PARTE 5a

 

Parte Cinco 
SUCESIÓN Y CONTINUIDAD DEL PACTO:
LAS SIETE COPAS
(Apocalipsis 15-22)


Introducción

Como hemos visto, la sección final de Apocalipsis corresponde a la carta de Cristo a la iglesia de Tiatira, que habla del juicio de Cristo sobre "Jezabel", la falsa esposa; y, como la carta al ángel de la iglesia en Laodicea, habla contra la iglesia económicamente rica pero espiritualmente miserable (el judaísmo), que Cristo está a punto de escupir de su boca. Esta sección también corresponde al último de los cuatro seres vivientes, el hombre-querubín, y (en el orden de Juan) el último cuarto del Zodíaco, gobernado por la constelación de Acuario, el que vierte agua; en consecuencia, el símbolo de juicio en esta sección es el de los ángeles que derraman la ira de Dios desde sus copas.
También hemos observado que la última división de Apocalipsis corresponde a la quinta y última parte de la estructura del tratado de pacto: los arreglos de la sucesión. Esto trata de la continuidad del pacto, el desheredamiento de los miembros ilegítimos, y la herencia de los que son fieles a sus obligaciones juradas (comp. Deut. 31-34). 1 Moisés comienza esta sección de Deuteronomio con órdenes para extender el pacto hacia el futuro. Encomienda al pueblo (31:1-6), a Josué (31:7-8), y a los sacerdotes (31:9-13) el deber de seguir el programa del pacto y asegurarse de que fuera transmitido a las generaciones venideras. Luego (31:14-15) Dios aparece en la Nube de Gloria a la puerta del tabernáculo para encontrarse con Moisés y con Josué, y les da instrucciones para que enseñen a los  hijos de Israel un Cántico de Testimonio. Le dice a Moisés: "He aquí, tú vas a dormir con tus padres, y este pueblo se levantará y fornicará tras los dioses ajenos de la tierra adonde va para estar en medio de ella; y me dejará, y e invalidará mi pacto que he concertado con él; y se encenderá mi furor contra él en aquel día; y los abandonaré, y esconderé de ellos mi rostro, y serán consumidos; y vendrán sobre ellos muchos males y angustias... Ahora pues, escribíos este cántico, y enséñalo a los hijos de Israel; ponlo en boca de ellos, para que este cántico me sea por testigo contra los hijos de Israel... Y cuando les vinieren muchos males y angustias, entonces este cántico responderá en su cara como testigo" (31:16-21).
Como muestra Kline, el Cántico de Testimonio (Deut. 32) es la demanda de pacto de Yahvé contra su pueblo ingrato e infiel, proféticamente librado por mano de Moisés, 'el varón de Dios' (véase Deut. 33:1, siendo 'el varón de X' un título de los mensajeros de grandes reyes). 2 Modelo de demanda de pacto, el cántico mismo está estructurado según la forma normal de documento de tratado. Por esto tenemos el bosquejo familiar:

I. Preámbulo (32:1-4)

II. Prólogo Histórico (32:5-14)
III. Registro de la Rebelión Contra las Estipulaciones del Pacto
      (32:15-18)
IV. Sanciones:
      A. Maldiciones Contra los Violadores del Pacto (32:19-25)
      B. Bendiciones sobre el Remanente Por Medio del Juicio
         Redentor (32:26-43)
V. Disposiciones de la Sucesión (32:44-34:12)3

Tanto Moisés como Josué enseñaron el Cántico de Testimonio al pueblo (32:44); podría muy bien llamarse "el cántico de Moisés y de Josué". En consecuencia, en la correspondiente sección quinta de Apocalipsis, Juan comienza con una manifestación de la gloria de Dios en "el santuario del tabernáculo del testimonio", donde Dios da una comisión de pacto a los siete ángeles-sacerdotes; como acompañamiento a todo esto el remanente canta "el cántico de Moisés el siervo de Dios, y el cántico del Cordero". Como saben todos los lectores de Juan, el Cordero es Jesús, la forma griega del nombre hebreo Josué; el cántico es, por lo tanto, "el cántico de Moisés y de Josué (el Mayor)".
En Apocalipsis 15 y 16, el tabernáculo se abre y los sacerdotes son enviados a derramar sus copas-juicios sobre Israel como castigo por su fornicación - el crimen principal que suscitó el Cántico de Testimonio original (Deut. 31:16). Aquí deberíamos notar un importante elemento que enlaza juntos los capítulos 15-22 como una unidad literaria. Después de que los siete ángeles han derramado sus copas de ira, uno de los mismos siete ángeles viene para mostrarle a Juan "el juicio de la gran ramera" (17:1). Más tarde, en la visión final del libro, otro de estos ángeles portadores de copas le muestra a Juan la contraparte de la ramera: "la desposada, la Esposa del Cordero" (21:9). Claramente, las visiones relativas a la ramera  y la Esposa son extensiones de la sección de las siete copas de la profecía.
Como Dios había declarado en el Cántico de Testimonio de Moisés, Él es el esposo celoso, que ha sido traicionado por la infidelidad de esta "generación perversa" (Deut. 32:5), 16, 20-21; comp. Mat. 17:17; Hechos 2:40). El castigo que Él envía será aquél con el cual ya ha amenazado en Deuteronomio 28:49-57: Una terrible nación enemiga se levantará para destruir a Israel, trayendo venganza sobre la "esposa" apóstata de Dios (Deut. 32:21-25). 4 Este tema se examina y se expande en Apocalipsis 17-18, donde la esposa ramera es destruída por su infidelidad. Y sin embargo, el remanente se salva; y, como hemos visto, este "remanente" es finalmente mayor que su original, habiéndose transformado en una gran multitud que nadie puede contar, excediendo vastamente en número al antiguo Israel (Apoc. 7). Dios garantiza la sucesión de pacto estableciendo el trascendente nuevo pacto. Distinguiendo a sus verdaderos herederos, los incorpora en la Esposa del Cordero, la Nueva Jerusalén; y la Esposa y el Esposo se encuentran en la comida sacramental, la cena de las bodas del Cordero (Apoc. 19:10).
Después de cantar el Cántico de Testimonio, Moisés bosqueja el futuro de las doce tribus en un testamento final (Deut. 33; comp. Apoc. 21:12), que proclama la venida del Señor en salvación (Deut. 33:2), y se regocija en el dominio sacerdotal y real que Dios proveerá para su pueblo:
No hay como el Dios de Jesurún, quien cabalga sobre los cielos para tu ayuda, y sobre las nubes con su grandeza. El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos; Él echó de delante de tí al enemigo, y dijo: Destruye. E Israel habitará confiado, la fuente de Jacob habitará sola en tierra de grano y de vino; también sus cielos destilarán rocío. Bienaventurado tú, oh Israel, ¿quién como tú, pueblo salvo por Jehová, escudo de tu socorro, y espada de tu triunfo? Así que tus enemigos serán humillados, y tú hollarás sobre sus alturas. (Deut. 33:26-29; comp. Apoc. 19:11-22:5).
Finalmente, el Señor lleva a Moisés a la cumbre del monte Nebo, y le muestra la Tierra Prometida, pero le informa nuevamente que no podrá guiar al pueblo allí; su lugar debe ser tomado por Josué el conquistador (Deut. 34:1-9). Sin embargo, la posición de Moisés sigue siendo única, porque "nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara" (Deut. 34:10). El mensaje de Juan en Apocalipsis, sin embargo, es que (como deseaba Moisés), todo el pueblo de Dios sea profeta (Núm. 11:29). Los cristianos, "siervos" como Moisés (Apoc. 15:3; 19:2, 5), no son inferiores ni siquiera a los ángeles en sus privilegios del santuario (19:10), sino que tienen pleno acceso a Dios, ejerciendo la misma libertad de expresión (comp. Heb. 10:19) de que él disfrutaba. Delante del trono celestial de Dios, "sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes" (Apoc. 22:4).


Notas:
1. Véase de Meredith G. Kline, Treaty of the Great King: The Covenant Structure of Deuteronomy (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1963), pp. 135-149; comp. Ray R. Sutton, That You May Prosper: Dominion By Covenant (Tyler, TX: Institute for Christian Economics, 1987).
2. Kline, Treaty of the Great King, p. 139.
3. Véase íbid., pp. 10-149; yo he corregido ligeramente el bosquejo de Kline.
4. Sin embargo, la nación usada como vara de la ira de Dios será ella misma aplastada por su propia desobediencia, y el remanente de Israel será salvo (Deut. 32:26-43; comp. Isa. 10:5-34; Apoc. 17: 16-17; 19:17-21).
 

 
           


Parte Cinco
15

LAS SIETE
PLAGAS POSTRERAS
El Cántico de Victoria (15:1-4)


1 Vi en el cielo otra señal, grande y admirable: siete ángeles que tenían las siete plagas postreras; porque en ellas se consumaba la ira de Dios.
2 Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios.
3 Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos.
4 ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado.

1 Ahora Juan nos habla de otra señal en el cielo, grande y maravillosa. Dos veces antes nos ha mostrado una gran señal en el cielo: la mujer vestida de sol (12:1), y el gran dragón escarlata (12:3). Como dice Farrer, es "como si todo en 12-14 hubiese sido el resultado de aquel terrible conflicto, y el siguiente acto fuera a comenzar ahora". 1 Esta nueva señal inicia el clímax del libro: siete plagas, que son las últimas, porque en ellas se consuma la ira de Dios. No hay razón para suponer que éstas deben ser las "últimas" plagas en un sentido universal; más bien, en términos del propósito y el alcance específicamente limitados del libro de Apocalipsis, ellas comprenden el derramamiento final de la ira de Dios, su gran juicio cósmico contra Jerusalén, aboliendo de una vez por todas el orden mundial del Antiguo Testamento. Como la de las siete trompetas, esta serie de juicios ha de ser ejecutada por siete ángeles (como veremos en el siguiente capítulo, hay varios paralelos entre las proclamaciones hechas con el sonido de las trompetas y las libaciones derramadas de las copas). Esta declaración inicial es más o menos el membrete del resto del libro, y se explica en los siguientes versículos:

2 Comienza la visión: Juan ve, por decirlo así, un mar de vidrio, el mar de cristal delante del trono de Dios (4:6), que corresponde al "embaldosado" de zafiro visto por Moisés en la Montaña Sagrada (Éx. 24:10), la "expansión" de cristal azul a través de la cual pasó Ezequiel en su ascensión a la Nube de Gloria (Eze. 1:26), y el mar de bronce (el lavatorio) en el templo (1 Reyes 7:23-26). En esta visión, sin embargo, el mar ya no es azul, sino rojo: El vidrio está mezclado con fuego. La imagen enlaza esta visión con la escena del capítulo 14, la del gran río de sangre que fluía a lo largo de toda la tierra, un verdadero Mar Rojo, por medio del cual han sido librados los justos, pero en el cual fueron destruídos sus enemigos. Ahora Juan presenta a los santos regocijándose al borde del agua como Moisés y los israelitas se regocijaron después del cruce del Mar Rojo original (Éx. 14:30-31; 15:1-21), victoriosos sobre el monstruo del abismo; literalmente, son los que han vencido, los conquistadores, "porque es el carácter permanente de 'conquistador' sobre lo que se hace énfasis, no sobre el hecho de la conquista". 2 La descripción de su conquista es triple: han salido victoriosos sobre la bestia y su imagen y sobre el número de su nombre.
A la orilla del mar, en el borde de la fuente, los conquistadores ofrecen alabanza: De pie sobre el mar de vidrio, sosteniendo arpas de Dios, comprenden el nuevo coro sacerdotal del templo que está de pie en el lavatorio, por el cual fueron santificados. Pablo describió la liberación en el Mar Rojo como un "bautismo" del pueblo de Dios (1 Cor. 10:1-2), y la tribulación era en verdad el bautismo de fuego de la Iglesia: "Así, pues, la gran fuente de vidrio del mar se ve 'llena de una mezcla ardiente'. Aquéllo a través de lo cual los israelitas pasan para su salvación, sus perseguidores experimentan para su destrucción; Faraón y sus huestes perecen en las aguas que regresan. Y así, sabemos que el bautismo de fuego debe caer sobre el pueblo del anticristo; la visión de las fuentes [copas] nos mostrará cómo". 3
Otro aspecto interesante de la imagen del lavatorio procede del relato del cronista sobre la dedicación del templo por el rey Salomón: "Se puso luego Salomón delante del altar de Jehová, en presencia de toda la congregación de Israel, y extendió sus manos. Porque Salomón había hecho un estrado,4 de bronce de cinco codos de largo, de cinco codos de ancho y de altura de tres codos, y lo había puesto en medio del atrio; y se puso sobre él, se arrodilló delante de toda la congregación de Israel, y extendió sus manos al cielo" para ofrecer la oración de dedicación (2 Crón. 6:12-13). Este no era el gran lavatorio en la esquina sudeste del templo (cuyas dimensiones están registradas en 2 Crón. 4:2-5), sino uno de varios lavatorios de bronce construídos por Salomón (comp. 2 Crón. 4:6, 14). Salomón se puso de pie sobre este "mar" delante del altar, y ofreció su súplica, dando gracias a Dios por sus poderosas obras, invocando sus justos juicios, y rogándole la conversión de todas las naciones (2 Crón. 6:14-42); comp. Apoc. 15:3-4). Inmediatamente después, leemos: "Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa. Y no podían entrar los sacerdotes en la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová" (2 Crón. 7:1-2). De manera similar, al final de la oración de los santos que están de pie sobre el mar, a los siete ángeles se les dan copas llenas de ira ardiente, que caerán sobre la tierra para consumir al Israel apóstata como holocausto entero; la gloria llena el templo, y nadie puede entrar sino hasta que el sacrificio es consumido (Apoc. 15:5-8).
Otro pasaje paralelo a éste es el de Zacarías 12, que presenta a Jerusalén como una copa de ebriedad para las naciones (Zac. 12:2; comp. Apoc. 14:8-10), un lavatorio de fuego que consumirá a los paganos (Zac. 12:6; Apoc. 15:2). La ironía del Apocalipsis, como hemos visto repetidamente, es que el mismo Israel del siglo primero ha tomado el lugar de las naciones paganas en las profecías: Es consumido en el lavatorio ardiente - el lago de fuego - mientras que la Iglesia, habiendo pasado a través del holocausto, hereda la salvación.

3 En la Introducción a la Parte 5, vimos que el Cántico de Moisés ... y del Cordero se refiere al Cántico de Testimonio que Moisés y Josué (=Jesús, el Cordero) les enseñaron a los hijos de Israel en la frontera de la Tierra Prometida (Deut. 31-32). Sin embargo, la imagen es tomada de Éxodo 15, que registra el cántico de triunfo de Moisés por la derrota de Faraón y su ejército en el Mar Rojo (otras dos paráfrasis bíblicas del cántico de Moisés en Éxodo son Isaías 12 y Habacuc 3). Es importante notar que ambos cánticos de Moisés están firmemente arraigados en la historia: Ambos proclaman que la salvación que Dios proporciona es su victoria en este mundo, sobre los paganos de este mundo. Estos santos por medio de Cristo son vencedores, en el tiempo y en la tierra. Como dice R. J. Rushdoony: "La tierra es del Señor, y el área de su victoria. La disputa de la batalla del reino no será más una huída de la historia de lo que fueron la encarnación y la expiación. Dios el Hijo no entró en la historia para rendirla. Vino a redimir a sus elegidos, afirmar sus derechos a la corona, hacer manifiestas las implicaciones de su victoria, y luego re-crear todas las cosas en términos de su voluntad soberana". 5
En realidad, el texto de Juan del cántico de Moisés no cita ni a Éxodo 15 ni a Deuteronomio 32, aunque algunas de sus frases contienen débiles ecos de éste último; sin embargo, como observa Farrar, "es característico de Juan contentarse con hacer las referencias; el hermoso salmo que pone en las bocas de los santos es una combinación de frases tomadas de todo el salterio y de otros lugares". 6 Edersheim comenta la relación de esta escena con los servicios sabáticos en el templo: "Es el sábado de la Iglesia; y, como ocurre en el sábado, además del salmo del día [Sal. 92] en el sacrificio regular, cantaban en el sacrificio sabático adicional [Núm. 28:9-10], en la mañana, el Cántico de Moisés, en Deuteronomio 32, y en la tarde el de Éxodo 15, así que la Iglesia victoriosa celebra su verdadero sábado de reposo cantando el mismo 'Cántico de Moisés y del Cordero', sólo que en lenguaje que expresa el significado más pleno de los cantos sabáticos en el templo". 7
Probablemente es imposible seguir completamente el rastro a las alusiones al Nuevo Testamento en el Cántico, pero por lo menos he anotado algunas de ellas: Grandes y maravillosas son tus obras, oh Señor Dios Todopoderoso (Éx. 34:10, Deut. 32:3-4; 1 Crón. 16:8-12; Sal. 92:5; 111:2; 139:14; Isa. 47:4; Jer. 10:16; Amos 4:13; comp. Apoc. 1:8); Juan dice claramente que los santos no están meramente haciendo una afirmación general de hecho, sino que se refieren específicamente a los "grandes y maravillosos" juicios finales en los cuales "la ira de Dios es consumada" (15:1). Justos y verdaderos son tus caminos (Deut. 32:4; Sal. 145:17; Oseas 14:9); nuevamente, se dice que Dios es "justo y verdadero" con referencia especial a sus juicios salvadores, librando a la Iglesia y destruyendo a sus enemigos (comp. 16:7). "En tiempo de tribulación en la tierra, cuando el poder del mundo parece triunfar sobre la iglesia, a menudo ella ha sido inducida a dudar de la grandeza de las obras de Dios, la  justicia y la verdad de sus caminos; a dudar de si Él era realmente el rey de los paganos. Ahora esta duda queda en vergüenza; es disipada por las obras; las nubes, que velaban la gloria de Dios ante sus ojos, se desvanecen por completo". 8 Tú eres rey de las naciones (Sal. 22:28; 47:2, 7-8; 82:8; comp. 1 Tim. 1:17; 6:15; Apoc. 1:5; 19:16); como gobernante de todas las naciones, Él mueve todos los ejércitos de la tierra para cumplir sus propósitos en juicio; Él los aplasta por su rebelión; y los trae al arrepentimiento.

4 ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? (Éx. 15:14-16; Jer. 10:6-7; comp. Apoc. 14:7); esto significa, en lenguaje más familiar: ¿Quién no se convertirá? ¿Quién no servirá a Dios, no le adorará, y no le obedecerá? La implicación clara (que se hará explícita en la siguiente frase) es la de que la abrumadora mayoría de todos los hombres vendrá a la salvación que Dios ha proporcionado en Cristo Jesús. Esta es la gran esperanza de los padres del Antiguo Pacto, como lo atestiguan numerosos pasajes. Pues sólo tú eres santo (Éx. 15:11; 1 Sam. 2:2; Sal. 99:3, 5, 9; Isa. 6:3; 57:5, 15; Oseas 11:9; comp. Mat. 19:17; 1 Tim. 6:16). En la Escritura, la "santidad" de Dios se refiere a menudo no tanto a sus cualidades éticas cuanto a su majestad única, su absoluta trascendencia y su "cualidad de ser diferente". Pero esta misma "inaccesibilidad" se expresa aquí como la razón precisa de su inmanencia, su cercanía, su accesibilidad para todos los pueblos. La doctrina es declarada positivamente: Porque todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado (1 Crón. 16:28-31; Sal. 2:8; 22:27; 65:2; 66:4; 67:1-7; 86:8-9; 117:1; Isa. 26:9; 66:23; Jer. 16:19); la conversión de todas las naciones es tanto la meta última como el resultado inevitable de los juicios de Dios. La caída de Israel, le está diciendo Juan a la Iglesia, traerá la salvación del mundo (y Pablo extiende la lógica: La caída de Israel debe, por lo tanto, producir eventualmente su propia restauración al pacto; Rom. 11:11-12, 15, 23-32).

El Santuario Es Abierto (15:5-8)

5 Después de estas cosas miré, y he aquí fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio;
6 y del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro.
7 Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de Dios, que vive por los siglos de los siglos.
8 Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles.

5 Ahora la escena cambia, y se nos muestra el Templo del Tabernáculo del Testimonio en el cielo, el "verdadero tabernáculo" (Heb. 8:2), el divino modelo, del cual el tabernáculo en la tierra era "figura y sombra" (Heb. 8:5; 9:11-12, 23-24; 10:1; Éx. 25:9, 40; 26:30; Núm. 8:4; Hechos 7:44). Juan tiene mucho cuidado de usar las correctas expresiones técnicas para sus imágenes aquí, basadas en el orden del Antiguo Pacto. El documento de tratado básico del pacto era el Decálogo; éste era llamado a menudo el Testimonio, enfatizando su carácter legal como el registro del juramento del Pacto (Éx. 16:34; 25:16, 21-22; 31:18; 32:15; comp. Sal. 19:7; Isa. 8:16; 20). El tabernáculo, en el cual se guardaba el testimonio, se llamaba por lo tanto el tabernáculo del testimonio (Éx. 38:21; Núm. 1:50, 53; 9:15; 10:11; Hech. 7:44). Como hemos visto, en Apocalipsis el templo (naos en griego) es el santuario, o Lugar Santo (comp. 3:12; 7:15; 11:1-2, 19; 14:15, 17).
Un aspecto principal del mensaje de Juan en Apocalipsis es la venida del Nuevo Pacto. En su teología (como en el resto del Nuevo Testamento), la Iglesia es el naos, el templo. El escritor de Hebreos muestra que el tabernáculo mosaico era tanto una figura del original celestial como un presagio de la Iglesia en el Nuevo Pacto (Heb. 8:5; 10:1); Juan saca la conclusión, mostrando que estos dos, el modelo celestial y la forma final, se funden en la era del Nuevo Pacto: La Iglesia mora en el tabernáculo en el cielo. Y, si el templo es la Iglesia, el testimonio es el Nuevo Pacto, el testimonio de Jesús (1:2, 9; 6:9; 12:11, 17; 19:10; 20:4).

6-7 Los siete ángeles que tenían las siete plagas salieron del templo, para aplicar las maldiciones proclamadas por las trompetas. Como sacerdotes del Nuevo Pacto, estos ángeles-ministros están vestidos de lino, limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro, a imagen y semejanza de su Señor (1:13; comp. Éx. 28:26-29, 39-43; Lev. 16:4).
Y uno de los cuatro seres vivientes les dio a los siete ángeles siete copas de oro; presumiblemente, este querubín es el que tiene rostro de hombre (4:7), puesto que los otros tres ya han aparecido en el escenario del drama, y puesto que Juan está procediendo sistemáticamente a través de los cuadrantes del Zodíaco. Vimos que él comenzó en la primavera (la Pascua), con el signo de Tauro gobernando el Preámbulo y las Siete Letras; se movió a través del verano, con Leo gobernando los siete sellos; continuó a través del otoño bajo Escorpión (el Escorpión/Águila) y las siete trompetas; y ahora llega al invierno, con Acuario, el aguador, supervisando el derramamiento de la ira de Dios desde las siete copas.
He llamado copas a estos siete recipientes, más bien que frascos [KJV] o fuentes [NASV] para subrayar su carácter como un "sacramento negativo". Desde un punto de vista, la substancia en las copas (la ira de Dios, que es "ardiente", comp. 14:10) parece fuego, y varios comentaristas, por lo tanto, han visto los recipientes como fuentes de incienso (5:8; comp. 8:3-5). Pero, en 14:10, los impíos son condenados a "beber del vino de la ira de Dios, que está echado puro en la copa de su ira"; y, cuando las plagas son derramadas, el "ángel de las aguas" se regocija por lo apropiado de la justicia de Dios: "Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre" (16:6). Algunos versículos más adelante, Juan regresa a la imagen de "la copa del vino del ardor de su ira" (16:19). Lo que está sirviendo de modelo en el cielo para la enseñanza de la Iglesia en la tierra es la excomunión final del Israel apóstata, cuando por fin le es negada la comunión del cuerpo y la sangre del Señor. Los ángeles-obispos, a los cuales se les han confiado las sanciones sacramentales del pacto, son enviados desde el templo celestial mismo, y desde el trono de Dios, para derramar sobre Israel la sangre del pacto. Jesús advirtió a los rebeldes de Israel que les enviaría sus mártires para que fueran muertos, "para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matásteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación" (Mat. 23:35-36). Beber sangre es inescapable: O los ministros del Nuevo Pacto nos la sirven en la Eucaristía, o la derraman de sus copas sobre nuestras cabezas.
Austin Farrer explica algunas de las imágenes del Antiguo Pacto detrás del símbolo de las copas. "Las 'fuentes', phialae, son fuentes de libación. Porque la libación, u ofrenda de bebida, era derramada durante el sacrificio diario inmediatamente después de que las trompetas habían comenzado a sonar, de manera que, poniendo las fuentes en secuencia con las trompetas, Juan mantiene la secuencia de la acción ritual que comenzó con el Cordero sacrificado, continuó en la ofrenda de incienso y pasó al sonido de las trompetas. Porque la libación tenía tal posición, era el último acto ritual, completando el servicio del altar, y era proverbial en ese sentido (Fil. 2:17). Como Pablo indica, la libación era vertida sobre la víctima sacrificada, ardiendo en el fuego. Como no hay sacrificio de sangre en el cielo, los ángeles vierten sus libaciones sobre el terrible holocausto de venganza que la justicia divina hace en la tierra". 9
En este contexto, debería recordársenos la ofrenda de purificación, diseñada para expiar la contaminación de un lugar, para que Dios pudiera continuar morando con su pueblo (comp. los comentarios sobre 9:13). Si la nación entera pecaba, de modo que la tierra entera se contaminaba, se requería que los sacerdotes llevaran a cabo ritos especiales de purificación: La sangre del sacrificio era rociada siete veces hacia el velo delante del Lugar Santísimo, luego untada en los cuatro cuernos del altar, y el resto derramada al pie del altar (Lev. 4:13-21). 10 Pero en las plagas derramadas de las copas-juicios esto se invierte, como señala Philip Barrington: "Esta sangre, en vez de traer reconciliación, trae rechazo y venganza. En vez de ser rociada siete veces hacia el velo, es vertida siete veces en tierra. En vez de la aparición del Sumo Sacerdote con la sangre de la reconciliación, tenemos siete ángeles con la sangre de la venganza". 11
¿Por qué en Apocalipsis la sangre ya no es rociada hacia el velo? Porque la sangre de Jesús ya ha sido ofrecida, e Israel la ha rechazado. Como advertía el escritor de Hebreos justo antes del holocausto: "Si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo! (Heb. 10:26-31).
Ése es precisamente el argumento de Juan aquí: Sangre y fuego están a punto de ser derramados sobre la tierra de Israel desde las siete copas, que están llenos de la ira de Dios, que vive por los siglos de los siglos. En realidad, la naturaleza eterna de Dios ("Vivo yo") se dio en el Cántico de Moisés como señal de su venganza contra sus enemigos, y los que derramaron la sangre de sus siervos (Deut. 32:40-43). Así, se nos muestra que los siete ángeles con las plagas vienen del Tabernáculo del Testimonio, llevando en sus manos las maldiciones del Pacto; vienen del Templo, la Iglesia, como ministros que obligan en la tierra los decretos del cielo contra los que han rechazado el testimonio de Jesús; y vienen del trono de Dios mismo, habiendo recibido sus copas de ira de uno de los querubines que llevan el trono de Dios (comp. 4:6).

8 A
la dedicación tanto del tabernáculo de Moisés como del templo de Salomón, el santuario se llenó del humo de la gloria de Dios y de su poder, y nadie podía entrar (véase Éx. 40:34-35; 1 Reyes 8:10-11; 2 Crón. 5:11-14; 7:1-3). Como hemos visto, este fenómeno ocurrió en relación con el fuego celestial que descendía y consumía los sacrificios (Lev. 9:23-24; 2 Crón. 7:1-3). El hecho de que el templo se llenara de humo era, pues, tanto una señal de la presencia de Dios llena de gracia con su pueblo como una impresionante revelación de su terrible ira contra los pecadores, una advetencia de que su juicio ardiente sería enviado desde el templo contra los que rebelasen contra él (para ejemplos de esto, véase Lev. 10:1-3; Núm. 11:1-3; 16:35).
Con la venida del Nuevo Pacto, la Iglesia de Jesucristo se convirtió en el templo de Dios. Este nuevo suceso redentor fue indicado por el hecho de que el Espíritu llenó la Iglesia en el día de Pentecostés, como había llenado el tabernáculo y el templo. Sin embargo, como Pedro había declarado, el derramamiento pentecostal sería acompañado al final de la era también por un derramamiento de holocausto: "Sangre, y fuego, y vapor de humo" (Hechos 2:16-21; comp. Joel 2:28-32). Para que la Iglesia tomara posesión plena de su herencia, para que asumiera su correcto lugar como templo del Nuevo Pacto, la corrompida plataforma del Antiguo Pacto tenía que ser derribada y demolida. A los cristianos de primera generación se les exhortaba continuamente a esperar el día, que se acercaba rápidamente, en que sus adversarios serían consumidos, y la Iglesia consagrada en sinagoga como el templo definitivo (comp. 2 Tesa. 2:1; Heb. 10:25). En el completo sentido de la plenitud y la "perfección" del Nuevo Pacto (comp. 1 Cor. 13:12), nadie podía entrar al templo sino hasta que las siete plagas de los siete ángeles hubiesen completado la destrucción del Israel del Antiguo Pacto.
E. W. Hengstenberg menciona un aspecto relacionado con este símbolo: "Mientras Israel fuera el pueblo del Señor, la columna de nube exclamaría a todos sus enemigos: 'No toquéis a mi Ungido, ni dañéis a mis profetas'. Lo mismo sucede aquí; que el templo esté lleno de humo, y nadie pueda entrar en él, es 'una señal para los creyentes de que el Señor, por amor a ellos, ahora iba a completar la destrucción de sus enemigos'. 12 Además, vemos con bastante claridad en Isaías 6 la razón de que nadie pudiera entrar allí. Si Dios se manifiesta en la plena gloria de su naturaleza, en la completa energía de su justicia punitiva, la criatura debe sentirse penetrada de un profundo sentimiento de insignificancia - no sólo como una criatura pecamiinosa, como en el caso de Isaías, sino también como criatura finita, según Job 4:18; 15:15.... Bengel 13 observa: 'Cuando Dios derrama su ira, es bueno que hasta los que están bien con Él retrocedan un poco, y limiten sus miradas inquisitivas. Todos deberían dar un paso atrás en profunda reverencia, hasta que el cielo se aclare nuevamente más tarde'". 14


Notas:
1. Austin Farrer, The Revelation of St. John the Divine (Oxford: Athe Clarendon Press, 1964), p. 169.
2. Henry Barclay Swete, Commentary on Revelation (Grand Rapids: Kregel Publications, [1911] 1977), p. 194.
3. Farrer, pp. 170f.
4. Heb. kiyyor, la palabra normal para lavatorio: por ej., Ex. 30:18, 28; 40:7, 11, 30.
5. Rousas John Rushdoony, Thy Kingdom Come: Studies in Daniel and Revelation (Tyler, TX: Thoburn Press, [1970] 1978), p. 93.
6. Farrer, p. 171.
7. Alfred Edersheim, The Temple: Its Ministry and Services As They Were at the Time of Jesus Christ (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1980), p. 76.
8. E. W. Hengstenberg, The Revelation of St. John, dos volúmenes, (Cherry Hill. NJ: Mack Publishing Co., [1851] 1972). Vol. 2, pp. 146s.
9. Farrer, p. 174.
10. Véase de Gordon J. Wenham, The Book of Leviticus (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1979), pp. 86-103.
11. Philip Barrington, The Meaning of the Revelation (London: SPCK, 1931), p. 262.
12. C. F. J. Züllig, Die Offenbarung Johannis Erklärt (Stuttgart, 1834-1840).
13. J. A. Bengel, Erklärte Offenbarung Johannis (Stuttgart, 1940).
14. Hengstenberg, Vol. 2, p. 153.
 
 
 

 



Parte Cinco
16 
JUICIO DESDE EL SANTUARIO


La séptima trompeta era la señal de que "el tiempo no sería más" (comp. 10:6-7). El tiempo se ha acabado; ahora la ira en su máxima expresión ha venido a Israel. Desde este punto en adelante, Juan abandona el lenguaje y las imágenes de amonestación, y se concentra por completo en el mensaje de la inminente destrucción de Jerusalén. Al describir la suerte de la ciudad, extiende e intensifica las imágenes del Éxodo que han estado tan presentes durante toda la profecía. Nuevamente menciona "la gran ciudad" (16:19), recordándoles a sus lectores una referencia previa: "la gran ciudad, que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado" (11:8). A Jerusalén se la llama Sodoma a causa de su sensual y lujuriosa apostasía (comp. Eze. 16:49-50), y porque está dedicada a la destrucción completa como holocausto total (Gén. 19:24-28; Deut. 13:12-18). Pero las metáforas más usuales de Juan de la gran ciudad están tomadas del modelo de Egipto: Jerusalén no sólo es Egipto, sino también los otros enemigos de Israel. Juan nos ha mostrado al dragón egipcio persiguiendo a la mujer hasta el desierto (capítulo 12); a un Balac y a un Balaam redivivos intentando destruir al pueblo de Dios por medio de la guerra y seduciéndolo para que cometiera idolatría (capítulo 13); a los ejércitos sellados del Nuevo Israel reunidos en el monte de Sión para celebrar las fiestas (capítulo 14); y a los santos de pie y triunfantes en el "Mar Rojo", cantando el cántico de Moisés (capítulo 15). Ahora, en el capítulo 16, siete juicios, que corresponden a las diez plagas de Egipto, han de ser derramados sobre la gran ciudad.
Hay también una marcada correspondencia entre estos juicios-cálices y los juicios-trompetas de los capítulos 8-11. 1 Debido a que las trompetas eran esencialmente amonestaciones, sólo afectaban la tercera parte de la tierra; con los cálices, la destrucción es total.  

Copas
Trompetas
Plagas Contra Egipto
1. Sobre la tierra, que se convierte en úlceras (16:2).
1. Sobre la tierra; la tercera parte de la tierra, los árboles, y la hierba, quemada (8:7). 
1. Úlceras (sexta plaga: Éx. 9:8-12).
2. Sobre el mar, que se convierte en sangre (16:3). 
2. Sobre el mar; la tercera parte del mar se convierte en sangre, la tercera parte de las criaturas muere, la tercera parte de las naves destruida (8:8-9). 
2. Las aguas se convierten en sangre (la primera plaga: Éx. 7:17-21).
3. Sobre los ríos y las fuentes, que se convierten en sangre (16:4-7).
3. Sobre los ríos y las fuentes de las aguas; la tercera parte se convierte en ajenjo (8:10-11). 
3. Las aguas se convierten en sangre (la primera plaga: Éx. 7:17-21).
4. Sobre el sol, haciendo que quemara (16:8-9). 
4. La tercera parte del sol, la luna, y las estrellas, oscurecida (8:12). 
4. Oscuridad (novena plaga: Éx. 10:21-23).
5. Sobre el trono de la bestia, causando tinieblas (16:10-11).
5. Langostas demoníacos que atormentan a los hombres (9:1-12). 
5. Langostas (octava plaga: Éx. 10:4-20). 
6. Sobre el Éufrates, que se seca para preparar el camino a los reyes del oriente; invasión de las ranas-demonios; Armagedón (16:12-16). 
6. El ejército del Éufrates mata la tercera parte de la humanidad (9:13-21). 
6. Invasión de ranas de los ríos (segunda plaga: Éx. 8:2-4). 
7. Sobre el aire, causando tormenta, terremoto, y granizo (16:17-21). 
7. Voces, tormenta, terremoto, granizo (11:15-19). 
7. Granizo (séptima plaga: Éx. 9:18:26).

Las Cuatro Primeras Copas:
La Creación de Dios Se Venga (16:1-9)

1 Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios.
2 Fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen.
3 El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar.
4 El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre.
5 Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas.
6 Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has sado a beber sangre; pues lo merecen.
7 También oí a otro, que desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos.
8 El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego.
9 Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.

1 La orden que autoriza los juicios es dada por una voz desde el templo, subrayando nuevamente el origen tanto divino como eclesiástico de estas terribles plagas (comp. 15:5-8). 2 "Los juicios de las copas son el desbordamiento de la ira de Dios, que brota en llamaradas y llena su templo, una visita o presencia concedida en respuesta a las oraciones de los santos". 3 A los siete ángeles (comp. 15:1) se les dice que derramen las copas de la ira de Dios: La Septuaginta usa este verbo (ekcheo) en las instrucciones para que el sacerdote derrame la sangre del sacrificio alrededor de la base del altar (comp. Lev. 4:7, 12, 18, 25, 30, 34; 8:15; 9:9). El término se usa en Ezequiel con referencia a la fornicación del Israel apóstata con los paganos (Eze. 16:36; 23:8), al hecho de que Israel ha derramado sangre inocente por medio de la opresión y la idolatría (Eze. 22:3-4, 6, 9, 12, 27), y a la amenaza de Dios de derramar su ira sobre Israel (Eze. 14:19; 20:8, 13, 21; 21:31). En el Nuevo Testamento, se usa de manera similar en contextos paralelos a temas principales en Apocalipsis: el derramamiento del vino (Mat. 9:17; Mar. 2:22; Luc. 5:37), el derramamiento de la sangre de Cristo (Mat. 26:28; Mar. 14:24; Luc. 22:20), el derramamiento de la sangre de los mártires (Mat. 23:35; Luc. 11:50; Hech. 22:20; Rom. 3:15), y el derramamiento del Espíritu (Hech. 2:17-18, 33; 10:45; Rom. 5:5; Tito 3:6; comp. Joel 2:28-29; Zac. 12:10). Todas estas diferentes asociaciones están en el trasfondo del derramamiento de las plagas sobre la tierra que ha vertido la sangre de Cristo y de sus testigos, el pueblo que ha resistido y ha rechazado al Espíritu: Los viejos odres de Israel están a punto de reventar.

2 Al derramar el primer ángel su copa sobre la tierra, viene una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia y adoraban su imagen. Las úlceras son una adecuada retribución por la apostasía, "un espantoso sello para vengar la marca de la bestia" 4 - como si la marca se hubiese "convertido enn una infección letal". 5 Así como Dios había hecho brotar úlceras sobre los impíos egipcios, adoradores del estado, perseguidores de su pueblo (Éx. 9:8-11), también está enviando plagas sobre estos adoradores de la bestia en la tierra de Israel - el pueblo del pacto, que ahora se ha convertido en perseguidor egipcio de la Iglesia. Esta plaga es específicamente mencionada por Moisés en su lista de las maldiciones del pacto por la idolatría y la apostasía: "Jehová te herirá con la úlcera de Egipto, con tumores, con sarna, y con comezón de que no puedas ser curado... Te herirá Jehová con maligna pústula en las rodillas y en las piernas, desde la planta de tu pie hasta tu coronilla, sin que puedas ser curado" (Deut. 28:27, 35).

3 El segundo ángel derrama su copa en el mar, y se convierte en sangre, como en la primera plaga de Egipto (Éx. 7:17-21) y la segunda trompeta (Apoc. 8:8-9). Esta vez, sin embargo, la sangre no corre a torrentes, sino que es como la de un muerto: espesa, coagulada, y putrefacta. 6 La sangre se menciona cuatro veces en este capítulo; cubre la faz de Israel, derramándose sobre los cuatro rincones de la tierra.
Aunque el significado principal de esta plaga es simbólico, y se refiere a la inmundicia de la sangre y la muerte (comp. Lev. 7:26-27; 15:19-33; 17:10-16; 21:1; Núm. 5:2; 19:11-19), tiene estrechos paralelos con los sucesos reales de la gran tribulación. En una ocasión, miles de rebeldes judíos huyeron al mar de Galilea de la masacre ejecutada por los romanos en Tariquea. Echándose al lago en pequeños y frágiles botes, pronto fueron perseguidos y alcanzados por las fuertes barcas de las fuerzas superiores de Vespasiano. Luego, como cuenta Josefo, fueron masacrados sin piedad: "Los judíos no podían escapar a tierra, donde todos estaban armados contra ellos, ni librar una batalla naval en igualdad de condiciones...El desastre les alcanzó, y fueron enviados al fondo, botes y todo. Algunos trataron de romper el cerco, pero los romanos les alcanzaron con sus lanzas, y a otros los mataron saltando sobre las barcas y traspasándoles los cuerpos con sus espadas; algunas veces, al acercarse las barcas, los judíos quedaban atrapados en medio, y eran capturados junto con sus embarcaciones. Si alguno de los que se habían lanzado al agua salían a la superficie, eran despachados rápidamente con una flecha, o una barca los alcanzaba; si, en su desesperación, trataban de subirse a las barcas de sus enemigos, los romanos les cortaban la cabeza o las manos. Así morían estos desgraciados en ambos lados en incontables números y de todas las formas posibles, hasta que los sobrevivientes eran derrotados y empujados hasta la orilla, sus botes rodeados por el enemigo. Al lanzarse sobre ellos, muchos eran alanceados mientras estaban todavía en el agua; muchos saltaban a tierra, donde eran muertos por los romanos.
"Uno podía ver el lago entero manchado de sangre y atestado de cadáveres, pues ni un solo hombre escapó. Durante los días que siguieron, un horrible hedor flotaba sobre la región, y ésta presentaba un espectáculo igualmente horripilante. Las playas estaban llenas de botes destruidos y cadáveres hinchados, los cuales, calientes y pegajosos por la descomposición, contaminaban el aire de tal modo que la catástrofe que sumergió a los judíos en lamentación repugnaba aun a los que la habían causado". 7

4-7 La plaga de la tercera copa se parece más directamente a la primera plaga egipcia (y a la tercera trompeta: comp. 8:10-11), porque afecta a los ríos y a las fuentes de las aguas, convirtiendo en sangre el agua de beber. A través de las Escrituras, el agua es símbolo de vida y bendición, comenzando por la historia de la creación y el jardín de Edén. 8 En esta plaga, las bendiciones del Paraíso se invierten y se convierten en pesadilla; lo que una vez fue puro y limpio se contamina y se vuelve inmundo a causa de la apostasía.
El ángel de las aguas responde a esta maldición alabando a Dios por su justo juicio: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas. No deberíamos sentir incómodos por un pasaje como este: La Biblia entera está escrita desde la perspectiva del personalismo cósmico - la doctrina de que Dios, que es personalidad absoluta, está constantemente activo a través de su creación, presente en todas partes con la totalidad de su Ser, haciendo que todas las cosas sucedan inmediatamente por su poder, y mediatamente por medio de sus siervos angélicos. No hay tal cosa como la "ley" natural; más bien, como ha dicho Auguste Lecerf, "las constantes relaciones que llamamos leyes naturales son simplemente 'hábitos divinos': o, mejor, el orden habitual que Dios impone sobre la naturaleza. Son estos hábitos, o es este proceso habitual, lo que constituye el objeto de las ciencias naturales y físicas". 9
Esto es lo que garantiza la validez y la confiabilidad tanto de la investigación científica como de la oración: Por un lado, los ángeles de Dios tienen hábitos - una danza cósmica, una liturgia que involucra cada aspecto del universo entero, en la cual se puede confiar en todas las actividades tecnológicas del hombre al ejercer éste dominio bajo el control de Dios sobre el mundo. Por el otro, los ángeles de Dios son seres personales, que ejecutan sus órdenes constantemente; en respuesta a nuestras peticiones, Dios puede ordenar a los ángeles cambiar la danza, y lo hace. 10
Por lo tanto, hay un "ángel de las aguas" (en términos de la progresión zodiacal de Juan, éste es presumiblemente el querubín del cuarto cuadrante, Acuario); 11 él, junto con toda la creación personal de Dios, se regocija por el justo gobierno de Dios sobre el mundo. La estricta justicia de Dios, resumida en el principio de lex talionis, se evidencia en este juicio; el castigo corresponde al crimen. Derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre. Como hemos visto, el crimen característico de Israel fue siempre el asesinato de los profetas (comp. 2 Crón. 36:15-16; Luc. 13:33-34; Hech. 7:52): Jesús mencionó este hecho como la razón específica de por qué la sangre de los justos sería derramada en el juicio sobre aquella generación (Mat. 23:31-36).
El ángel de las aguas concluye con una interesante afirmación: ¡Por haber derramado sangre, los apóstatas son merecedores! Este es un deliberado paralelo con el mensaje del cántico nuevo: "Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios" (5:9). Así como el Cordero recibió su recompensa por la sangre que derramó, también estos perseguidores han recibido ahora la justa recompensa por haber derramado sangre.
Dios había prometido  una vez a los oprimidos de Israel que Él daría a los enemigos de ellos de acuerdo con sus impías obras:
Y a los que te despojaron haré comer sus propias carnes, y con su sangre serán embriagados como con vino; y conocerá todo hombre que yo Jehová soy Salvador tuyo y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob. (Isa. 49:26).
Como de costumbre, esto ha sido invertido: Ahora es Israel, el perseguidor por excelencia, el que será obligado a beber su propia sangre y devorar su propia carne. Esto resultó verdadero en más que un sentido figurado: Como Dios había predicho por medio de Moisés (Deut. 28:53-57), durante el sitio de Jerusalén los israelitas de hecho se convirtieron en caníbales; las madres literalmente se comieron a sus propios hijos. 12 Por haber derramado la sangre de los santos, Dios les da a beber su propia sangre (comp. 17:6; 18:24).
Uniéndose al ángel en alabanza viene la voz del altar mismo, donde la sangre de los santos y de los profetas había sido derramada. El altar se regocija: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos. Los santos reunidos alrededor del altar habían clamado pidiendo justicia y venganza de sus opresores (6:9-11). En la destrucción de Israel, esa oración es contestada; los testigos son vindicados. Es más que coincidencia que estas oraciones en los versículos 5-7 (junto con el texto del cántico de Moisés en 15:3-4) en realidad están "basadas en el cántico de los sacerdotes y los levitas durante el intervalo entre la preparación y la ofrenda del sacrificio". 13 Irónicamente - tal como Dios mismo se está preparando para el holocausto total del año 70 d. C. - los mismos ángeles del cielo cantaban contra el Israel apóstata su propia liturgia.

8-9 El cuarto ángel ahora derrama su copa sobre el sol, al cual le es dado quemar a los hombres con fuego. Mientras que la cuarta trompeta resultó en una plaga de tinieblas (8:12), ahora el calor del sol aumenta, de modo que los hombres son quemados con un gran fuego. También esto es una inversión de una bendición de pacto que estaba presente en el Éxodo, cuando Israel fue protegido del calor del sol por la Nube de Gloria, la Sombra del Todopoderoso (Éx. 13:21-22; comp. Sal. 91:1-6). Esta promesa se repite una y otra vez a través de los profetas:
Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal: Él guardará tu alma. (Sal. 121:5-7).
No tendrán hambre ni sed, ni el calor del sol los afligirá; porque el que tiene de ellos misericordia los guiará, y los conducirá a manantiales de aguas. (Isa. 49:10).
Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a las corrientes echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto. (Jer. 17:7-8).
Y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágima de los ojos de ellos. (Apoc. 7:15-17).
Ya hemos notado varias veces que Juan usa la voz pasiva para indicar control divino. Nuevamente subraya la soberanía de Dios diciéndonos que le fue dado al sol quemar a los hombres; y en el renglón siguiente, es aún más explícito: Dios... tiene poder sobre estas plagas. Juan no sabe nada de un "Dios" que se sienta impotente y sin participar, mirando pasar el mundo; ni reconoce a un "Dios" que es demasiado amable como para enviar juicios sobre los impíos. Juan sabe que las plagas que caigan sobre Israel son "las obras de Jehová, que ha puesto asolamientos en la tierra" (Sal. 46:8).
En su libro sobre la Trinidad, San Agustín enfatiza el mismo punto: "La creación entera es gobernada por su Creador, desde el cual y por el cual y en el cual fue fundada y establecida. Y así la voluntad de Dios es la causa suprema y primera de todas las apariciones y de todos los movimientos corporales. Porque nada sucede en la esfera visible y sensible que no sea ordenado, o permitido, desde el tribunal interior, invisible, e inteligible del Emperador altísimo, en esta vasta e ilimitable comunidad de la creación entera, según la inexpresable justicia de sus recompensas y castigos, gracias y retribuciones". 14
Pero los apóstatas rehusan someterse al señorío de Dios sobre ellos. Como la bestia, cuya cabeza está coronada de "nombres de blasfemia" (13:1) y cuya imagen adoran, los hombres blasfemaron el nombre del Dios que tiene poder sobre estas plagas. Y, como el impenitente Faraón (comp. Éx. 7:13, 23; 8:15, 19, 32; 9:7, 12, 34-35; 10:20, 27; 11:10; 14:8), no se arrepintieron para darle gloria. Israel se ha convertido en Egipto, endureciendo su corazón; y, como Egipto, será destruído.

Las Tres Últimas Copas: ¡Consumado Es! (16:10-21)

10 El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia; y su reino se cubrió de tinieblas, y mordían de dolor sus lenguas,
11 y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras.
12 El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente.
13 Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas;
14 pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.
15 He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza.
16 Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.
17 El séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo, del trono, diciendo: Hecho está.
18 Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra.
19 Y la gran ciudad fue dividida en tres partes, y las naciones cayeron; y la gran Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del ardor de su ira.
20 Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados.
21 Y cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un talento; y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo; porque su plaga fue sobremanera grande.
Los blancos simbólicos de las cuatro primeras copas eran los elementos de la creación física: la tierra, el mar, las aguas, y el sol. Con las tres últimas plagas, las consecuencias del ataque angélico eran más "políticas" en su naturaleza: el trastorno del reino de la bestia; la guerra del gran día de Dios; y la caída de Babilonia".

10-11 Aunque, a través del Apocalipsis, la mayoría de los juicios está dirigida específicamente al Israel apóstata, los paganos que se unen a Israel contra la Iglesia caen bajo condenación también. En realidad, la Gran Tribulación misma demostraría ser "la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra" (3:10). Por lo tanto, el quinto ángel derrama su copa sobre el trono de la bestia; y al quemar el sol a los que adoran a la bestia, las luces se apagan sobre su reino, y éste se oscurece - un conocido símbolo bíblico de turbulencia política y la caída de gobernantes (comp. Isa. 13:9-10); Amós 8:9; Eze. 32:7-8). El significado principal de esta plaga es todavía el juicio sobre Israel, porque (en términos del mensaje de Apocalipsis) ése era el trono y el reino de la bestia. Además, como veremos, se dice que la gente que sufre a causa de la quinta copa sufre también a causa de la primera copa, que fue derramada sobre la tierra, sobre los israelitas adoradores de la bestia (v. 2).
Sin embargo, es probable que este juicio corresponda parcialmente a las guerras, las revoluciones, los disturbios, y las "convulsiones mundiales" 15 que sacudieron el imperio después de que Nerón se suicidó en junio del año 68. En relación con esto, F. W. Farrar escribe sobre "los horrores infligidos a Roma y los romanos en las gueras civiles por los gobernadores provinciales - ya simbolizados como los cuernos de la bestia, y caracterizados aquí como reyes pero sin reinos. Eran Galba, Oto, Vitelio, y Vespasiano. 16 Vespasiano y Muciano deliberadamente planearon matar de hambre al populacho romano; 17 y en la feroz lucha de los vitelianos contra Sabino y Domiciano, y la masacre que siguió, ocurrió el suceso que resonaba tan portentosamente en los oídos de todo romano - el templo de Júpiter capitolino ardió hasta el suelo el 19 de diciembre del año 69 d. C. 18 No fue la menor de las señales de los tiempos el hecho de que el espacio de un año vio envueltos en llamas a dos de los más venerados santuarios del mundo antiguo - el templo de Jerusalén y el templo del gran dios latino". 19
Un breve pasaje de Tácito da alguna idea de las caóticas condiciones en la ciudad capital: "Cerca de la lucha permanecía el pueblo de Roma, como la concurrencia a un show, aclamando y aplaudiendo por turno este o aquel lado, como si fuese un combate ficticio en la arena. Cada vez que un lado cedía, los hombres se escondían en las tiendas o se refugiaban en alguna casa grande. Luego eran arrastrados fuera y muertos a instancias de la turba, que se apoderaba de la mayor parte de lo saqueado, porque los soldados estaban decididos a continuar con el derramamiento de sangre y la masacre, y la muchedumbre se apoderaba del botín.
"La ciudad entera presentaba una terrible caricatura de su naturaleza normal: la lucha y las bajas por un lado, los baños y los restaurantes por el otro, aquí el derramamiento de sangre y los cuerpos muertos dispersos, cerca las prostitutas y gente semejante - todo el vicio asociado con una vida de ocio y placer, todas las espantosas acciones típicas de un saqueo despiadado. Estas acciones estaban tan íntimamente entrelazados que un observador habría pensado que de Roma se había apoderado una simultánea orgía de violencia y disipación. En realidad, había habido ocasiones en el pasado cuando ejércitos habían combatido dentro de la ciudad, dos veces cuando Lucio Sulla asumió el control, y una vez bajo Cinna. No menor crueldad había sido exhibida en esa ocasión, pero ahora había una brutal indiferencia, y ni siquiera una momentánea interrupción en la búsqueda del placer. Como si esto fuera un entretenimiento más en la sesión festiva, se refocilaban con los horrores y se aprovechaban de ellos, sin importarles qué lado ganaba, y gloriándose en las calamidades del estado". 20
Nuevamente, Juan llama la atención a la impenitencia de los apóstatas. La respuesta de ellos al juicio de Dios es sólo una rebelión mayor - pero su rebelión se vuelve más y más impotente. Y se mordían de dolor sus lenguas, y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras, para darle gloria. Una marca distintiva de las copas-plagas es que llegan todas a la vez, sin "respiros" entre ellas. Ya las plagas son lo bastante malas cayendo una por una, como en los juicios contra Egipto. Pero esta gente estaba todavía mordiéndose sus lenguas y blasfemando a Dios a causa de sus úlceras - las llagas que les salieron cuando se derramó la primera copa. Los juicios están siendo derramados tan rápidamente que cada plaga sucesiva encuentra a la gente sufriendo por todas las que las precedieron. Y, como su carácter no ha sido transformado, no se arrepienten. La idea de que un gran sufrimiento produce piedad es un mito. Sólo la gracia de Dios puede hacer volver al impío de su rebelión; pero Israel  ha resistido al Espíritu, para su propia destrucción.

12 En correspondencia con la sexta trompeta (9:13-21), la sexta copa es derramada sobre el gran río, el Éufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino para los reyes del oriente. Como vimos en 9:14, el Éufrates era la frontera norte de Israel, de la cual venían los ejércitos invasores para asolar y oprimir al pueblo del pacto. La imagen del secamiento del Éufrates a favor de un ejército conquistador está tomada en parte de una estratagema de Ciro el persa, que conquistó a Babilonia desviando temporalmente al Éufrates de su curso, permitiendo que su ejército marchara por el lecho del río en dirección opuesta a su curso y entrara en la ciudad, tomándola por sorpresa. 21 Por supuesto, la idea básica es el secamiento del Mar Rojo (Éx. 14:21-22) y del río Jordán (Josué 3:9-17; 4:22-24) para el victorioso pueblo de Dios. Nuevamente está allí la nota subyacente de una ironía trágica: Israel se ha convertido en la nueva Babilonia, un enemigo de Dios que ahora debe ser conquistado por un nuevo Ciro, al ser milagrosamente librado y traído a su herencia el verdadero pueblo del pacto. Como observa Barrington, la llegada de los ejércitos desde el Éufrates "seguramente no representa sino el regreso de Tito para sitiar a Jerusalén con refuerzos adicionales"; 22 y es ciertamente más que coincidencia que miles de estos mismos soldados realmente venían del Éufrates". 23

13-14 Ahora Juan ve tres espíritus inmundos que salen de la boca del dragón  de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta (la bestia que subía de la tierra en 13:11; comp. 19:20). Se establece aquí una relación con la segunda plaga egipcia, porque la multitud de ranas que infestaron a Egipto venían del río (Éx. 8:1-7). Juan ha combinado estas imágenes en estos versículos: Primero, una invasión desde un río (vers. 12); segundo, una plaga de ranas (en las leyes alimenticias del Antiguo Pacto, las ranas son inmundas: Lev. 11:9-12, 41-47). Pero estas "ranas" son en realidad espíritus de demonios, que hacen señales para engañar a la humanidad. Aquí hay nuevamente un énfasis múltiple sobre el dragón (imitado por sus cohortes) que arroja cosas por la boca (comp. 12:15-16; 13:5-6); contrástese con 1:16; 11:5; 19:15, 21); y la triple repetición de la boca sirve aquí también como otro punto de contacto con la sexta trompeta (9:17-19). Estos espíritus inmundos del diablo, el gobierno romano, y los dirigentes de Israel, salen a los reyes del mundo entero (comp. Sal. 2) para reunirlos para la batalla del gran día de Dios. Por medio de su falsa profecía y obras milagrosas, incitan a los ejércitos del mundo a unirse en guerra contra Dios. De lo que no se dan cuenta es de que la batalla es del Señor, y de que los ejércitos están siendo traídos para cumplir los propósitos de Dios, no los de ellos. Es Él quien prepara el camino para ellos, aun secando el río Éufrates para que pasen.
Miqueas el profeta dio un mensaje muy similar al impío rey Acab, de Israel, explicándole por qué sería muerto en combate contra los arameos:
Yo vi a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército del cielo estaba junto a él, a su derecha y a su izquierda. Y Jehová dijo: ¿Quién inducirá a Acab para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía de una manera, y otro decía de otra. Y salió un espíritu y se puso delante de Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo: ¿De qué manera? Y él dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; ve, pues, y hazlo así. (1 Reyes 22:19-22).
Esto encuentra eco en la profecía de Pablo a los tesalonicenses:
Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia. (2 Tesa. 2:7-12).
En última instancia, el "poder engañoso" puesto en ejecución por estos espíritus engañosos es enviado por Dios para ocasionar la destrucción de sus enemigos en la guerra de aquel gran día de Dios, un término bíblico para significar día de juicio, de calamidad para los impíos (comp. Isa. 13:6, 9; Joel 2:1-2, 11, 31; Amós 5:18-20; Sof. 1:14-18). Específicamente, este debe ser el día de la condenación y la ejecución de Israel; el día, como Jesús predijo en su parábola, en que el Rey enviaría sus ejércitos a destruir a los asesinos y a prender fuego a su ciudad (Mat. 22:7). Juan subraya este punto nuevamente refiriéndose al Señor como al Dios Todopoderoso, la traducción griega de la expresión hebrea Dios de los ejércitos, el Señor de los ejércitos del cielo y de la tierra (comp. 1:8). Los ejércitos que vienen a producir la destrucción de Israel - sin importar el motivo - son los ej&eacutee;rcitos de Dios, enviados por Él (aunque por medio de espíritus engañosos, si es necesario) para llevar a cabo sus propósitos, para su gloria. Las impías ranas-demonios llevan a cabo sus falsas maravillas y obras engañosas porque el ángel de Dios derramó su copa de ira.

15 La narración se interrumpe súbitamente: He aquí, vengo como ladrón. Este es el tema central del Libro de Apocalipsis, y que resume las amonestaciones de Cristo a las iglesias en las siete cartas (comp. 2:5, 16, 25; 3:3, 11). En realidad, la llegada de los ejércitos romanos será la venida de Cristo en terrible ira contra sus enemigos, los que le han traicionado y muerto a sus testigos. Las palabras y las imágenes específicas parecen estar basadas en la carta a la iglesia de Sardis: "Vendré sobre tí como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre tí" (3:3; comp. Mat. 24:42-44; Luc. 12:35-40; 1 Tesa. 5:1-11). Esa carta dice también: "Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios... Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El que venciere será vestido de vestiduras blancas..." (3:2, 4-5). De manera similar, continúa el texto de la sexta copa, en la tercera bienaventuranza del Apocalipsis: Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza (comp. 3:18, en la carta a Laodicea: "Te aconsejo que de mí compres... vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez"). John Sweet comenta: "Aquí el tiempo verbal de andar desnudo y ser visto es el presente de subjuntivo - 'andar desnudo habitualmente'. El peligro es el de ser sorprendido con la guardia abajo, no momentánea, sino habitualmente - para ponerlo crudamente, no con los pantallones abajo, sino absolutamente sin pantalones". 24
Philip Barrington explica el origen de la alusión de Juan: "Había un oficial de guardia en el templo cuyo oficio consistía en ir de un lado para otro y asegurarse de que los centinelas permaneciesen despiertos; si les encontraba dormidos, les azotaba; si les encontraba en lo mismo la segunda vez, les quemaba la ropa. Esta es la única explicación posible de este pasaje. Significa: Ahora es el momento para que los centinelas del templo permanezcan despiertos. Por supuesto, todo el simbolismo de la sexta fuente, de la cual esto es parte, tiene que ver con un ataque contra el templo". 25 El juicio y la destrucción se acercan rápidamente; no hay tiempo que perder. Las iglesias deben estar despiertas y alertas.

16 La narración se reanuda: Los demonios congregan a los reyes de la tierra al lugar que en hebreo se llama Armagedón. 26 Literalmente, esto se escribe Har-Magedon, que significa el monte de Meguido. Aquí surge un problema para los "literalistas", porque Meguido es una ciudad sobre una llanura, no una montaña. Nunca hubo ni habrá ninguna "batalla de Armagedón" literal, porque tal lugar no existe. La montaña más cercana a la llanura de Meguido es el Monte Carmelo, y esto es presumiblemente lo que Juan tenía en mente. ¿Por qué no dijo simplemente Monte Carmelo? Farrer contesta: "Uno sólo puede suponer que Juan quiere referirse a Meguido y al Monte Carmelo al mismo tiempo" 27 - Carmelo, por su asociación con la derrota de los falsos profetas de Jezabel, y Meguido, porque fue el escenario de varios importantes combates militares en la historia bíblica. Meguido está enumerada entre las conquistas de Josué (Josué 12:21), y es especialmente importante como el lugar en que Débora derrotó a los reyes de Canaán (Jud. 5:19). El rey Ocozías de Judá, el malvado nieto del rey Acab de Israel, murió en Meguido (2 Reyes 9:27). Quizás el suceso más significativo que tuvo lugar allí, en términos de las imágenes de Juan, fue la confrontación entre el rey Josías de Judá y el Faraón egipcio Necao. En deliberada desobediencia a la Palabra de Dios, Josías se enfrentó a Necao en combate en Meguido y fue herido mortalmente (2 Crón. 35:20-25). Después de la muerte de Josías, la espiral vertical hacia la apostasía, la destrucción, y la esclavitud fue rápida e irrevocable (2 Crón. 36). Los judíos se lamentaron por la muerte de Josías, aun hasta el tiempo de Esdras (véase 2 Crón. 35:25), y el profeta Zacarías usa esto como imagen del luto de Israel por el Mesías: Después de prometer "destruir a todas las naciones que vienen contra Jerusalén" (Zac. 12:9), dice Dios:
Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por
él como quien se aflige por el primogénito. En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén, como el llanto de Hadad-rimón en el valle de Meguido. Y la tierra lamentará, cada linaje aparte... (Zac. 12:10-11).
Esto es seguido luego por la declaración de Dios de que Él quitará de Israel los ídolos, los falsos profetas, y los malos espíritus (Zac. 13), y de que Él hará venir ejércitos hostiles para que sitien a Jerusalén (Zac. 14). 28
Por esta razón, "Meguido" era para Juan símbolo de derrota y desolación, un "Waterloo" que significaba la derrota de los que se oponen a Dios, como explica Farrer: "En suma, el  monte de Meguido permanece en su mente como un lugar donde la profecía mentirosa y sus embaucadores van a enfrentarse a su destino; donde los reyes y sus ejércitos son llevados con engaño a su destrucción; y donde todas las tribus de la tierra se lamentan de verle a Én en poder, aquél al que, en su debilidad, habían traspasado". 29

17 Finalmente, el séptimo ángel derrama su copa sobre el aire. La razñon de esto no parece ser que el aire es el dominio de Satanás, "el príncipe de la potestad del aire" (Efe. 2:2), sino más bien que es el elemento en el cual  los relámpagos y los truenos (v. 18) y el granizo (v. 21) han de producirse. Nuevamente sale una voz del templo en el cielo, desde el trono, significando el control y la aprobación de Dios. Juan nos dice en 15:1 que estas siete plagas habrían de ser "las últimas, porque en ellas la ira de Dios se ha consumado"; por lo tanto, con la séptima copa, la voz proclama: Hecho está (comp. 21:6). "La frase es una sola palabra, ghegonen, que es tan semejante a un trueno como la palabra uai es semejante al grito de un águila (8:13). 'Hecho está' es el sello de algo ejecutado, como aquella otra frase de una sola palabra: 'Consumado es', telestai [Juan 19:30], pronunciada por el Cristo juanino al morir en la cruz". 30

18 Nuevamente aparecen los fenómenos asociados con el día del Señor y la actividad hechora del pacto de la Nube de Gloria: destellos de relámpagos y truenos y voces; y hubo un gran terremoto. Siete veces en el Apocalipsis menciona Juan un terremoto (6:12; 8:5; 11:13 [dos veces]; 11:19; 16:18 [dos veces]), subrayando sus dimensiones de pacto. Cristo vino a traer el terremoto definitivo, el gran terremoto cósmico del Nuevo Pacto, un terremoto tan poderoso y tan grande cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra (comp. Mat. 24:21; Éx. 9:18; 24; Dan. 12:1; Joel 2:1-2).
Éste era también el mensaje del escritor a los Hebreos. Comparando el pacto hecho en Sinaí con la venida del Nuevo Pacto (que sería establecido a la destrucción del templo y la completa desaparición del Antiguo Pacto), dice:
Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquéllos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor. (Heb. 12:25-29).
El eminente teólogo puritano John Owen comenta este texto y sobre este "terremoto" definitivo": "Es el trato de Dios con la iglesia, y las alteraciones que él haría en el estado que se menciona, de las cuales trata el apóstol. Son, por lo tanto, los cielos y la tierra del culto mosaico, y la iglesia-estado judaica, con la tierra del estado político al que pertenece, de los que se habla aquí. Estos son los que fueron sacudidos a la venida de Cristo, y sacudidos de tal manera, que en breve serían removidos y quitados, para introducir el más celestial culto del evangelio y la inamovible iglesia-estado evangélica. Esta fue la mayor conmoción y alteración que Dios efectuó jamás en los cielos y en la tierra de la iglesia, y que habría de efectuarse una vez solamente...
"Esta es la conclusión de la totalidad de la parte argumentativa de esta epístola, a la cual se apuntaba desde el principio. Habiendo probado plenamente la excelencia del evangelio, y el estado de la iglesia en él, por encima del que estaba bajo la ley, y confirmado por un examen de todo lo concerniente a uno y otro, como hemos visto; ahora declara de acuerdo con las Escrituras, según su manera usual de tratar con estos hebreos, que todas las antiguas instituciones de culto, y la iglesia-estado entera del Antiguo Pacto, habrían de ser ahora removidas y quitadas, a fin de hacer sitio para un mejor estado, más glorioso, y que nunca estaría sujeto a cambios ni alteraciones". 31
19 Como hemos visto, la gran ciudad es la antigua Jerusalén, donde el Señor fue crucificado (11:8; comp. 14:8); originalmente designada para que fuera "la luz del mundo, una ciudad asentada sobre una colina", ahora es una asesina apóstata, condenada a perecer. Bajo el juicio de la séptima copa, ha de ser dividida en tres partes. Las imágenes se toman del capítulo quinto de Ezequiel, en el cual Dios da instrucciones al profeta para que represente un drama de la venidera destrucción de Jerusalén. Ezequiel debía rapar su cabeza con una navaja y luego dividir cuidadosamente el cabello en tres partes:
Una tercera parte quemarás a fuego en medio de la ciudad... y tomarás una tercera parte y la cortarás con espada alrededor de la ciudad; y una tercera parte esparcirás al viento, y yo desenvainaré espada en pos de ellos. Tomarás también de allí unos pocos en número, y los atarás en la falda de tu manto. Y tomarás otra vez de ellos, y los echarás en medio del fuego, y en el fuego los quemarás; de allí saldrá el fuego a toda la casa de Israel. Así ha dicho Jehová el Señor: Esta es Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ellas. Y ella cambió mis decretos y mis ordenanzas en impiedad más que las naciones, y más que las tierras que están alrededor de ella; porque desecharon mis decretos y mis mandamientos, y no anduvieron en ellos. Por tanto, así ha dicho Jehová: Por haberos multiplicado más que las naciones que están alrededor de vosotros, no habéis andado en mis mandamientos, ni habéis guardado mis leyes? Ni aun según las leyes de las naciones que están alrededor de vosotros habéis andado. Así, pues, ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo estoy contra tí; sí, yo, y haré juicios en medio de tí ante los ojos de las naciones. Y haré en tí lo que nunca hice, ni jamás haré cosa semejante, a causa de todas tus abominaciones. Por eso, los padres comerán a los hijos en medio de tí, y los hijos comerán a los padres; y haré en tí juicios, y esparciré a todos los vientos todo lo que quedare de tí. Por tanto, vivo yo, dice Jehová, el Señor, ciertamente por haber profanado mi santuario con todas tus abominaciones, te quebrantaré yo también; mi ojo no perdonará, ni tampoco tendré yo misericordia. Un tercera parte de tí morirá de pestilencia y será consumida de hambre en medio de tí; y una tercera parte caerá a espada alrededor de tí; y una tercera parte esparciré a todos los vientos, y tras ellos desenvainaré espada. (Eze. 5:1-12). Aunque la imagen de Juan de la división de la ciudad en tres partes está claramente tomada de Ezequiel, la referencia específica puede ser la que conjetura Barrington: "Esto se refiere a la división en tres facciones, que se volvió aguda después del regreso de Tito. Mientras Tito sitiaba la ciudad desde afuera, los tres dirigentes de las facciones rivales luchaban ferozmente entre ellos desde adentro. De no haber sido por esto, la ciudad podría haber evitado la derrota por largo tiempo, quizás hasta por tiempo indefinido, porque ningún gran ejército podría sostenerse por mucho tiempo en aquellos días cerca de Jerusalén: no había agua ni provisiones. Esta lucha dentro de la ciudad la puso rápidamente en manos de Tito; 'los días fueron acortados'". 32
Otra indicación de que la gran ciudad es Jerusalén es el hecho de que Juan la distingue de las ciudades de los gentiles, que cayeron con ella. Tenemos que recordar que Jerusalén era la ciudad capital del reino de sacerdotes, el lugar del templo; dentro de sus muros se ofrecían sacrificios y oraciones en favor de todas las naciones. El sistema del Antiguo Pacto era un orden mundial, el fundamento sobre el cual el mundo entero estaba organizado y se mantenía estable. Desde el punto de vista del pacto, Jerusalén representaba a todas las naciones del mundo, y se derrumbaron cuando la ciudad cayó. La nueva organización del mundo habría de basarse en la Nueva Jerusalén contruída sobre la Roca.
Y Babilonia la grande (comp. 14:8) fue recordada delante de Dios, para darle a beber de la copa del vino de su ira ardiente. Como observa Ford: "La frase se ajusta al escenario litúrgico del texto. Las libaciones se han hecho, pero en vez de ser el memorial de que Dios se vuelva hacia su pueblo con gracia y misericordia, es para juicio. El hecho de que Dios 'recuerde' es siempre un acto eficaz y creativo, no una mera actividad intelectual; él recuerda en el acto de bendecir (transmitir vitalidad) y maldecir (destruir). La ironía del vers. 19 reside en la exhortación a Israel para que 'recuerde' el pacto y la bondad de Dios en general. Israel fue amonestado especialmente, como en Deuteronomio 6, a guardar un recuerdo perpetuo de los sucesos de Éxodo y Sinaí, para recordarlos día y noche, para que no olvidara jamás al Dios que los había hecho ocurrir...
"En este capítulo, el autor da a entender que, porque Israel se olvidó y se volvió arrogante, las plagas de Egipto se volvieron contra él. Aun entonces no se arrepintió, sino que blasfemó (comp. Job 1:22; 2:10), y Dios lo recordó para juicio". 33

20 En este juicio final, todo falso refugio desaparece; las montañas y las rocas ya no pueden ocultar a los impíos "del rostro de aquél que está sentado en el trono, y de la ira del Cordero" (6:16): Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados.

21 Varias veces hemos notado la estrecha relación entre Apocalipsis y la profecía de Ezequiel. Aquí nuevamente hay un paralelo: Ezequiel declara que los falsos profetas de Jerusalén traerían sobre ella destrucción por medio de una violenta tormenta de granizo (Eze. 13:1-6). Juan predice la misma suerte: Y cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un talento [100 lbs.]; y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga de granizo; porque su plaga fue sobremanera grande. Como con las otras plagas, la imagen ha sido tomada prestada de las plagas que Moisés trajo sobre Egipto (en este caso, la séptima plaga: Éx. 9:18-26). La plaga de granizo también evoca asociaciones con "las grandes piedras del cielo" que Dios arrojó sobre los cananeos cuando la tierra estaba siendo conquistada bajo Josué (Josué 10:11); como cantó Débora, las mismas estrellas del cielo hacen guerra contra los enemigos de Dios (Jud. 5:20).
Puede que una historia referente a esta "tormenta de granizo" haya sido recordada por Josefo en su extraño relato de los enormes proyectiles de piedra lanzados por las catapultas romanas contra la ciudad: "Los proyectiles de piedra pesaban  un talento y viajaban cuatrocientos metros o más, y su impacto era enorme, no sólo sobre los que eran golpeados primero, sino también sobre los que estaban detrás. Al principio los judíos vigilaban la llegada de las piedras - porque eran blancas - y su aproximación era indicada, visualmente, por su brillante superficie, y audiblemente, por el zumbido que producían. Los centinelas apostados en las torres daban aviso cada vez que la catapulta era accionada y la piedra salía disparada hacia ellos, gritando en su lengua nativa: '¡Viene el Hijo!' Los que estaban en la línea de fuego se quitaban y se lanzaban al suelo, una precaución cuyo resultado era que la piedra pasaba sin hacer daño y cayera en la retaguardia. Para frustrar esto, se les ocurrió a los romanos ennegrecer las piedras, de manera que no pudieran verse tan fácilmente por anticipado; entonces daban en el blanco y destruían a muchos de un solo tiro". 34
Después de considerar varias teorías sobre el significado de esta frase, Stuart Russell escribe: "No es posible sino que los judíos sabían bien que la gran esperanza y fe de los cristianos era la pronta venida del Hijo. Según Josefo, fue más o menos por este tiempo que Santiago, el hermano de nuestro Señor, testificó públicamente en el templo diciendo que 'el Hijo del Hombre estaba a punto de venir en las nubes del cielo', y luego selló su testimonio con su sangre. Parece muy probable que los judíos, en su blsfemia desafiante y desesperada, cuando veían la masa blanca volar por el espacio, lanzaban el grito obsceno: 'Viene el Hijo', en son de burla de la esperanza cristiana de la Parusía, a la cual posiblemente le atribuían el ridículo parecido con la extraña aparición del proyectil". 35
Y los hombres blasfemaron contra Dios - su consistente reacción durante todo el tiempo que duró el derramamiento de las copas, revelando, no sólo su maldad, sino también su evidente estupidez: ¡Cuando están cayendo del cielo piedras que pesan cien libras, ciertamente no es el momento para blasfemar! Pero Dios había abandonado a estos hombres a su propia auto-destrucción: su rebelión llena de saña y odio les consume a tal punto que pueden partir a la eternidad con maldiciones en sus labios.
Las copas que contenían las últimas plagas han sido derramadas; pero todavía no es el fin. Los capítulos que siguen tratarán de la destrucción de la gran ciudad-ramera y sus aliados, y concluirán con la revelación de la gloriosa Esposa de Cristo: la verdadera Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén. (Los capítulos 17-22 pueden, por tanto, ser considerados como una continuación de la séptima copa, o una exposición de su significado; en todo caso, los sucesos están claramente gobernados por los ángeles de las copas; véanse 17:1; 21:9). "Por esta razón, el libro entero, de principio a fin, enseña estas grandes verdades - ¡Cristo triunfará! ¡Los enemigos de Cristo serán conquistados! Los que le odian serán destruídos; los que le aman serán bendecidos indeciblemente. La destrucción tanto de judios como de gentiles ya es inminente. El juicio caerá sobre Judea y Jerusalén, sobre Roma y su imperio, sobre Nerón y sus adoradores. La espada y el fuego, el hambre y la pestilencia, la tormenta y un terremoto, y la agonía social y el terror político no son sino los ayes que están introduciendo el reino mesiánico. Las cosas viejas están pasando rápidamente. La luz sobre el semblante de la antigua dispensación está desapareciendo y desvaneciéndose hasta volverse tenue, pero el rostro de aquél que es como el sol ya está alboreando en dirección del oriente. El pacto nuevo y final ha de ser establecido instantáneamente en medio de terribles juicios; y ha de ser establecido de tal manera que hará imposible la continuación de lo antiguo. ¡Maranatha! ¡El Señor viene! ¡Aun así, ven, Señor Jesús!" 36


Notas:
1. La correspondencia no es exacta, sin embargo; y Russell, característicamente, va demasiado lejos cuando, después de una comparación superficial, declara categóricamente: "Esto no puede ser mera casualidad: es identidad, y sugiere el interrogante: ¿Por qué razón se repite la visión aquí? (J. Stuart Russell, The Parousia: A Critical Inquiry into the New Testament Doctrine of Our Lord´s Second Coming [Grand Rapids: Baker Book House, 1983], p. 476).
2. Comp. Isa. 66:6 - "Voz de alboroto de la ciudad, voz del templo, voz de Jehová que da el pago a sus enemigos".
3. Austin Farrer, The Revelation of St. John the Divine (Oxford: At the Clarendon Press, 1964), p. 175.
4. Ibid., p. 175.
5. J. P. M. Sweet, Revelation (Philadelphia: The Westminster Press, 1979), p. 244.
6. De paso, podemos notar aquí un ejemplo de la constante tendencia de la así llamada interpretación "literalista" a hacer especulaciones fantásticas con relación al cumplimiento de estas profecías. El Dr. Henry Morris, que ha escrito lo que los editores han llamado "¡la más literal exposición de Apocalipsis que jamás hayamos leído!", ofrece su interpretación de este fenómeno: "Es meramente una solución química, agua que contiene hierro y otras sustancias químicas que le dan un aspecto rojo como de sangre" (The Revelation Record: A Scientific and Devotional Commentary on the Book of Revelation [Wheaton: Tyndale House Publishers, 1983], p. 298). Esto es especialmente interesante a la luz de su declarado principio de interpretación: "En realidad, una 'interpretación literal' es una contradicción de términos, puesto que uno no interpreta (esto es, 'traduce' diciendo 'esto significa aquéllo') si uno simplemente acepta que una declaración significa precisamente lo que dice. Además, los términos 'más literal' o 'de lo más literal' son redundantes. Literal es literal" (p. 24).
7. Flavius Josephus, The Jewish War, iii.x.9.
8. David Chilton, Paradise Restored: A Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion Press, 1985), pp. 18ss, 30s.
9. Auguste Lecerf, An Introduction to Reformed Dogmatics, trad. André Schlemmer (Grand Rapids: Baker Book House, [1949] 1981), p. 147.
10. Comp. ibid., pp. 147-149.
11. La mención del ángel de las aguas sirve también como otra de las muchas y sutiles conexiones entre el Libro de Apocalipsis y el evangelio de Juan; véase Juan 5:3-4.
12. Véase de Josephus, The Jewish War, vi.iii.3-4.
13. J. Massyngberde Ford, Revelation: A New Translation with Introduction and Commentary (Garden City, NY: Doubleday and Co., 1975), p.266.
14. St. Augustine, On the Trinity, iii.9; Henry Bettenson, ed., y trad., The Later Christian Fathers (Oxford: Oxford University Press, [1972] 1977), p.191.
15. Cornelius Tacitus, The Histories, iii.49.
16. Los gobernantes durante el año 69, "el año de los cuatro emperadores".
17. Tácito, The Histories, iii.48; Josephus, The Jewish War, iv.x.5.
18. Tácito, The Histories, iii.71-73; Josephus, The Jewish War, iv.xi.4.
19. F. W. Farrar, The Early Days of Christianity (Chicago and New York: Belfors, Clarke & Co., 1882), pp. 555s.
20. Tácito, The Histories, iii.83; trad. Kenneth Wellesley (New York: Penguin Books, 1964, 1975), pp. 197s.
21. Heródoto, History, i.191; véanse las profecías sobre esto en Jer. 50:38; 51:32, 36.
22. Philip Barrington, The Meaning of the Revelation (LOndon: SPCK, 1931), p. 265.
23. Véase de Josephus, The Jewish War, iii.i.3; iii.iv.2; v.i.6; vii.i.3.
24. Sweet, p. 249.
25. Barrington, pp. 265s; comp. Alfred Edersheim, The Temple: Its Ministry and Services As They Were at the Time of Jesus Christ (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., pp. 142, 148.
26. Comp. frases similares en Juan 19:13: "Pilatos... se sentó en el tribunal en el lugar llamado El Enlosado, y en hebreo Gabata". Carrington (p. 267) comenta: "Cualesquiera que sean nuestros puntos de vista sobre la autoría de la literatura juanina, es seguro que las semejanzas en pensamiento, plan, y dicción entre el Apocalipsis y el evangelio son a veces extraordinariamente estrechas, y los eruditos que sostienen que los libros son de diferentes autores y están inspirados por diferentes motivos tienen que explicar algunos puntos difíciles. En el caso presente, hay un contraste intencional entre Jesús, juzgado y en camino a la muerte a manos del procurador del Emperador, y Jerusalén, juzgada y en camino a su destrucción a manos del Emperador.
27. Farrer, p. 178.
28. Barrington (pp. 268-271) proporciona una extensa lista de las alusiones de Juan a Zacarías, observando que "después de Ezequiel, es el que más ha influido sobre Juan. Por lo tanto, es importante reconocer que habla de la destrucción de esta Jerusalén y de una venganza sobre sus habitantes; espera la gloria de una Nueva Jerusalén bajo la casa de David, y los gentiles yendo a adorar allí" (p. 271).
29. Farrer, p. 178.
30. Farrer, p. 179.
31. John Owen, An Exposition of the Epistle to the Hebrews, W. H. Goold cd., siete vols. (Grand Rapids: Baker House, [1855] 1980, Vol. 7, pp. 366s. Owen también observa: "Aunque el propósito principal sea la eliminación del ritual mosaico y del estado-iglesia - lo cual se efectuó a la venida de Cristo - y la promulgación del evangelio dessde el cielo por él, todas las otras oposiciones a él y a su reino están incluidas allí; no sólo las que existían entonces, sino todas las que ocurrirían hasta el fin del mundo. Las 'cosas que no pueden moverse' han de permanecer y ser establecidas absolutamente contra toda oposición. Por lo cual, como los cielos y la tierra del mundo idólatra fueron de antiguo sacudidos y quitados, así también lo serán los del mundo anticristiano, que en la actualidad parecen prevalecer en muchos lugares. Todas las cosas deben ceder su lugar, todo lo que esté comprendido en los nombres del cielo y de la tierra aquí abajo, al evangelio, y al reino de Cristo. Porque, si Dios hizo lugar para él quitando sus propias instituciones, que él había señalado para un tiempo, ¿qué más estorbará su establecimiento y su progreso hasta el fin?" (p. 368).
32. Barrington, p. 266; comp. Josephus, The Jewish War, v.v.1-5.
33. Ford, p. 275.
34. Josephus, The Jewish War, v.vi.3.
35. Russell, p. 482.
36. F. W. Farrar, The Early Days of Christianity (Chicago and New York: Belford, Clarke & Co., 1882), p.557.
 
 


Parte Cinco
17 
LA FALSA ESPOSA


Aunque, en años recientes, algunos han tratado de ver la ciudad de Roma como la gran ramera del Apocalipsis, la Iglesia, a través de la historia, ha entendido generalmente que Roma es, en cierto sentido, una falsa esposa, una parodia demoníaca de la verdadera Esposa, la Iglesia. El motivo bíblico de la Esposa que cae en adulterio (apostasía) es tan bien conocido que tal identificación es todo menos inescapable. La metáfora de la prostitución se usa exclusivamente en el Antiguo Testamento para referirse a una ciudad o una nación que ha abandonado el Pacto y se ha vuelto a los dioses falsos; y, con sólo dos excepciones (véase el comentario sobre el v. 1-2, abajo), el término se usa siempre en relación con el infiel Israel. La ramera es, claramente, la falsa iglesia. En este punto, sin embargo, el acuerdo se hace añicos y se convierte en faccionalismo. Para los herejes donatistas del siglo cuarto, la Iglesia Católica era la ramera. Algunos teólogos  ortodoxos griegos y protestantes la han visto en el papado romano, aunque muchos fundamentalistas han manchado sus encantos de oropel en el Concilio Mundial de Iglesias. Aunque es cierto que puede haber (y ciertamente ha habido) falsas iglesias a imagen de la ramera, debemos recordar el contexto histórico del Apocalipsis y las exigencias preteristas que el libro hace a sus intérpretes. Encontrar meramente algún ejemplo de una falsa iglesia, e identificarla como la ramera, no es una exégesis fiel. Juan ha establecido firmemente nuestros límites hermenéuticos dentro de su propia situación contemporánea en el siglo primero. De hecho, él ha afirmado definidamente que la ramera era un fenómeno corriente (17:18), del cual él espera que sus lectores actuales se separen. Cualesquiera aplicaciones modernas se hagan de este pasaje, debemos verlos como sólo eso: aplicaciones. El significado primario de la visión debe referirse a la falsa iglesia de los días de Juan.
Hemos visto que el Libro de Apocalipsis nos presenta dos grandes ciudades, puestas en antítesis la una de la otra: Babilonia y la Nueva Jerusalén. Como veremos en un capítulo posterior, la Nueva Jerusalén es el paraíso consumado, la comunidad de los santos, la Ciudad de Dios. La otra ciudad, que es contrastada continuamente con la Nueva Jerusalén, es la antigua Jerusalén, que ha sido infiel a Dios. Otro modo de ver esto es entender que, desde el comienzo, el propósito era que Jerusalén fuera el verdadero cumplimiento de Babilonia, una palabra que significa "Puerta de Dios". El lugar de la graciosa revelación de Dios con respecto a sí mismo y a su pacto debería ser una verdadera Babilonia, una verdadera "Puerta del Cielo" y "Casa de Dios", como Jacob lo entendió cuando vio la escalera de Dios hacia el cielo, la verdadera Torre de Babel, la verdadera pirámide que profetizaba de Cristo Jesús (Gén. 28:10-22; comp. Juan 1:51). Pero Jerusalén no caminó con la dignidad propia del llamado con el que había sido llamada. Como la Babilonia original, Jerusalén volvió sus espaldas al verdadero Dios y buscó gloria y dominio autónomos; como la Babilonia original, fue apóstata; y por esto, la "Puerta de Dios" se convirtió en "Confusión" (Gén. 11:9).
¿Cómo se convirtió en ramera la ciudad fiel? Comenzó con la apostasía del sacerdocio en Israel. La principal responsabilidad del sacerdote (el representante de Dios), es re-presentar el Esposo a la Esposa, y guardarla del peligro. En vez de eso, el sacerdocio condujo al pueblo en apostasía para alejarlo de su Señor (Mat. 26:14-15, 47, 57-68; 27:1-2, 20-25, 41-43, 62-66). A causa del fracaso del sacerdocio en traer el Esposo a Israel, la Esposa se convirtió en ramera, yendo en busca de otros esposos. La apostasía del sacerdocio se describe en 13:11-17, bajo la figura de la bestia que sube de la tierra. Pero la falsa esposa no es absuelta de responsabilidad. Ella es culpable también, y la profecía de Juan ahora se vuelve a considerar el juicio y la destrucción de ella. 1
La "Babilonia" simbólica fue destruida cuando el séptimo ángel derramó su copa, la libación de aniquilamiento (16:17-21). Como hemos visto, esta visión es parte del cuarto siete del Apocalipsis - las siete copas que contienen las siete plagas. La conexión está proporcionada en 17:1 (comp. 21:9), que nos dice que es uno de los siete ángeles-copas el que da a Juan la visión del juicio de la gran ramera. Esta visión, por lo tanto, revela el significado de la séptima copa, la destrucción de Jerusalén.

La Identidad
de la Ramera (17:1-7)

1 Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas;
2 con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación.
3 Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos.
4 Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación;
5 y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.
6 Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro.
7 Y el ángel me dijo: ¿Por qué te asombras? Yo te diré el misterio de la mujer, y de la bestia que la trae, la cual tiene las siete cabezas y los diez cuernos.

1-2 La visión de las siete copas continúa: Uno de los siete ángeles que tenían las siete copas muestra a Juan la caída de la gran ramera que está sentada sobre muchas aguas. A los lectores de Juan ya se les ha hablado de una ciudad-ramera llamada "Babilonia la grande" (14:8; 16:19), y la semejanza entre la ramera y la Babilonia original es subrayada por la información de que ella se sienta sobre muchas aguas, una imagen tomada de la descripción de Jeremías de Babilonia en su famoso oráculo de juicio contra ella (Jer. 50-51). La expresión muchas aguas de Jeremías 51:13 se refiere tanto al Éufrates, que corría por en medio de la ciudad, como a los canales que la circundaban. En última instancia, se refiere a las bendiciones que Dios había concedido a Babilonia, y que ella prostituyó para su propia gloria. Por eso, Juan describe a la gran ramera de su tiempo en términos de su prototipo y modelo. Más tarde, en 17:15, se nos informa de un aspecto del significado simbólico de las "muchas aguas", pero por ahora el punto es meramente la identificación de la ramera con Babilonia.
Sin embargo, debemos reconocer al mismo tiempo que, en todos los otros lugares de Apocalipsis donde se usa la expresión "muchas aguas", ésta ocurre dentro de una descripción de la relación de pacto de Dios y su interacción litúrgica con su pueblo. Hemos notado que la voz que habla desde la Nube de Gloria suena como muchas aguas, y que esta voz es producida por los innumerables ángeles en el concilio celestial (Eze. 1:24). De manera similar, en Apocalipsis 1:15, la voz de Cristo es "como el sonido de muchas aguas" (comp. Eze. 43:2); en 14:2, Juan oye nuevamente la voz que habla desde el cielo como "el sonido de muchas aguas"; y en 19:6, la gran multitud de los redimidos, habiendo entrado al concilio angélico en el cielo, se une al cántico de alabanza, que Juan oye como "el sonido de muchas aguas". La expresión, pues, recuerda tanto la graciosa revelación de Dios como la respuesta litúrgica de alabanza y obediencia del pueblo de Dios. Dados los antecedentes bíblicos y el contexto de la frase, no sería ninguna sorpresa para sus lectores que la mujer sea vista sentada sobre "muchas aguas". La sorpresa es que ella es una ramera. Ha tomado los buenos dones de Dios y los ha prostituído (Eze. 16:6-16; Rom. 2:17-24).
La ciudad-ramera ha fornicado con los reyes de la tierra. Esta expresión ha sido tomada de la profecía de Isaías contra Tiro, donde se refiere principalmente a su comercio internacional (Isa. 23:15-17); Nínive también ha sido acusada de "multitud de fornicaciones" con otras naciones (Nahum 3:4). 2 Sin embargo, más a menudo la imagen de una ciudad o nación que fornica con los reinos del mundo se usa para referirse al rebelde pueblo del pacto. Hablando contra la Jerusalén apóstata, Isaías se lamentaba:
¿Cómo te has convertido en ramera, oh ciudad fiel? Llena estuvo de justicia, en ella habitó la equidad; pero ahora, los homicidas. (Isa. 1:21).
La imagen del adulterio de Israel es bastante común en los profetas, al presentar la demanda de pacto de Dios contra la Esposa que ha abandonado a su Esposo. 3 Jeremías habló contra Israel como ramera, que se fue tras los falsos dioses de los paganos en lugar de su verdadero Esposo:
Porque desde muy atrás rompiste tu yugo y tus ataduras, y dijiste: No serviré. Con todo eso, sobre todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso te echabas como ramera... Dromedaria ligera que tuerce su camino, asna montés acostumbrada al desierto, que en su ardor olfatea el viento. De su lujuria, ¿quién la detendrá? Todos los que la buscaren no se fatigarán, porque en el tiempo de su celo la hallarán... Vuestra espada devoró a vuestros profetas, como león destrozador. ¡Oh generación! atended vosotros a la palabra de Jehová. ¿He sido yo un desierto para Israel, o tierra de tinieblas? ¿Por qué ha dicho mi pueblo: Somos libres; nunca más vendremos a tí? ¿Se olvida la virgen de su atavío, o la desposada de sus galas? Pero mi pueblo se ha olvidado de mí por innumerables días. ¿Por qué adornas tu camino para hallar amor? Aun a las malvadas enseñaste tus caminos... Dicen: Si alguno dejare a su mujer, y yéndose ésta de él se juntare a otro hombre, ¿volverá a ella más? ¿No será tal tierra del todo amancillada? Tú, pues, has fornicado con muchos amigos; mas ¡vuélvete a mí! dice Jehová. Alza tus ojos a las alturas, y ve en qué lugar no te hayas prostituído. Junto a los caminos te sentabas para ellos como árabe en el desierto, y con tus fornicaciones y con tu maldad has contaminado la tierra. Por esta causa las aguas han sido detenidas, y faltó la lluvia tardía; y has tenido frente de ramera, y no quisiste tener vergüenza. (Jer. 2:20-24, 30-33; 3:1-3).
Los adulterios de Israel, decía Oseas, tenían lugar "en todas las eras del trigo" (Oseas 9:1): La imagen es la de una mujer que se prostituye por dinero en el granero durante el tiempo de la cosecha. Esto tiene un doble significado. Primero, Israel estaba apostatando hacia la adoración de Baal, buscando en falsos dioses bendición de la cosecha y la fertilidad (olvidando que la fertilidad, y la bendición en todas las áreas, sólo puede venir del único Dios verdadero). Segundo, el templo estaba construído sobre una era (2 Crón. 3:1), simbolizando la acción de Dios a través de la historia al separar la paja de su trigo santo (Job 1:18; Sal. 1:4; 35:5; Isa. 17:13; Luc. 3:17). La era también simboliza la relación matrimonial: La unión entre Booz y Ruth tuvo lugar en su era (Ruth 3), y la acción de moler en un molino es una imagen bíblica de las relaciones sexuales (Job 31:10; Isa. 47:2; Jer. 25:10). 4 Así, en vez de consumar su matrimonio con Dios por medio de la adoración en su era, la Esposa se dedicó a fornicar en cada era ajena, postrándose delante de dioses desconocidos y altares extraños.
La Jerusalén apóstata es la ciudad-ramera; este tema se vuelve aún más prominente en la profecía de Ezequiel, particularmente en Ezequiel 16 y 23, donde es claro que sus "fornicaciones" consisten en alianzas político-religiosas con poderosos reinos paganos (véase, por ej., Eze. 16:26-29). En los días de Ezequiel, el pueblo de Jerusalén había abandonado la verdadera fe y se había vuelto a dioses paganos y a naciones impías en busca de ayuda, antes que confiar en que Dios fuera su protector y liberador. Es importante notar que, aunque Israel mismo parece haber considerado estas relaciones principalmente en términos políticos, los profetas subrayaban que el aspecto religioso era de importancia central. La confianza de la nación del pacto en poderes paganos no podría verse como mera conveniencia política; era nada menos que prostitución. Usando lenguaje tan gráfico y explícito que la mayoría de los pastores modernos no querrían predicar sobre estos capítulos, 5 Ezequiel condena a Jerusalén como una ramera degradada y lasciva: "Te ofreciste a cuantos pasaban, y multiplicaste tus fornicaciones" (Eze. 16:25). La manera sarcástica en que Ezequiel describe el adulterio de Israel es penetrante y vívida: Israel desea a los (supuestamente) bien dotados egipcios, cuyos órganos sexuales son del tamaño de los genitales de burros, y producen semen en cantidades tan prodigiosas que rivalizan con la de un caballo (16:26); 23:20). Su deseo adúltero (inflamado por imágenes pornográficas, 23:14-16) es tan grande que está dispuesta a pagar a desconocidos para que vengan a ella, más bien que al revés (16:33-34); hasta se masturba con las "imágenes de hombre" que ha hecho (16:17). La profecía de Ezequiel era cruda, y ciertamente ofendió a muchos de sus oyentes; pero simplemente les estaba haciendo una descripción fiel de cuán ofensivos eran para Dios. A la vista del Dios sacrosanto que hablaba a través de Ezequiel, nada podría ser más obsceno que la apostasía de la Esposa contra su divino Esposo.
Lo mismo ocurrió con el Israel del siglo primero. En el momento mismo en que llegaba el prometido Esposo, Israel estaba fornicando con César. La vista de su verdadero Esposo sólo le llevó más lejos en su unión adúltera con "los reyes de la tierra". Rechazando el señorío de Cristo (comp. 1 Sam. 8:7-8), los principales sacerdotes exclamaron: "¡No tenemos más rey que César!" (Juan 19:15).
La apostasía de Jerusalén condujo a la nación entera a la fornicación religiosa y política. Los que moran en la tierra - el pueblo judío (véanse los comentarios sobre 3:10) - se embriagaron con el vino de su fornicación, y fueron seducidos para que cayeran en un estupor espiritual tal que no reconocieron a su propio Cristo. Intoxicados con su aparentemente afortunada relación con el estado-poder imperial, los judíos no se dieron cuenta de que era una trampa: Estaban siendo narcotizados como preparación para su propia ejecución.

3 Ya hemos visto a la mujer en el desierto, a donde ella huyó de la opresión del dragón que tenía siete cabezas (12:6, 14). Pero esa pemanencia en el desierto fue por necesidad, y por un tiempo específico. La verdadera Esposa no mora en el desierto - señal de maldición, habitación de demonios (Mat. 12:43) 6 - de preferencia. Sin embargo, para la falssa esposa, el desierto es su elemento; ella prefiere permanecer allí antes que seguir al Espíritu a la tierra prometida. El desierto es, pues, su herencia y su destino (comp. Núm. 13-14; Zac. 5:5-11). Nuevamente, esta es una imagen profética familiar: La Jerusalén apóstata es una ramera, que trabaja en su oficio junto a los caminos del desierto como una asna salvaje en celo (comp. Jer. 2-3; Oseas 2).
Es como si la mujer de Apocalipsis 12, habiendo huído al desierto en busca de protección, se hubiese acostumbrado a la vida en el desierto y establecido una relación íntima con el dragón. Juan la ve sentada sobre una bestia escarlata. No está claro inmediatamente si la bestia escarlata es el dragón o la bestia que sube del mar. Como la bestia que sube del mar, ella está llena de nombres de blasfemia (comp. 13:1); y como el dragón, tiene siete cabezas y diez cuernos (comp. 12:3; el orden se invierte para la bestia que sube del mar, que tiene diez cuernos y siete cabezas, 13:1). Puesto que está sentada "sobre muchas aguas" (v. 1) y también sobre la bestia escarlata, la imagen parece sugerir que la bestia ha surgido del mar (comp. 11:7; 13:1). La solución más probable es simplemente ver el pasaje como una referencia a la íntima apostasía de Jerusalén tanto con Satanás como con el imperio. Roma era la encarnación política reinante del diablo, y los dos ciertamente podrían ser considerados juntos bajo una sola imagen. Israel dependía del Imperio Romano para su existencia y poder nacionales; por el testimonio del Nuevo Testamento, no hay duda de que Jerusalén estaba política y religiosamente "en la cama" con el paganismo institucionalizado, y cooperó con Roma en la crucifixión de Cristo y la persecución asesina de los cristianos.
Dicho sea de paso, ésta es una de las muchas indicaciones de que la ramera no es Roma, porque es claramente diferente. La ramera está sentada sobre la bestia, sostenida y mantenida por aquél cuyas siete cabezas representan - entre otras cosas - las famosas "siete colinas" de Roma (17:9). Vale la pena notar que hay un contraste entre el trono de Dios, sostenido por los seres vivientes que están "llenos de ojos" y que alaban a Dios día y noche (4:6-8; comp. Eze. 10:12), y la reina de las rameras, cuyo trono está sostenido por la bestia que está llena de nombres de blasfemia.

4 La mujer está vestida de púrpura y escarlata, ropaje de esplendor y realeza para quien se sienta como reina (18:7; véase Jud. 8:26; 2 Sam. 1:24; Dan. 5:7, 16, 29; Luc 16:19). Ella está adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, de acuerdo con las descripciones de la gloriosa Ciudad de Dios (Isa. 54:11-12; 60:5-11; Apoc. 21:18-21), basado, además, en el modelo del Jardín de Edén cuajado de joyas (Gén. 2:11-12; Eze. 28:13). Las joyas son también características tanto de las vestiduras del sumo sacerdote (Éx.28:9-29) como del trono de Dios (4:3-4). No hay, pues, ninguna necesidad de considerar las vestiduras y las joyas de la mujer meramente como los estridentes, audaces, y extravagantes adornos del vestuario de una prostituta. En vez de eso, éstas son originalmente las ropas de la mujer justa - la Esposa - que se supone está ataviada con un vestido glorioso (comp. Éx. 3:22; Eze. 16:11-14; Prov. 31:21-22). Juan quiere que sus lectores vean a la mujer adornada con el hermoso ropaje de la Iglesia. Juan quiere que ellos entiendan que esta ramera degenerada que fornica con bestias todavía lleva los adornos de la pura y casta Esposa. Debemos notar, sin embargo, que el enorme velo que cubría la puerta del templo (de más de 80 pies de altura y 24 pies de anchura) era "un tapiz babilónico, bordado en azul y lino fino [comp. 18:16], y escarlata, y púrpura". 7
La falsa esposa celebra una especie de comunión: Sostiene en la mano una copa de oro llena de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación, combinando las imágenes de alimentos inmundos (comp. Lev. 11) con un matrimonio inmundo (comp. Lev. 20; véase especialmente Lev. 20:22-26. 8 La imagen es ligeramente diferente de la de Jeremías 51:7, donde la Babilonia original es descrita como "una copa de oro en la mano de Jehová, que embriagó a toda la tierra", pero la idea básica es similar. Jerusalén todavía tiene el hermoso cáliz del pacto, pero la comunión que ella ofrece conduce a los hombres a la muerte y a la destrucción. Su copa está llena de "abominaciones", una palabra que la Biblia usa a menudo en relación con el culto a los dioses falsos (Deut. 29:17; Eze. 5:11). La Jerusalén farisaica se enorgullece de su observancia de los reglamentos de limpieza ceremonial, pero en realidad es radicalmente inmunda, contaminada desde dentro por su apostasía  y su fornicación (Mat. 23:25-28; Mar. 7:1-23). El cuadro general puede muy bien ser, como ha observado Ford, "una parodia del sumo sacerdote en el Día de Expiación llevando las vestiduras reservadas especialmente para esa ocasión y sosteniendo la ofrenda de libación. Sin embargo, en vez del sagrado nombre sobre su frente, el 'sacerdote-ramera' lleva el nombre de Babilonia, madre de todas las rameras y de las abominaciones de la tierra, un título que ilustra Eze. 16:43-45, donde Yahvé habla de la lujuria de Jerusalén". 9

5 La ramera tiene en la frente un nombre escrito. Para ahora, la escritura en la frente es una imagen familiar en Apocalipsis. La hemos visto sobre los santos (3:12; 7:3; 14:1) y sobre los seguidores de la bestia (13:16-17). La frente es especialmente señalada como símbolo de rebelión (Isa. 48:4; Eze. 3:9); se dice que el rebelde Israel tiene "frente de ramera" (Jer. 3:3). Pero el nombre escrito allí comienza con la palabra Misterio. Corsini ha observado correctamente el significado de este hecho muy descuidado: "Si la prostituta es llamada 'misterio', eso significa que ella, aún en el momento en que es juzgada y condenada, todavía forma parte integral e importante del divino plan de salvación. Esto no puede ser verdad de Roma ni de ninguna otra ciudad pagana, sino solamente de Jerusalén. Sólo ella, y no ninguna otra ciudad, será renovada y descenderá del cielo sobre el monte Sión para celebrar un matrimonio con el Cordero (21:2, 10ss.), porque "en los días de la voz del séptimo ángel... el misterio de Dios se consumará" (10:7)". 10
El nombre simbólico de la ramera continúa: Babilonia la grande, porque ella es heredera y homónima de la antigua ciudad que era epítome de rebelión contra Dios (Gén. 11:1-9; Jer. 50-51). El nombre sirve también para recordarnos su alto llamado, que fue creada para ser la verdadera Babilonia, la Puerta de Dios. En vez de eso, sin embargo, ella ha seguido los pasos de la antigua Babilonia en su  rechazo apóstata del señorío de Dios sobre ella. Ahora identificada con la bestialidad y la confusión, se ha convertido en "el misterio de iniquidad" (2 Tesa. 2:7), madre de las rameras (correspondiente a "Jezabel" y sus "hijos", de los cuales se habla en 2:20-23; comp. la descripción de Jerusalén como madre de las rameras en Eze. 16:44-48).

6-7 Ahora vemos lo que la ramera tiene en su copa, la demoníaca comunión con la cual ella y sus amantes (v. 2; comp. 14:8) se están embriagando: Es la sangre de los santos, y ... de los testigos de Jesús. Éste es "el vino de su fornicación", el sacramento de su apostasía de la verdadera fe; el alimento inmundo en última instancia (comp. Lev. 17:10-14). Aunque es verdad que Roma se convirtió en gran perseguidora de la Iglesia, debemos recordar que Jerusalén fue la pre-eminente transgresora en este respecto. L persecución romana ocurrió por medio de la instigación y la connivencia de los judíos, como nos informa constantemente el libro de los Hechos. De hecho, la historia entera de Jerusalén fue de implacable persecución contra los piadosos, especialmente los profetas (Mat. 21:33-44; 23:29-35; Hech. 7:51-53). Como nos dice Juan en 18:24, "en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra". Jerusalén fue la perseguidora de los profetas por excelencia.
Pero no siempre es fácil mirar las cosas con ojos "teológicos". En el momento de su gloria, una ramera de éxito es hermosa, atractiva, seductora. La Palabra de Dios es realista, y no pretende que el mal aparezca siempre repulsivo. Como todos sabemos, la tentación a pecar puede ser muy atractiva (Gén. 3:6; 2 Cor. 11:14). Por lo tanto, al contemplar Juan a la gran ramera, quedó bastante engañado, fascinado por su belleza: Se asombró con gran asombro (comp. Apoc. 13:3-4): "Y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón..."). Por lo tanto, el ángel lo reprende: ¿Por qué te asombras? Juan registra esto para amonestar a sus lectores, y que no se dejen seducir por la ramera, porque ella es hermosa e impresionante. El antídoto contra el ser engañados por las artimañas de la falsa esposa es entender el misterio de la mujer y de la bestia que la transporta. Ahora el ángel revelará la naturaleza de la alianza de la ramera con la bestia, su oposición a Cristo, y su inminente destrucción. Los lectores de Juan deben entender que ya no hay ninguna esperanza para una "reforma desde adentro". Jerusalén está implacablemente en guerra con Cristo Jesús y su pueblo. La una vez Santa Ciudad es ahora una ramera.

El Ángel Explica el Misterio (17:8-18)

8 La bestia que has visto era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será.
9 Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer,
10 y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y le otro aun no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo.
11 La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición.
12 Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia.
13 Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia.
14 Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos fieles.
15 Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas.
16 Y los diez cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego;
17 porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios.
18 Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra.

8 El ángel comienza su explicación hablando sobre la bestia, pues la intimidad de la ramera con la bestia es completamente integral con su carácter y su destino. Nuevamente, debemos notar que esta es una bestia compuesta (comp. v. 3 arriba), y comprende los atributos tanto del Imperio Romano como los de su original, el dragón. Milton Terry dice: "En su explicación, el ángel parece llamar nuestra atención particularmente al espíritu que impulsaba por igual al dragón, la bestia que subió del mar, y al falso profeta; así, lo que aquí se afirma de la bestia hace una referencia especial a las diferentes y sucesivas manifestaciones de Satanás mismo...De aquí que, por la bestia que era y no es, entendamos que este es un retrato enigmático del gran dragón escarlata de 12:3. Él es el rey del abismo en 9:11, y la bestia que mató a los testigos en 11:7. Él aparece por un tiempo en la persona de algún gran perseguidor, o en la forma de alguna enorme iniquidad, pero es expulsado después de un tiempo. Luego encuentra nuevamente algún otro órgano para sus actividades, y entra en él con toda la maldad del espíritu inmundo que vagaba por lugares secos, buscando reposo sin encontrar ninguno, hasta que decubrió su antigua casa, vacía, barrida, y adornada, como invitándole a regresar". 11
El ángel representa a la bestia como una parodia de "aquél que es y que era y que ha de venir" (1:4). La bestia ... era y no es, y está a punto de subir del abismo. En este punto, es probable que el ser humano específico al que se refiere al hablar de la Bestia sea Vespasiano, que se convirtió en César después del caos que siguió a la muerte de Nerón. Ford comenta: "La bestia 'era' (Vespasiano gozaba del favor de Nerón) y 'no es' (cayó en desgracia) y saldrá del abismo (fue restaurado con la ayuda de 'los hombres del abismo', un epíteto para los hombres perversos de Qumran). Vespasiano es un paralelo de 'el que ha de venir'. En cierto sentido, el imperio pasó por las mismas etapas: 'fue' desde César hasta Nerón, 'no fue' en el año crítico de los cuatro emperadores, y vino nuevamente con Vespasiano". 12
En última instancia, como hemos visto, esta es una descripción de la bestia original, el dragón, el antiguo enemigo de Dios y de su pueblo. Si por el momento hay un respiro temporal de su cruel oposición, los cristianos deben estar conscientes de que él está a punto de ascender del abismo nuevamente para atacarles y perseguirles otra vez; sin embargo, Juan les recuerda que la derrota de la bestia está asegurada, porque su ascensión no es al poder y a la gloria a la diestra de Dios, sino sólo para ir a la destrucción. La palabra para destrucción es apoleian, la raíz de Apolión, el "rey del abismo" en 9:11. Juan señala que, aunque a la bestia se le permite subir por un tiempo del abismo, tiene la misma certeza de regresar allí. Su destino es la destrucción completa, y no puede tener éxito en destruir a la Iglesia.
Pero el dragón/bestia tendrá éxito en llevar al Israel apóstata a su culto idólatra. Los que moran en la tierra se maravillarán ... cuando vean a la bestia, que era y que no es y que habrá de venir. La palabra usada anteriormente para indicar el surgimiento de la bestia del abismo es anabaino, en imitación de la Resurrección/Ascensión de Cristo; la palabra venir aquí es paristemi (la forma verbal de parusía), en imitación de la Venida de Cristo en poder y gloria, trayendo juicio y salvación (la parusía definitiva ocurrió en la ascensión, resultando en la parusía de Cristo contra Jerusalén en el año 70 d. C.). Así, pues, de la misma manera que los cristianos del siglo primero vivían esperando la cercana parusía de su Señor, los judíos apóstatas esperaban de la bestia su liberación y su salvación. La "segunda venida" del dragón, después de su aparente (y real) derrota por Cristo, fue una ocasión de maravilla, asombro, y adoración por parte de los judíos que habían rechazado a Cristo. El surgimiento del estado total, en oposición al reino de Cristo, fue para el Israel rebelde una ascensión a la gloria, una parusía, un día del Señor. La bestia era su Mesías, y su anti-parusía los entregó - en las manos de Apolión, la perdición y la destrucción del abismo. El único punto final en disputa de la ascensión de la bestia desde el abismo es la mayor condenación de sí misma y sus adoradores.
¿Por qué rechazaron finalmente a Cristo los judíos y adoraron al dragón? Porque, en contraste con los elegidos de Cristo, que fueron "escogidos en él antes de la fundación del mundo" (Efe. 1:4), el nombre del Israel apóstata no ha sido escrito en el libro de la vida desde la fundación del mundo (comp. 13:8). Pedro escribió que Cristo Jesús, la gran piedra angular, era para los judíos "piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados" (1 Ped. 2:8) 13 En vez de eso, la Iglesia ha heredado la posición anterior (Éx. 19:6) que tenía Israel: "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios..." (1 Ped. 2:9).

9-10 El ángel vuelve a hablar de la encarnación del dragón en la bestia que sube del mar. Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer. Nuevamente, los "siete montes" identifican a la bestia como Roma, famosa por sus "siete colinas"; 14 pero éstas también corresponden a la línea de los Césares, porque ellos son siete reyes; cinco han caído: Los cinco primeros Césares fueron Julio, Augusto, Tiberio, Calígula, y Claudio. 15 Uno, Nerón, el sexto César, estaba en el trono mientras Juan escribía el Apocalipsis. El otro no ha venido todavía; y cuando venga, debe permanecer un poco de tiempo: Galba, el séptimo César, reinó durante menos de siete meses.

11 Pero la caída de la dinastía julio-claudiana y el severo caos político que la siguió no debería ser interpretado por los cristianos como el fin de los problemas. Porque su verdadero enemigo es la bestia, que se encarnará en otros Césares también. Él es también el octavo rey, pero es de los siete: la brutalidad anticristiana de los tiranos que se sucedieron los marcará como de la misma clase que sus predecesores. En la Biblia, ocho es el número de resurrección; Juan está advirtiendo que, aunque el imperio parezca desintegrarse después del reinado de los siete reyes, será "resucitado" nuevamente, para seguir viviendo en otros perseguidores de la Iglesia. Pero el regreso del imperio no resultará en victoria para la bestia, porque hasta el octavo, la bestia resucitada, va a la destrucción. La Iglesia tendrá que tener paciencia durante el período del surgimiento de la bestia, pero ella tiene la seguridad de que sus enemigos no tendrán éxito. Su Rey resultará victorioso; sus siervos han sido predestinados a compartir su triunfo.

12 Los diez cuernos que Juan vio sobre la bestia son diez reyes. En la Biblia, como hemos observado en otras ocasiones, el número 10 se relaciona con el concepto de "muchos", de plenitud cuantitativa o numérica. Que estos "reyes" están asociados con la bestia, adornando sus cabezas como "coronas", y que reciben autoridad junto con la bestia (es decir, en virtud de su relación con ella) indica que ellos son gobernantes que están sujetos a, o aliados con, el imperio. En la realidad, Roma tenía diez provincias imperiales, y algunos han entendido esto como una referencia a ellas. 16 Sin embargo, no es necesario intentar una definición precisa de estos diez reyes súbditos; el símbolo simplemente representa "la totalidad de los reyes súbditos aliados que ayudaron a Roma en sus guerras tanto contra el judaísmo como contra el cristianismo". 17 El énfasis del texto señala a estos reyes, con los cuales la ramera ha comerciado (v. 2), como los instrumentos de su destrucción eventual (v. 16-17).

13-14 Juan nos informa que los "diez reyes" se unen a la bestia contra Cristo, persiguiendo a la Iglesia a través de las provincias y los reinos subordinados del imperio: Éstos tienen un propósito, y dan su poder y su autoridad a la bestia para hacer guerra contra el Cordero, como Miguel y sus ángeles habían hecho guerra contra el dragón (12:7). Esto ha sido siempre el fin último del ejercicio del gobierno por parte del hombre réprobo: el intento de destronar a Dios. Como predijo el salmista: "Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido" (Sal. 2:2; comp. Hech. 2:26). El comentario apostólico sobre este texto queda revelado en una oración temprana de la Iglesia perseguida. Después de citar a Salmos 2, dicen: "Pues verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que ocurriera" (Hech. 4:27-28). Los impíos se unen con los lazos del odio contra el Hijo de Dios, el Ungido. Por eso se nos cuenta el resultado de la conspiración de Herodes y Pilatos contra Cristo: "Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí" (Lucas 23:12). Los enemigos se unirán para combatir al adversario común, y en el advenimiento de Cristo vemos unirse al mundo de los paganos y los apóstatas en rebelión contra Él. Pero, mucho antes, el salmista había advertido a reyes y gobernantes: "Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían" (Sal. 2:11-12). El resultado de esta lucha cósmica queda así asegurado, y es inevitable: Y el Cordero les vencerá, porque Él es Señor de señores y Rey de reyes, y los que con él están son los llamados, y los elegidos, y los fieles. Juan asegura a la Iglesia que, en su terrible y aterrador conflicto con el impresionante poder de la Roma imperial, la victoria del cristianismo está garantizada.

15 Ahora el ángel explica el significado de las aguas ... donde se sienta la ramera. Las aguas se describen en términos de una cuádruple designación: pueblos y multitudes y naciones y lenguas, es decir, el mundo. La identificación de las naciones impías y rebeldes del mundo con el mar enfurecido es familiar en la Escritura (comp. 13:1). Isaías escribió de "multitud de muchos pueblos que harán ruido como estruendo del mar, y murmullo de naciones que harán alboroto como bramido de muchas aguas. Los pueblos harán estrépito como de ruido de muchas aguas; pero Dios los reprenderá, y huirán lejos; serán ahuyentados como el tamo de los montes delante del viento, y como el polvo delante del torbellino" (Isa. 17:12-13). "Los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos" (Isa. 57:20-21).
Jerusalén podría realmente ser representada como sentada sobre "muchas aguas" (es decir, las naciones) a causa de la grande y difundida influencia que los judíos ejercían en todas partes del Imperio Romano antes de la destrucción de Jerusalén. Sus sinagogas estaban en todas las ciudades, y la extensión de su colonización puede verse en el registro del día de Pentecostés, que nos cuenta que "moraban entonces en Jerusalén judíos, hombres piadosos, de todas las naciones bajo el cielo" (Hech. 2:5). 18
16 En su guerra contra Cristo, las naciones furiosas se vuelven contra la ramera, a causa de la conexión entre ella y Él. 19 El ángel presenta esta nueva enemistad hacia la ramera por medio de una cuádruple descripción: Los pueblos del imperio aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda, y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego (comp. Jer. 13:26; Lam. 1:8-9; Nah. 3:5). Jerusalén había fornicado con las naciones paganas, pero en el año 70 d. C. se volvieron contra ella y la destruyeron, dejándola desolada (la misma palabra se usa en Mateo 24:15, Marcos 13:14, y Lucas 21:20, reflejando la versión griega de Daniel 9:26-27; la abominación de desolación). En el mundo antiguo, uno de los castigos para una mujer adúltera convicta era la humillación pública de ser desnudada (comp. Isa. 47:2-3; Jer. 13:26; Lam. 1:8; Eze. 16:37, 39; 23:29; Ose. 2:10; Nah. 3:5).
Ota conexión con "Jezabel" (2:20; comp. el comentario sobre 17:5) se hace aquí: Las naciones comen sus carnes, como los perros (comp. 22:15) habían comido las carnes de la Jezabel original (1 Reyes 21:23-24; 2 Reyes 9:30-37). Los profetas que hablaban de Jerusalén como de la ramera habían dicho que, de la misma manera que la hija de un sacerdote que se volviera ramera debía ser "quemada con fuego" (Lev. 21:9, así también Dios usaría a los antiguos "amantes" de Jerusalén, las naciones paganas, para destruirla y quemarla hasta dejarla a ras del suelo (Jer. 4:11-13, 30-31; Eze. 16:37- 41; 23:22, 25-30). Russell ha observado que "Tácito habla de la enconada animosidad de la cual los auxiliares árabes de Tito estaban llenos contra los judíos, 20 y, en las matanzas a gran escala de ese pueblo desafortunado, perpetradas en muchas grandes ciudades justo antes de que estallara la guerra, tenemos una terrible prueba del odio que las naciones vecinas sentían contra los judíos. La población judía entera de Cesarea fue masacrada en un sólo día. En Siria, cada ciudad fue dividida en dos campamentos, judíos y sirios. En Sitópolis, más de trece mil judíos fueron masacrados; en Ascalón, Ptolomeo, y Tiro, tuvieron lugar atrocidades similares. Peo en Alejandría, la carnicería de los habitantes judíos excedió a todas las otras matanzas. El barrio judío entero fue inundado de sangre, y cincuenta mil cadáveres yacían en horrorosos montones en las calles. 21 Este es un comentario terrible sobre las palabras del ángel-intérprete: 'Los diez cuernos que viste en la bestia aborrecerán a la ramera', etc." 22
Es importante que nos demos cuenta de que, como observamos más arriba, la bestia destruyó a Jerusalén como parte de su guerra contra Cristo; el motivo de los dirigentes romanos para destruir el templo no fue sólo para sofocar la rebelión, sino para aniquilar el cristianismo, como lo registra Sulpicio Severo:
Después de convocar a consejo, Tito dijo que primero había deliberado si debía destruir el templo, una estructura de tan extraordinaria construcción. Porque les parecía bien a algunos que un edificio sagrado, distinguido por encima de todos los logros humanos, no debía ser destruido por cuanto que, si se conservaba, proporcionaría evidencia de la moderación de los romanos, y que, si se destruía, sería una prueba perpetua de la crueldad romana. Pero, por otro lado, otros, y Tito mismo, pensaban que el templo debía ser derribado especialmente, para que la religión de los judíos y de los cristianos pudiera ser subvertida más completamente; que estas dos religiones, aunque contrarias entre sí, habían sin embargo procedido de los mismos autores; que los cristianos habían surgido de entre los judíos; y que, si la raíz era extirpada, el vástago perecería rápidamente. 23
¡La bestia pensó que podría matar a la ramera y a la Esposa de un solo golpe! Pero, cuando el polvo se asentó, el andamiaje de la antigua y apóstata Jerusalén yacía en ruinas, y la Iglesia se había revelado como el templo nuevo y más glorioso, la morada eterna de Dios.

17 El Señor soberano no está, pues, a merced de la bestia y sus secuaces; más bien, todos estos eventos han sido predestinados para la gloria de Dios, por medio de la ejecución de sus decretos. Porque Dios ha puesto en sus corazones ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios. Obviamente, es pecado que estos reyes den sus reinos a la bestia con el propósito de hacer guerra contra el Cordero. ¡Y sin embargo, es Dios quien puso esto en sus corazones! Por supuesto, algunos se lamentarán de que esto convierte a Dios en "el autor del pecado". La respuesta obvia a una objeción como ésta es que el texto dice que Dios puso en sus corazones el propósito perverso; al mismo tiempo, se nos asegura que "Jehová es justo en todos sus caminos". Si creemos a la Biblia, debemos creer tanto a Apocalipsis 17:17 como a Salmos 145:17. Debemos aferrarnos firmemente a dos puntos aparentemente contradictorios: Primero, Dios no es responsable del pecado; segundo, nada sucede a pesar de él, o en oposición a su propósito. 24 Por esto, para los que luchan con la Palabra de Dios, la respuesta bíblica es categórica: "Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?" (Rom. 9:20-21). San Agustín observó: "Por lo tanto, está en la potestad del impío el pecar; pero que al pecar ellos hagan esto o aquéllo no está en su mano, sino en la Dios, el cual divide las tinieblas y las regula; de manera que, por esta razón, aún lo que hacen contrario a la voluntad de Dios no se cumple, excepto si es la voluntad de Dios". 25
Todo el propósito de la ira de los reyes paganos, de unirse en conspiración tanto contra la Esposa como contra la ramera, de entregar sus reinos a la bestia y recibir poder durante una hora con ella, queda ahora revelado. Dios ha puesto en sus corazones ejecutar lo que él quiso, hasta que se cumplan las palabras de Dios. La guerra entre Cristo y la bestia, que culmina con la desolación de la ramera, tuvo lugar en cumplimiento de los anuncios de Dios por medio de sus profetas. Las maldiciones del pacto (Deut. 28) fueron ejecutadas en Israel por medio de la bestia  y los diez cuernos. Ellos fueron los instrumentos de la ira de Dios, como Cristo había predicho en su discurso en el Monte de los Olivos. Durante estos horrorosos "días de retribución", dijo, se cumplirían todas las cosas que estaban escritas (Lucas 21:22). La visión y la profecía serían selladas y completadas en la destrucción del antiguo orden mundial (Dan. 9:24).

18 Ahora el ángel identifica a la ramera como la gran ciudad, un término que, como hemos visto, Juan usa para identificar a Jerusalén, donde el Señor fue crucificado (11:8; 16:19). Además, dice el ángel, esta ciudad reina sobre todos los reyes de la tierra. Es quizás este versículo, más que ningún otro, lo que ha confundido a los expositores y los ha hecho suponer, contra toda evidencia, que la ramera es Roma. Si la ciudad es Jerusalén, ¿cómo puede decirse de ella que esgrime esta clase de poder político mundial? La respuesta es que Apocalipsis no es un libro sobre política; es un libro sobre el Pacto. Jerusalén reinaba sobre las naciones. Ella poseía un reino que era sobre todos los reinos del mundo. Ella tenía una prioridad de pacto sobre los reinos de la tierra. Israel era un reino de sacerdotes (Éx. 19:6), ejerciendo un ministerio sacerdotal de tutela, enseñanza, e intercesión a favor de las naciones del mundo. Cuando Israel era fiel a Dios, ofreciendo sacrificios por las naciones, el mundo estaba en paz; cuando Israel rompió el Pacto, el mundo estuvo en agitación. Las naciones gentiles reconocían esto (1 Reyes 10:24; Esdras 1; 4-7; comp. Rom. 2:17-24). 26 Pero, perversamente, trataron de seducir a Israel para que fornicara contra el pacto - y cuando Israel lo hizo, se volvieron contra él y lo destruyeron. Ese patrón se repitió varias veces, hasta la excomunión final de Israel en el año 70 d. C., cuando Jerusalén fue destruída. La desolación de la ramera fue la señal final de Dios de que el reino había sido transferido a su nuevo pueblo, la Iglesia (Mat. 21:43; 1 Ped. 2:9; Apoc. 11:19; 15:5; 21:3). Un Israel nacional jamás volverá a poseer el reino que era sobre todos los otros reinos.


Notas:
1. El fracaso del sacerdocio, y las consecuencias de esto para la Esposa, son temas recurrentes en las Escrituras. Véase de James B. Jordan, Judges: God´s War Against Humanism (Tyler, TX: Geneva Ministries, 1985).
2. Es digno de notar que tanto Tiro como Nínive - las únicas dos ciudades fuera de IIsrael acusadas de prostitución - habían estado en pacto con Dios. EEn los tiempos de David y de Salomón, el reino de Tiro se había convertido al culto del Dios verdadero, y su rey entró en pacto con Salomón y ayudó en la construcción del templo (1 Reyes 5:1-12; 9:13; Amós 1:9); Nínive se convirtió bajo el ministerio de Jonás (Jonás 3:5-10). La posterior apostasía de estas dos ciudades podría correctamente considerarse prostitución.
3. Para una breve revisión del tema de la ramera en la Escritura, véase el excelente librito de Francis Schaeffer, The Church Before the Watching World (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1971), Chapter 2: "Adultery and Apostasy - The Bride and the Bridegroom Theme".
4. Para una discusión completa de este punto, véase de Calum M. Carmichael, "Treading in  the Book of Ruth", ZAW 92 (1980), pp. 248-266.
5. La actitud del Reverendo H. Foster, Rector de Clerkenwell a principios del siglo diecinueve, es probablemente representativa. Discutiendo la corrección de predicar sobre los Cánticos (los Cantares de Salomón), dice: "He predicado sobre varios textos independientes de los Cantares. Una vez examiné Ezequiel 16, pero no me atrevería a hacerlo nuevamente". Citado en la obra de John H. Pratt, cd., The Thought of the Evangelical Leaders: Notes of the Discussions of the Eclectic Society, London, During the Years 1798-1814 (Edinburgh: The Banner of Truth Trust, [1856] 1978), p. 441. En una era más prosaica, John Calvin pudo ser mucho más explícito en sus conferencias - hasta el punto de que su traductor del siglo diecinueve simplemente borró varios pasajes, con esta nota: "El Reformador se espacia tan detalladamente en el lenguaje del Profeta, que el refinado gusto de los tiempos modernos no soportaría una traducción literal de algunas cláusulas". Thomas Myers, en la obra Commentaries on the First Twenty Chapters of the Book of the Prophet Ezekiel, de Calvino (Grand Rapids: Baker Book House, reimpresión de 1979), Vol. 2, p. 127. Comp. la omisión de otro traductor de los comentarios de Calvino sobre Gén. 38:8-10 (Commentaries on the First Book of Moses, Baker Book House, 1979, Vol. 2, p. 281).
6. Véase el comentario sobre 12:6; comp. las notas sobre el tema del desierto en la obra de David Chilton, Paradise Restored: A Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion Press, 1985), pp. 24, 46, 50-53).
7. Josephus, The Jewish War, v.v.4.
8. Para una discusión extensa, aunque preliminar, de las relaciones entre la pureza culinaria y la pureza sexual en la Ley, véase, de Mary Douglas, Purity and Danger: An Analysis of the Concepts of Pollution and Taboo (London: Routledge and Kegan Paul, [1966] 1969), Ch. 3: "The Abominations of Leviticus" (pp. 41-57); ídem, Implicit Meanings: Essays in Anthropology (London: Routledge & Kegan Paul, 1975), Ch. 16: "Deciphering a Meal" (pp. 249-275).
9. J. Massyngberde Ford, Revelation: A New Translation with Introduction and Commentary (Garden City, NY: Doubleday and Co., 1975), p. 288.
10. Eugenio Corsini, The Apocalypse: The Perennial Revelation of Jesus Christ (Wilmington, DE: Michael Glazier, 1983), p. 335.
11. Milton S. Terry, Biblical Apocalyptic: A Study of the Most Notable Revelations of God and of Christ in the Canonical Scriptures (New York: Eaton & Maisn, 1898), pp. 429s.
12. Ford, p. 289.
13. En contexto (v. 6-8), Pedro cita las profecías de Isaías sobre el rechazo de Cristo por parte de los judíos (Isa. 8:14; 28:16; véase Mat. 28:12-15). John Brown de Edinburgo comentaba sobre 1 Pedro 2:8: "La referencia directa del término desobediente es, sin duda, a los judíos incrédulos. Cuando Dios les proclamó: 'He aquí que yo he puesto en Sión por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que creyere, no se apresure', no le creyeron esta declaración. Desobedecieron el mandato. Rechazaron la piedra. No quisieron construir sobre ella. No quisieron recibir a Jesús como el Mesías; por el contrario, le 'tomaron, y con manos impías le cruicificaron y le mataron'" (Expository Discourses on 1 Peter, dos volúmenes; Edinburgh: The Banner of Truth Trust, [1848] 1975, Vol. 1, p.314).
14. Concordamos con Russell (The Parousia, p. 492) en que no es en modo alguno necesario buscar siete montañas en Jerusalén como cumplimiento de esta afirmación. La ramera está sentada sobre la bestia, y por ende lo está sobre las siete colinas de Roma; en otras palabras, el judaísmo apóstata, centrado en la ciudad de Jerusalén, está sostenido por el Imperio Romano.
15. Algunos han cuestionado esto puesto que, en un sentido técnico, el Imperio se inició con Augusto, no con Julio (comp. Tácito, The Annals, i.1 [Los Anales]). Sin embargo, era un tecnicismo que, por lo que concernía a la conversación normal y la comunicación escrita del siglo primero, era irrelevante. Para todos los fines prácticos, Julio César era emperador: Reclamaba el título de imperator, y la mayoría de los primeros escritores romanos, cristianos, y judíos le cuentan como el primer emperador. Suetonio comienza su Lives of the Twelve Caesars [Vidas de los Doce Césares] con Julio como el primer emperador, como lo hace Dio Cassio en su Roman History [Historia Romana]. El Libro 5 de los Sybilline Oracles [Oráculos Sibilinos] llama a Julio "el primer rey", y  Esdras 12:15 habla de Augusto como "el segundo" de los emperadores. Para nuestros fines, Josefo parece proporcionar el testimonio más convincente, pues escribió para un auditorio tanto romano como judío, en el lenguaje común de sus días. En su obra Antiquities of the Jews [Antigüedades de los Judíos], habla claramente de Augusto y de Tiberio como del segundo y el tercer emperadores, respectivamente (xviii.ii.2), de Calígula como el cuarto (xviii.vi.10), y de Julio como el primero (xix.i.11). La más extensa discusión de toda la evidencia está en la obra de Moses Stuart, Commentary on the Apocalypse [Comentario Sobre Apocalipsis], dos vols., (Andover: Allen, Merrill, and Wardwell, 1845), Vol. 2, pp. 445-452; comp. Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of John: Studies in Introduction with an Exegetical and Critical Commentary [El Apocalipsis de Juan: Estudios Sobre la Introducción, con un Comentario Exegético y Crítico], (Grand Rapids: Baker Book House, [1919] 1979). pp. 704s.
16. Éstas eran: Italia, Acaya, Asia, Siria, Egipto, Africa, España, Galia, Bretaña, y Alemania. Véase, de F. W. Farrar, The Early Days of Christianity (Chicago and New York: Belford, Clarke & Co., 1882), p. 532.
17. Terry, p. 433.
18. Lucas pasa a describir algunas de estas nacionalidades: "Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes" (Hechos 2:9-11).
19. Aparte de la hipótesis de que es Jerusalén, la destrucción de la ramera por sus antiguos "amantes" es inexplicable. Hay una clara conexión contextual entre la guerra de la naciones contra Cristo y la guerra de las naciones contra la ramera. La oposición de ellas es, primero y más importante, contra Él; la destrucción de ella por parte de las naciones es representada como un aspecto del intento de ellas por destruir a Cristo.
20. Cornelius Tacitus, The Histories, v. 1.
21. Josephus, The Jewish War, ii.xviii.
22. J. Stuart Russell, The Parousia: A Critical Inquiry into the New Testament Doctrine of Our Lord´s Second Coming (Grand Rapids: Baker Book House, [1887] 1983). p. 503.
23. The Sacred History of Sulpitius Severus, en A Select Library of Nicene and Post-Nicene Fathers of the Christian Church (Grand Rapids: Eerdmans, [n.d.] 1973), Second Series, Vol. 11, p. 111. Esta información de Sulpicio parece haberse derivado del registro de Tácito de relatos de testigos. Véase, de Michael Grant, The Twelve Caesars (New York: Charles Scribners Sons, 197), pp. 228s.
24. Esto nos parece contradictorio porque somos criaturas. Los problemas como la relación entre la soberanía de Dios y la responsabilidad humana, o entre la soberanía de Dios y su justicia, o entre la unidad y la diversidad dentro de la Trinidad, no pueden ser "resueltos" por nosotros porque no somos capaces de comprender a Dios. Cornelius Van Til escribe: "El conocimiento humano jamás podrá ser conocimiento completamente abarcante. Toda transacción de conocimiento tiene en alguna parte de ella un punto de referencia a Dios. Ahora bien, como Dios no nos es plenamente comprensible, es probable que lleguemos a lo que parece una contradicción en todo nuestro conocimiento. Nuestro conocimiento es analógico, y,  por lo tanto, tiene que ser paradójico" (The Defense of the Faith, Philadelphia: Presbyterian and Reformed, tercera edición revisada, 1967, p. 44). Por esta razón, "toda enseñanza de la Escritura es aparentemente contradictoria" (Common Grace and the Gospel, Nutley, NJ: Presbyterian and Reformed, 1972, p. 142; comp. pp. 9ss.; comp. de Van Til, Introduction to Systematic Theology, Presbyterian and Reformed, pp. 247ss. Para una discusión completa de esta cuestión, véase de John Frame "The Problem of Theological Paradox", en la obra de Gary North, ed., Foundations of Christian Scholarship (Vallecito, CA: Ross House Books, 1976), pp. 295-330.
25. San Agustín, Anti-Pelagian Works, Peter Holmes y Robert Ernest Wallis, trad. (Grand Rapids: William B. Eerdmans, reimpreso 1971), p. 514, las cursivas han sido añadidas; comp. John Calvin, Institutes of the Christian Religion, ii.iv.4.
26. Josefo señala repetidamente que las naciones habían reconocido históricamente la santidad y la centralidad del Templo: "Este célebre lugar... era estimado por toda la humanidad" (The Jewish War, v.i.3; comp. v.ix.4; v.xiii.6). De hecho, la acción de los rebeldes judíos, en el verano del año 66 d. C., de suspender los sacrificios diarios para el Emperador (en violación, como apunta Josefo, de una costumbre de hacía mucho tiempo) fue el suceso que, por sí solo, precipitó finalmente la guerra de Roma contra los judíos (ii.xvii.2-4). Hasta el mismo final, mientras Tito se preparaba para arrasar la ciudad hasta el suelo, todavía les rogaba a los sacerdotes judíos que ofrecieran los sacrificios, que para ese momento ya habían sido descontinuados por completo (vi.ii.1).
 
 

 
 
 
 


 
LA IGNORANCIA DESTRUYE
 
Oseas 4:6

Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos.
LA IGNORANCIA ESCLAVIZA
 
Isaías 5:13

Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo conocimiento;
y su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed.
EL CONOCIMIENTO HACE LIBRE
 
Juan 8:32

y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
VERSÍCULOS QUE CONFIRMAN QUE JESÚS DEBÍA VOLVER MUY PRONTO EN EL PRIMER SIGLO
 
Mateo 10:23



Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre.

Mateo 16:28

De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.

Mateo 24:34

De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.

Filipenses 4:5

Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.


Apocalipsis 1:3

Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.

Apocalipsis 22:10

Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.

Hebreos 10:37

Porque aún un poquito,
Y el que ha de venir vendrá, y no tardará.

Apocalipsis 22:7

¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.

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Son mucho más las evidencias en el Nuevo Testamento
que confirman que Jesús debía volver durante esa generación,
si no volvió, su mensaje sobre un futuro pero cercano reino fue la farsa más grande de la historia
y en consecuencia, la Iglesia del primer siglo vivió y murió creyendo en una mentira. Sin embargo, creemos que
Jesús no mintió, él vino e instauró su reino de justicia sobre la tierra, un reino (espiritual) que no tendrá fin jamás.








 
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