A diario leo en los muros de Facebook, sobre cristianos que anhelan tener más de Dios, sentir más de él, como si lo que tuvieran de él no fuese suficiente. No sé como conciben a Dios, realmente. Pareciera que lo vieran como una sustancia material; como algo que se puede obtener por medida.
—No, mi estimado amigo, Dios no es una sustancia de la que podemos ir llenándonos poco a poco, dependiendo de cuanto queramos de él. Dios es un todo, y lo es en todos. Lo que debemos hacer, en verdad, es «vivir a Dios» intensamente cada día. Caminar por la vida erguidos, como reyes de un reino eterno que somos. Es nada menos que el creador del universo quien está dentro de nosotros, no simplemente una parte de él, sino todo lo que él es.
Cuando caminamos por la calle, o estamos en el trabajo, o descansando en casa, es Dios mismo quien está allí. No se puede decir que “creemos en un Dios poderoso” , y al mismo tiempo imaginarnos a diablos y demonios revoleteando a nuestro alrededor, dispuestos a devorarnos. Ambas cosas son incompatibles.
Cuando la luz alumbra no hay más oscuridad. Es impensable encender la luz en las calles al medio día, es un gasto inútil. —Me pregunto: Habiendo tanta luz en el mundo, me refiero a los millones de creyentes que hay en él, ¿cómo es que aún puede hablarse de un reino de tiniebla espiritual gobernando con poder sobre la tierra? Al parecer no se ha entendido bien el mensaje de la Biblia.
¿Sabía usted que el mensaje más importante del Nuevo Testamento fue «el arrepentimiento»? Lo predicó Juan el bautista, también Jesús, y posteriormente sus apóstoles. Todos ellos hablaron de arrepentimiento, cuya palabra en griego es metánoia, y que significa: «Cambiar el modo de pensar».
Sí, el mensaje en el primer siglo era éste: «Si quieres entrar en el Reino de Dios, debes cambiar tu modo de pensar». Nosotros, hemos tomado este término y lo hemos limitado a una invitación al altar, con llanto y lamento, pidiendo perdón por los pecados, para tener entrada en el reino de Dios. Pero no, no era solo cuestión de pecado el problema del hombre del primer siglo, específicamente el judío. Su problema mayor era que ellos durante toda su vida habían identificado el reino de Dios como una institución terrenal. Razón por la que aun en el momento mismo en que Jesús ascendía al cielo, la gran preocupación de ellos era: ¿Restaurarás el reino a Israel en este tiempo? (Hch.1:6) No entendían, no lograban visualizar algo diferente a lo que siempre habían visto.
Jesús vino hablando de un reino espiritual, de un reino eterno. El reino que ellos conocían era terrenal y estaba condicionado al espacio y al tiempo; sin embargo, era el mundo que ellos amaban. Por lo tanto, de la única manera que ellos pudieran visualizar el reino espiritual de Dios, era cambiando su modo de pensar; debía producirse una “metánoia” en ellos, un cambio de mente.
Lo que necesitan muchos cristianos hoy, es experimentar una verdadera metánoia; un verdadero cambio de mentalidad. No se puede entender la Biblia con la mentalidad de la gente que vivió hace dos mil años atrás. La Biblia es muy explícita al declararnos en Ef.1:21-23, la gran victoria de Cristo sobre todo principado, autoridad, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, (el tiempo en que se escribió esa escritura), sino también en el siglo venidero, es decir, este tiempo, el tiempo de la iglesia, el reino eterno de Dios en la tierra.
Por eso digo, hoy tenemos a Dios completamente en nosotros, disfrutémoslo y vivámoslo plenamente. No estamos en el viejo pacto, donde solo se concebía un reino terrenal, y con muchas limitaciones y condiciones. Hoy estamos en el reino eterno de Dios. Somos sacerdotes reales de un reino sin fin.
No hagamos del reino de Dios una institución humana más. Derribemos las paredes que nos dividen; proclamemos el nombre que es por sobre todo nombre. No vivamos como avestruces, que aunque son las aves más grande del planeta, sin embargo, no pueden volar. Seamos como las águilas, las cuales siempre han simbolizado el poder y la grandeza de los grandes imperios. Era el símbolo de victoria en el escudo de las legiones romanas. Se caracteriza por construir sus nidos en las altas montañas, por volar por encima de la tormenta y por tener una gran visión. Isaías 40, nos motiva a volar tan alto como ellas: “pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.”
No esperes el próximo culto para llenarte más de él, disfruta a Dios ahora mismo, ahí donde estás.
Él está dentro de ti. Dale gloria y alabanza porque él es real en tu vida. No necesitas vivir ninguna experiencia religiosa para convencerte que es así; simplemente es así. |