de Dios (véase Gén. 1:21: monstruos marinos), no hay nada "malo" en estas criaturas (Gén. 1:31; Sal. 148:7), sino que, a causa de la caída, son usados en las Escrituras para simbolizar al hombre rebelde en la cúspide de su poder y de su gloria.
En las Escrituras se habla de tres clases de dragones: Tannin (dragón; Sal. 91:13), leviatán (Sal. 104:26), y rahab (Job 26:12-13). 18 La Biblia relaciona cada uno de estos monstruos con la serpiente, que representa el enemigo sutil, engañoso, del pueblo de Dios (Gén. 3:1-5, 13-15). Así, para demostrar la divina victoria y dominio sobre la rebelión del hombre, Dios convirtió la vara de Moisés en una "serpiente" (Éx. 4:1-4), y la vara de Aarón en un "dragón" (tannin; Éx. 7:8-12). Por lo tanto, en la Escritura, el dragón/serpiente se convierte en símbolo de la cultura pagana rebelde, inspirada por Satanás (comp. Jer. 51:34), especialmente ejemplificada por Egipto en su guerra contra el pueblo del pacto. Esto es particularmente cierto con relación al monstruo Rahab (que significa el orgulloso), que a menudo es sinónimo de Egipto (Sal. 87:4; 89:10; Isa. 30:7). En Éxodo, la liberación del pueblo de Dios, una liberación que dio lugar al pacto, se describe en términos tanto de la creación original como del triunfo de Dios sobre el dragón:
Despiértate, despiértate, vístete de poder, oh brazo de Jehová; despiértate como en el tiempo antiguo, en los siglos pasados. ¿No eres tú el que cortó a Rahab, y el que hirió al dragón? ¿No eres tú el que secó el mar, las aguas del gran abismo; el que transformó en camino la profundidades del mar para que pasaran los redimidos? (Isa. 51:9-10)
La Biblia también habla del Éxodo como salvación de leviatán:
Dividiste el mar con tu pode; quebraste cabezas de monstruos en las aguas. Magullaste las cabezas del leviatán, y lo diste por comida a los moradores del desierto. (Sal. 74:13-14)
Así, en cumplimiento provisional de la promesa de Edén, la cabeza del dragón fue aplastada cuando Dios salvó a su pueblo de Egipto. Por supuesto, la herida en la cabeza se sanó, y el dragón (acompañado por el estado-dragón hecho a imagen suya) repetidamente regresó para atormentar y perseguir a la Simiente de la mujer. Esto ocurre una y otra vez en todo el Antiguo Testamento, que registra numerosos aplastamientos provisionales de la cabeza del dragón (Jue. 4:21; 5:26-27; 9:50-57; 1 Sam. 5:1-5; 17:49-51; 2 Sam. 18:9; 20:21-22; Sal. 68:21; Hab. 3:13). En términos de esto, los profetas esperaban la definitiva derrota venidera del dragón en la obra de Cristo. Isaías vio a Israel como una mujer encinta, retorciéndose y clamando en sus dolores de parto, esperando que naciera el Libertador (Isa. 26:17-21; el versículo siguiente dice:
En aquel día Jehová castigará con su espada dura, grande y fuerte al leviatán serpiente veloz, y al leviatán serpiente tortuosa; y matará al dragón que está en el mar (Isa. 27:1)
Daniel repite la misma idea en lo que podría llamarse su "comentario" sobre el relato de Moisés de la creación en Génesis 1. Escribiendo acerca del quinto y sexto días de la creación, Moisés había dicho que Dios creó 19 "los grandes monstruos marinos" (tannin), y "ganado" (behemoth) en la tierra (Gén. 1:20-25); pero éstos fueron sucedidos por el hombre, el cual, hecho a imagen de Dios, fue creado para que señoreara sobre las criaturas (Gén. 1:26-28). Daniel 7 expande simbólicamente esta idea mostrándonos una serie de bestias - los poderosos y terribles poderes mundiales que ejercieron dominio impío sobre la tierra (v. 18). Pero Daniel ve que el reino de ellos es sólo "por cierto tiempo" (v. 12); y, mientras sigue mirando, las visiones terminan con el Anciano de días entregando el dominio al Hijo del Hombre, el segundo Adán - "dominio eterno, que nunca pasará" (v. 13-14), porque Él es la última Obra de Dios.

4 La cola del dragón arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo. Juan está capitalizando el hecho de que el escorpión, con el cual está asociado el dragón/serpiente, 20 "tiene un tercio de las estrellas (zodiacales) en la cola, porque cuatro de los doce signos vienen tras él". 21 ¿Y la afirmación de que las arrojó sobre la tierra? Eso, como observa Farrer correctamente, "es teología, no astronomía". 22 Juan ya ha asociado estrellas con ángeles, una conexión bíblica familiar (véase comentarios sobre 1:20); ahora describe simbólicamente la caída de Satanás y los ángeles malos, un evento relatado en lenguaje más directo en 2 Pedro 2:4, Judas 6, y el comentario del propio Juan sobre su alegoría en el versículo 9. Las "estrellas" del dragón son los ángeles caídos, que se unieron a él en rebelión.
¿Por qué arrastra el dragón la tercera parte de los ángeles? Primero, esta es la forma en que los juicios-trompetas son lanzados (comp. 8:7-12; 9:15, 18). Cristo es el primogénito; la porción de los dos tercios (comp. Deut. 21:17) está reservada para Él y para su reino. Segundo, el principio bíblico de los dos testigos posiblemente esté implicado también (Juan usa algo de lenguaje de tribunal en este capítulo): Por cada testigo falso que Satanás puede presentar contra el pacto, Dios tiene dos ángeles de su lado; el informe malvado queda más que anulado por el testimonio que Dios y sus ángeles pueden proporcionar.
La meta del dragón es hacer abortar la obra de Cristo, devorarlo y matarlo. Así que el dragón se paró delante de la mujer para devorar a su Hijo tan pronto naciera. Nuevamente Juan usa la astronomía para propósitos alegóricos; porque, como hemos visto, el momento en que el sol está "vistiendo" a Virgo es justamente cuando las garras del escorpión parecen estar a punto de atraparla; 23 y efectivamente, parece cernirse, listo para saltar sobre su Hijo tan pronto nazca. Este conflicto entre Cristo y Satanás fue anunciado en Génesis 3:15, la guerra entre las dos simientes, la Simiente de la mujer y la simiente de la serpiente. Desde el primer libro de la Biblia hasta el último, ésta es la guerra básica de la historia. El dragón está en guerra contra la mujer y su Simiente, primariamente Jesucristo. A través de toda la historia, Satanás ha estado tratando, o de impedir que Cristo naciera, o de matarlo tan pronto naciera. Por esto mató Caín a Abel , bajo la inspiración del dragón: El ataque contra Abel era un intento de destruir la Simiente. No tuvo éxito, porque Eva luego dio a luz a Set, Sustitución, "en lugar de Abel" (Gén. 4:25), y la Simiente fue preservada en él. La siguiente táctica de Satanás fue corromper la línea de Set; así, diez generaciones después de Adán, casi todos los descendientes de Set apostataron a través del matrimonio con los paganos (Gén. 6:1-12, y la tierra entera se corrompió, salvo por un hombre justo y su familia. La ira insensata de Satanás para atacar a la Simiente era tan grande que el mundo entero fue destruido, pero él fracasó. La Simiente fue preservada dentro de una sola familia en el arca.
El dragón trató nuevamente de asesinar la Simiente, por medio de sus ataques contra la familia de Abraham. En dos ocasiones, Satanás intentó hacer que Sara fuera violada por un rey pagano (Gén. 12:10-20; 20:1-18); lo intentó nuevamente con Rebeca (Gén. 26:1-11). La enemistad dragoniana contra la Simiente es manifiesta también en la enemistad de Esaú contra Jacob, una lucha entre las dos simientes que comenzó en la matriz (Gén. 25:22-23). Podemos ver también los intentos de Satanás por estorbar la Simiente en el pecaminoso plan de Isaac [sic] para quitarle a Jacob, mediante engaño, su herencia divinamente asignada (Gén. 27). Nuevamente, cuando los hijos de Israel estaban en Egipto, el dragón trató de destruir la Simiente haciendo matar a todos los niños varones (Éx. 1). Quinientos años más tarde, la Simiente la portaba un muchacho pastor, y nuevamente atacó el dragón, en dos ocasiones inspirando a un rey poseído por un demonio para que le arrojara una lanza (1 Sam. 18:10-11). De hecho, la maquinaria entera del reino de Saúl se puso en movimiento sólo para tratar de matar a David (1 Sam. 18-27). De manera similar, la malvada reina Atalía "destruyó toda la simiente real de la casa de Judá" (2 Crón. 22:10), pero la Simiente fue preservada en la persona del bebé Joás. Amán, el malvado primer ministro de Persia, habría tenido éxito en su intento de desencadenar una masacre a gran escala para destruir a todos los judíos, de no haber sido por el valor y la sabiduría de la reina Ester (Ester 3-9). El ejemplo más notorio de esta norma a gran escala ocurre durante la historia de Israel, desde el Éxodo hasta el Exilio: la perenne y consistente tentación del pueblo del pacto de asesinar a su propios hijos, de ofrecerlos a los demonios como sacrificio (Lev. 18:21; 2 Rey. 16:3; 2 Crón. 28:3; Sal. 106:37-38; Eze. 16:20). ¿Por qué? Era la guerra de las dos simientes. El dragón estaba tratando de destruir a Cristo.
Esta norma alcanza un dramático clímax al nacimiento de Cristo, cuando el dragón posee al rey Herodes, el gobernador idumeo de Judea, y lo inspira para que masacre a los niños de Belén (Mat. 2:13-18); en realidad, la visión de Juan de la mujer, el niño, y el dragón parece casi una alegoría de ese suceso. El dragón lo intentó otra vez, por supuesto; tentando al Señor (Luc. 4:1-13), tratando de hacer que lo mataran (Luc. 4:28-29), sometiéndole a la opresión humana y demoníaca durante su ministerio, entrando en posesión de uno de los discípulos de mayor confianza para que le traicionase (Juan 13:2, 27), y finalmente organizando su crucifixión. Aún entonces - más bien, especialmente entonces - el dragón fue derrotado, porque la cruz fue la manera en que Dios hizo que Satanás contribuyera a que se cumplieran los propósitos de Él, según Su sabiduría - "la sabiduría oculta, que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria" (1 Cor. 2:7-8). Al herir el calcañar de la Simiente, la cabeza de la serpiente fue aplastada.

5 Y dio a luz un hijo varón (comp. Isa. 66:7-8) que regirá a todas las naciones con vara de hierro. Juan regresa a Salmos 2, uno de sus textos favoritos, para explicar su simbolismo. El Hijo es, obviamente, Cristo Jesús, la Simiente de la mujer, el niño de la virgen, nacido de Israel para regir las naciones. En este versículo, Juan resume la historia del ministerio terrenal de Cristo, afirmando (como si hubiese ocurrido todo a la vez) que el Hijo fue arrebatado a Dios a y a su trono. Es como si la encarnación de Cristo hubiese conducido directamente a su ascensión al trono de gloria. El propósito de Juan no es empequeñecer la expiación y la resurrección, sino subrayar que el Ungido del Señor escapa por completo al poder del dragón; y debemos notar que el orden de Juan sigue al de Salmos. Hablando de su exaltación al trono celestial, el Cristo dice:
Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. 24 Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarería los desmenuzarás. (Sal. 2:7-9).
"El salmo hace del nacimiento celestial del Mesías uno con su entronización; si es engendrado por Dios, reina". 25 A pesar de todo lo que hace el dragón, la Simiente es arrebatada al trono y ahora rige las naciones con vara de hierro, tal como si hubiese pasado directamente de la encarnación al trono; Satanás no tenía poder para detenerlo. La ascensión era la meta del advenimiento de Cristo.

6 Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios. Como será evidente más adelante, la huída de la mujer al desierto es una representación de la huída de los judeo-cristianos de la destrucción de Jerusalén, así que la ira del dragón se agota en el Israel apóstata, más bien que en el Israel fiel. Mientras ella está en el desierto, la mujer es alimentada por mil doscientos sesenta días, 26 un período equivalente al "tiempo, y tiempos, y medio tiempo" (3 1/2 años) del versículo 14, y relacionado simbólicamente con los 42 meses/1.260 días de 11:2-3 y 13:5. Vimos en 11:2 que las Escrituras usan esta terminología para hablar de un período limitado de maldad ascendente, triunfante, un período de ira y juicio debido a la apostasía del pacto. Por lo tanto, durante este tiempo, cuando Satanás parece ser dominante, la Iglesia está protegida. La huída de la mujer al desierto evoca asociaciones con la permanencia de Elías en el desierto durante los tres años y medio de sequía, cuando fue milagrosamente alimentado por cuervos (1 Reyes 17:3-6); de manera similar, dice Juan, la huída de la mujer no significa el abandono de Dios, sino más bien su amante provisión. La fiel Esposa tiene un lugar preparado por Dios (comp. 2 Sam. 7:10; 1 Crón. 17:9; Juan 14:2-3). La encomienda a sus mensajeros (Sal. 91:11-13) y la envía al desierto para que ellos puedan alimentarla. Juan también quiere que pensemos, como veremos más abajo, en la huída de Israel al desierto de delante del dragón egipcio; y en la huída de la Virgen María a Egipto, para escapar de la ira asesina del rey Herodes (Mat. 2:13-21).

La Guerra
en el Cielo (12:7-12)

7 Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;
8 pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.
9 Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.
10 Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
11 Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y d ela palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.
12 Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros conn gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.

7-9 La escena cambia abruptamente: Ahora Juan ve guerra en el cielo, a Miguel y sus ángeles haciendo guerra contra el dragón. Esto no es, como algunos suponen, una secuela de la visión precedente, como si Satanás, frustrado en su intento por devorar al Mesías, ahora dirigiera su asalto contra el cielo. Por el contrario, Juan revela esta escena para explicar el versículo anterior - para mostrar por qué la mujer tuvo que huir al desierto. Una vez que esto ha sido explicado, en los versículos 7-12, Juan regresa al tema de la huída de la mujer. Además, Juan usa las imágenes en este pasaje para mostrar otro aspecto del conflicto del Niño con el dragón. Cronológicamente, esta sección explicativa encaja entre los versículos 5 y 6.
Para comenzar, debemos notar que la Guerra Santa es iniciada, no por el dragón, sino por Miguel y sus ángeles. Debería haber pocas dudas de que este Capitán de la hueste angélica es un símbolo de la Simiente de la mujer, el Hijo de Dios - representado ahora, no como Niño, sino como Miguel, el gran Guerrero-Protector que dirige los ejércitos del cielo en batalla contra los demonios. El simbolismo de Juan no es casual; es intencional, y muy preciso. Decidió cuidadosamente revelar a Cristo en términos de las específicas connotaciones bíblicas asociadas con Miguel.
El nombre de Miguel (que significa: ¿Quién como Dios?) ocurre en otras partes de las Escrituras sólo en Daniel y en Judas. En Daniel, Miguel es presentado como "el gran príncipe" que está como protector especial del pueblo de Dios. La guerra se desata en el cielo entre los ángeles buenos y malos, y ni siquiera Gabriel puede derrotar a los demonios sino hasta que Miguel viene a combatir el enemigo (Dan. 10:12-13, 20-21). En vista de lo que se revela sobre Miguel en la última parte de Daniel 10, es probable que la visión no explicada en la primera parte del capítulo se refiera a Él también: Daniel vio a un hombre
vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud. (Dan. 10:5-6)
El pasaje final de la profecía de Daniel se refiere a Miguel como guardián del pueblo de Dios, que se levantará para combatir por ellos durante un tiempo de gran tribulación, salvando a todos aquéllos cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida (Dan. 12:1). 27 El nombre de Miguel no aparece nuevamente en la Biblia sino hasta una mención casual por Judas, que nos dice que Él "contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés" (Judas 9). 28 Judas también lo llama arcángel, un término que - contrario a algunas especulaciones que se han hecho sobre las varias categorías de ángeles - no significa necesariamente "miembro de una clase superior de ángeles", sino más bien simplemente "el jefe de los ángeles", una expresión equivalente a "capitán de las huestes del Señor" (Josué 5:13-15). Esto también tendería a Miguel con el ángel del Señor (comp. Éx. 23:20-23), una figura que es, en la mayoría de los casos, una aparición pre-encarnada de Cristo. 29 La única otra ocurrencia bíblica de la palabra arcángel es en 1 Tesalonicenses 4:16, donde Cristo desciende en la Segunda Venida, "con aclamación, con voz de arcángel, con trompeta de Dios", o mejor, "con aclamación, con voz arcangélica". La clara implicación es que Cristo mismo exclama con voz de arcángel. 30 (El hecho de que haya rangos superiores de ángeles [comp. Rom. 8:38; Efe. 1:21; Col. 1:16] significa que un uso más general del término arcángel es teológicamente válido. Pero la Biblia misma no parece usarlo de este modo). Barrington observa que el término arcángel "puede hasta compararse con el 'Señor de los ejércitos', y quizás puede haber significado la manifestación de Dios en la cual Él aparece como líder de los ejércitos de Israel o de los cielos". 31 En consecuencia, en el libro de Apocalipsis le encontramos a Él dirigiendo los ejércitos del cielo en conflicto victorioso con Satanás, acciones claramente predicadas de Cristo a través del Nuevo Testamento (comp. Mat. 12:22-29; Luc. 11:14-22; Col. 2:15; Heb. 2:14-15; 1 Juan 3:8; Apoc. 19:11-16).
Por lo tanto, aún a primera vista, hay mucho en favor de la posición de que Miguel es una representación simbólica de Cristo, un nombre que enfatiza su naturaleza divina y su poder; y de que los "ángeles" que le acompañan son sus apóstoles, "junto con las fuerzas angélicas, en simpatía y en cooperación con ellos". 32 Esta posición explica y es reforzada por el pasaje en su totalidad. Como argumenta Philip Barrington: "Le da sentido al capítulo. Por supuesto, si se quiere que el libro sea un rompecabezas chino, esto no tendrá peso para uno; pero si uno piensa que el autor (o hasta el corrector final) del libro tenía el propósito de que este capítulo tuviera un significado, entonces se pensará que es razonable considerar una interpretación de él que elimine la confusión. Una mujer que se representa como la Esposa del Señor tiene un Hijo; ella es la nueva Eva, y por lo tanto, su hijo ha de aplastar a la serpiente; ella es la virgen de Isaías, y por lo tanto, él es un rey-guerrero. Sigue una guerra con la serpiente, en la cual un oponente lo expulsa del cielo; la serpiente se fue a hacer guerra contra el resto de la simiente de la mujer. Claramente, entonces, la persona con que primero él había combatido era también la simiente de la mujer. ¿Por qué traer arrastrado a alguien más?"
"La batalla real es seguida por una canción en coro que sale del cielo y, como hemos visto, la función de estas canciones en coro es la de aclarar la acción principal que se representa en símbolos. Dice: Ahora ha venido la salvación, y el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; y luego (pensando en los seguidores de Cristo, más bien que en Cristo mismo), ellos conquistaron por medio de la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio. Ahora, hay que admitirlo, esto significa que es el Cristo cuyo poder ha venido, y que es por medio de su sangre que la victoria ha sido obtenida. Nos dice quién derrotó a Satanás y cómo; fue Jesús en la cruz". 33
Ya hemos observado que la Guerra Santa fue iniciada por el ataque de Miguel y el ejército del cielo. En respuesta, el dragón y sus ángeles presentaron batalla. Pero esta acción defensiva de las fuerzas del mal demostró ser un completo fracaso: No eran lo bastante fuertes, y ya no hubo lugar para ellos en el cielo. Y el gran dragón fue echado fuera, en abjecta derrota. Por parte de las fuerzas del mal, la batalla está perdida. Esto es exactamente lo que profetizó Jesús sobre las posibilidades de su iglesia militante: "Las puertas del cielo no prevalecerán contra ella" (Mat. 16:18).
Jesús presenta la Iglesia, no como una ciudad sitiada por las fuerzas del mal, sino más bien como un gran ejército, que pone sitio a la ciudad capital y al cuartel general del enemigo; y son las fuerzas del mal las que sucumben al ataque de la Iglesia. El pueblo de Dios es el agresor: Toma la iniciativa en la guerra, y asalta, con éxito, las puertas del infierno. Satanás y todas sus fuerzas no son lo bastante fuertes, mientras que el cristiano puede decir con Pablo: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Fil. 4:13).
Juan intercala información detallada sobre la identidad del dragón: Es la serpiente antigua, el antiguo tentador que sedujo a Eva al principio (Gén. 3:1-15). Al dragón se le conoce como el diablo, un término que significa el calumniador, porque es, como dijo el Señor, "mentiroso, y padre de mentira" (Juan 8:44). Una forma relacionada del dragón es Satanás (o, más apropiadamente, el satanás), palabra hebrea que significa adversario, especialmente en cuestiones legales. El ser al que llamamos Satanás es el abogado de la acusación, el acusador que levanta cargos contra los hombres en el tribunal de Dios, el malo, que incansablemente acusa a los hermanos "día y noche" (v. 10). Satanás fue el acusador de Job (Job 1:6-11; 2:1-5) y de Josué el sumo sacerdote (Zac. 3:1-10) - y, como puede verse en estos dos casos, suus acusaciones supuestamente legales eran sólo mentiras. El acusador del pueblo de Dios es un calumniador, padre de mentira. 34 Porque él es el calumniador por excelencia, engaña al mundo entero. Fue Satanás el que estuvo detrás de las calumniosas acusaciones contra los primeros cristianos, los rumores difamatorios y los cargos criminales afirmando que eran apóstatas, ateos, asesinos rituales, caníbales, revolucionarios sociales, y odiadores de la humanidad. 35
Pero, como dice Juan, el gran dragón fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. La expresión arrojados se usa tres veces en el versículo 9, subrayando el significado y la cualidad de final de este suceso. El principio de lex talionis (ojo por ojo) se pone en vigor aquí: En 12:4, la cola del dragón arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra; ahora el dragón mismo es arrojado a la tierra junto con sus ángeles malos. En los versículos siguientes, Juan explica la visión, diciéndonos claramente cuándo tuvo lugar esta gran expulsión de los demonios.

10-11 La explicación viene, como a menudo ocurre con Juan, en un llamado, con una gran voz del cielo, a adorar, exhortando a la asamblea a alabar al Señor por sus maravillosas obras.El resultado de la victoria de Miguel sobre el dragón es cuádruple, y cubre la tierra: Ahora ha venido la salvación - la victoriosa liberación "hacia un espacio amplio y abierto" - y el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo. El desenlace de la Guerra Santa es éste: ¡El reino ha llegado! El poder de Dios y la autoridad de Cristo han venido, se han hecho manifiestos en la historia, porque el acusador de nuestros hermanos ha sido arrojado a tierra, el que les acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
Esta gran batalla apocalíptica, la mayor lucha de toda la historia, ya ha sido peleada y ganada por el Señor Cristo, dice Juan, y el dragón ha sido derribado. Además, los mártires que entregaron sus vidas en el servicio de Cristo no murieron en vano; son partícipes de la victoria: Conquistaron al dragón por medio de la sangre del Cordero - por medio de 36 su victoria definitiva, de una vez por todas - y por medio de la palabra de su testimonio. La fidelidad de los mártires a Cristo se demuestra en que no amaron sus vidas aún hasta la muerte, sabiendo que "el que ama su vida la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará" (Juan 12:25).
Por lo tanto, es imposible que la Guerra Santa entre Miguel y el dragón sea una representación de la batalla final de la historia al fin del mundo. No puede ser futura en absoluto. No es una batalla que ha de tener lugar a la Segunda Venida. Según Juan, la victoria sobre el dragón no tiene lugar por medio de un suceso cataclísmico al final de la historia, sino por medio de un suceso cataclísmico que tuvo lugar en la mitad de la historia: el sacrificio del Cordero. El lenguaje usado para describir la base de la conquista de Miguel no tiene nada que ver con la Segunda Venida, sino que tiene todo que ver con la Primera Venida. Los mártires vencen por medio de la sangre derramada de Cristo, y por medio de la intrépida proclamación del evangelio. La victoria cósmica sobre el dragón tiene lugar por medio del evangelio, y sólo el evangelio - el evangelio en su aspecto objetivo (la obbra de Cristo), y el evangelio en su aspecto subjetivo (la proclamación de la obra de Cristo).
Entonces, por lo tanto, ¿cuándo cayó Satanás del cielo? Cayó, definitivamente, durante el ministerio de Cristo, que culminó con la expiación, la resurrección, y la ascensión del Señor a su trono celestial. Podemos ver las etapas de la Guerra Santa a través del mensaje de los evangelios. Mientras que la actividad de los demonios parece relativamente rara en el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento registra numerosos brotes de demonismo. Ábrase las páginas del Nuevo Testamento, y los demonios son casi inevitables. ¿Por qué? ¿Qué causó la diferencia? Fue la presencia de Cristo. Siguió a la ofensiva, entrando en la historia para combatir contra el dragón, e inmediatamente el dragón contraatacó con todo su poder, causando tanto daño como le fue posible. Y cuando vemos al Señor guerreando contra el diablo, también vemos al Señor dando ayuda angélica (comp. Mat. 4:11; 26:53; Luc. 22:43). Como Miguel dirigiendo los ángeles, Cristo condujo a sus apóstoles contra el dragón, expulsándolo de su puesto. El mensaje de los evangelios es el de que, en el ministerio terrenal de Cristo y sus apóstoles, Satanás perdió su lugar de poder y cayó a la tierra:
Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos. (Lucas 10:17-20).
Lo que Apocalipsis 12 presenta es sólo eso: no sólo la sujeción de los demonios a los santos, sino el registro de los nombres de los santos en el cielo - su sentencia de justificación, de su correcta posición en el tribunal del cielo, porque su acusador ha sido expulsado del tribunal y su falso testimonio invalidado. La palabra para la palabra conquistar en este versículo (nikao) lleva la connotación, no sólo de una victoria militar, sino también de una victoria legal; obtener un veredicto favorable (comp. Rom. 3:3). Por supuesto, la ejecución definitiva de esto fue la expiación de Cristo por los pecados de su pueblo; así, justo antes de ofrecerse a sí mismo como sacrificio, nuestro Señor dijo: "Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera" (Juan 12:31). En la victoria de Cristo, la salvación y el reino vinieron a la tierra. Satanás fue derrotado.
El lenguaje mismo de los evangelios atestigua esto. El término normal para el hecho de que Cristo "echaba fuera" los demonios a través de su ministerio (ekballo; comp. Mat. 8:16, 31; 9:33-34; 10:1, 8; 12:24, 26-28) es simplemente una forma intensiva de la palabra usada repetidamente en Apocalipsis 12 para el "lanzamiento fuera" del dragón (ballo). Y Jesús anunció: "Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios" (Mat. 12:28). El mensaje de Apocalipsis es consistente con el del Nuevo Testamento en general: Cristo ha llegado, Satanás ha sido lanzado fuera, y el Reino ha venido. Por medio de su muerte y su resurrección, Cristo "desarmó" a los demonios, triunfando sobre ellos (Col. 2:15). Satanás ha sido dejado impotente (Heb. 2:14-15), y así Pablo pudo asegurar a los creyentes en Roma que "el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies" (Rom. 16:20). La cruz era el blanco, dijo Jesús, del juicio del mundo (Juan 12:31) - o, como lo expresó Juan Calvino, la reforma y la restauración del mundo. 37 El gobernante ilegítimo del mundo fue echado fuera por la venida de Cristo. Como anunció a su ascensión, "Toda potestad (exousia) me es dada en el cielo y en la tierra" (Mat. 28:18). La visión de Juan declara lo mismo: ¡El reino de nuestro Dios y la autoridad (exousia) de su Cristo han venido!

12 La voz desde el cielo exhorta a la congregación a la adoración con júbilo: Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¿Quiénes son éstos que moran en los cielos? Ya para este momento, Juan ha dicho claramente que la adoración de la iglesia tiene lugar, real y verdaderamente, delante del trono celestial de Dios (4:4-11; 5:8-14; 7:9-17). El Nuevo Testamento refleja claramente este entendimiento de parte de los apóstoles y la iglesia primitiva, declarando que Dios nos ha levantado con Cristo a lugares celestiales (Efe. 2:6), donde tenemos nuestra ciudadanía (Fil. 3:20). Nuestra adoración es contemplada por la hueste angélica (1 Cor. 11:10; Efe. 3:10), porque hemos venido a la Jerusalén celestial, donde innumerables ángeles están reunidos en asamblea festiva con la Iglesia (Heb. 12:22-23). Por lo tanto, los que son llamados a gozosa alabanza por la venida del Reino y la derrota del dragón son la Iglesia. Hemos seguido al Niño en su victoriosa ascensión (Efe. 1:20-22; 2:6), y nos hemos convertido en su tabernáculo (comp. 7:15; 13:6).
Pero la conquista definitiva del dragón por Cristo no significa el fin de la actividad de aquél por completo. En realidad, como rata acorralada, se vuelve aún más frenéticamente violento, aumentando sus airados gruñidos a la par que aumentan su frustración y su impotencia. Por eso, la voz desde el cielo declara: ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que le queda poco tiempo. La séptima trompeta ha sonado (11:15), y el tercer ay ha llegado (véase 8:13; 11:14). El dominio del dragón, después de su derrota a la ascensión de Cristo, ahora ha venido a ser la tierra y el mar; ha perdido para siempre el santuario edénico, que le había sido entregado por Adán. Por eso, en el capítulo 13, Juan ve dos grandes bestias a la imagen del dragón, que surgen del mar y de la tierra. En las imágenes de Juan, el mar resultará ser las naciones paganas (véase más abajo, sobre 13:1-2), que rugen y echan espumarajos por la boca en su odio contra el Señor y su Cristo (comp. Sal. 2:1). Y, como hemos visto repetidamente, los israelitas están representados por la tierra. La voz está advirtiendo que tanto Israel como el imperio serán demonizados en el loco frenesí de Satanás por aferrarse a los decompuestos y marchitos restos de su gobierno ilícito. Al dragón sólo le queda un breve período en el cual poder causar la ruina de la iglesia, mientras ella está todavía conectada al antiguo Israel; tratará de azuzar a la tierra y al mar, primero en una sociedad demoníaca contra la Iglesia, y luego en una guerra la una contra el otro para aplastar a la Iglesia en medio. Como un depuesto gángster que huye, el dragón trata de consolidar su poder para una última y desesperada resistencia. Pero sabe que está perdido; el tiempo casi se le ha terminado.

El Dragón Ataca a la Iglesia (12:13-17)

13 Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.
14 Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.
15 Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río.
16 Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca.
17 Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.

13 Juan regresa al tema mencionado en el versículo 6: la huída de la mujer de delante del dragón. Esto ocurre como resultado directo de la derrota del dragón a manos de Miguel, porque cuando el dragón vio que había sido lanzado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al Hijo varón. Es imposible subrayar demasiado el hecho de que, para Juan y su auditorio, éste es uno de los puntos más cruciales de todo el capítulo. El dragón persigue a la Iglesia precisamente porque Cristo lo ha derrotado. Debemos recordar esto al leer que el dragón urde conspiraciones, y sus astutas maquinaciones entre bastidores están dirigidas a causar la destrucción de la Iglesia; ¡todos sus ataques contra la Iglesia se originan en el hecho de que ya ha sido derrotado!
Para nuestra interpretación, es importante observar también que la persecución de la mujer surge en relación con la caída del dragón a la tierra de Israel. Es allí, primero que todo, donde busca destruir a la Iglesia.

14 Pero la mujer es librada, volando al desierto en las dos alas de la gran águila. Nuevamente, Juan usa imágenes del Éxodo, donde las columnas llenas de ángeles de la Nube de Gloria son descritas como "alas de águilas", por medio de las cuales Dios había traído a Israel a sí mismo en el desierto para que fuese pueblo suyo, un reino de sacerdotes para Dios, una nación santa (Éx. 19:4-6; comp. 1 Ped. 2:9-10). El cuadro se expande aún más cuando Moisés, contemplando la historia del pueblo de Dios al final de su vida, habla de cómo Dios salvó a Israel en el desierto:
Le halló en tierra de desierto, y en yermo de horrible soledad; lo trajo alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo. Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas. (Deut. 32:10-11)
Moisés usa dos palabras claves en este pasaje: yermo y revolotear. Ambas ocurren solamente una vez más en todo el Pentateuco, y nuevamente juntas, en Génesis 1:2. El equivalente de yermo se usa para describir la inhabitable condición de la tierra cuando fue creada ("desordenada"); y revolotear es el término que Moisés usa para describir la actividad del Espíritu, de "moverse" en poder creador sobre la faz de abismo. Dios no es descuidado con el lenguaje. Su profeta Moisés tenía una razón específica para repetir esas palabras claves en su mensaje de despedida. Estaba subrayando el mensaje de que la salvación de Israel era un evento de creación. El pacto de Sinaí fue una re-creación, una reorganización del mundo. 38 De manera similar, Juan toma prestada terminología del mismo pasaje de Moisés para presentar ese mensaje a la Iglesia: Dios ha traído a su cumplimiento las re-creaciones provisionales del antiguo orden. La venida de Cristo ha traído la re-creación definitiva, el Nuevo Pacto. Y, como en los días antiguos, cuando Dios milagrosamente preservó a Israel en todas sus aflicciones, proporcionándole un paraíso en medio del desierto, así también ahora alimentará y tendrá cuidado de la Iglesia, su Esposa, y la Madre de su Hijo unigénito. El pueblo de su pacto mora al abrigo de la Nube de Gloria, a la sombra de sus alas (Sal. 17:8; 36:7; 57:1; 61:4; 91:4, 11). Las alas del águila, que significan muerte y destrucción para los enemigos del pacto (Deut. 28:49; Job. 39:27-30; Jer. 48:40; Oseas 8:1; Hab. 1:8; Mat. 24:28), son un emblema de paz, seguridad, y bendición para los herederos de la gracia del pacto.
Nuevamente (comp. v. 6), Juan señala que la huída de la mujer al desierto no es evidencia de que ha sido abandonada por Dios; no es una señal de que ha perdido la batalla, ni de que los sucesos están fuera de control. Más bien, ella vuela en alas de águila por encima de las aguas (v. 15) a su lugar, para que pueda ser sustentada durante el período de su tribulación (comp. Luc. 4:25-26), los conocidos tres años y medio de juicio mencionados en los profetas - o, como Juan los presenta aquí en el lenguaje de Daniel 7:25 y 12:7, un tiempo, y tiempos, y medio tiempo.
Tradicionalmente, los comentaristas preteristas han visto este pasaje en términos del escape de la Iglesia de Judea de las invasiones edomitas y romanas durante las guerras de los judíos cuando, en obediencia a las órdenes de Cristo (Mat. 24:15-28), los cristianos escaparon para buscar refugio en las cuevas del desierto. 39 No hay nada malo con este punto de vista hasta donde alcanza, pero no alcanza lo suficiente. Porque la alegoría de Juan sobre la mujer es la historia de la Iglesia, no sólo una rama particular de ella. La liberación de la Iglesia de Judea debe ser vista como la principal referencia histórica de este texto, pero teniendo en cuenta que su experiencia representa e ilustra la liberación de la Iglesia en su totalidad en este período difícil, cuando el Señor preparó una mesa para ella en presencia de sus enemigos (Sal. 23:5).

15-16 Juan continúa con sus imágenes de Éxodo, recordándonos de cuando los hijos de Israel fueron atrapados "entre el diablo y el profundo Mar Rojo": Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río. Farrer dice: "La mujer es tratada como la congregación de Israel, salvada de Egipto, levantada por el Señor en alas de águila, y traída a Sinaí. La persecución de ella por el dragón enviándole una inundación es una imagen generalizada de la acción de Faraón, que (1) manda que a los niños israelitas, y especialmente a Moisés, se los lleve el río Nilo, (2) sale con un ejército tras de Israel, que escapa, y (3) confía en el Mar Rojo para encerrar a Israel. 40 Las imágenes bíblicas eran familiares: un río amenazante tratando de abrumar al pueblo de Dios, fluyendo de la boca de sus enemigos (Sal. 18:4, 16; 124:3-6; Isa. 8:5-8; 59:19; Jer. 46:7-8; 47:2; Os. 5:10).
Pero nuevamente, como en el Éxodo, el plan del dragón queda frustrado: La tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca. 41 El cuadro se basa parcialmente en el incidente registrado en Números 16:28-33, cuando la tierra abrió su boca y se tragó a los instigadores de una rebelión contra Moisés. Milton Terry resume el punto de las alusiones de Juan al Antiguo Testamento en este pasaje: "La gramn idea en todas estas imágenes es que sale poder divino para liberar y sustentar a la Iglesia de Dios del Nuevo Testamento en el día de su persecución - el mismo poder que en la antigüedad hizo los milagros en Egipto, y en el Mar Rojo, y en el desierto". 42 Ése es en realidad el énfasis de Juan aquí. La Iglesia está divinamente protegida y preservada a través de todas sus tribulaciones. No importa qué haga el dragón en sus intentos por destruir la Iglesia - hasta provocar la Revuelta Judía, o hacer que los edomitas y los romanos masacren a los habitantes de Israel - la Iglesia escapa a su poder. Para cuando Roma ataca, la Iglesia hace tiempo que se ha ido; la tierra de Israel traga el río de ira, absorbiendo el golpe en su lugar. La destrucción de Jerusalén dejó a la verdadera ciudad y al templo indemnes, porque estaban a salvo con la mujer bajo la sombra del Omnipotente.

17 El dragón sólo tenía "poco tiempo" (v. 12) para destruir la Iglesia, y falló nuevamente. Frustrado en su intento por destruir a la Madre Iglesia, se airó contra la mujer, y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los cristianos que resultaron ilesos en la guerra del dragón contra la mujer. ¿Cómo es que la Iglesia es simbolizada tanto por la mujer como por sus hijos? "Estas distinciones se hacen y se mantienen fácilmente. La Iglesia, considerada como una institución y un cuerpo orgánico, puede ditinguirse de sus hijos, como muestran claramente Isaías 66:7-8 y Gálatas 4:22-26... En consecuencia, observamos que la Iglesia es, según un punto de vista, la totalidad de todos sus miembros o hijos; según otro, familiar a las Escrituras, sus miembros individuales se consideran como relacionados con ella como se relacionan los hijos con la madre". 43
Habiendo sido frustrado en su propósito de destruir tanto a la Madre como a su Simiente, el dragón vuelve su ira contra el resto de la descendencia de ella, la predominantemente gentil Iglesia cristiana por todo el imperio. Fijémosnos bien en la descripción que hace Juan de estos hermanos y estas hermanas del Señor Jesucristo: Guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús. La definición de cristiano es, desde una perspectiva, que él es miembro de una asamblea organizada del pueblo de Dios; igualmente importante, el cristiano es definido en términos de su conformidad ética a la ley de Dios.
Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él. (1 Juan 2:3-4)
Pues éste es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. (1 Juan 5:3).
Como ya nos ha informado Juan, los santos vencen al dragón por medio de la palabra de su testimonio y su fiel obediencia hasta la muerte (v. 11). Los siguientes capítulos detallarán varias etapas cruciales en la continuada guerra entre la simiente de la serpiente y la simiente de la mujer. El pasaje no se propone ser cronológicamente exacto, como si el dragón se volviera contra el resto de la Iglesia sólo después del fracaso de la Guerra Judía. Más bien, la huída de la Iglesia de Judea es sólo la culminación de una serie de liberaciones a través de los últimos días, simbolizadas por la huída de la mujer. Juan describe en imágenes las varias estratagemas ideadas por Satanás para destruir la Iglesia, y muestra que todas son un completo fracaso. El dragón libra una batalla perdida de antemano, porque ya ha sido derrotado en la cruz y en la tumba. No hay una sola pulgada cuadrada ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra donde hay paz entre la serpiente y la simiente de la mujer, y Cristo ya ha vencido de modo aplastante en todos los frentes. Desde la ascensión de Cristo, la historia del mundo ha sido una operación de limpieza. Mientras continúe siendo la Iglesia obediente, la Iglesia militante será la Iglesia triunfante también.

 
Notas:
1. Milton S. Terry, Biblical Apocalyptics: A Study of the Most Notable Revelations of God and of Christ in the Canonical Scriptures (New York: Eaton & Mains, 1896), p. 381.
2. Ibid.
3. La palabra señal se usa siete veces en los capítulos 12-19; tres están en el cielo (21:1, 3; 15:1), cuatro están en la tierra (13:3, 14; 16:14; 19:20).
4. Henry M. Morris, The Revelation Record: A Scientific and Devotional Commentary on the Book of Revelation (Wheaton: Tyndale House Publishers, Inc., 1983), p. 213.
5. La palabra mujer (o mujeres) se usa 19 veces en Apocalipsis, motivando a Ford para que sugiriera que "la mujer símbolo es casi tan importante como el Cordero" (Revelation: Introduction, Translation, and Commentary [Garden City: Doubleday and Company, 1975], p. 188.
6. Philip Barrington, The Meaning of the Revelation (London: SPCK, 1931), pp. 204f.
7. Véase, por ejemplo, Mat. 27:50; Mar. 3:11; 5:7; 9:24; 10:48; 15:13; Juan 1:15; 7:28; 12:13, 44; Hech. 19:28, 32, 34; Rom. 9:27; Gál. 4:6; sant. 5:4; y vea su uso especialmente en Apocalipsis: 6:10; 7:2, 10; 10:3; 14:15; 18:2, 18-19; 19:17.
8. Las doce estrellas son: "(1) Pi, (2) Nu, (3) Beta (cerca de la eclíptica), (4) Sigma, (5) Chi, (6) Iota. Estas seis estrellas forman el hemisferio meridional alrededor de la cabeza de Virgo. Luego están (7) Theta, (8) Estrella 60, (9) Delta, (10) Estrella 93, (11) Beta (la estrella de segunda magnitud), (12) Omicron. Éstas últimas seis estrellas forman el hemisferio septentrional alrededor de la cabeza de Virgo. Todas estas estrellas son las visibles que podrían haber sido vistas por observadores". Ernest L. Martin, The Birth of Christ Recalculated (Pasadena, CA: Foundation for Biblical Research, 2nd. cd., 1980), p. 159.
9. Véase de Josefo, Antiquities of the Jews, iii.vii.7, donde explica el significado de las doce piedras en el pectoral del sumo sacerdote, que representaban las doce tribus de Israel (Éx. 28:17-21), en términos del Zodíaco.
10. Véanse los comentarios sobre Apocalipsis 4:7; comp. Ernest L. Martin, The Birth of Christ Recalculated, pp. 168s.
11. Farrer, The Revelation of St. John the Divine (Oxford: At the Clarendon Press, 1964), p. 141.
12. Se sostiene por lo general que Herodes el Grande murió en el año 4 a. C., y que, por lo tanto, Cristo nació en el año 6 o 7 a. C. Sin embargo, Martin presenta argumentos detallados y persuasivos a favor de que la muerte de Herodes ocurrió en el año 1 a. C. Véase su obra Birth of Christ Recalculated, pp. 26-131.
13. Ibid., pp. 146s. ¿Y Diciembre 25, la fecha tradicional de la Natividad? Como lo demuestra Martin, tuvieron lugar numerosos y alarmantes fenómenos astronómicos durante los años 3-2 a. C. Principal entre estos sucesos celestes fue el hecho de que Júpiter, reconocido por judíos y gentiles por igual como el "Planeta del Mesías", estaba situado en el vientre de Virgo y que permaneció inmóvil, directamente sobre Belén, el 25 de diciembre del año 2 a. C., cuando el Niño tenía poco más de un año. (Mateo dice que la santa familia estaba instalada en una casa, no un establo, para cuando los magos la visitaron [Mat. 2:11]. Además, Herodes ordenó la matanza de los inocentes "menores de dos años, conforme al tiempo que había inquirido de los magos" [Mat. 2:16], indicando que el Niño ya no era un recién nacido). Para un relato completo de los eventos astronómicos de 3-2 a. C., véase de Martin, pp. 4-25, 144-177.
14. Ibid., pp. 152s.
15. Ibid., p. 158.
16. Algunos suponen erróneamente que era un hipopótamo. Su descripción en el texto bíblico indica que estaba mucho más cerca de ser un brontosauro.
17. ¡Algunos creen de verdad que la criatura mencionada en esta última referencia, un dragón enorme que escupía fuego llamado Leviatán, era un cocodrilo! Sin embargo, es claro según las afirmaciones de Job, que por lo menos algunos grandes dinosauros fueron contemporáneos de este primitivo patriarca. Para un equilibrado examen de supuestos avistamientos de monstruos marinos en tiempos más recientes, véase de Bernard Heuvelmans, In the Wake of the Sea Serpents (New York: Hill and Wang, 1968). Duane T. Gish ha propuesto una posible explicación de la biología de "escupir fuego" en su obra Dinosaurs: Those Terrible Lizards (San Diego: Creation-Life Publishers, 1977), pp. 50ss.
18. En Hebreos, esta es una palabra completamente diferente del nombre de Rahab, la prostituta cananea que salvó a los espías hebreos en Josué 2.
19. La palabra hebrea aquí es bara, por lo demás usada solamente para describir la creación de los cielos y la tierra, v. 1, y la del hombre, v. 27.
20. Comp. Deut. 8:15; Luc. 10:19; 11:11-12; Apoc. 9:3-11.
21. Farrer, p. 143.
22. Ibid.
23. La constelación de Libra (la Balanza) era también considerada en el mundo antiguo como las Garras de Escorpión; véase, de Richard Hinckley Allen, Star Names: Their Lore and Meaning (New York: Dover Publications, 1963), pp. 269ss.
24. Algunos argüirán que esta frase se refiere, no a la encarnación o nacimiento físico de Cristo, sino a su generación eterna; sin embargo, para fines de la alusión bíblica de Juan, la cuestión es irrelevante. Con el salmista, su énfasis es que el Niño pasa desde el nacimiento a reinar.
25. Farrer, p. 141.
26. Para la relación entre los 1.260 días y el número de la bestia (666), véanse los comentarios sobre 13:18.
27. Calvino reconocía que esta descripción de Miguel debía ser una referencia a Jesucristo; véase su libro Commentaries  on the Book of the Prophet Daniel (Grand Rapids: Baker Book House, 1979), Vol. 2, pp. 369ss.
28. Con la frase "el cuerpo de Moisés", Judas probablemente quiere decir la comunidad del pacto del Antiguo Testamento, el equivalente del "Cuerpo de Cristo": comp. las "casas" de Moisés y de Cristo en Heb. 3:2-6.
29. Véase la discusión sobre este punto en la obra de Herman Bavinck, The Doctrine of God, traducida por William Hendriksen (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1951), pp. 256ss.
30. Una discusión sumamente útil de todo este punto se encuentra en Barrington, pp. 218-224. Véase también de E. W. Hengstenberg, The Revelation of St. John (Cherry Hill, NJ: Mack Publishing Co., [1851] 1972), Vol. 1 , pp. 464-472.
31. Barrington, p. 222.
32. Terry, p. 386.
33. Barrington, p. 219.
34. Sobre el  carácter de Satanás esencialmente como el calumnioso "acusador de los hermanos", véase, de Greg Bahnsen, "The Person, Work, and Present Status of Satan", en The Journal of Christian Reconstruction, Vol. I, No. 2 (Winter, 1974).
35. Comp. de Robert L. Wilken, The Christians as the Remans Saw Them (New Haven: Yale University Press, 1984), pp. 17ss., 117ss.
36. Tanto sangre como palabra están en el caso acusativo, pero la preposición debería leerse en el sentido de medios, así como porque aquí (comp. Mat. 15:6; Juan 6:57; 15:3; Efe. 5:18; Apoc. 13:14); véase de Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of John: Studies in Introduction with a Critical and Exegetical Commentary (Grand Rapids: baker Book House, [1919] 1979), p. 627.
37. John Calvin, Commentary on the Gospel According to John (Grand Rapids: baker Book House, 1979), Vol. 2, p. 36; comp. Ronald S. Wallace, Calvin´s Doctrine of the Christian Life (Tyler, TX: Geneva Ministries, [1959] 1982, p. 110.
38. David Chilton, Paradise Restored: A Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion Press, 1985), p. 59; Meredith G. Kline, Images of the Spirit (Grand Rapids: Baker Book House, 1980), pp. 13ss.
39. Eusebius, Ecclesiastical History, iii.v.
40. Farrer, p.148. Farrer también señala las imágenes astronómicas involucradas aquí: "Está la gran Águila del cielo estrellado, con sus dos alas, y la Señora del Zodíaco puede muy bien recibir su ayuda al huir del Escorpión que la perseguía; porque todos esperamos escapar del siniestro presagio de su nombre al aceptar al Águila en su lugar, cuando contamos los cuatro rostros del cielo.... Es después de que la mujer ha recibido las alas del Águila que el dragón dispara un río hacia ella. Esto es astrológico, también; el gran río del cielo, la Vía Láctea, sale de Escorpión y describe una curva sobre el Águila" (ibid).
41. Es interesante notar que tanto Cristo como el dragón se presentan en Apocalipsis como escupiendo personas de sus bocas: Cristo vomita los apóstatas (3:16), y el dragón arroja torrentes de ejércitos (12:16-17) (del mismo modo que había arrojado las estrellas a la tierra en 12:4). En una figura relacionada, la tierra vomita los cananeos y los Israelitas apóstatas en Levítico 18:28, pero aquí la tierra se traga el río que el dragón había lanzado por su boca.
42. Terry, p. 390.
43. Ibid., p. 391. Un ejemplo relacionado es el uso bíblico de las expresiones Sión e Hija de Sión (comp. Sal. 9:11, 14; Cant. 3:11) e hijos de Sión (comp. Sal. 149:2).
 
 
 

 
LA IGNORANCIA DESTRUYE
 
Oseas 4:6

Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos.
LA IGNORANCIA ESCLAVIZA
 
Isaías 5:13

Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo conocimiento;
y su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed.
EL CONOCIMIENTO HACE LIBRE
 
Juan 8:32

y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
VERSÍCULOS QUE CONFIRMAN QUE JESÚS DEBÍA VOLVER MUY PRONTO EN EL PRIMER SIGLO
 
Mateo 10:23



Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre.

Mateo 16:28

De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.

Mateo 24:34

De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.

Filipenses 4:5

Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.


Apocalipsis 1:3

Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.

Apocalipsis 22:10

Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.

Hebreos 10:37

Porque aún un poquito,
Y el que ha de venir vendrá, y no tardará.

Apocalipsis 22:7

¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.

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Son mucho más las evidencias en el Nuevo Testamento
que confirman que Jesús debía volver durante esa generación,
si no volvió, su mensaje sobre un futuro pero cercano reino fue la farsa más grande de la historia
y en consecuencia, la Iglesia del primer siglo vivió y murió creyendo en una mentira. Sin embargo, creemos que
Jesús no mintió, él vino e instauró su reino de justicia sobre la tierra, un reino (espiritual) que no tendrá fin jamás.








 
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