Parte Uno
PREÁMBULO: EL HIJO DEL HOMBRE
(Apocalipsis 1)
Introducción
El preámbulo en Deuteronomio (1:1-5) comienza: "Estas son las palabras ..." 1 Luego, el texto identifica al orador como Moisés a quien, como mediador del Pacto, se le ha "ordenado" entregarle y explicarle la "ley" de Dios a Israel. "Por lo tanto, Yahvé es el Señor que da el pacto y Moisés es el representante y el mediador del pacto. De este modo, esta sección corresponde al preámbulo de los tratados extra-bíblicos, que también identificaba al orador, el cual, por medio del pacto, declaraba su señorío y reclamaba la obediencia del vasallo".2 En el Apocalipsis, el Preámbulo comienza con una expresión similar: "La Revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto". (1:1-2).
El propósito del Preámbulo del pacto es, pues, proclamar el señorío del Gran Rey, declarando su trascendencia e inmanencia, y dejando bien claro desde el comienzo que su voluntad ha de ser obedecida por su vasallos, sus siervos. Los tratados bíblicos establecen la trascendencia e inmanencia de Dios refiriéndose a una o más de tres actividades: creación, redención, y revelación. Son las últimas dos las que se subrayan especialmente en el Preámbulo del Apocalipsis. Ya hemos notado el énfasis en la revelación divina en la frase inicial, y esto se subraya en los versículos siguientes. La iglesias han de "oir las palabras de esta profecía, y guardar las cosas en ella escritas", y el Señor pronuncia una bendición especial sobre los que obedecen (1:3); Juan se refiere nuevamente a sí mismo como el que ha testificado de "la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo" (1:9); además, habla de la revelación que vino a él en términos de los modelos corrientes y familiares de la revelación de pacto a través de la historia bíblica. "Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, que decía: Escribe en un libro lo que ves ..." (1:10-11; véase más abajo).
La redención también se enfatiza en este pasaje: "Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén" (1:5-6). Además, se declara específicamente que Cristo es el Redentor, el Hijo del Hombre, que "viene con las nubes" en su gloriosa ascensión al Padre y el juicio venidero sobre Israel para recibir el imperio, la gloria, y un Reino; que será visto por "los que le traspasaron", y sobre el cual se lamentarán "todas las tribus de la tierra" (1:7; comp. Dan. 7:13-14; Zac. 12: 10-14; Mat. 24:30; Juan 19:37; Efe. 1:20-22). La visión de Cristo que tuvo Juan desarrolla la idea de su obra redentora: Está ataviado como Sumo Sacerdote (1:13), revelado como la gloria de Dios encarnada (1:14-15), el Creador y Sustentador del mundo, cuya poderosa Palabra sale para conquistar a las naciones (1:16); que murió y resucitó de entre los muertos, y que vive para siempre jamás (1:17-18).
Notas:
1. El título de Deuteronomio en hebreo es simplemente: Las Palabras.
2. Meredith G. Kline, Treaty of the Great King (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1963), p. 30.
Parte Uno
1
REY DE REYES
Título y Bendición (1:1-3)
1 La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan;
2 que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto.
3 Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.
1. Desde el comienzo, Juan deja bien claro que su libro revela, devela, descubre, los propósitos de Dios. No tiene la intención de ser misterioso o enigmático; de manera enfática, revela su tema. Específicamente, es la revelación de Jesucristo, que Dios le dio - en otras palabras, una revelación en la cual medió nuestro Señor en persona (comp. Heb. 1:2), sobre las cosas que deben suceder pronto. Por lo tanto, el Apocalipsis no se ocupa ni del alcance de la historia mundial ni del fin del mundo, sino de los sucesos que estaban en el futuro para Juan y sus lectores. Como veremos a través del comentario, el Libro de Apocalipsis es un "proceso legal de pacto", que profetiza el derramamiento de la ira de Dios sobre Jerusalén. Es una profecía del período conocido en la Escritura como "los últimos días", es decir, los últimos días de la nación de la alianza, Israel, la "generación" de cuarenta años (Mat. 24:34) transcurridos desde la ascensión de Cristo (30 d. C.) hasta la caída de Jerusalén a manos de los romanos (70 d. C.). 1 Predice sucesos que Juan esperaba que sus lectores vieran muy pronto.
Esto milita claramente contra cualquier interpretación "futurista" del libro. Los futuristas dicen que Juan estaba advirtiendo a los cristianos de sus días mayormente sobre cosas que ellos nunca verían - ¡quiere decir que el Libro de Apocalipsis ha sido irrelevante por 1.900 años! Afirmar que el libro es relevante sólo para nuestra generación es egocéntrico, y contrario al testimonio del libro mismo. Debe subrayarse que la expresión griega significa claramente lo que dice, y los que primero leyeron la frase no habrían entendido que significase ninguna otra cosa (comp. Lucas 18:8; Hechos 12:7; 22:18; 25:4; Rom. 16:20; Apoc. 22:6). Una interpretación futurista queda refutada en la mera primera frase del Apocalipsis.
Antes de que sigamos adelante, debemos notar también que la declaración inicial de Juan presupone la filosofía bíblica de la historia: Dios es Señor de todos, tiene un plan abarcante para su creación, y gobierna cada átomo de la realidad según su plan. Después de todo, ¿cómo conoce Dios el futuro? La Biblia no indica que Dios tiene una especie de bola de cristal con la cual percibe los sucesos futuros. Pensemos en eso. En realidad, no existe tal cosa como "el futuro", en el sentido de algo "allá afuera" que puede ser adivinado con el equipo adecuado. Decir que algo está en el futuro es simplemente decir que todavía no existe. Entonces, ¿cómo conoce Dios el futuro? La Biblia sólo da una respuesta: Dios conoce el futuro porque él lo planeó:
Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos. (Sal. 103:19).
Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho. (Sal. 115:3).
Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? (Dan. 4:35)
En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad. (Efe. 1:11)
De este modo, aunque "el futuro" no existe todavía, es absolutamente cierto y seguro, porque el Señor todopoderoso del universo lo ha planeado infaliblemente. Él "da vida a los muertos, y llama a las cosas que no son, como si fuesen" (Rom. 4:17). Dios conoce todas las cosas exhaustivamente porque Él planeó todas las cosas exhaustivamente.
Arthur Pink escribió: "El Señor Dios omnipotente reina. Su gobierno se ejerce sobre la materia inanimada, sobre las bestias brutas, sobre los hijos de los hombres, sobre ángeles buenos y malos, y sobre Satanás mismo. Ningún giro de ningún mundo, ningún brillo de ninguna estrella, ninguna tormenta, ningún movimiento de ninguna criatura, ninguna acción de los hombres, ninguna diligencia de los ángeles, ninguna obra del diablo -- nada en todo el vasto universo puede ocurrir sino porque Dios se lo ha propuesto eternamente. Aquí hay fundamento para la fe. Aquí hay un lugar de descanso para el intelecto. Aquí hay un ancla para el alma, segura y firme. No es el destino ciego, la maldad desenfrenada, ni el hombre, ni el diablo, sino el Señor Todopoderoso, el que gobierna el mundo, gobernándolo de acuerdo con su propia voluntad y para su propia gloria eterna". 2
Ahora, Juan dice que estas cosas en relación con el futuro le fueron "declaradas" por el ángel. El uso de esta palabra nos dice que la profecía no debe ser tomada simplemente como "historia escrita por anticipado". Es un libro de signos, representaciones simbólicas de sucesos que se acercaban. Los símbolos no han de entenderse de manera literal. Podemos ver esto en el uso que hace Juan del mismo término en su evangelio (12:33; 18:32; 21:19). En cada caso, se dice que Cristo "daba a entender" un suceso futuro mediante una indicación más o menos simbólica, más bien que por medio de una descripción prosaica y literal. Y esta es generalmente la forma de las profecías en el Apocalipsis. Es un libro de símbolos de principio a fin. Como bien dijo G. R. Besley-Murray: "El profeta desea dejar claro que él no proporciona fotografías del cielo".3 Esto no significa que los símbolos son ininteligibles; la interpretación no es lo que cualquier individuo decida que sea. Ni, por otra parte, están escritos los símbolos en alguna especie de código, de manera que todo lo que necesitamos sea un diccionario o un gramática de simbolismos para "traducir" los símbolos al español. La única manera de entender el sistema de Juan es familiarizarse con la Biblia misma.
2-3 Aquí se establece una importante relación. El versículo 1 nos mostró a Jesucristo dando la revelación a Juan; ahora Juan dice que él mismo testifica de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo. Así, pues, vemos que Jesús es el pre-eminente portador del testimonio, testificando a sus siervos; y vemos también que Juan testifica del testimonio de Cristo. Él puede hacer esto porque es uno de los siervos de Cristo, y ha venido a ser como su Maestro. Al dar testimonio, Juan se conforma a la imagen de Cristo. Estos dos modelos - Cristo y sus siervos dando un doble testimonio, y los siervos de Cristo llevando su imagen - ocurren a través de todo el libro, e informarán a nuestro entendimiento de pasajes como 11:4-12.
Porque este doble testimonio (el libro de Apocalipsis) es la misma Palabra de Dios, se pronuncia una bendición - la primera de las siete "bienaventuranzass" de la profecía (1:3; 14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7; 22:14) - sobre los que son fieles a su mensaje. Notemos la forma específica de la bendición, porque ofrece otra importante indicación del contenido del libro: Bienaventurado el que lee y bienaventurados los que oyen. Juan ha escrito esta profecía, no solamente (ni principalmente) para la edificación individual, sino para la iglesia en sus reuniones oficiales de culto. Desdc el principio, el Libro de Apocalipsis es colocado en un marco litúrgico, en el cual un lector lee la profecía a la congregación. La palabra griega para leer se usa a menudo en el Nuevo Testamento para esta actividad litúrgica (Lucas 4:16; Hechos 13:27; 15:21; 2 Cor. 3:15; Efe. 3:4; Col. 4:16; 1 Tesa. 5:27; 1 Tim. 4:13). El Libro de Apocalipsis, como veremos, se ocupa mucho de la liturgia; en realidad, el culto es un tema central de la profecía. Mostrándonos cómo se hace la voluntad de Dios en el culto celestial, Juan revela cómo ha de cumplir la iglesia la voluntad de Él en la tierra.
De la liturgia del culto especial, salimos al mundo, para servir a Dios en la liturgia de la vida. Respondemos a la verdad ("Amén") en el culto especial, y luego respondemos adicionalmente en el culto general durante toda nuestra vida. Así, la bendición de Juan no es sólo para el que lee y los que oyen, sino para los que guardan este mensaje. La meta del libro no es solamente informarnos de sucesos "proféticos". La meta de la instrucción apostólica es siempre ética: Está escrita para producir "amor de un corazón limpio, una buena conciencia, y una fe no fingida" (1 Tim. 1:5). El Apocalipsis nos da mandamientos para guardar; y, en particular, los lectores del siglo primero debían acatar y obedecer su instrucción, pues la crisis estaba sobre ellos. El tiempo está cerca, advierte Juan, enfatizando nuevamente la relevancia contemporánea de su profecía. Repite su advertencia al final del libro (22:6,7,10). El mundo antiguo estaría pronto en un alboroto de reinos sacudidos y desmoronados hasta sus cimientos, y los cristianos necesitaban la Revelación como una guía estable durante el período de dramáticos cambios que habría de venir. El fin del mundo se acercaba - no la destrucción del universo físico, sino el del antiguo orden mundial, el gobierno del mundo alrededor del santuario central en Jerusalén. Dios había establecido una nueva nación, un nuevo sacerdocio, una nueva humanidad que adorara en un nuevo santuario. La Casa de Dios se acercaba a su terminación, y la morada antigua y provisional, como un andamiaje, estaba a punto de ser quitada.
Salutación y doxología (1:4-8)
4 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante del trono;
5 y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,
6 y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.
7 He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.
8 Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.
4-6 Juan dirige su profecía a las siete iglesias en Asia. De las descripciones que siguen (capítulos 2-3), es obvio que Juan definidamente está pensando en estas iglesias. La idea propagada por C. I. Schofield y otros de que estas iglesias representan "siete fases de la historia espiritual de la iglesia" 4 es una mera ficción, sin ninguna evidencia objetiva, y está aplicada de manera totalmente arbitraria y selectiva. Hay por lo menos tres presuposiciones falaces sostenidas por los que abogan por esta doctrina.
Primera, la doctrina de las "siete épocas" presupone que el Libro de Apocalipsis cubre toda la historia de la iglesia, de principio a fin. Al defender su punto de vista, Schofield dice: "Es increíble que no haya un concepto como éste en una profecía que cubre el período de la iglesia". 5 Muy cierto, quizás; pero, ¿quién dice que el Libro de Apocalipsis abarca la historia de la iglesia? Juan ciertamente no lo dice. Sólo afirma que la profecía abarca "las cosas que deben suceder pronto" (1:1), y que el tiempo del cual la profecía habla está cerca (1:3). Así, pues, la presuposición más básica de las "siete épocas" es completamente falsa.
La segunda presuposición sostiene que la iglesia terminará en derrota y en apostasía: Se supone que la iglesia laodicense, tibia, virtualmente apóstata, de la cual Cristo no tiene nada bueno que decir (3:14-22), simboliza la iglesia de Jesucristo al final de los tiempos. (Un corolario de este punto de vista es que "los últimos días" de que se habla en las Escrituras, en los cuales la apostasía es rampante, son los verdaderos últimos días de la historia de la tierra). El hecho de que la iglesia termina en victoria y en triunfo es, por supuesto, lo que este comentario se propone demostrar; así que no es necesario decir nada más aquí. Pero es importante notar que la idea de la apostasía al final de los tiempos es una presuposición del punto de vista de las "siete épocas", y los que la sostienen están suponiendo lo que quieren demostrar.
La tercera presuposición, por supuesto, es la de que nosotros estamos viviendo en la última etapa de la iglesia (nuevamente, debemos notar que esta gente son a menudo incapaces de imaginarse a sí mismos viviendo en cualquier época que no sea el clímax de la historia). Esta presuposición es errónea. Las profecías de la gloriosa condición de la iglesia, que se han de cumplir antes del regreso de Cristo, están lejos de haberse cumplido. Probablemente nos quedan miles de años antes del fin. Y, aunque está de moda que los modernos intelectuales cristianos hablen de nuestra civilización como "post-cristiana", deberíamos darle vuelta a esta afirmación y convertirla en bíblicamente exacta: Nuestra cultura no es post-cristiana - nuestra cultura es todavía mayormente pre-cristiana! 6
Por lo tanto, aunque no podemos decir que las siete iglesias representan siete épocas en la historia de la iglesia, hay un punto importante que debe observarse aquí. El hecho de que se mencionen siete iglesias en un libro lleno de símbolos numéricos no debería pasarse por alto. En las Escrituras, siete es el número que indica plenitud cualitativa, la naturaleza esencial de una cosa (como diez indica la calidad de "mucho", una plenitud de cantidad); aquí representa el hecho de que el Apocalipsis está destinado a la iglesia entera en todo tiempo. Los mensajes a las iglesias de Asia han de aplicarse a todos, así como las cartas de Pablo a los romanos y a los filipenses tienen significación mundial. Pero en nuestra aplicación de estas cartas, debemos tener cuidado de no arrancarlas de su contexto histórico. 7
Juan usa la bendición característica de los apóstoles: gracia (el favor de Dios concedido a los que, aparte de Cristo, merecen la ira) y paz (el estado de reconciliación permanente con Dios por medio de la expiación de Cristo). Estas bendiciones, dice, son de cada miembro de la Deidad: el Padre, el Espíritu Santo, y el Hijo. Cada uno de los tres participa plena e igualmente en extender la gracia y la paz a los elegidos. El Padre nos escogió desde antes de la fundación del mundo, y envió a su Hijo a redimirnos; el Hijo, en nuestro lugar, vivió una vida perfecta en obediencia a la Ley, y pagó la pena completa por nuestros pecados; y el Espíritu aplica la obra del Padre y el Hijo a través de la regeneración y la santificación. El resumen adecuado de todo lo que Dios ha hecho por nosotros está contenido en estas palabras: gracia y paz.
Las personas de la Trinidad se nombran aquí en orden litúrgico (para distinguirlo del orden teológico). La explicación de Michael Wilcocks es muy útil: "La visión de Juan le va a llevar al santuario celestial, del cual el Tabernáculo judío era copia y sombra (Heb. 8:5); y quizás el orden desusado de la Trinidad aquí (Padre, Espíritu, Hijo) corresponde al plan del santuario terrenal, en el cual el arca en el Lugar Santísimo representa el trono de Dios, el candelabro de los siete brazos en el Lugar Santo delante de él representa al Espíritu 8 , y en el atrio delante está el altar, con su sacerdote y sus sacrificios, ambos representando, por supuesto, la obra redentora de Cristo". 9
La salutación es una clara expresión de la fe trinitaria - que más tarde fue forjada en forma de credo en los concilios de Nicea (325 d. C.) y de Constantinopla (381), pero ciertamente explícita en la enseñanza de la Biblia. 10 La doctrina de la Trinidad es que hay un solo Dios (una persona) que es tres personas distintas - el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo - y que cada una de estas personas es Dios en sí mismo. No hay tres Dioses - sólo Uno. Y sin embargo, estas tres Personas no son diferentes maneras o modos en que Dios se nos da a conocer, ni deben confundirse las unas con las otras; son tres Personas distintas. Cornelius Van Til lo expresa tan claramente como cualquier otro: "Cada uno de ellos, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, es una personalidad, y juntos constituyen el Dios exhaustivamente personal. Hay una interacción eterna, interna, y auto-consciente entre las tres personas de la Deidad. Son co-sustanciales. Cada una es tan Dios como las otras dos. El Hijo y el Espíritu no derivan su existencia del Padre. La diversidad y la unidad en la Deidad son por lo tanto igualmente esenciales; son exhaustivamente correlativos entre sí y no correlativos con nada más". 11
Lo que esto significa es que Dios no es "básicamente" uno, derivándose las Personas individuales de la unicidad; ni es Dios "básicamente" tres, siendo secundaria la unidad de las Personas. Ni es la unicidad de Dios o su "triunidad" cada una anterior a la otra; ambas son básicas. Dios es Uno, y Dios es Tres. Hay tres Personas distintas, individuales, cada una de las cuales es Dios. Pero hay sólo Un Dios. 12 Para ponerlo en un lenguaje más filosófico, la unidad (unicidad) y la diversidad (triunicidad, individualidad) de Dios son igualmente definitivas. Dios es básicamente Uno y básicamente Tres al mismo tiempo. 13
Primero, Juan describe al Padre: El que es, y que era, y que ha de venir. Philip Barrington ha captado el espíritu de su expresión, que es griego atroz, pero excelente teología: El Que Es, y El Que Era, y El Que Ha de Venir. 14 Dios es eterno e inmutable (Mal. 3:6); como los cristianos primitivos se enfrentaban a lo que les parecía un futuro incierto, tenían que tener delante de ellos la absoluta certeza del eterno gobierno de Dios. Dios no está a merced de un ambiente; Él no es definido por ninguna condición externa; todas las cosas existen en términos de su Palabra infalible. Amenazados, opuestos, y perseguidos por los que estaban en el poder, sin embargo habrían de regocijarse en el conocimiento de su eterno Dios que "ha de venir", el que viene continuamente en juicio contra sus adversarios. La venida de Dios se refiere, no simplemente al fin del mundo, sino a su incesante gobierno sobre la historia. Él viene una y otra vez a librar a su pueblo y a juzgar a los impíos. 15
Segundo, Juan habla del Espíritu Santo como de los siete espíritus que están delante de Su trono. Aunque algunos han tratado de ver esto como una referencia a siete ángeles, es inconcebible que la gracia y la paz puedan originarse en alguien aparte de Dios. La Persona de la cual se habla aquí está claramente en pie de igualdad con el Padre y el Hijo. La descripción del Espíritu Santo aquí (como también en 3:1; 4:5; 5:6), se basa en Zacarías 4, donde el profeta ve a la iglesia como un candelabro con siete lámparas, alimentadas, sin intervención humana, por un flujo incesante de aceite a través de "siete tubos para las siete lámparas" (vers. 2) - cuya interpretación es, como le dice Dios a Zacarías: "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu" (vers. 6). El llenamiento y la obra capacitadora del Espíritu Santo en la iglesia se describen, pues, en términos del número siete, para simbolizar la plenitud y la calidad de completo. Así ocurre aquí en el Apocalipsis: "A las siete iglesias ... gracia y paz a vosotros ... de los siete espíritus". Y la obra del Espíritu en la iglesia tiene lugar en términos del dominio y la majestad de Dios, delante de su trono. De hecho, esto es un marcado énfasis en el libro de Apocalipsis: La palabra trono ocurre aquí cuarenta y seis veces (el libro del Nuevo Testamento que más se acerca a ese número es el evangelio de Mateo, donde se usa sólo cinco veces). El Apocalipsis es un libro, sobre todo, acerca de gobierno: revela a Jesucristo como el Señor de la historia, que restaura su pueblo al dominio por medio del poder del Espíritu Santo.
La palabra trono se usa particularmente en las Escrituras para referirse a la corte oficial de Dios, donde recibe adoración oficial de su pueblo en sábado. 16 La visión entera de Apocalipsis fue vista en el día del Señor (1:10) - el día cristiano de culto oficial corporativo; y toda la acción en el libro se centra en la adoración alrededor del trono de Dios. Juan quiere que veamos que el culto público y oficial del Señor Soberano es central a la historia - la historia tanto como un todo como en sus partes constitutivas (es decir, su vida y la mía). El Espíritu comunica gracia y paz a las iglesias, en el sentido especial, por medio del culto público. Hasta podemos decir esto: No podemos tener una continuada comunión con Dios, y recibir bendiciones de él, sin el culto público de la iglesia, el "lugar" de acceso al trono. El Espíritu trabaja en individuos, sí - pero no trabaja sin la iglesia. Su obra corporativa e individual pueden distinguirse, pero no pueden separarse. La idea de que podemos tener comunión con Dios, aunque separados de la iglesia y del culto corporativo del cuerpo de Cristo, es una idea completamente pagana, totalmente extraña a las Sagradas Escrituras. La Iglesia, como tal, recibe gracia y paz del Espíritu séptuple; y está continuamente delante del trono, la esfera especial de Su ministerio.
"Nuestras vidas son congestionadas y ruidosas. Es fácil pensar que la Iglesia y los sacramentos compiten con el otro mundo de la vida diaria por nuestra atención, llevándonos a alguna otra vida - secreta, enrarecida, y remota. Haríamos mejor en pensar en ese mundo diario y práctico como algo incomprensible e inmanejable, a menos y hasta que podamos acercarnos a él sacramentalmente por medio de Cristo. De lo contrario, la naturaleza y el mundo estarán más allá de nuestro alcance; el tiempo también, el tiempo que se lleva todas las cosas en un fluir sin sentido, haciendo que los hombres se desesperen a menos que vean en él el modelo de la acción de Dios, reflejado en el año litúrgico, el necesario camino a la Nueva Jerusalén". 17
El tercer miembro de la Deidad (en este orden litúrgico) es Jesucristo, al cual se refiere Juan con tres designaciones: el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. R. J. Rushdoony ha señalado con vigor cómo el término testigo (mártir, en griego) ha adquirido connotaciones ajenas al significado original de la palabra: "En la Biblia, el testigo es aquél que trabaja para hacer cumplir la ley y ayuda en su ejecución, incluyendo la ejecución de la pena de muerte. 'Mártir' ahora ha venido a significar exactamente lo opuesto, es decir, el que es ejecutado, más bien que el que ejecuta, el que es perseguido, más bien que el que es central en la persecución. El resultado es un serio error en la lectura de las Escrituras. ... La significación de Jesucristo como 'el testigo fiel y verdadero' es la de que Él no solamente testifica contra los que están en guerra contra Dios, sino que también los ejecuta.... Por lo tanto, Jesucristo testifica contra todo hombre y toda nación que establezca su vida sobre cualquier otra premisa que no sea el Dios soberano y trino, y su infalible y absoluta palabra-ley". 18
El tema de Cristo como el Testigo preeminente es importante en Apocalipsis, como observamos arriba, en el versículo 2. Como un modo de suplementar el análisis de Rushdoony, podemos observar que un aspecto central del testimonio de Cristo fue su muerte a manos de testigos falsos. Los que en este libro dan testimonio en su imagen lo harán también a costa de sus vidas (6:9; 12:11). La moderna connotación de la palabra mártir no es, pues, tan inverosímil o antibíblica como podría parecerlo a primera vista; pero es necesario, como ha mostrado Rushdoony, recordar el significado básico del término.
Jesús es también el Primogénito de los muertos. Por medio de su resurrección de entre los muertos, Él ha alcanzado la supremacía, teniendo "la preeminencia en todo" (Col. 1:18). Como dijo Pedro en el día de Pentecostés: "A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo" (Hechos 2:32-36). Dios cumplió la promesa que había hecho mucho antes: "Yo también le pondré por primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra" (Sal. 89:27).
Obviamente, Juan tenía en mente este pasaje de los Salmos, porque la siguiente designación que le da a nuestro Señor es la de Soberano de los reyes de la tierra. La prioridad y la soberanía de Cristo están por encima de todo. No "sólo" es el Salvador, esperando un futuro suceso cataclísmico antes de convertirse en Rey; él es el Rey universal ahora, en esta época - y está sentado a la mano derecha dde su Padre mientras todos sus enemigos están siendo puestos bajo sus pies. Este proceso de asumir el dominio sobre toda la tierra en términos del título a que tiene derecho está teniendo lugar en este momento, y ha estado teniendo lugar siempre desde que resucitó de entre los muertos. Como Primogénito ( ¡y unigénito!), Cristo posee los derechos soberanos de toda la creación: "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra", afirmó (Mat. 28:18). Todas las naciones le han sido concedidas como herencia, y los reyes de la tierra están bajo una orden tribunalicia para someterse a él (Sal. 2:8-12). Comentando el título de Cristo como soberano de los reyes de la tierra, William Symington escribió: "Las personas que aquí se supone que están sujetas a Cristo son reyes, gobernantes civiles, supremos y subordinados, todos los que tienen autoridad civil, ya sean en las ramas legislativa, judicial, o ejecutivas del gobierno. De los tales, Jesucristo es Príncipe; - soberano, señor, jefe, el primero en poder, autoridad, y dominio". 19
De hecho, ésta es precisamente la razón de la persecución de los cristianos por parte del estado. Por el evangelio, Jesucristo ha declarado su absoluta soberanía y dominio sobre los gobernantes y las naciones de la tierra. Ellos tienen una alternativa: O someterse al gobierno y a la ley de Jesucristo, aceptando sus términos no negociables de rendición y paz, o ser hechos añicos por la vara de su ira. Una posición tal, audaz e inflexible, es una afrenta a la dignidad de cualquier humanista que se respete a sí mismo - mucho más para los gobernantes que están acostumbrados a considerarse dioses que caminan sobre la tierra. Quizás a este Cristo pueda permitírsele un lugar en el panteón, junto con el resto de nosotros los dioses; pero que sus seguidores le proclamen como Señor sobre todos, cuya ley es obligatoria para todos los hombres, cuyos estatutos llaman a juicio las leyes y decretos de las naciones - es demasiado; es inexcusable, y no puede ser permitido.
Por supuesto, habría sido mucho más fácil que los primeros cristianos hubiesen predicado la popular doctrina de retirada de que Jesús es Señor del "corazón", que Él tiene que ver con las conquistas "espirituales" (o sea, no terrenales), pero que no le interesan en lo más mínimo las cuestiones políticas; que Jesús se contenta con ser "Señor" en el ámbito del espíritu, mientras César es Señor en todos los demás lugares (es decir, donde a nosotros nos parece que realmente importa). Esta doctrina no habría sido ninguna amenaza en absoluto para los dioses de Roma. De hecho, ¡César no podría pedir una religión más cooperadora! Un cristianismo desdentado e impotente es una mina de oro para el estatismo: Mantiene la atención de los hombres enfocada en las nubes mientras el estado les vacía sus bolsillos y les roba sus hijos.
Pero la iglesia primitiva no era consciente de esta enseñanza escapista. En vez de eso, enseñaba la doctrina bíblica del señorío de Cristo - que Él es Señor de todos, "Soberano de los reyes de la tierra". Era esto lo que garantizaba su persecución, su tortura, y su muerte a manos del estado. Y era esto también lo que garantizaba su victoria en última instancia. Porque Jesús es Señor universal, toda oposición a su gobierno está condenada al fracaso, y será aplastada. Porque Cristo es Rey de reyes, a los cristianos se les aseguran dos cosas: guerra a muerte contra todos los supuestos dioses; y el triunfo completo de la fe cristiana sobre todos sus enemigos.
Por esta razón, Juan prorrumpe en una doxología de alabanza a Jesucristo, que nos ama y nos libró de nuestros pecados por medio del rescate de su propia sangre, y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios y su Padre; a Él sea la gloria y el dominio por siempre jamás. No sólo hemos sido redimidos de nuestra esclavitud, sino que hemos sido constituídos reyes y sacerdotes. El reino ha comenzado; los cristianos ahora reinan con Cristo (Efe. 1:20-22; 2:6; Col. 1:13), y nuestro dominio aumentará a través del mundo (Apoc. 5:9-10). Somos un sacerdocio victorioso, que pone bajo su gobierno todas las áreas de la vida.
7-8 El versículo 7 anuncia el tema del libro, que no es la Segunda Venida de Cristo, sino más bien la Venida de Cristo en juicio sobre Israel, para establecer la iglesia como el nuevo reino. Viene con las nubes, proclama Juan, usando una de las más familiares imágenes bíblicas de juicio (comp. Gén. 15:17; Éx. 13:21-22; 14:19-20, 24; 19:9, 16-19; Sal. 18:8-14; 104:3; Isa. 19:1; Eze. 32:7-8; Mat 24:30; Mar. 14:62; Hech. 2:19). Esta es la nube de gloria, el carruaje celestial de Dios por medio del cual Él anuncia su presencia. 20 La nube es una revelación de su trono, pues Él viene a proteger a su pueblo y a destruir a los impíos. Una de las más llamativas descripciones de la "venida de Dios en las nubes" aparece en la profecía de Nahum contra Nínive (Nah. 1:2-8):
Jehová es Dios celoso y vengador; Jehová es vengador y lleno de indignación; se venga de sus adversarios, y guarda enojo para sus enemigos. Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable. Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies. Él amenaza al mar, y lo hace secar, y agosta todos los ríos; Basán fue destruido, y el Carmelo, y la flor del Líbano fue destruida. Los montes tiemblan delante de él, y los collados se derriten; la tierra se conmueve a su presencia, y el mundo, y todos los que en él habitan. ¿Quién permanecerá delante de su ira? ¿y quién quedará en pie en el ardor de su enojo? Su ira se derrama como fuego, y por él se hienden las peñas. Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían. Mas con inundación impetuosa consumirá a sus adversarios, y tinieblas perseguirán a sus enemigos.
Su venida en las nubes, pues, trae juicio y liberación en la historia; no hay razón, ni en el uso general bíblico ni en su contexto inmediato aquí, para suponer que se quiere significar el fin literal del mundo físico (aunque el sentido puede ciertamente aplicarse al Día Final también). Juan está hablando del hecho, subrayado por los apóstoles a través del período de los "últimos días", de que la crisis se acercaba rápidamente: Como Él había prometido, Cristo vendría contra la presente generación "en las nubes", en juicio airado contra el Israel apóstata (Mat. 23-25). Y todo ojo le verá, y los que le traspasaron (los gentiles, Juan 19:34, 37): Los crucificadores le verían viniendo en juicio - esto es, experimentarían y comprenderían que su venida significaría ira en la tierra (comp. el uso de la palabra en Mar. 1:44, Luc. 17:22; Juan 3:36; Rom. 15:21). El Señor había usado la misma terminología de su venida contra Jerusalén al fin de aquella generación (Mat. 24:30), y hasta había advertido al sumo sacerdote: "Veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo" (Mat. 26:64). En otras palabras, los apóstatas de aquella generación malvada entenderían el significado de la Ascensión de Cristo, la definitiva venida del Hijo del Hombre, el segundo Adán (Dan. 7:13). En la destrucción de su ciudad, su civilización, su templo, todo el orden de su mundo, entenderían que Cristo había ascendido a su trono como Señor del cielo y de la tierra. Verían que el Hijo del Hombre había venido al Padre.
Jesús había dicho también que "lamentarán todas las tribus de la tierra" en el día de su venida (Mat. 24:30), que "allí será el lloro y el crujir de dientes" (Mat. 24:51). Juan repite esto como parte del tema de su profecía: todas las tribus de la tierra [los judíos] se lamentarán por él. Tanto Jesús como Juan reinterpretaron esta expresión, tomada prestada de Zacarías 12:10-14, donde ocurre en un contexto original del lamento y el arrepentimiento de Israel. Pero Israel había pasado el punto de donde podía regresar; su lamento no sería de arrepentimiento, sino de pura agonía y terror.
Y, sin embargo, esto no niega las promesas en el libro de Zacarías. La verdad es que, por medio del juicio de Cristo sobre Israel, por medio de la excomunión de Israel, el mundo será salvo; y, por medio de la salvación del mundo, Israel mismo se volverá nuevamente al Señor y será salvo (Rom. 11:11-12, 15, 23-24). Porque Cristo viene en las nubes, en la historia, juzgando a los hombres y a las naciones, la tierra es redimida. Cristo viene, no simplemente para juicio, sino para juicio que es para salvación. "Luego que hay juicios tuyos sobre la tierra, los moradores de la tierra aprenden justicia" (Isa. 26:9). Desde el principio, el propósito último de la venida de Cristo ha sido redentor: "Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para el mundo sea salvo por él" (Juan 3:17). Cristo "viene con las nubes" en juicios históricos para que el mundo conozca al Señor Dios como la Fuente y la Meta eterna e inmutable de toda la historia (Rom. 11:36), el Alfa y la Omega, la A y la Z (comp. Isa. 44:6), el que es y que era, el que ha de venir, el eterno Origen y la eterna Consumación de todas las cosas. Todopoderoso es la traducción corriente de la palabra griega Pantokratôr, que significa el que tiene todo el poder y gobierna sobre todo, el equivalente en el Nuevo Testamento de la expresión del Antiguo Testamento Señor de los Ejércitos, el "capitán de los ejércitos" (significando los ejércitos de Israel, o los ejércitos del cielo compuestos por estrellas/ángeles, o los ejércitos de las naciones paganas, a las cuales Dios usaba para derramar su ira sobre su pueblo desobediente). Cristo estaba a punto de demostrarle a Israel y al mundo que él, Cristo, había ascendido al trono como Gobernante Supremo.
Jesucristo, trascendente e inmanente (1:9-16)
9 Yo, Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.
10 Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz, como de trompeta,
11 que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia, y Laodicea.
12 Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro,
13 y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.
14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego;
15 y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno, y su voz como estruendo de muchas aguas.
16 Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.
9 En este notable versículo tenemos un resumen conciso de la visión mundial de Juan, su perspectiva fundamental de lo que se trata la vida. Esta visión contrasta fuertemente con los puntos de vista de la moderna teología evangélica y dispensacionalista norteamericana, que sostiene que (1) no hay tribulación para el cristiano, (2) que Cristo no tiene un reino en esta era, y (3) ¡que no se requiere ni se espera que el cristiano persevere! Pero, para Juan y sus lectores, la vida sí involucraba estas cosas. Por supuesto, la tribulación no es la historia entera de la vida cristiana; ni sufre la Iglesia idénticamente en todos los tiempos o lugares. Al apoderarse el evangelio del mundo, al asumir los cristianos el dominio, la tribulación disminuye. Pero es un absoluto disparate (y una maldad absoluta ) que los cristianos supongan que de alguna manera son inmunes a todo sufrimiento. Jesús había advertido a sus discípulos que la tribulación, el sufrimiento, y la persecución vendrían (Juan 15:18-20; 16:33; 17:14-15).
Sin embargo, más particularmente, Juan está pensando en un período especial de dificultades; no sólo tribulación en general, sino la Tribulación, el tema de muchos escritos apostólicos al avanzar hasta llegar a su clímax el tiempo de los últimos días (1 Tesa. 1:6; 3:4; 2 Tesa. 1:4-10; 1 Tim. 4:1-3; 2 Tim. 3:1-12). Durante este período de trastornos políticos y sociales, la apostasía y la persecución estallaron con furia, como Jesús lo había predicho (Mat. 24:4-13). Los cristianos sufrieron mucho; y sin embargo, tenían el conocimiento cierto de que la Tribulación no era sino el preludio del firme establecimiento del reino de Cristo sobre la tierra. Pablo y Bernabé habían alentado a otros cristianos de Asia a permanecer en la fe, recordándoles que "es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios" (Hech. 14:22). Lo que daba sentido a su sufrimiento era que era en Cristo Jesús, en unión con el sufrimiento de Él; como escribió Pablo: "Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia" (Col. 1:24).
Así, pues, la visión mundial de Juan no involucra sólo tribulación. Él también está en el reino ... en Cristo Jesús. Como vimos más arriba (v. 5-6), la doctrina del Nuevo Testamento, basada en pasajes del Antiguo Testamento como Daniel 2:31-45 y 7:13-14, es la de que el Reino ha llegado en la Primera Venida de Jesucristo. Desdc su ascensión al trono, él ha estado reinando "sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies" (Efe. 1:21-22; comp. Mar. 1:14-15; Mat. 16:28; 28:18; Hech. 2:29-36; Col. 1:13). Si todas las cosas están ahora sometidas bajo sus pies, ¿qué más podría añadirse a su señorío? Por supuesto, los "principados y autoridades" deben todavía ser abatidos; de eso trata gran parte de la profecía de Juan. Pero, en principio, y definitivamente, el Reino ha llegado. Esto significa que no tenemos que esperar ningún futuro suceso redentor o escatológico antes de que podamos efectivamente asumir el señorío sobre la tierra. El señorío del pueblo de Dios por todo el mundo será simplemente el resultado de un progresivo desarrollo de lo que Cristo mismo ya ha logrado. Juan quería que sus lectores comprendieran que estaban tanto en la Gran Tribulación como en el Reino - que, de hecho, estaban en la Tribulación precisamente porque el Reino había llegado (Dan. 7:13-14). Estaban en una guerra, combatiendo por la victoria del Reino (Dan. 7: 21-22), y por eso necesitaban el tercer elemento de la visión mundial de Juan: perseverancia en Cristo Jesús. Perseverancia es una importante palabra en el mensaje de Apocalipsis, y Juan la usa siete veces (1:9; 2:2,3,19; 3:10; 13:10; 14:12).
Aquí también hay un contraste radical con mucho del moderno dispensacionalismo. Debido a que la versión diluída del cristianismo de moda en la Norteamérica contemporánea en la actualidad rechaza los conceptos del reinado y señorío de Cristo, 21 también rechaza la enseñanza bíblica de la perseverancia - ¡y el resultado predecible es que comparativamente pocos conversos del evangeliquismo moderno pueden permanecer siquiera en esa fe que exige tan poco! 22 La popular doctrina de la "seguridad eterna" es sólo y a lo sumo una verdad a medias: le da a la gente una base no bíblica para la seguridad (por ejemplo, el hecho de que caminaron por el pasillo durante una reunión de reavivamiento, etc.), más bien que la clase de seguridad proporcionada en las Escrituras - la seguridad relacionada con la perseverancia (comp. 1 Juan 2:3-4). La Biblia enseña, no simplemente que somos preservados, sino también que perseveramos hasta el fin (véase Juan 10:28-29; Rom. 8:35-39; 2 Cor. 13:5; Fil. 1:6; 2:12-13; Col. 1:21-23; 2 Ped. 1:10).
Juan les dice a los sufrientes pero reinantes y perseverantes cristianos de Asia que él es su hermano y compañero en todas estas cosas, inclusive ahora en exilio en la isla de Patmos. Este exilio era un castigo por su actividad apostólica, pero el lenguaje en que él lo expresa es interesante: A causa de la Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. Juan no dice que está preso en una roca en el mar a causa de su propio testimonio sobre Cristo, sino a causa de la Palabra de Dios y el testimonio de Jesús. Juan sufre porque Dios ha hablado, porque Jesús ha testificado. Cristo el testigo fiel ha dado testimonio contra los pretendidos dioses de esta era, y ellos se han vengado encarcelando al apóstol. Es por esto por lo que la Tribulación y el Reino y la perseverancia de la que todos estos creyentes participan son en Cristo Jesús: Su testimonio ha decidido el curso de la historia.
10 Cuando Juan dice que él estaba en el Espíritu en el día del Señor, no quiere decir que se sentía bien. La expresión no tiene nada que ver con su actitud personal, subjetiva, o su estado de ánimo, sino que se refiere a una experiencia definida. Este es lenguaje profético técnico (Mat. 22:43; comp. Núm. 11:25; 2 Sam. 23:2, Eze. 2:2; 3:24; 2 Ped. 1:21), y se refiere al hecho de que el autor es un apóstol inspirado, que recibe revelación, al ser admitido a la cámara del concilio celestial. 23
Juan nos dice que vio esta visión en el día del Señor. El origen de este importante término se remonta al primer sábado, cuando Dios reposó de la creación (Gén. 2:2-3). El término reposo en la Escritura a menudo se refiere a Dios sentado en su trono como Juez, recibiendo la adoración de sus criaturas (1 Crón. 28:2; Sal. 132:7-8, 13-14; Isa. 11:10; 66:1). Este sábado original era el prototipo del "día del Señor" en la Escritura, el día del juicio. El sábado semanal en Israel era una reproducción (y una pre-representación) del primer y final Día del Señor, 24 en el cual el pueblo se reunía para juicio, ejecución, la declaración oficial del perdón, y la proclamación de la palabra del Rey. También para nosotros, este es el significado del día del Señor, cuando venimos delante del trono de Dios para ser perdonados y restaurados, escuchar su palabra, y estar en comunión con Él (en un sentido general - y no exactamente en el sentido especial en que Juan la usa aquí - todos los cristianos están "en el Espíritu" en el día del Señor: En adoración, todos somos arrebatados hasta el salón del trono de Dios). 25 El día del Señor es el día del Señor en acción.
Una de las más básicas imágenes bíblicas del juicio es la nube de gloria, y esta teofanía se asocia generalmente con otras tres imágenes: el Espíritu, el Día (o luz, puesto que la luz del día fue originalmente "clonada" de la luz de la nube 26 ), y la voz (que a menudo se oye como una trompeta; comp. Éx. 19:16-19). De hecho, las tres se mencionan en el mismo comienzo en el Edén, cuando Adán y Eva "oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín como el Espíritu del Día", como dice el texto literalmente (Gén. 3:8). 27 Lo que Adán y Eva oyeron en aquel terrible día de juicio no fue una suave y fresca brisa que flotaba por entre las hojas de los eucaliptos - oyeron los explosivos truenos del Dios del cielo y de la tierra restallando a través del jardín. Era espantoso, y por eso trataron de esconderse. Repitiendo este esquema, Juan nos dice: "Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta". Juan iba a ser arrebatado dentro de la nube de gloria para recibir revelación, y se esperaba que sus lectores entendieran estas imágenes.
11-15 La voz de Dios instruye a Juan para que escriba en un libro la Revelación y la envíe a las siete iglesias de Asia. Se vuelve para ver la voz - y ve al Señor Jesucristo. Este detalle establece un patrón que se repite a través del libro - Juan primero oye, luego ve. Al final de la profecía (22:8) nos dice: "Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto ..." Este patrón no siempre se sigue en el libro, pero ocurre con la suficiente frecuencia para que nos fijemos en que Juan lo usa - porque es a veces importante para entender cómo interpretar los símbolos (comp. 5:5-6). La revelación verbal es necesaria para entender la revelación visual.
De repente, Juan se encuentra en el Lugar Santo, porque ve siete candeleros de oro; y en medio de los siete candeleros uno como el Hijo del Hombre. Aquí las imágenes son claramente tomadas del Tabernáculo, pero con una significativa diferencia: En el Lugar Santo terrenal, había un candelero con siete lámparas; aquí, Juan ve siete candeleros, conectados el uno al otro en la Persona que está en pie en medio de ellos. El simbolismo de que se trata aquí será discutido bajo el versículo 20; lo importante que hay que notar ahora es simplemente el cuadro sugerido por estas imágenes: Jesucristo es el Candelero, que une las siete lámparas - cada una de las cuales resulta en sí misma un candelero; Cristo está rodeado de luz. Como dijo Germano, arzobispo de Constantinopla en el siglo octavo, al comienzo de su obra sobre liturgia: "La iglesia es un cielo terrenal en el cual habita y se mueve el Dios supercelestial". 28
La descripción de Cristo en los versículos 13-16 involucra una combinación de imágenes del Antiguo Testamento: La nube de gloria, el ángel del Señor, el Anciano de Días, y el Hijo del Hombre. Nuestra comprensión puede aumentar si leemos esta descripción junto con los siguientes pasajes de Daniel:
Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos. (Dan. 7:9-10)
Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido (Dan. 7:13-14)
Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ofaz.Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud. Y sólo yo, Daniel, vi aquella visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo, sino que se apoderó de ellos un gran temor, y huyeron y se escondieron. Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran visión, y no quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno. Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra. Y he quí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos. Y me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que te hablaré, y ponte en pie; porque a tí he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando. (Dan. 10:5-11) 29
Estos y otros pasajes se combinan para formar el cuadro de Cristo en la visión introductoria de Juan. La ropa que llegaba hasta los pies y el cinto de oro que ceñía el pecho 30 (comp. Éx. 28:4; 29:5; 39:27-29; Lev. 16:4) son recordatorios del vestido oficial del Sumo Sacerdote, cuya ropa era una representación del Espíritu-Gloria, un símbolo de la imagen radiante de Dios. "Contribuía a la impresión de radiante el material de lino color de fuego prescrito para el efod, con su cinto y su pectoral, y para el borde de la túnica del efod - una mezcla centelleante de brillantes rojos y azules con el destello metálico de las hebras de oro. Resaltaban el efecto llameante los anillos y las cadenas trenzadas de oro, la radiante corona de oro de la mitra, y el resplandor de las piedras preciosas engastadas en oro sobre los tirantes en las hombreras del efod y el pectoral. Difícilmente podría algún artista hacer más con una paleta terrenal en un medio frío para producir el efecto de luz llameante". 31
Luz llameante: Esta es exactamente la impresión que da la visión de Cristo aquí. La blancura de la cabeza y el pelo (como los del Anciano de días en Daniel 7), 32 el fuego llameante de sus ojos (como el trono de Daniel 7 y los ojos del Hijo del Hombre en Daniel 10), y sus pies como bronce bruñido (el término para bronce puede referirse a una aleación de oro y plata; comp. Mal. 3:2-3) - todo esto se combina para puntualizar la apariencia de Cristo de un brillante resplandor de gloria: Y su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza (v. 16). Compárese a este Jesús con la notable descripción que hace Ben Sirach de la gloria del Sumo Sacerdote:
Cuán espléndido se veía con el pueblo reunido alrededor de él, cuando salía del altar encortinado, como la estrella de la mañana entre las nubes, como la luna en su plenitud, como el sol brillando sobre el Templo del Altísimo, como el arco iris destellando contras las brillantes nubes, como las rosas en días de primavera, como los lirios al lado de una corriente de agua, como una ramita de incienso en verano, como el fuego y el incienso en el incensario, como un vaso de oro batido incrustado de toda suerte de piedras preciosas, como un olivo cargado de fruta, como un ciprés que se levanta hacia las nubes; cuando se ponía sus espléndidas vestiduras, y se vestía en gloriosa perfección, cuando subía al santo altar, y llenaba los recintos del santuario con su grandeza; cuando recibía las porciones de las manos de los sacerdotes, estando él mismo de pie al lado del fuego del altar, rodeado por una muchedumbre de sus hermanos, como un joven cedro del Líbano rodeado por troncos de palmeras. (Eclesiástico 50:5-12, Biblia de Jerusalén).
Completando este glorioso cuadro de Cristo está la afirmación de que su voz era como el sonido de muchas aguas. Juan identifica la voz de Cristo con el sonido de la nube - un sonido que, a través de la Escrritura, se parece a numerosos fenómenos terrestres: el viento, el trueno, las trompetas, los ejércitos, los carruajes, y las cataratas; 33 o quizás debemos decir que todos estos fenómenos terrestres fueron creados para que se parecieran a varias facetas de la nube.34 La conclusión debería ser obvia: El Jesús resucitado y transfigurado es la Gloria de Dios encarnada.
16 En su mano derecha tenía siete estrellas; Juan continúa interpretando esto más plenamente en el versículo 20, pero debemos considerar primero la impresión inmediata que esta visión produciría en Juan y sus lectores. Las siete estrellas componen el enjambre abierto de estrellas conocido como las Pléyades, consideradas poéticamente en el mundo antiguo como enlazadas en una cadena, como un collar. Las Pléyades, formando parte de la constelación Tauro, se mencionan en Job 9:5-9; 38:31-33; y Amós 5:8. Así, pues, el sol está con Tauro en primavera (Pascua), y las Pléyades son un símbolo adecuado en relación con la venida de Cristo: Él sostiene las estrellas que anuncian el renacimiento y el florecimiento del mundo. Las otras referencias bíblicas dejan claro que el que sostiene las siete estrellas es el todopoderoso Creador y Sustentador del universo.
Pero hay otra dimensión en estas imágenes. El uso simbólico de las siete estrellas era bastante bien conocido en el siglo primero, porque las siete estrellas aparecían con regularidad en las monedas del emperador como símbolos de su suprema soberanía política. Por lo menos algunos lectores de Apocalipsis deben haberse quedado boquiabiertos de asombro por la audacia de Juan al declarar que las siete estrellas estaban en la mano de Cristo. Los emperadores romanos se habían apropiado un símbolo de dominio que la Biblia reserva solamente para Dios - y, dice Juan, Jesucristo ha venido a recuperarlo. Las siete estrellas, y con ellas todas las cosas en la creación, le pertenecen a Él. El dominio reside en la mano derecha del Señor Jesucristo.
Naturalmente, habrá oposición contra todo esto. Pero Juan deja claro que Cristo está a la ofensiva, y que viene a presentar batalla en la causa de sus derechos a la corona: de su boca salía una espada de dos filos, su Palabra, que obra para salvar y para destruir. La imagen aquí es tomada de la profecía de Isaías: "Herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío" (Isa. 11:4). Se usa nuevamente en Apocalipsis para mostrar la actitud de Cristo hacia los herejes: "Pelearé contra ellos con la espada de mi boca" (2:16); y otra vez para mostrar la Palabra de Dios conquistando a las naciones (19:11-16). No sólo está Cristo en conflicto con las naciones, sino que declara que saldrá completamente victorioso sobre ellas, sometiéndolas por su sola Palabra, la espada aguda de dos filos que sale de su boca (Heb. 4:12).
La comisión de Juan (1:17-20)
17 Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;
18 y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
19 Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.
20 El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los siete ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias.
17-18 Cuando vio al ángel del Señor, Daniel dice: "Caí sobre mi rostro en un profundo sueño. Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos... Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando" (Dan. 10:9-11). La reacción de Juan a la visión del Señor glorificado es muy parecida; sin embargo, Cristo le dice que no tema. Aunque el temor es una primera reacción correcta, debe ser reemplazada. En última instancia, la impresionante majestad de Dios no es razón para que el cristiano sienta terror; más bien, es la base de nuestra confianza y nuestra estabilidad. La presencia de Cristo es, muy apropiadamente, ocasión para que los incrédulos desmayen y se oculten, de puro susto (comp. 6:15-17); pero nuestro Señor viene a Juan (como a nosotros) en amor, y le pone de pie. La presencia y la actividad de Dios en la Nube era para los egipcios un portento terrorífico de su destrucción; pero, para el pueblo del pacto, Él era el Consolador y el Salvador. El mismo contraste se establece en Habacuc 3:10-13:
Te vieron y tuvieron temor los montes; pasó la inundación de las aguas; el abismo dio su voz, a lo alto alzó sus manos. El sol y la luna se pararon en su lugar; a la luz de tus saetas anduvieron, y al resplandor de tu fulgente lanza. Con ira hollaste la tierra, con furor trillaste las naciones. Saliste para socorrer a tu pueblo, para socorrer a tu ungido. Traspasaste la cabeza de la casa del impío, descubriendo el cimiento hasta la roca.
Jesús es Dios, el Primero y el Último, como el Señor dice de sí mismo en Isa. 44:6: "Yo soy el primero y el último, y fuera de mí no hay Dios" (comp. Isa. 48:12). Aplicándose otro título de Dios del Antiguo Testamento, Jesús declara que Él es el que vive (comp. Deut. 5:26; Josué 3:10; Sal. 42:2; Jer. 10:10): Él es autoexistente, independiente, El que lo Controla Todo - y Él, "habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él" (Rom. 6:9). Juan puede ser resucitado en el versículo 17 por causa de la verdad del versículo 18, de que Cristo vive para siempre jamás. Como Señor resucitado, Cristo tiene las llaves de la Muerte y del Hades.35 El imperio reclamaba tener toda autoridad, y poseer poder sobre la vida y la muerte, y sobre la tumba; en su lugar, Jesús declara que Él - no el estado, ni el emperador, ni Satan&aaacute;s, ni el dirigente de la sinagoga - tiene dominio sobre toda realidad. Él es el Señor de la vida y la muerte, de toda la historia, y de la eternidad; y es en términos de este completo dominio que Él comisiona a Juan para que escriba este libro que tan clara e inequívocamente establece la verdad de su gobierno eterno y abarcante.
19 La comisión de Juan fue interrumpida por el hecho de haber caído como muerto; ahora que ha sido "resucitado", nuevamente se le ordena: Por lo tanto, 36 escribe las cosas que has visto, y la que son, y las que han de tener lugar después de estas cosas. Algunos intérpretes interpretan esto como un triple bosquejo del libro entero: Juan escribe sobre lo que ha visto (la visión de Cristo), luego sobre el presente (las iglesias, en los capítulos 2-3), y finalmente sobre el futuro (capítulos 4-22). Sin embargo, esta división es bastante arbitraria; Apocalipsis (como todas las otras profecías bíblicas) entrelaza juntos el pasado, el presente, y el futuro a través de todo el libro.
Un significado más probable de esta afirmación es la de que Juan ha de escribir lo que ha visto - la visión de Cristo entre los candeleros sosteniendo las estrellas - y lo que ellas son, es decir, lo que significan o a lo que corresponden. La palabra son (en griego eisin) se usa más a menudo en Apocalipsis en este sentido (1:20; 4:5; 5:6, 8; 7:13-14; 11:4; 14:4; 16:14; 17:9, 10, 12, 15). Así pues, el versículo 20 continúa haciendo exactamente eso, explicando el simbolismo de "las cosas que has visto" (las estrellas y los candeleros). Luego, a Juan se le encomienda escribir las cosas que han de suceder pronto, o, (como nos ha dicho en el versículo 1) "las cosas que deben suceder pronto". Parece que la frase tiene el propósito de proporcionar un paralelo para la descripción del que "era y que es y que ha de venir": Así, "El proceso de la historia temporal refleja la eterna naturaleza de Dios".37
En este punto, podríamos hacer una pausa para considerar un error que es común entre los que adoptan una interpretación preterista de Apocalipsis. Los dos hechos del estilo simbólico de Juan y su contenido claramente anti-estatista han llevado a algunos a creer que el mensaje políticamente sensitivo determinó el uso del simbolismo - que Juan escribió el Apocalipsis en un código secreto para ocultar su mensaje de los burócratas imperiales. Este es el punto de vista de James Kallas (que, dicho sea de paso, también sostiene que Juan escribió en tiempos del emperador Domiciano, más bien que en los de Nerón):
Juan escribe en lenguaje deliberadamente disfrazado. Recurre a imágenes que los romanos no entenderán. No puede escribir de manera literal y obvia. No puede decir en términos claros y no ambiguos lo que está más cerca de su corazón. ¿Qué sucedería si escribiera lo que creía, que Domiciano era un hijo blasfemo del mismo diablo? ¿Qué sucedería si afirmara que la demanda del imperio romano de que los hombres se inclinaran y adoraran a César era una estratagema diabólica de Satanás mismo calculada para alejar a los hombres de Jesús? La carta jamás sería entregada. Nunca pasaría más allá de los censores. Así, pues, tenía que disfrazar y esconder el verdadero significado. Tenía que recurrir al simbolismo no literal, a referencias oscuras y aparentemente sin significado que sus censores romanos verían meramente como las seniles meditaciones de un anciano loco.38
Puede que haya algo de verdad en esto, como un giro tangencial sobre el uso del número 666 en 13:18 en referencia a Nerón (no Domiciano) - un "código" que los romanos serían incapaces de descifrar correctamente. Pero, aún sin esa referencia, el Libro de Apocalipsis es claramente un documento traidor, y cualquier burócrata del estado habría podido interpretarlo así. Considérese lo que ya hemos visto en la descripción de Jesucristo que hace Juan: La mera afirmación de que Él es el soberano de los reyes de la tierra es un ataque contra la autonomía del emperador. El mismo primer capítulo de Apocalipsis es procesable, y el simbolismo no oscurece ese hecho en lo más mínimo. La razón del uso del simbolismo es que Apocalipsis es una profecía, y el simbolismo es lenguaje profético. Debemos recordar también que el gobierno romano sabía muy bien quién era Juan. No era "un anciano loco" que había sido exilado allí por sus "meditaciones seniles". Era un apóstol del Señor Jesucristo, bajo prohibición imperial a causa de la Palabra de Dios y el testimonio de Jesús. (1:9).
20 Jesús le explica a Juan el misterio de las siete estrellas y de los siete candeleros de oro. Aquí también es importante subrayar que estos no son nombres en código. El simbolismo bíblico no funciona así. En vez de eso, el simbolismo bíblico pone las cosas en relación las unas con las otras; construye asociaciones en nuestras mentes, y nos pide que veamos los objetos desde esta perspectiva. Estas afirmaciones sobre las estrellas y los candeleros no son "definiciones", sino que expresan diferentes modos de ver los ángeles y las iglesias. Los comentarios de Michael Wilcock nos ayudan a entender este uso del simbolismo: "Un estudio muy superficial del uso de la palabra 'misterio' en el Nuevo Testamento muestra que allí no conlleva el moderno sentido corriente de 'rompecabezas'. Es realmente algo oculto, pero no de tal manera que se pueda seguir una serie de pistas y a su tiempo averiguarlo; más bien, es una verdad que o se sabe o no se sabe, dependiendo de si se ha revelado o no".39 Así, pues, cuando Cristo identifica estas cosas las unas con las otras, no está diciendo "que una es un símbolo mientras la otra es lo que el símbolo 'realmente' significa. Está diciendo que hay dos cosas que se corresponden entre sí, siendo igualmente reales desde diferentes puntos de vista".40 En otras palabras, "tenemos, no una explicación de un término simbólico por medio de uno verdadero, sino una afirmación de que estos términos, que son igualmente reales, son simplemente intercambiables... Juan no está dando explicaciones, sino equivalencias. No intenta decirnos que 'candeleros', un término que no entendemos, significa 'iglesia', un término que sí entendemos. Más bien, Juan quiere decirnos cosas sobre los candeleros, y la esposa y la ciudad y la iglesia, los veinticuatro ancianos y los 144.000 y la grande muchedumbre; su significado ya deberíamos saberlo por el resto de la Escritura, y él sólo nos recuerda de pasada que todas estas cosas se corresponden entre sí y son descripciones diferentes de la misma cosa".41
Así, pues, las siete estrellas "corresponden" a los ángeles de las siete iglesias.42 En la Biblia, los ángeles y las estrellas están asociados a menudo entre sí (comp. Jue. 5:20; Job 38:7; Isa. 14:13; Judas 13; Apoc. 8:10-12; 9:1; 12:4), y aquí los "ángeles" de las iglesias están asociados con la constelación de las Pléyades (véanse los comentarios sobre el versículo 16). Además - y ésta es una de esas cosas que, ccomo apunta Wilcock más arriba, "ya deberíamos saber por el resto de la Escritura" - tanto ángeles como estrellas están asociados con el gobierno y el dominio (comp. Gën. 37:9; Jue. 5:20; Dan. 8:9-11; 10:13, 20-21). Ahora, cuando el Señor habla a las siete iglesias en los Capítulos 2-3, se dirige al ángel de cada iglesia; claramente, Cristo hace responsables a los ángeles de las iglesias de la vida y la conducta de sus respectivas iglesias. Entonces, en las últimas porciones de la profecía, vemos a siete ángeles derramando juicios sobre la tierra rebelde (comp. Apoc. 8-9, 16). Todas éstas son correspondencias: Las siete estrellas, la constelación de la resurrección y el dominio, son los ángeles, que corresponden al gobierno de la iglesia.
Un aspecto adicional de las imágenes de ángeles en la Biblia y que apoya esta interpretación concierne a la relación entre los ángeles y los profetas. El distintivo principal del profeta bíblico era que había estado en la presencia de Dios y los ángeles durante las sesiones del Concilio celestial (comp. Isa. 6:1-8; Eze. 1-3, 10), convirtiéndose, por lo tanto, en su vocero autorizado para el pueblo de Dios (comp. Jer. 15:19). La diferencia esencial entre el verdadero profeta y el falso profeta era que el verdadero profeta había sido arrebatado por el Espíritu hasta dentro de la Nube para participar en esta asamblea:
Así ha dicho Jehová de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová. Dicen atrevidamente a los que me irritan: Jehová dijo: Paz tendréis; y a cualquiera que anda tras las obstinación de su corazón dicen: No vendrá mal sobre vosotros. Porque, ¿quién estuvo en el secreto de Jehová, y vio, y oyó su palabra? ¿Quién estuvo atento a su palabra, y la oyó? ... No envié yo a aquellos profetas, pero ellos corrían; yo no les hablé, mas ellos profetizaban. Pero si ellos hubieran estado en mi secreto, habrían hecho oir mis palabras a mi pueblo, y lo habrían hecho volver de su mal camino, y de la maldad de sus obras. (Jer. 23:16-22)
Los profetas no sólo observaban las deliberaciones del Concilio celestial (comp. 1 Reyes 22:19-22); de hecho participaban en él. En realidad, el Señor no hacía nada sin consultar a sus profetas Amós 3:7). Es por esto que la actividad característica del profeta bíblico es la intercesión y la mediación (comp. Gén. 18:16-33; 20:7 , la primera ocurrencia de la palabra profeta en las Escrituras). Como miembros del Concilio, los profetas tienen libertad de hablar con Dios, y pueden argumentar con Él, a menudo persuadiéndole a cambiar de parecer (comp. Éx. 32:7-14; Amós 7:1-6). Ellos son sus amigos, y por eso habla abiertamente con ellos (Gén. 18:17; Éx. 33:11; 2 Crón. 20:7; Isa. 41:8; Juan 15:15). Como imágenes del hombre plenamente redimido, los profetas participaban de la gloria de Dios, ejerciendo dominio sobre las naciones (comp. Jer. 1:10; 28:8), habiendo sido transfigurados éticamente (comp. Isa. 6:5-8) y físicamente (comp. Éx. 34:29). Así pues, eran semejantes a los ángeles del cielo, y de esta manera no es sorprendente que el término ángel (Heb. mal'âk, griego angelos) se use para describir al profeta bíblico (comp. 2 Crón. 36:15-6; Hag. 1:13; Mal. 3:1; Mat. 11:10; 24:31; Luc. 7:24; 9:52). De hecho, el arquetipo profeta en las Escrituras es el Ángel del Señor.43
Hay, por lo tanto, abundante evidencia precedente de que a los gobernantes proféticos de las iglesias se los describía como los ángeles de las iglesias. Es probable que cada ángel representara a un solo pastor u obispo; pero Juan podría estarse refiriendo a las estrellas/ángeles simplemente como personificaciones del gobierno de cada iglesia como un todo. Y el Señor del cielo y de la tierra les sostiene en su mano derecha. (Esta es la misma mano que Cristo usó para resucitar a Juan en el vers. 17; así que Juan es un "ángel"). En un sentido más general, lo que es cierto de los ángeles lo es de la Iglesia como un todo: Pablo instó a los filipenses a probarse a sí mismos como "irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo" (Fil. 2:15).
Los siete candeleros son (corresponden a) las siete iglesias; y las siete iglesias son, como ya hemos notado, tanto las iglesias particulares referidas como la totalidad de la Iglesia en todas las épocas. En términos del simbolismo del número siete como se relaciona con la Iglesia, es interesante el comentario de Victorio (un obispo que fue martirizado en el año 304 d. C.) concerniente al apóstol Pablo: "En el mundo entero, Pablo enseñaba que toda las iglesias estaban dispuestas en series de siete, que se las llama siete, y que la Iglesia Católica es una. Y en realidad, primero que todo, para que él mismo pudiera también conservar el tipo de siete iglesias, no excedió ese número. Pero escribió a los romanos, a los corintios, a los gálatas, a los efesios, a los tesalonicenses, a los filipenses, a los colosenses; después escribió a personas individuales, para no exceder el número de siete iglesias".44
El único candelero (un árbol estilizado) del antiguo tabernáculo es ahora Cristo (el árbol de la vida) con sus siete candeleros. Antes, en el Antiguo Testamento, la Iglesia tenía un carácter centralizado, nacional; y la unidad de las congregaciones particulares de Israel estaba enfocada geográficamente, en Jerusalén. Pero ya no es así. La Iglesia, el Nuevo Israel, ha sido descentralizada geográfica y nacionalmente - o, mejor, multicentralizada: La Iglesia es todavía un siete - todavía una unidad - pero lo que la mantiene junta no es un trozo de bien raíz especial o santo; la unidad de la Iglesia está centrada en Jesucristo. La Iglesia ya no está atada a un lugar, porque ha sido enviada a todo el mundo para tomar el dominio en el nombre del Rey univcrsal.45 Ya no hay un espacio en la tierra que sea santo; más bien, el mundo entero se ha convertido en "espacio santo", porque Jesucristo lo ha redimido. Y al recapturar el mundo, Él ha recreado la Iglesia a su imagen. Porque, de la misma manera en que Cristo es visto aquí como un destello de luz gloriosa, así también la Iglesia que él lleva y sostiene se caracteriza por la luz (comp. la descripción de la Iglesia en 21:9-22:5). La iglesias portadoras de luz, cuyos mismos gobiernos alumbran con brillo como de estrellas, brillan sobre el mundo con la luz de Jesucristo, con el resultado de que los hombres verán sus buenas obras y glorificarán a su Padre que está en los cielos.
Notas:
1. Véase de David Chilton, Paradise Restored: A Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion Press, 1985), pp. 112, 115-122. Ya he explicado esto con mucho mayor detalle en una serie de artículos sobre los Últimos Días, publicados en The Geneva Review, P. O. Box 131300, Tyler, TX 75713.
2. Arthur Pink, The Sovereignty of God (London: The Banner of Truth Trust, [1928] 1968), pp. 43s.
3. G. R. Beasley-Murray, The Book of Revelation (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., [1974] 1981), p. 51.
4. The Scofield Reference Bible (Oxford University Press, 1909), nota sobre Apocalipsis 1:20; esta idea se ha popularizado en las notas de "Biblias de estudio" como la Thompson Chain-Reference Bible: New International Version (Indianapolis: B. B. Kirkbride Bible Co.; Grand Rapids: The Zondervan Corporation, 1983), "Outline Studies of the Bible", No. 4308 ("The Seven Churches of Asia"), p. 1602.
5. Ibid.
6. Comp. Loraine Boettner, The Millenium (Philadelphia: The Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1957), pp. 38-47, 63-66; Benjamin B. Warfield, "Are There Few That Be Saved?" en Biblical and Theological Studies (Phladelphia: The Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1968), pp. 334-350. Warfield cita a William Temple: "Con toda probabilidad, la tierra será habitable por miríadas de años todavía. Si el cristianismo es la religión final, la iglesia está todavía en su infancia. Dos mil años son como dos días. La apelación a la 'iglesia primitiva' es engañosa; nosotros somos la 'iglesia primitiva'"; y James Adderly: "Pero debemos recordar que el cristianismo es una religión muy joven, y que nosotros sólo estamos en el comienzo de de la historia cristiana en este momento" (pp. 347s).
7. Sucede, sin embargo, que hay un sentido en el cual Juan se proponía que sus descripciones de estas siete iglesias estuvieran legítimamente relacionadas con las siete "épocas" de la Iglesia; véase la introducción a la Parte II, más abajo.
8. El pie de página de Wilcock: "Compárese 1:4 con 4:5, 5:6, y Zac. 4:1-5, 10b: lámparas = ojos = espíritus. El simbolismo de las lámparas en 1:12, 20 no es tan diferente; aquí es el espíritu, allí la morada terrenal del Espíritu (1 Cor. 3:16), que está siendo presentado".
9. Michael Wilcock, I Saw Heaven Opened: The Message of Revelation (Downers Grove, Il.: InteVarsity Press, 1975), p. 34.
10. Una de las obras más útiles sobre el significado de los credos, incluyendo sus implicaciones sociológicas, es The Foundations of Social Order: Studies in the Creeds and Councils of the Early Church, de Rousas John Rushdoony, (Tyler, TX: Thobum Press, 1968 1978; véase también de Gerald Bray, Creeds, Councils, and Christ (Downers Grove, Il., InterVarsity Press, 1984).
11. Cornelius Van Til, Apologetics (class syllabus, Westminster Theological Seminary, Philadelphia, 1959), p. 8.
12. Contrástese esto con las muy comunes "ilustraciones" de la Trinidad en la Escuela Dominical - como un huevo, el sol, un pastel, o el agua. Estas son por lo general más engañosas que útiles. De hecho, sus implicaciones últimas son heréticas. Acaban por dividir a Dios en tres "partes" - como la cáscara, la clara, y la yema de un huevo - o muestran a Dios como una sustancia que toma tres formas diferentes, como el agua (sólida, líquida, y gaseosa).
13. Sobre el impacto radical de la doctrina de la Trinidad en todas las áreas de la vida, véase, de E. J. Rushdoony, Foundations of Social Order y The One and the Many (Ttyler, TX: Thoburn Press, 1978).
14. Philip Barrington, The Meaning of the Revelation (London: SPCK, 1931), p. 74. En efecto, la frase entera es un nombre propio, e indeclinable. El problema gramático surge del intento de Juan para poner en griego los matices teológicos contenidos en el hebreo de Éxodo 3:14: YO SOY EL QUE SOY. Juan no teme masacrar el lenguaje griego para hacer valer un punto, como en Juan 16:13, donde "incorrectamente" usa un pronombre masculino para enfatizar la personalidad del Espíritu Santo (Espíritu en griego es neutro, pero Juan quería subrayar que Él es realmente un Él y no una cosa).
15. Hay varias buenas discusiones de los varios significados de Venir en la Escritura. Véase de Oswald T. Allis, Prophecy and the Church (Grand Rapids: Baker Book House, 1945, 1947), pp. 175-191; Loraine Boettner, The Millenium, pp. 252-262; Roderick Campbell, Israel and the New Covenant (Tyler, TX: Geneva Ministries, 1954 1983), pp. 68-80; David Chilton, Paradise Restored, pp. 67-75, 97-105; Geerhardus Vos, The Pauline Eschatology (Grand Rapids: Baker Book House, 1930), pp. 70-93.
16. Véase, por ejemplo, 1 Crón. 28:2; Sal. 132:7-8, 13-14; Isa. 11:10. Comp. Meredith G. Kline, Images of the Spirit (Grand Rapids: Baker Book House, 1980), pp. 20s., 39ss, 46, 111sss. Como observó Geerhardus Vos, la importancia del Tabernáculo en el Antiguo Testamento es que "es el palacio del Rey en el cual el pueblo le rinde homenaje" (Biblical Theology: Old and New Testaments [Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1948], p. 168).
17. Alexander Schmemann, Church, World, Mission: Reflections on Orthodoxy in the West (Crestwood, N. Y.: Vladimir´s Seminary Press, 1979), p. 226.
18. Rousas John Rushdoony, The Institutes of Biblical Law (Nutley, N. J.: The Craig Press, 1973), pp. 573s.
19. William Symington, Messiah the Prince: or, The Mediatorial Dominion of Jesus Christ (Philadelphia: The Christian Statesman Publishing Co., [1839] 1884), p. 208.
20. Véase de Chilton, Paradise Restored, pp. 57ss., 97ss.; comp. Kline, Images of the Spirit.
21. Para un ejemplo reciente de esta posición, véase de Norman Geisler, "A Premillenial View of Law and Government", Bibliotheca Sacra (Julio-Septiembre 1985), pp. 250-266. Escribiendo contra el postmilenialismo de R. J. Rushdoony y otros "reconstruccionistas", Geisler dice en realidad: "Los postmilenialistas trabajan para construir unos Estados Unidos cristianos. Los premilenialistas trabajan en favor de unos Estados Unidos verdaderamente libres", p. 260. La elección es clara: ¿Escogeremos el cristianismo? ¿O escogeremos la libertad en su lugar? Geisler debe ser felicitado por haber expresado el asunto con esta precisión; sin embargo, hablando técnicamente, él no es el primero que presentó el dilema de este modo. Permanece en la antigua tradición (Gén. 3:1-5).
22. Véase de Walter Chantry, Today´s Gospel: Authentic or Synthetic? (Edinburgh: The Banner of Truth Trust, 1970), y Arend J. ten Pas, The Lordship of Christ (Vallecito, CA: Ross House Books, 1978).
23. Véase la discusión de profeta en Images of Spirit, de Meredith G. Kline, pp. 57-96; esp. pp. 93s.
24. Véase de Chilton, Paradise Restored, pp. 133ss.
25. Véase de Kline, Images of the Spirit, pp. 97-131.
26. Ibid., pp. 106ss.
27. Para una exégesis completa de este texto, véase íbid., 97-331; comp. Chilton, Paradise Restored, pp. 58, 134ss.
28. St. Germanus of Constantinople, On the Divine Liturgy, Paul Meyendorff, trad. (Crestwood, NY: St. Vladimir´s Seminary Press, 1984), p. 57.
29. Comp. la discusión de este texto en relación con Apoc. 12:7-9 más abajo.
30. Según Josefo, el sacerdote llevaba el cinto alrededor del pecho cuando descansaba y no "hacía ningún servicio laborioso" (Antiquities of the Jews, iii.vii.2).
31. Kline, Images of the Spirit, p. 43.
32. Nótese que el cabello blanco es glorioso, en contraste con la cultura de "perpetua juventud" de nuestro tiempo.
33. Véase de Chilton, Paradise Restored, p. 58; comp. Éx. 19:16, 19; Eze. 1:24.
34. Véase de Herman Bavinck, The Doctrine of God (London: The Banner of Truth Trust, [1951] 1977, pp. 88ss.
35. Originalmente, Adán tenía la llave de la Muerte y el Hades, porque era el Sacerdote de Edén, con la responsabilidad sacerdotal de guardar las puertas del Paraíso (Gén. 2:15; véase de Meredith G. Kline, Kingdom Prologue (programa de estudios publicado privadamente, 1981), Vol. I, pp. 127ss. Cuando Adán renunció a esta responsabilidad, él mismo se convirtió en muerte, lejos del Árbol de la Vida, y los querubines tomaron su lugar como guardianes, sosteniendo la espada llameante (la llave). Por medio de la resurrección, Jesucristo, como Segundo Adán, regresó al Paraíso como Sacerdote, el guardián de las puertas del Edén, para lanzar a la Serpiente a la Muerte y al Hades (comp. Apoc. 20:1-3).
36. El por lo tanto muestra la conexión con la comisión original de Juan en el vers. 11.
37. Philip Barrington, The Meaning of the Revelation, p. 95.
38. James Kallas, Revelation: God and Satan in the Apocalypse (Minneapolis: Augsburg Publishing House, 1973), pp. 58s.
39. Wilcock, I Saw Heaven Opened, p. 153.
40. Ibid., p. 154.
41. Ibid., p. 156.
42. Un aspecto interesante del fondo conceptual de todo esto es la referencia en el libro apócrifo de Tobit a "los siete ángeles santos, que presentan las oraciones de los santos, y que entran y salen delante de la gloria del Santo" (12:15; comp. 1 Enoch 20:1-7).
43. El estudio más abarcante del orden profético y su relación con el Concilio angélico se encuentra en Images of the Spirit, de Kline, pp. 57-96. Véase también de George Vandervelde, "The Gift of Prophecy and the Prophetic Church" (Toronto: Institute for Christian Studies, 1984).
44. Victorious, Commentary on the Apocalypse of the Blessed John, en Alexander Roberts y James Donaldson, eds., The Ante-Nicene Fathers (Grand Rapids: Eerdmans, [1886] 1970(, vol. VII, p. 345.
45. Según Éxodo 18 y Deuteronomio 1, el ancianato estaba dispuesto jerárquicamente, con "jefes de millares, jefes de centenas, jefes de cincuenta, y jefes de decenas". Esta era la base bíblica para la organización jerárquica de la iglesia primitiva, correspondiendo el obispo de la ciudad al "jefe de millares" (véase de James B. Jordan, "Biblical Church Government, Part 3: Councillar Hierarchy -Elders and Bishops", Presbyterian Heritage, No. 9 [January 1986], P. O. Box 131300, Tyler, TX 75713). Una oficina central (un "vaticano") puede por lo tanto ser útil para el gobierno de la iglesia, aunque no es necesario (hay una distinción entre lo que puede ser bueno para el bienestar [bene esse] o la plenitud de ser [plene esse] de la iglesia, y lo que es necesario para el bien [esse] de la Iglesia). El mejor estudio histórico disponible sobre el surgimiento del episcopado es, de J. B. Lightfoot, The Christian Ministry, Philip Edgcumbe Hughes, ed. (Wilton, CT Morehouse-Barlow Co., 1983).
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