|
|
|
ADQUIERA EL LIBRO ¿ENTIENDES LO QUE LEES? ESCRITO POR EDUARDO MONDACA
|
|
|
Parte Tres
6
EN EL CAMINO DEL
CABALLO BLANCO
Juan nos trae ahora a la apertura de los siete sellos del libro (seis de los sellos son abiertos en el capítulo 6; el séptimo es abierto en 8:1, y está conectado a las siete trompetas). Hemos visto que el Libro representa el documento-tratado del Nuevo Pacto, la apertura del cual resultará en la destrucción del Israel apóstata (véase el comentario sobre 5:1-4). Entonces, ¿qué representa la apertura de los sellos? Algunos han creído que esto significa una lectura cronológica a través del libro, y que los sucesos presentados están en un orden directo, histórico. Esto es improbable por dos razones. Primero, los sellos parecen estar en el borde exterior del libro (que está en forma de rollo): no se puede comenzar realmente a leer el libro sino hasta que los sellos se abran. El séptimo sello, que consiste en un llamado a la acción haciendo sonar las siete trompetas, en realidad abre el libro para que podamos leer su contenido.
Segundo, una lectura cuidadosa de los sucesos mostrados por cada sello revela que no están listados en orden cronológico. Por ejemplo, en el quinto sello - después de los estragos causados por los cuatro jinetes - a los mártires que piden un juicio se les dice que esperen. Pero en el sexto sello el juicio es derramado inmediatamente, siendo la creación entera sacudida hasta los cimientos. Y sin embargo, después de todo esto, Dios ordena a sus ángeles que detengan el juicio hasta que los siervos de Dios estén protegidos (7:3). Obviamente, el propósito de los sellos no es representar una cronología progresiva. Es más probable que revelen las ideas principales del contenido del libro, los temas principales de los juicios que vinieron sobre Israel durante los últimos días, desde el año 30 D. C. hasta el año 70 D. C.
R. H. Charles señaló la estrecha similitud estructural entre los seis sellos de este capítulo y los sucesos del así llamado Pequeño Apocalipsis registrado en los evangelios sinópticos. Como lo demuestra su bosquejo (que aparece adaptado más abajo), "presentan virtualmente el mismo material". 1
Apocalipsis 6
1. Guerra (v. 1-2)
2. Conflictos internacionales (v. 3-4)
3. Hambrunas (v. 5-6)
4. Pestilencias (v. 7-8)
5. Persecución (v. 9-11)
6. Terremoto; descreación (v. 12-17)
Mateo 24
1. Guerras (v. 6)
2. Conflictos internacionales (v. 7a)
3. Hambruna (v. 7b)
4. Terremotos ( v. 7c)
5. Persecuciones (v. 9-13)
6. Descreación (v. 15-31)
Marcos 13
1. Guerras (v. 7)
2. Conflictos internacionales (v. 8a)
3. Terremotos (v. 8b)
4. Hambruna (v. 8c)
5. Persecuciones (v. 9-13)
6. Descreación (v. 14-27)
Lucas 21
1. Guerras (v. 9)
2. Conflictos internacionales (v. 10)
3. Terremotos (v. 11a)
4. Plagas y hambrunas (v. 11b)
5. Persecución (v. 12-19)
6. Descreación (v. 20-27)
Esto revela mucha perspicacia por parte de Charles, y por parte de muchos comentaristas que han seguido sus pasos. Lo que asombra es que dejaran de ver el propósito de Juan al presentar "el mismo material" que los escritores sinópticos: profetizar los sucesos que conducirían a la destrucción de Jerusalén. Aunque todos admiten en seguida que el Pequeño Apocalipsis es una profecía contra Israel (véase Mat. 23:29-39; 24:1-2, 15-16, 34; Mar. 13:2, 14, 30; Luc. 21:5-6, 20-24, 32), pocos parecen poder ver la conexión obvia: ¡El Gran Apocalipsis es también una profecía contra Israel!
Los Cuatro Jinetes (6:1-8)
1 Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira.
2 Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer.
3 Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía: Ven y mira.
4 Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada.
5 Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano.
6 Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino.
7 Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira.
8 Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra.
El pasaje central del Antiguo Testamento detrás de las imágenes de los "cuatro jinetes del Apocalipsis" es Zacarías 6:1-7, que describe los cuatro vientos como carruajes de Dios conducidos por sus agentes, que van y vienen patrullando la tierra. Siguiendo e imitando la acción del Espíritu (véase 5:6), ellos son los medios de que se vale Dios para controlar la historia (véase más abajo, en 7:1, en que los cuatro vientos se identifican con, y son controlados por, ángeles; comp. también Sal. 18:10, donde las "alas del viento" están conectadas con "querubes"). El simbolismo bíblico ve la tierra (especialmente la tierra de Israel) como el altar de cuatro cuernos de Dios, y así a menudo representa juicios amplios, nacionales, de manera cuádruple. Por lo tanto, los jinetes nos muestran los medios con los cuales Dios controla y trae juicios sobre la desobedicnte nación de Israel.
Son útiles los comentarios de Milton Terry: "La verdadera interpretación de estos primeros cuatro sellos es la que los reconoce como una representación simbólica de las 'guerras, hambrunas, pestilencias, y terremotos' que Jesús declaró serían 'principio de dolores' en la desolación de Jerusalén (Mat. 24:6-7; Luc. 21:10-11, 20). El intento de identificar cada figura separada con un suceso específico está errada tanto en cuanto al espíritu como en cuanto al método del simbolismo apocalíptico. El objetivo es dar un cuádruple e impresionantísmo cuadro de aquella terrible guerra contra Jerusalén que estaba destinada a vengar la justa sangre de profetas y apóstoles (Mat. 23:35-37), y ocasionar una 'gran tribulación' como nunca antes había ocurrido (Mat. 24:21). Como los cuatro sucesivos pero estrechamente relacionados enjambres de langostas de Joel 1:4; como los cuatro jinetes sobre caballos de diferentes colores en Zacarías 1:8, 18, y como los cuatro carruajes tirados por otros tantos caballos de colores en Zacarías 6:1-8, estos cuatro dolorosos juicios de Jehová ocurren, en obediencia a la orden de los cuatro seres vivientes que están al lado del trono, para ejecutar la voluntad de Aquél que declaró que los 'escribas, fariseos, e hipócritas' de su tiempo eran 'víboras, e hijos de víboras', y les aseguró que 'todas estas cosas sobrevendrán a esta generación' (Mat. 23:33, 36). Los escritos de Josefo muestran abundantemente cuán terriblemente se cumplieron todas estas cosas en la sangrienta guerra de Roma contra Jerusalén". 2
Tan importante como Zacarías en el segundo plano de este pasaje es la oración de Habacuc (Hab. 3), la lectura tradicional en la sinagoga para el segundo día de Pentecostés 3, en la cual el profeta relata una visión de Dios viniendo en juicio, brillante como el sol, fulgurante como el relámpago (Hab. 3:3-4; comp. Apoc. 1:16; 4:5), trayendo mortandad y plagas (Hab. 3:5; Apoc. 6:8), desmenuzando las montañas y derrumbando los montes (Hab. 3:6, 10; Apoc. 6:14), cabalgando sobre jinetes contra sus enemigos (Hab. 3:8, 15; Apoc. 6:2, 4-5, , armado con un arco (Hab. 3:9, 11; Apoc. 6:2), extinguiendo el sol y la luna (Hab. 3:11; Apoc. 6:12-13), y hollando la naciones en su furia (Hab. 3:12; Apoc. 6:15). Habacuc interpreta claramente estas imágenes como una profecía de la invasión militar de Judá por los caldeos, los instrumentos paganos de la divina ira de Dios (Hab. 3:16; comp. 1:5-17). Bajo imágenes similares, Juan presenta la destrucción de Israel a manos de los ejércitos invasores de Edom y Roma.
1-2 Como los mensajes, las visiones del libro comienzan con Cristo sosteniendo en su mano un racimo de siete. Al abrir el Cordero cada uno de los primeros cuatro sellos, Juan oye a uno de los cuatro seres vivientes decir con voz de trueno: ¡Ven! Esto no es una instrucción para que Juan "venga y vea". 4 Es más bien que cada uno de los seres vivientes llama a uno de los cuatro jinetes. Por decirlo así, los cuatro rincones de la tierra, de pie alrededor del altar, están clamando que vengan los justos juicios de Dios y destruyan a los impíos y traigan el Anathema, tal como el clamor característico de la iglesia pidiendo juicio y salvación era: ¡Maranatha! ¡Oh, Señor! ¡Ven!5
Al hacer su llamado el primer ser viviente, Juan ve un caballo blanco, armado su jinete para el combate, llevando un arco. El jinete ya es vencedor, pues se le dio una corona (por lo general, Juan usa la forma pasiva impersonal a través de la profecía para indicar que algo es hecho por Dios; comp. 6:2, 4, 8, 11; 7:2, 4; 8:2, 3, etc.). Siendo ya vencedor, el jinete continúa cabalgando a obtener más victorias: Salió conquistando y a conquistar. Asombrosamente, la trillada interpretación dispensacionalista afirma que este jinete del caballo blanco es el Anticristo. 6 Mostrando dónde miente su fe, Hal Lindsey echa el resto y declara que el Anticristo es "la única persona que podría llevar a cabo todas estas hazañas". 7
Pero hay varios puntos acerca de este jinete que demuestran concluyentemente que no puede ser otro que el Señor Jesucristo. Primero, cabalga sobre un caballo blanco, como lo hace Jesús en 19:11-16. Segundo, lleva un arco. Como hemos visto, el pasaje de Habacuc que forma la base para Apocalipsis 6 muestra al Señor como el Rey-Guerrero que lleva un arco (Hab. 3:9-11). Juan apela también aquí a Salmos 45, una de lass grandes profecías de la victoria de Cristo sobre sus enemigos, en la cual el salmista le llama gozosamente al salir Él venciendo y a vencer:
Ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente, con tu gloria y con tu majestad.
En tu gloria sé prosperado;
Cabalga sobre palabra de verdad, de humildad y de justicia,
Y tu diestra te enseñará cosas terribles.
Tus saetas agudas,
Con que caerán pueblos debajo de tí,
Penetrarán en el corazón de los enemigos del rey.
(Sal. 45:3-5)
En este punto, deberíamos hacer una pregunta bastante obvia, tan obvia que estamos propensos a pasarla por alto por completo: ¿Dónde obtuvo Cristo el arco? La respuesta (como suele suceder) comienza en Génesis. Cuando Dios hizo el pacto con Noé, declaró que ya no estaba en guerra contra la tierra, a causa del "olor grato" del sacrificio (Gén. 8:20-21); y como evidencia de esto, destensó su arco y lo puso "en las nubes" para que todos lo viesen (Gén. 9:13-17). Más tarde, cuando Ezequiel fue "arrebatado" a la sala del trono en la cúspide de la Nube de Gloria, vio el arco colgando sobre el trono (Eze. 1:26-28), y estaba todavía allí cuando Juan ascendió al cielo (Apoc. 4:3). Pero cuando el Cordero se adelantó a recibir el libro de la mano de su Padre, también estiró su mano y bajó el arco, para usarlo en juicio contra los apóstatas de Israel. Para los que "pecan voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!" (Heb. 10:26-31). Era, pues, necesario que el primer jinete fuera visto llevando el arco de la venganza de Dios, para significar el desatamiento de la maldición sobre la tierra de Israel; para estos apóstatas, el pacto con Noé está desecho.
Basándose en lo que ya hemos visto, los primeros lectores de Juan habrían entendido inmediatamente su referencia a este jinete con el arco como que aludía a Jesucristo. Pero, tercero, está el hecho de que al jinete se le da una corona, y esto también concuerda con lo que sabemos sobre Cristo en Apocalipsis (14:14; 19:11-13). 8 Sin embargo, el cuarto y quinto puntos deberían asegurar por completo esta interpretación: el jinete sale venciendo. 9 Esta es la misma palabra en griego que se usó en las cartas a las siete iglesias para vencer o conquistar (véase Apoc. 2:7, 11, 17, 26; 3:5, 12, 21). Considérese cómo ha usado Apocalipsis esta palabra hasta ahora:
Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre conmigo en su trono. (3:21).
El León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro. (5:5)
Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer. (6:2)
Es Cristo es que es el Vencedor por excelencia. Todos los sucesos en la historia están bajo su autoridad, y es enteramente apropiado que Él sea el representado aquí como el que encabeza los juicios de Dios. Él es el centro de la historia, y es él quien trae juicios sobre la tierra. El hecho de que Él abriera el Nuevo Pacto garantizó la caída de Israel; así como Él venció para abrir el Libro, también cabalgó victorioso para implementar el significado del Libro en la historia. Salió cabalgando en su resurrección y en su ascensión como el Rey ya victorioso, venciendo y para vencer, extendiendo las aplicaciones de su victoria definitiva, y de una vez por todas, por toda la tierra. Y debemos tomar especial nota de los terribles juicios que le siguen a Él. Los jinetes representan las fuerzas que Dios siempre usa para quebrantar a naciones desobedientes, y ahora estas fuerzas se vuelven contra su pueblo del pacto. Por supuesto, lo mismo ocurre con todos los hombres y todas las naciones. Todos los intentos de encontrar paz y seguridad aparte de Cristo Jesús están condenados al fracaso. La nación que no se someta será aplastada por sus ejércitos, por las fuerzas históricas que están constantemente a su absoluta disposición.
Hay diferencias entre esta visión de Cristo y la de Apocalipsis 19. La razón principal de esto es que, en el Capítulo 19, Cristo es visto con una espada saliendo de su boca, y la visión simboliza su victoria sobre las naciones con el evangelio después del año 70 d. C. Pero esto no se ve durante la apertura de los sellos. Aquí, Cristo viene en juicio contra sus enemigos. Viene, no a salvar, ni a sanar, sino a destruir. Los jinetes espantosos y terribles que le siguen no son mensajeros de esperanza, sino de ira. Israel está condenado.
3-4 El Cordero abre el segundo sello, y Juan oye al segundo ser viviente decir: ¡Ven! En respuesta al llamado, sale un jinete sobre un caballo bermejo, al cual Dios le concede poder para quitar de la tierra la paz, y que se maten unos a otros; y se le da una gran espada. Este segundo jinete, que representa la guerra, muestra cuán absolutamente depravado es el hombre. Dios no tiene que incitar a los hombres para que luchen los unos contra los otros; Dios simplemente ordena a sus ángeles que quiten las condiciones para la paz. ¿Por qué no hay más guerras en un mundo pecaminoso? Porque hay quien restringe la maldad del hombre, la libertad del hombre para poner por obra las consistentes implicaciones de su odio y su rebelión. Pero, si Dios quita las restricciones, la degeneración ética del hombre se revela en toda su fealdad. John Calvin escribió: "La mente del hombre se ha alejado tan completamente de la justicia de Dios, que concibe, desea, y emprende sólo lo que es impío, pervertido, sucio, e infame. El corazón está tan sumergido en el veneno del pecado que no puede exhalar nada sino un hedor repugnante. Pero si algunos hombres a veces demuestran algo de bueno, sus mentes, sin embargo, permanecen siempre envueltas en hipocresía y mañas fraudulentas, y sus corazones están atados por la depravación interior". 10
Todo esto se cumplió abudantemente en Israel y las naciones circunvecinas durante los Últimos Días, cuando la tierra se llenó de asesinos, revolucionarios, y terroristas de toda laya; cuando "cada ciudad se dividió en dos ejércitos acampados el uno contra el otro, y la preservación de un partido significaba la destrucción del otro; así que el día se iba en derramar sangre, y la noche se pasaba lleno de temor... Era común ver ciudades llenas de cadáveres todavía sin sepultar, y los cuerpos de ancianos, mezclados con los de bebés, todos muertos, esparcidos juntos por doquier; yacían también mujeres entre ellos, sin nada que cubriese su desnudez; se podía ver el país entero lleno de indecibles calamidades, mientras el miedo era por todas partes mayor a prácticas aún más bárbaras y amenazantes de las que ya se habían perpetrado". 11
5-6 Pisándole los talones a la guerra viene el tercer jinete angélico, sobre un caballo negro, sosteniendo en la mano un par de balanzas, símbolo de hambruna desde la profecía de Ezequiel, según la cual los habitantes de Jerusalén, muertos de hambre, se vieron obligados a pesar sus alimentos cuidadosamente (Eze. 4:10). Este jinete trae la penuria económica, una situación que se describe como completamente caótica. Una voz desde el centro de los seres vivientes - es decir, desde el trono de Dios - dice: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes ni el aceite ni el vino. Esta maldición, pues, significa escasez de los necesarios alimentos básicos - aumentando el precio de una medida de trigo más de 100 veces su precio anterior y consumiendo el salario de un día entero, 12 de manera que la totalidad del trabajo de un hombre se gastaba en obtener alimento. Esta es la maldición de Dios contra los hombres siempre que se rebelan: La tierra misma los vomita (Lev. 18:24-28; Isa. 24). La maldición devora la producción en cada una de las áreas, y la cultura impía perece por medio del hambre, la enfermedad, y la opresión (Deut. 28:15-34). Así es como Dios controla a los impíos: Tienen que gastar tanto tiempo sólo para sobrevivir que les es imposible ejercer su dominio impío sobre la tierra. A la larga, esta es la historia de cada cultura que se aparta de la Palabra de Dios. 13
Josefo describe la frenética búsqueda de alimento durante el sitio final: "Al empeorar la hambruna, el frenesí de los insurgentes iba a la par con ella, y todos los días estos dos horrores ardían más ferozmente. Pues, como no se encontraba grano por ninguna parte, los hombres irrumpían en las casas, y si encontraban algo, maltrataban a los ocupantes por haber negado que lo tenían; si no encontraban nada, los torturaban como si lo hubiesen ocultado más cuidadosamente. La prueba de si tenían o no tenían alimento era proporcionada por la apariencia física de los desgraciados; se consideraba que los que todavía se veían en buen estado estaban bien provistos de alimento, mientras que los que ya estaban consumidos eran ignorados, pues parecía sin sentido matar personas que pronto morirían de hambre. Muchos intercambiaban secretamente sus posesiones por una sola medida de trigo si eran ricos, y de cebada si eran pobres. Luego se encerraban en los más oscuros rincones de sus casas; cuando el hambre era extrema, algunos hasta comían su grano bajo tierra, mientras otros lo horneaban, guiados por la necesidad y el temor. No se ponía ninguna mesa en ninguna parte - el alimento era arrebatado del fuego a medio cocer y roto en pedazos". 14
Sin embargo, por otra parte, en esta maldición específica contra Jerusalén, los lujos del aceite y el vino no fueron afectados por el aumento general de precios; al jinete del caballo negro se le prohibe que los toque. Las balanzas son el signo de Libra, que cubre septiembre y octubre; Farrer conjetura que, si la cosecha de granos fracasaba en abril y mayo, "los hombres podrían comenzar a apretar sus cinturones en octubre. Entonces estarían recién terminando la recolección de la fruta, y podrían observar la ironía de la naturaleza, que las uvas y las olivas quedarían indemnes; de la tríada tradicional, el maíz, el vino, y el aceite, el maíz, en un apuro, lo puede mantener vivo a uno sin los otros dos, pero no ellos sin el maíz". 15 Con toda probabilidad, otra dimensión de la importancia de esta expresión es que a los mensajeros de destrucción de Dios se les impide hacer daño a los justos: La Escritura habla a menudo de las bendiciones de Dios sobre los justos en términos del aceite y el vino (comp. Sal. 104:15); y, por supuesto, el vino y el aceite se usan en los ritos de la iglesia (Sant. 5:14-15; 1 Cor. 11:25). Esto estaría en paralelo con los otros pasajes en los cuales los piadosos son protegidos de la destrucción (comp. 7:3).
7-8 Finalmente, el cuarto sello se abre, y el cuarto ser viviente llama al último jinete del juicio, que cabalga en un caballo verde - denotando el color verde 16 una palidez enfermiza, un presagio de muerte. Así, el cuarto jinete, con una comisión mucho más amplia y abarcante, es llamado Muerte; y es seguido por el Hades (la tumba) - habiendo sido ambos liberados por el Hijo del Hombre con su llave (1:18). Y se le dio autoridad para traer cuatro plagas contra los cuatro rincones de la tierra: matar con espada y con hambruna y con la muerte y por medio de las bestias salvajes de la tierra. Esto es simplemente un resumen de todas las maldiciones del pacto en Levítico 26 y Deuteronomio 28. Además, está en paralelo con la lista de Dios sus cuatro categorías básicas de maldiciones, con las cuales Él castiga a las naciones impías y desobedientes - "Mis cuatro juicios terribles contra Jerusalén: la espada, el hambre, las fieras, y la pestilencia para cortar de ella hombres y bestias" (Eze. 14:21; comp. Eze. 5:17). Sin embargo, en esta etapa preliminar - y en concordancia con la condición de cuatro del pasaje en general - a la muerte y a la tumba se les dan autoridad para tragarse sólo la cuarta parte de la tierra. Los juicios anunciados por las trompetas afectarán un tercio de la tierra (comp. 8:7-12), y los juicios anunciados por las copas lo devastarán todo.
Quizás el obstáculo más significativo contra una correcta interpretación de este pasaje ha sido que los comentaristas y predicadores han tenido temor y sido incapaces de ver que es Dios el que trae estos juicios sobre la tierra - que los juicios son enviados desde el trono, y que los mensajeros del juicio son los mismos ángeles de Dios. Especialmente pervertida y perjudicial es cualquier interpretación que parezca oponer al Hijo de Dios contra el tribunal del cielo, de manera que las maldiciones registradas allí se vean de alguna manera por debajo de su carácter. Pero es Jesús, el Cordero, quien abre los sellos del juicio, y es Jesús, el Rey de reyes, quien sale cabalgando a conquistar, conduciendo los ejércitos angélicos contra las naciones, para destruir a los que se rebelan contra su gobierno universal.
Era crucial que los primeros cristianos entendieran esto, porque, aún en ese momento, estos juicios estaban siendo desatados sobre su mundo. En todas las épocas, los cristianos deben enfrentarse al mundo con confianza, con la firme convicción de que todos los sucesos de la historia están predestinados, y que se originan en el trono de Dios. Cuando vemos el mundo convulsionado por guerras, hambres, pestilencias, y desastres naturales, debemos decir con el salmista: "Venid, ved la obras de Jehová, que ha puesto asolamientos en la tierra" (Sal. 46:8). En definitiva, la actitud del cristiano hacia los juicios de Dios contra un mundo impío es la misma que la de los cuatro seres vivientes alrededor del trono, que gozosamente llaman a los mensajeros del juicio de Dios diciendo: "¡Venid!" Nosotros también, en nuestras oraciones, hemos de rogar que Dios haga descender su ira sobre los impíos, para manifestar Su justicia en la tierra. Confrontados con estas terribles revelaciones de juicio, ¿cuál es nuestra respuesta correcta? En 22:17 se nos dice: El Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven!".
Los Mártires Vengados (6:9-17)
9 Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían.
10 Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?
11 Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.
12 Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre;
13 y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento.
14 Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar.
15 Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;
16 y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquél que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;
17 porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?
9-10 Para los lectores de este libro en el siglo primero, las tribulaciones descritas en él estaban siendo demasiado reales: Cada iglesia conocería pronto la angustia de ver a algunos de sus dirigentes más sinceros y capaces apresados y ejecutados a causa de la Palabra de Dios,y del testimonio que habían mantenido. Para muchos cristianos por todo el imperio, los meses y años venideros traerían gran angustia, pues las familias serían separadas y los seres amados muertos. Cuando la tragedia golpea, nos sentimos tentados a preguntarnos: ¿Le importa a Dios? Esta pregunta es especialmente intensa cuando el dolor es causado por los corruptos enemigos de la fe decididos a destruir el pueblo de Dios, y la injusticia del sufrimiento se hace evidente. Si los cristianos eran realmente los siervos del Rey, ¿cuándo actuaría él? ¿Cuándo vendría a castigar a los apóstatas que primero habían usado el poder del estado romano para crucificar al Señor, y ahora estaban usando el mismo poder para matar y crucificar a los "profetas y sabios y escribas" (Mat. 23:34) a quienes Cristo había enviado?
Así, pues, la apertura del quinto sello revela una escena en el cielo en que las almas de los que habían sido muertos están debajo, o alrededor, del altar. La imagen está tomada de los sacrificios del Antiguo Testamento, en los cuales la sangre de la víctima sacrificada corría a los lados del altar y formaba un charco alrededor de su base ("el alma [Heb. nephesh] de la carne está en la sangre", Lev. 17:11). 17 La sangre de los mártires ha sido derramada (comp. 2 Tim. 4:6), y al llenar la zanja debajo del altar, clama desde la tierra con gran voz diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? La iglesia en el cielo concuerda con los querubines al reclamar los juicios de Dios: ¿Hasta cuándo? es una frase normal a través de las Escrituras para invocar la justicia divina para los oprimidos (comp. Sal. 6:3; 13:1-2; 35:17; 74:10; 79:5; 80:4; 89:46; 90:13; 94:3-4; Hab- 1:2; 2:6). Sin embargo, el antecedente particular para su uso aquí está nuevamente en la profecía de Zacarías (1:12): Después de que los cuatro jinetes han patrullado la tierra, el ángel pregunta: "Señor de los ejércitos, ¿hasta cuándo no tendrás compasión de Jerusalén?" Juan invierte esto. Después de que sus cuatro jinetes han sido enviados a su misión, Juan muestra los mártires preguntando hasta cuándo continuará Dios tolerando a Jerusalén. Los lectores de Juan no habrán dejado de notar otro punto sutil: Si la sangre de los mártires está fluyendo alrededor de la base del altar, deben ser los sacerdotes de Jerusalén los que la han derramado. Los oficiales del Pacto han matado a los justos. Como testificaron Jesús y los apóstoles, Jerusalén era la asesina de los profetas (Mat. 23:34-37; Luc. 13:33; Hech. 7:51-52). La conexión con "la sangre de Abel" que clama desde la tierra cerca del altar (Gén. 4:10) es otra indicación de que este pasaje en general se refiere al juicio sobre Jerusalén (comp. Mat. 23:35-37). Como Caín, los "hermanos mayores" del Antiguo Pacto envidiaron y asesinaron a los "hermanos menores" del Nuevo Pacto (comp. 1 Juan 3:11-12). Y así clama la sangre de los justos: Los santos oran para que la profecía de Cristo de los "días de retribución" (Luc. 21:22) se cumpla.
Que este grito terminante pidiendo venganza nos suene extraño sólo nos muestra hasta dónde, desde el punto de vista bíblico, se ha degenerado nuestra era pietista. Si nuestras iglesias estuviesen más familiarizadas con el himnario fundacional de la iglesia, los Salmos, en vez de los coros azucarados, almibarados, hermosos e inteligentes [sweetness and light] que caracterizan a los modernos himnarios evangélicos, entenderíamos esto mucho más fácilmente. Pero hemos caído en el engaño pagano de que, de algún modo, es "no cristiano" orar pidiendo que la ira de Dios sea derramada sobre los enemigos y los perseguidores de la iglesia. Y sin embargo, eso es lo que vemos que está haciendo el pueblo de Dios, con la aprobación de Dios, en ambos Testamentos de las Sagradas Escrituras. 18 En realidad, es una característica del hombre piadoso despreciar al réprobo (Sal. 15:4). El espíritu expresado en las oraciones imprecatorias de las Escrituras es un aspecto necesario de la actitud del cristiano (comp. 2 Tim. 4:14). Mucha de la impotencia de las iglesias en la actualidad es directamente atribuíble al hecho de que ellas se han convertido en castradas y afeminadas. Estas iglesias, incapaces hasta de confrontar el mal - no ya de "vencerlo" - a su debido tiempo serán capturadas y dominadas por sus enemigos.
11 Los santos justos y fieles en el cielo son reconocidos como reyes y sacerdotes de Dios, y por eso se le dan a cada uno de ellos vestiduras blancas, que simboliza el reconocimiento de Dios de la pureza de ellos delante de Él, un símbolo de la victoria de los vencedores (comp. 3:4-5). La blancura de las vestiduras es parte de un modelo ya establecido en Apocalipsis (las siete cartas), en el cual los tres últimos items de una estructura séptuple casan con los primeros cuatro. Así:
Primer Sello:Caballo blanco
|
Quinto Sello:vestiduras blancas
|
Segundo Sello:Caballo bermejo
|
Sexto Sello:La luna como sangre
|
Tercer Sello:Caballo negro
|
El sol negro como tela de cilicio
|
Cuarto Sello:Caballo amarillo
|
Séptimo Sello: Se quema la hierba verde
|
En respuesta a la súplica de los santos para que haya venganza, Dios responde que ellos deben descansar por un poco más de tiempo, hasta que el número de sus consiervos y sus hermanos que han de ser muertos como ellos se complete también. El número completo de mártires no se ha completado todavía; la iniquidad plena de sus perseguidores no ha sido alcanzada todavía (comp.Gén. 15:16), aunque se acerca rápidamente el destino funesto de la "ira de Dios" que se derrama sobre ellos (1 Tes. 2:14-16). Debemos recordar que la aplicación principal de esto tiene que ver con el Israel apóstata - los que moran en la tierra - que, en cooperación con las autoridades romanas, estaba asesinando a los santos. A los mártires se les dice que esperen un poco más, y el juicio de Dios seguramente se producirá, trayendo la prometida "gran tribulación" sobre Israel, el quebrantador del pacto.
12-14 Al abrirse el sexto sello, nos acercamos más claramente a los sucesos finales de los últimos días. El Cordero revela el siguiente gran aspecto de sus juicios según el pacto, en un símbolo usado a menudo en la profecía bíblica: decreación. De la misma manera en que se habla de la salvación del pueblo de Dios en términos de creación (comp. 2 Cor. 4:6; 5:17; Efe. 2:10; 4:24; Col. 3:10), 19 así también se habla de los juicios de Dios (y la revelación de su presencia como Juez sobre un mundo pecador) en términos de decreación, el colapso del universo: Dios desgarra y disuelve el entramado de la creación. 20 Así, Juan usa las estructuras fundamentales de la creación para describir la caída de Israel:
1. Tierra
2. Sol
3. Luna
4. Estrellas
5. Firmamento
6. Tierra
7. Hombre
Estos siete juicios son detallados en términos de las familiares imágenes proféticas del Antiguo Testamento. Primero, desestabilización: un gigantesco terremoto (comp. Éx. 19:18; Sal. 18:7, 15; 60:2; Isa. 13:13-14; 24:19-20; Nah. 1:5). Segundo, el eclipse y el luto de Israel: El sol se puso negro como saco de cilicio (Éx. 10:21-23; Job 9:7; Isa. 5:30; 24:23; Eze. 32:7; Joel 2:10, 31; 3:15; Amos 8:9; Mic. 3:6). Tercero, la continuada imagen de un eclipse, a la que se le ha añadido la idea de deshonra: Toda la luna se puso como sangre (Job. 25:5; Isa. 13:10; 24:23; Eze. 32:7; Joel 2:10, 31). El cuarto juicio afecta a las estrellas, que son imágenes de gobierno (Gén. 1:16); son también relojes (Gén. 1:14), y su caída muestra que el tiempo de Israel se ha acabado: Las estrellas cayeron a tierra, como una higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento (Job 9:7; Ecl. 12:2; Isa. 13:10; 34:4; Eze. 32:8; Dan. 8:10; Joel 2:10; 3:15); por supuesto, el fuerte viento fue traído por los cuatro jinetes, que en las imágenes de Zacarías eran los cuatro vientos (Zac. 6:5), y que será vuelto a presentar a Juan en esa forma en 7:1; y la higuera es Israel mismo (Mat. 21:19; 24:32-34; Luc. 21:29-32). Quinto, ahora Israel simplemente desaparece: El firmamento se desvaneció como un pergamino que se enrolla 21 (Isa. 34:4; 51:6; Sal. 102:25-26; para el simbolismo de Israel como "firmamento", véanse Isa. 51:15-16; Jer. 4:23-31; comp. Heb. 12:26-27). Sexto, las potencias gentiles son sacudidas también: Todo monte y toda isla fue movida de su lugar (Job 9:5-6; 14:18-19; 28:9-11; Isa. 41:5, 15-16; Eze. 38:20; Nah. 1:4-8; Sof. 2:11). 22 Israel, la "antigua creación" de Dios, ha de ser descreada, al ser el Reino transferido a la iglesia, la nueva creación (comp. 2 Ped. 3:7-14). Como los labradores en la viña de Dios mataron a su Hijo, ellos también serán muertos (Mat. 21:33-45). La viña misma será quebrantada, destruida, y asolada (Isa. 5:1-7). En la justa destrucción de Israel por parte de Dios, Él sacudirá hasta el cielo y la tierra (Mat. 24:29-30; Heb. 12:26-28) para entregar su reino a su nueva nación, la iglesia.
15-17 Las imágenes proféticas del Antiguo Testamento todavía están a la vista al describir Juan a los apóstatas que están siendo juzgados. Esta es la séptima fase de la descreación: la destrucción de los hombres. Pero este séptimo ítem en la lista se abre para revelar otro "siete" dentro de ella (de la misma manera en que tanto el séptimo sello como la séptima trompeta contienen la siguiente serie de siete juicios), porque aquí se nombran siete clases de hombres, mostrando que la destrucción es total, pues afecta a pequeños y grandes por igual: los reyes de la tierra, los grandes, los jefes, los ricos, los fuertes, y todo esclavo y todo libre. Nadie podrá escapar, no importa su condición de privilegiado o su insignificancia. La tierra entera ha rechazado a Cristo, y la tierra entera está siendo excomulgada. Nuevamente, los paralelos muestran que el juicio sobre Israel es el propósito de esta profecía (comp. Isa. 2 y 24-27), aunque otras naciones ("los reyes de la tierra") serán afectadas también.
Al ser la tierra descreada, y quitada la revelación natural mediadora - poniendo a los pecadores cara a cara con la pura revelación del Dios santo y justo - los hombres de Israel tratan de huir y buscar protección en cualquier cosa que parezca ofrecer refugio. La huida bajo tierra y hacia dentro de cavernas es señal de estar bajo maldición (comp. Gén. 19:30-38). Por eso se escondieron (comp. Gén. 3:8) en las cavernas y entre las peñas de los montes (la lex talionis por haber maltratado a los justos: Hen 11:38; comp. Jud. 7:25), 23 y dijeron a los montes y a las rocas: Caed sobre nosotros y escondednos de la presencia de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha venido; 24 y (Nah. 1:6; Mal. 3:2) ¿quién podrá sostenerse en pie? La interpretación que se da aquí queda confirmada nuevamente: Este pasaje no habla del fin del mundo, sino del fin de Israel en el año 70 d. C. El origen del simbolismo usado aquí está en la profecía de Oseas contra Israel:
Efraín será avergonzado, e Israel se avergonzará de su consejo. De Samaria fue cortado su rey como espuma sobre la superficie de las aguas. Y los lugares altos de Avén serán destruidos, el pecado de Israel; crecerá sobre sus altares espino y cardo. Y dirán a los montes: Cubridnos; y a los collados: Caed sobre nosotros. (Oseas 10:6-8)
Jesús citó este texto en su camino a la crucifixión, declarando que se cumpliría en el Israel idólatra durante las vidas de los que estaban presentes entonces:
Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él. Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron. Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos. (Luc. 23:27-30)
Mientras las iglesias de Asia Menor leían esta visión por primera vez, los juicios profetizados ya estaban teniendo lugar; el momento final se aproximaba rápidamente. La generación que había rechazado al Hijo del Señor de la tierra (comp. Mat. 21:33-45) pronto estaría gritando estas mismas palabras. El Señor crucificado y resucitado venía a dcstruir a los apóstatas. Este habría de ser el gran día de la ira del Cordero, a quien habían matado.
Notas:
1. R. H. Charles, A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of St. John, 2 vols. (Edinburgh: T. & Clark, 1920), Vol. 1, p. 158.
2. Milton Terry, Biblical Apocalyptics: A Study of the Most Notable Revelations of God and of Christ in the Canonical Scriptures (New York: Eaton and Mains, 1898), pp. 329s.
3. M. D. Goulder, The Evangelists' Calendar: A Lectionary Explanation for the Development of Scripture (London: SPCK, 1978), p. 177.
4. Contrariamente a lo que dice la versión de King James, que no está apoyado por la mayoría de los manuscritos.
5. 1 Cor. 16:22 (comp. Apoc. 6:10); según el Didache (Cap.10), Maranatha era repetida al final de la liturgia eucarística. Si la hipótesis de John A. T. Robinson es correcta (que el Didache se escribió entre los años 40-60 d. C.), esto representa la oración final de cada servicio de oración por décadas antes de la caída de Jerusalén. Véase su obra Redating the New Testament (Philadelphia: The Westminster Press, 1976), pp. 324-327, 352.
6. Esto no es cierto de todos los dispensacionalistas. Entre los disidentes sobre este punto me es grato anotar a Henry Morris, autor de The Revelation Record (Wheaton, Il.: Tyndale House, 1983), p. 112, y Zane C. Hodges, "The First Horseman of the Apocalypse: Bibliotheca Sacra 119 (1962), pp. 324ss.
7. There´s a New World Coming: A Prophetic Odyssey (Eugene, OR: harvest House Publishers, 1973), p. 103.
8. Esta palabra para corona (stephanos) se usa siete veces en Apocalipsis con referencia a Cristo y su pueblo (2:10; 3:11; 4:4, 10; 6:2; 12:1; 14:14).
9. Comp. St. Irenaeus, Against Heresies, iv.xxi.3.
10. John Calvin, Institutes of the Christian Religion, ii.v.19, Ford Lewis Battles, trad. (Philadelphia: The Westminster Press, 1960), p. 340.
11. Flavio Josefo, The Jewish War, ii.xviii.2; para tener un cuadro exacto (y horripilante) de cuán cercanamente paralelas corren las profecías de Apocalipsis y los evangelios sinópticos con los sucesos de los últimos días de Israel, que condujeron al sitio de Jerusalén por Tito, es necesario leer los Libros ii-iv de la historia de Josefo.
12. Robert H. Mounce, The Book of Revelation (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1977), p. 155.
13. Véase de David Chilton, Productive Christians in an Age of Guilt Manipulators: A Biblical Response to Ronald J. Sider (Tyler, TX: Institute for Christian Economics, third cd., 1985), pp. 92ss.
14. Josephus, The Jewish War, v.x.2.
15. Austin Farrer, The Revelation of St. John the Divine (Oxford: At the Clarendon Press, 1964), p. 100. J. Massyngberde Ford menciona una orden de Tito durante el sitio de Jerusalén en el sentido de que los olivares y los viñedos no debían ser molestados (Revelation: Introduction, Translation, and Commentary [Garden City, NY: Doubleday and Co., 1975], p. 107).
16. La palabra griega es chloros, y significa simplemente verde; se usa dos veces más en Apocalipsis (8:7; 9:4), y una vez en Marcos (6:39). Por lo general, los traductores la han vertido como pálido, aparentemente bajo la firme convicción de que, puesto que no hay tal cosa como un caballo verde, Juan no pudo haber visto uno así.
17. Véase de Rousas John Rushdoony, Thy Kingdom Come: Studies in Daniel and Revelation (Tyler, TX: Thoburn Press, [1970] 1978), p. 145.
18. Véase, por ej., Sal. 5, 7, 35, 58, 59, 68, 69, 73, 79, 83, 109, 137, 140. El término común para éste y otros pasajes es Salmos Imprecatorios; una expresión así puede ser confusa, sin embargo, puesto que la mayoría de los Salmos contienen secciones imprecatorias (maldiciones) (comp. Sal. 1:4-6; 3:7; 6:8-10; 34:16; 37:12-15; 54:7; 104:35; 139:19-22), y todos los Salmos son implícitamente imprecatorios, en que las bendiciones de los justos se mencionan con el corolario asumido: Los impíos son malditos.
19. Véase de David Chilton, Paradise Restored: A Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion Press, 1985), pp. 22ss.
20. Véase ibid., pp. 98ss., 133ss.
21. Refiriéndose a la imagen bíblica (comp. Gén. 1:7) de un firmamento "sólido", Ford explica: "El cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla" lleva a una imagen, no de un papiro o un rollo de cuero, sino más bien a un rollo como los dos de cobre que se encontraron en Qumran. La idea de ruido se transmite más dramáticamente si se hace que el lector imagine un rollo de metal que súbitamente se cierra con un golpe seco". J. Massyngberde Ford, Revelation: Introduction, Translation, and Commentary (Garden City, NY: Doubleday and Co., 1975), p. 100.
22. En contraste con las interpretaciones populares de los textos que hablan de la fe que mueve montañas (Mat. 17:20; 21:22; Mar. 11:23), debería observarse que esta expresión ocurre en pasajes que hablan del juicio que venía sobre, y de la caída de, la Jerusalén apóstata. A menudo, a Jerusalén se la llama "el monte" en las Escrituras (por ej., Dan. 9:16); por eso, los santos en el altar son descritos como clamando, en fe, para que caiga este gran monte. En consecuencia, la destrucción de Jerusalén es representada, en parte, como una montaña ardiente que es echada en el mar (8:8; comp. Zac. 14:4).
23. Véase de James B. Jordan, Judges: God´s War Against Humanism (Tyler, TX: Geneva Ministries, 1985), pp. 114, 140.
24. G. B. Caird alcanza el impresionante non plus ultra del comentario absurdo con su asombrosa afirmación de que "la ira de Dios en Apocalipsis, como también en el Antiguo y el Nuevo Testamento, representa, no la actitud personal de Dios hacia los pecadores, sino un proceso impersonal de retribución que se desarrolla en el curso de la historia". A Commentary on the Revelation of St. John the Divine (New York: Harper and Row, 1966), p. 91.
Parte Tres
7
EL VERDADERO ISRAEL
Las dos visiones de este capítulo (v. 1-8 y v. 9-17) son todavía parte del sexto sello, y proporcionan una solución al problema de la caída de Israel. Y, sin embargo, también forman un intervalo o entreacto, un período de tardanza entre el sexto y el séptimo sellos, que sirve para realzar el sentido de espera de la cual se quejan los santos en 6:10, puesto que esta sección es en parte la divina respuesta a su oración (comp. la tardanza entre la sexta y la séptima trompetas, 10:1-11:14). Antes de la caída de Jerusalén, el cristianismo estaba mayormente identificado con Israel, y los futuros de los dos estaban interconectados. Los cristianos no eran separatistas; se consideraban a sí mismos los verdaderos herederos de Abraham y de Moisés, y a su religión como el cumplimiento de todas las promesas hechas a los padres. Que la iglesia existiera separada por completo de la nacionalidad israelita y de la Tierra Santa era virtualmente inimaginable. Por eso, si la ira de Dios hubiera de ser desatada sobre Israel con toda la furia no diluída presentada en el sexto sello, trayendo la re-creación del cielo y de la tierra y la aniquilación de la humanidad, ¿qué sería de la iglesia? ¿Qué ocurriría con los fieles que se encontrasen en medio de una civilización que se derrumbaba? ¿Sería destruído el remanente creyente en la conflagración venidera junto con los enemigos de la fe?
La respuesta dada en estas visiones es que "no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1 Tesa. 5:9). La iglesia será preservada. En realidad, en términos del juicio venidero sobre Israel, el Señor había dado instrucciones explícitas sobre cómo escapar de la Tribulación (véase Mat. 24:15-25; Mar. 13:14-23; Luc. 21:20-24). Los cristianos que vivían en Jerusalén obedecieron la amonestación profética, y fueron preservados, como Marcellus Kik señaló en su estudio de Mateo 24: "Una de las cosas más notables acerca del sitio de Jerusalén fue el milagroso escape de los cristianos. Se ha calculado que más de un millón de judíos perdieron la vida en aquel terrible sitio, pero ninguno de ellos era cristiano. Esto lo indicó nuestro Señor en el versículo 13: 'Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo'. Que el 'fin' de que Él hablaba no era la terminación de la vida de los cristianos, sino el fin de Jerusalén, es evidente según el contexto. Inmediatamente después de este versículo, Jesús continúa relatando el momento exacto del fin. Los cristianos que vivieran hasta el fin serían salvados de la terrible tribulación. Cristo indica también el momento en que los cristianos debían huir de la ciudad para que pudieran salvarse de su destrucción. Esto queda verificado en un pasaje paralelo (Lucas 21:18): 'Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá'. En otras palabras, durante la desolación de Jerusalén, los cristianos quedarían indemnes, aunque en el período anterior a esto algunos perdieron la vida a causa de la persecución". 1
Los 144.000 Sellados (7:1-8)
1 Y después de esto vi a cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol.
2 Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar,
3 diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios.
4 Y oí el número de los sellados: ciento cujarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel.
5 De la tribu de Judá, doce mil sellados. De la tribu de Rubén, doce mil sellados. De la tribu de Gad, doce mil sellados.
6 De la tribu de Aser, doce mil sellados. De la tribu de Neftalí, doce mil sellados. De la tribu de Manasés, doce mil sellados.
7 De la tribu de Simeón, doce mil sellados. De la tribu de Leví, doce mil sellados. De la tribu de Isacar, doce mil sellados.
8 De la tribu de Zabulón, doce mil sellados. De la tribu de José, doce mil sellados. De la tribu de Benjamín, doce mil sellados.
1-3 Juan ve cuatro ángeles de pie en los cuatro ángulos de la tierra, mensajeros divinos a los cuales se les concedió poder para dañar la tierra y el mar; y sin embargo, aquí están deteniendo los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase ningún viento sobre la tierra ni sobre el mar ni sobre ningún árbol. Aunque la tierra y el mar están en caso genitivo, árbol está en acusativo, indicando que Juan desea llamar la atención a él. A través de la Biblia, los árboles son imágenes de hombres (Jud. 9:8-15). En particular, son símbolos de los justos (Éx. 15:17; Sal. 1:3; 92:12-14; Isa. 61:3; Jer. 17:5-8). 2
En la Escritura, el viento se usa en relación con la venida de Dios y la acción de sus ángeles, bien en bendición, o en maldición (Comp. Gén. 8:1; 41:27; Éx. 10:13, 19; 14:21; 15:10; Núm. 11:31; Sal. 18:10; 104:3-4; 107:25; 135:7; 147:18; 148:8; Juan 3:8; Hech. 2:2). En este caso, el ángel habla del sirocco, el cálido viento del desierto que achicharra la vegetación, como figura del ardiente juicio de Dios sobre los impíos (comp. 16:9, y contrástese con 7:16):
Aunque él fructifique entre los hermanos, vendrá el solano, viento de Jehová; se levantará desde el desierto, y se secará su manantial, y se agotará su fuente; él saqueará el tesoro de todas sus preciosas alhajas. Samaria será asolada, porque se rebeló contra su Dios; caerán a espada; sus niños serán estrellados, y sus mujeres encinta serán abiertas. (Oseas 13:15-16).
Como hemos visto, 3 la asociación de ángeles con la "naturaleza" no es una "mera" imagen. Por medio de sus ángeles, Dios controla los patrones climatológicos, y usa el estado del tiempo como instrumento de bendición y de juicio. Desde el mismo primer versículo, la Biblia está escrita en términos de lo que Gary North llama personalismo cósmico: "Dios no creó un universo auto-sostenible, que ahora ha sido dejado para que funcione en términos de las leyes autónomas de la naturaleza. El universo no es un mecanismo gigante, como un reloj, al que Dios le dio cuerda al principio del tiempo. El nuestro no es un mundo mecánico, ni una entidad biológica autónoma, que crece según algún código genético del cosmos. El nuestro es un mundo activamente sostenido por Dios segundo a segundo (Job 38-41). Toda la creación es inescapablemente personal y teocéntrica. 'Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas ...' (Rom. 1:20).
"Si el universo es inescapablemente personal, entonces no puede haber ningún fenómeno ni suceso en la creación que sea independiente de Dios. De ningún fenómeno se puede decir que existe separado del plan incluyente de Dios para las edades. No hay ninguna 'objetividad bruta' que no haya sido interpretada. Nada en el universo es autónomo... Nada en la creación genera sus propias condiciones de existencia, incluyendo la estructura legal bajo la cual algo funciona o se hace funcionar. Cada hecho en el universo, de principio a fin, es exhaustivamente interpretado por Dios en términos de su ser, su plan, y su poder". 4
Los cuatro ángeles están deteniendo el juicio en obediencia a la orden de otro ángel, al cual Juan ve ascendiendo desde el nacimiento del sol, de donde tradicionalmente han venido las acciones de Dios en la historia (comp. Isa. 41:1-4, 25; 46:11; Eze. 43:1-3). Este ángel viene como representante de Cristo, la Salida del sol desde lo alto, que nos ha visitado (Luc. 1:78), el Sol de justicia que se ha levantado llevando sanidad en sus alas (Mal. 4:2; comp. Efe. 5:14; 2 Ped. 1:19). Posee el espíritu sin medida (Juan 3:34), el sello del Dios viviente, con el cual identifica al pueblo de su propia posesión, y por cuyas órdenes los juicios sobre la tierra no son plenamente derramados hasta que nosotros - Cristo y sus mensajeros - hayan sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes: El Sello del Espíritu (Efe. 1:13; 4:30) es aplicado a los justos antes de que los sellos de la ira sean aplicados a los impíos; Pentecostés precede al Holocausto.
En el mundo bíblico, el sello significaba una transferencia de autoridad y poder, una garantía de protección, y una marca de propiedad (comp. 2 Cor. 1:21-22; 2 Tim. 2:19). El antecedente original para las imágenes de Juan es Ezequiel 9:1-7, que muestra a Dios encargando a los verdugos que destruyan a cada uno en la ciudad de Jerusalén; los primeros en ser muertos son los ancianos en el templo. Sin embargo, primero encarga a otro ángel que "pase por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y ponerles una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella" (v. 4). Los piadosos son marcados para protegerlos, para que los apóstatas de Jerusalén pueden ser destruídos.
La marca en la frente es, por eso, un símbolo del hombre restaurado a la comunidad con Dios. Un ejemplo impresionante de esto era el Sumo Sacerdote, cuya frente estaba marcada con letras de oro que proclamaban que era SANTO A JEHOVÁ (Éx. 28:36). Además, en Deuteronomio 6:8, todo el pueblo de Dios está sellado en la frente y en la mano con la ley de Dios, del mismo modo que están caracterizados en vida por la obediencia fiel en pensamiento y acción a cada palabra de Dios.
La "marca" protectora en Ezequiel 9 es literalmente tav, la última letra del alfabeto hebreo. La forma hebrea antigua de tav era +, una cruz - un hecho que no pasó inadvertido a la iglesia primitiva, que lo veía como "una referencia cuasiprofética al signo de la cruz como lo usaban los cristianos, y es posible que el uso de ese signo en el bautismo se haya originado en este pasaje". 5 Tertuliano creía que Dios había dado a Ezequiel "la forma misma de la cruz, que Él predijo sería la señal en nuestras frentes en la Jerusalén verdaderamente católica". 6 El santo bautismo, el sello del Espíritu (2 Cor. 1:21-22; Gál. 3:27; Efe. 1:13-14; 4:30; comp. Rom. 4:11), identifica a estos creyentes como los esclavos guardadores del pacto de nuestro Dios, que serán preservados de la ira de Dios al ser destruídos los impíos. "El propósito del sellamiento era preservar el verdadero Israel de Dios como simiente santa. El propósito no era salvarles de la tribulación, sino preservarles en medio de la gran tribulación que estaba a punto de venir, y glorificarles por ello. Aunque el antiguo Israel sea desechado, un nuevo y santo Israel ha de ser escogido y sellado con el Espíritu y con el Dios viviente". 7
4-8 El número de los que fueron sellados se le lee a Juan: Ciento cuarenta y cuatro mil de todas las tribus de los hijos de Israel, doce mil de cada una de las doce tribus. El número de 144.000 es obviamente simbólico: doce (el número de Israel) al cuadrado, multiplicado luego por 1000 (diez y sus múltiplos, que simbolizan muchos; comp. Deut. 1:11; 7:9; Sal. 50:10; 68:17; 84:10; 90:4). Juan nos presenta el Israel ideal, el Israel como debió ser, en toda su perfección, simetría, y plenitud; el santo Ejército de Dios, formado para el combate de acuerdo con sus millares (comp. 1 Crón. 4-7). El "millar" era la división militar básica en el campamento de Israel (Núm. 10:2-4, 35-36; 31:1-5; 48-54; 2 Sam 18:1; 1 Crón. 12:20; 13:1; 15:25; 26:26; 27:1; 28:1; 29:6; 2 Crón. 1:2; 17:14-19; Sal. 68:17). Este es el significado de la famosa profecía de Miqueas sobre la Natividad: Aunque Belén es demasiado pequeña para ser contada "entre los millares de Judá", demasiado insignificante para ser considerada seriamente en la estrategia militar de la nación, "de tí me saldrá el que será Señor en Israel", el Rey que establecerá la justicia y la paz de Dios hasta los confines de la tierra (Miq. 5:1-15). Es en términos de estas imágenes bíblicas que Juan escucha gritar los nombres de las tribus: Juan está escuchando el pase de lista de las huestes del Señor. En este caso, cada una de las tribus puede poner en el campo de batalla doce divisiones completas, un ejército numéricamente perfecto de 144.000 soldados del Señor.
La visión de Juan de un ejército israelita es, por esta razón, en las palabras de Milton Terry, "un cuadro apocalíptico de aquella 'simiente santa' de la que habla Isaías en Isaías 6:13 - el remanente superviviente que estaba destinado a permanecer como el tocón de un roble caído después de que las ciudades hubieran sido devastadas y la tierra hubiese quedado desolada - aquel 'remanente de Jacob', que había de ser preservado de 'la consumación ya determinada en medio de la tierra' (Isa. 10:21-23). Es el mismo 'remanente escogido por gracia' del cual habla Pablo en Romanos 9:27-28; 11:5. Dios no destruirá a Jerusalén, ni dejará desolados los que una vez fueron lugares santos, sin que primero escoja y selle un número selecto como el principio de un nuevo Israel. La primera iglesia cristiana fue formada de siervos de Dios escogidos de 'las doce tribus de la dispersión' (Sant. 1:1), y el fin de la era judía no habría de llegar sino hasta que, por el ministerio de los apóstoles cristianos judíos y los profetas, el evangelio del reino hubiese sido predicado en el mundo entero por testimonio a todas las naciones (Mat. 24:14)". 8
Juan consuela a sus lectores: El juicio seguramente será derramado sobre los apóstatas del Antiguo Pacto, pero la iglesia misma no está en peligro. En realidad, el pueblo del verdadero pacto está a salvo, íntegro, y completo. Aunque Dios está a punto de destruir a Jerusalén, aniquilando hasta el último vestigio del orden mundial y el sistema de culto del Antiguo Pacto, Israel perdura. Las promesas del pacto hechas a Abraham, Isaac, y Jacob no son puestas en peligro en lo más mínimo. De hecho, el derramamiento de la ira de Dios en la destrucción de Jerusalén sólo servirá para revelar al verdadero Israel en una gloria mayor que nunca antes. Jerusalén es saqueada y quemada, sus habitantes muertos y dispersados; pero Israel - todo su pueblo, en todas las tribus - es sellado y salvado. "Por esto, el juicioo no es sólo el otro lado de la moneda de la salvación, sino también un acto de gracia y misericordia hacia el pueblo de Dios. Por devastadora que fuera a ser la caída de Jerusalén para el remanente fiel, sin esa caída no habría quedado ningún remanente". 9
El Orden de las Doce Tribus en Apocalipsis
He puesto esta sección por separado porque sin duda será la parte del libro más aburrida de leer. El lector que se canse fácilmente debería echarle un breve vistazo y seguir adelante. Aunque he tratado de simplificar la discusión hasta donde sea posible, me temo que todavía aparece extremadamente compleja. Todo esto sería mucho más fácil si conociéramos nuestras Biblias tan bien como la conocían los niños en las sinagogas del siglo primero: Si supiéramos de memoria los nombres de los hijos de Jacob y los de sus madres, y los más o menos veinte órdenes en los cuales son listados en el Antiguo Testamento (y las razones para cada variante), entenderíamos casi inmediatamente lo que Juan ha hecho con esta lista, y por qué.
Algunas observaciones de Austin Farrer son especialmente pertinentes aquí: "El propósito de los símbolos es que se entiendan inmediatamente, el propósito de explicarlos es el de restaurar y construir el hecho de entenderlos. Esta es una tarea un poco delicada. Con su mente consciente, el autor no había pensado cada significado, cada interconexión de sus imágenes. Los símbolos habían funcionado en su pensamiento, no se habían pensado ellos mismos. Si tratamos de revelarlos, parecerá que sobreintelectualizamos el proceso de su mente, para representar un nacimiento imaginativo como una construcción especulativa. Una representación como ésta no sólo malrepresenta, sino que también destruye, la creencia, porque nadie puede creer en el proceso cuando se representa de esta manera. Somos conscientes de que ninguna mente puede pensar con tal grado de complejidad sin destruir la vida del producto del pensamiento. Y sin embargo, si no intelectualizamos así, no podemos interpretar en absoluto; es una necesaria distorsión del método, y el lector tiene que soportarla pacientemente. Dígase de una vez por todas que los convencionalismos no han de ser tomados literalmente. No pretendemos distinguir entre lo que se pensó discursivamente y lo que fue concebido intuitivamente en una mente que penetró sus imágenes con inteligencia y enraizó sus actos intelectivos en la imaginación...."
"El lector que persevere a través de los análisis que siguen puede naturalmente preguntar: '¿Cuánto de todo esto comprendieron las congregaciones de las Siete Iglesias, cuando se les leyó la pastoral apocalíptica de su arzobispo?' Sin duda, la respuesta es que, del análisis esquemático al cual recurrimos, no entendieron nada, porque estaban esuchando el Apocalipsis de Juan, no las elucubraciones del escritor actual. Eran hombres de su propia generación, escuchaban constantemente el Antiguo Testamento en sus propias asambleas, y estaban adiestrados por el predicador (que podía ser Juan mismo) para interpretarlo por medio de ciertos convencionalismos. Y así, sin análisis intelectual, recibirían los símbolos simplemente por lo que eran. Entenderían lo que entenderían, y eso sería hasta donde tenían tiempo de digerir". 10
Por mucho tiempo, los eruditos se han sentido perplejos por el orden de las tribus en la lista de Juan. Obviamente, Judá es mencionado primero porque es la tribu de Jesucristo; aparte de eso, muchos han supuesto que la lista o fue hecha al azar (dada la extrema atención que los escritores bíblicos - especialmente Juan - ponían a los detalles, esto es altamente improbable), o está encerrada permanentemente en el misterio (esto es sólo pura arrogancia; debemos recordar siempre que, si no podemos responder una pregunta, probablemente aparecerá alguien que la resuelva en los siguientes cien años o algo así). Sin embargo, como de costumbre, la explicación de Austin Farrer es la que tiene más que ofrecer. Haciendo notar que los nombres de las doce tribus están escritos en las puertas de la Nueva Jerusalén (21:12), él propone que el orden de las tribus corresponde al orden en que se mencionan las puertas: este, norte, sur, oeste. Como podemos ver en el primer diagrama (que, como los mapas del mundo antiguo, está orientado hacia el este), 11 Juan comienza por la esquina oriental con Judá (porque el ángel sellador viene del este, v. 2), pasa a través de Rubén y Gad y Aser en la esquina norte, luego baja por el lado noroccidental con Neftalí y Manasés; comenzando otra vez (veremos por qué en un momento), menciona a Simeón y a Leví en el lado sudoriental hasta Isacar en el sur, luego da vuelta a la esquina y pasa a través de Zabulón y José, y termina con Benjamín en la esquina occidental.
¿Por qué dispuso Juan la lista de tribus de esta manera? La respuesta más probable (la de Farrer) se encuentra en Génesis y en Ezequiel. Las doce tribus descendían de los doce hijos de Jacob, que había engendrado por medio de sus esposas Lea y Raquel, y sus respectivas siervas, Zilpa y Bilha (legalmente, los hijos de las siervas les pertenecían a Lea y a Raquel; véase Gén. 29:31-30:24 y 35:16-18). La lista de los hijos de Jacob es como sigue:
LEA
|
RAQUEL
|
Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón
|
Dan, Neftalí (de Bilha)
|
Gad, Aser (de Zilpa)
|
José, Benjamín
|
Cuando el profeta Ezequiel expuso su visión de la Jerusalén ideal, él también mostró doce puertas, una por cada tribu (Eze. 48:30-35).
A primera vista, esta lista no parece tener mucho en común con la de Juan, pero, cuando las miramos juntas, la relación entre ellas se ve muy estrecha. La lista de Ezequiel está dispuesta muy simétricamente. Ezequiel ha dividido los hijos de Lea en dos grupos principales de tres ("mayores" y "menores"), que se equilibran los unos a los otros en el norte y en el sur. Los dos hijos de Raquel en el este están dispuestos frente a los dos hijos de Zilpa en el oeste; y debajo de cada par está uno de los hijos de Bilha. Además, Ezequiel ha colocado a Judá (la tribu real) en la hilera superior de tres, haciendo que intercambie lugares con Simeón.
Farrer explica la revisión que Juan hace de Ezequiel: "Convierte a Raquel en un genuino trío, reemplazando el nombre de Manasés por el de Dan. En realidad, la tribu de José se había convertido en dos tribus, Efraín y Manasés. Puesto que Efraín era el principal heredero de José, José cubre a Efraín; Manasés ha sido añadido. Un subproducto de esta mejora es la desaparición de la lista de Dan, uno de los doce. Quizás esto no haya desagradado a Juan; sea Dan sea el Judas de los patriarcas. En realidad, Dan tenía una dudosa reputación (Gén. 49:17; Lev. 24:10-11; 1 Reyes 12:28-30; Jer. 4:15 y 8:16). Al final (Apoc. 21:12-14), Juan pone los nombres de los apóstoles alrededor de la ciudad, emparejándolos con las tribus. No podemos suponer que el nombre de Iscariote permanecería allí, más que el de Dan".
"Luego, por lo que concierne a la promoción artificial de Judá: En vez de intercambiar a Judá con Simeón, Juan simplemente eleva a Judá dos lugares. El resultado es que Leví, no Simeón, es sacado fuera de los primeros tres. Se supone que esta alteración es deliberada, porque, en la nueva dispensación, Leví es degradado. El sacerdocio se une al señorío en la tribu de Judá, como explica tan abundantemente el escritor de Hebreos; Leví no tiene ninguna posición especial (véase especialmente Heb. 7:11-14)". 12
La Gran Multitud (7:9-17)
9 Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos;
10 y clamaban a gran voz diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.
11 Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios,
12 diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
13 Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?
14 Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.
15 Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.
16 Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno;
17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.
9 Ya hemos observado el mecanismo literario que Juan usa para presentar sus imágenes desde varios ángulos: el oído, luego la vista. Por ejemplo, en 1:10-13, Juan oye una voz, luego se vuelve para ver al Señor; en 5:5-6, él oye hablar del León de Judá, luego ve al Cordero; en 6:1-8, él oye uno de los seres vivientes decir "Ven", y luego ve el objeto de la orden del ser viviente. El mismo patrón ocurre aquí en este capítulo: Juan nos dice: Oí el número de los sellados (v. 4); luego, después de estas cosas - después de oír el número de los redimidos - miré, y he aquí una gran multitud (v. 9). Este patrón, y el hecho de que las bendiciones adscritas a ambos grupos son bendiciones que pertenecen a la iglesia, indica que estos dos grupos son, hasta cierto punto, dos aspectos diferentes de la única Iglesia universal.
Así que, desde un punto de vista, el pueblo de Dios está definitivamente numerado; no falta ninguno de los elegidos, y la iglesia es perfectamente simétrica y completa. Desde otro punto de vista, la iglesia es innumerable, una gran multitud que nadie podía contar. Vista desde una perspectiva, la iglesia es el nuevo, el verdadero Israel de Dios: los hijos de Jacob reunidos en todas sus tribus, plenas y completas. Desde otra pespectiva igualmente verdadera, la iglesia es el mundo entero: una gran multitud de redimidos de toda nación y tribu y pueblo y lengua.
En otras palabras, los 144.000 son el remanente de Israel; y, sin embargo, el cumplimiento de las promesas hechas a Israel tiene lugar por medio de la salvación del mundo, trayendo a los gentiles para que compartan las bendiciones de Abraham (Gál. 3:8). El número de los miembros del rermanente se completa con la multitud de los salvados de todas las naciones, tal como la Nueva Jerusalén - cuyas dimensiones se miden en términos de doce y en cuyas puertas están grabados los nombres de las doce tribus - se llena con la gloria y el honor de las naciones del mundo (21:12-27). Farrer dice: "Por medio del contraste entre las tribus numeradas y la gran multitud, Juan expresa dos temas antitéticos, ambos igualmente tradicionales. Dios conoce el número de sus elegidos; los que heredan la bendición de Abraham son tan innumerables como las estrellas (Gén. 15:5). Pero Juan no puede querer decir ni que el número de los santos gentiles es desconocido para Dios, ni que el número de los israelitas justos puede ser contado por los hombres. Lo que él nos dice es que su oído percibe un número que resulta de un censo angélico; y que a sus ojos se presenta una multitud que él no puede contar, como en la visión de Abraham cuando se le dijo que mirara las estrellas. La visión de la multitud vestida de ropas blancas, purificadas por el martirio, debe reflejar en todo caso a Daniel 11:35. El tema continúa en Daniel 12:1-3, donde las mismas personas son descritas como 'escritas en el libro' y 'como las estrellas'; es fácil llegar a la conclusión de que 'numerado, pero no imposible de contar'". 13
Por lo tanto, en la visión de Juan, el remanente sellado de Israel es la simiente santa, las "primicias" (14:4) de la nueva iglesia, destinadas a expandirse en una innumerable multitud reunida en adoración delante del trono en el cielo. El núcleo de Israel se convierte en la iglesia, redimida de toda nación en cumplimiento de la promesa abrahámica (Gén. 15:5; 22:17-18); y así la iglesia se convierte en el mundo entero. La salvación de Israel solo nunca había sido la intención de Dios; Él envió a su Hijo "para que el mundo fuera salvo por medio de él" (Juan 3:16-17). Como el Padre le dijo al Hijo al planear el pacto de redención:
Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra. (Isa. 49:6)
El número real de los salvados, lejos de limitarse a unas meras decenas de millares, es en realidad una multitud que nadie podía contar, tan vasta que no puede ser comprendida. Porque el hecho es que Cristo vino a salvar al mundo. Tradicionalmente - aunque los calvinistas han estado tée;cnicamente en lo cierto al declarar que los beneficios plenos de la expiación estaban destinados sólo para los elegidos - tanto calvinistas como arminianos han tenido la tendencia a no captar el punto de Juan 3:16. Ese punto ha sido hermosamente resumido por Benjamin Warfield: "Entonces, no debéis imaginar que Dios se sienta indefenso mientras el mundo, que él creó para sí mismo, se lanza, indefenso, a su destrucción, y que Él sólo puede arrebatar, aquí y allá, algún tizón del incendio universal. El mundo no le gobierna a Él en ninguno de sus actos: Él lo gobierna y lo conduce con mano firme hacia el fin que, desde el principio, o desde que se colocara la primera viga, Él había determinado para él.... A través de todos los años, se nota un propósito, un creciente propósito: más y más, los reinos de la tierra han venido a ser el Reino de nuestro Dios y de su Cristo. Puede que el proceso sea lento; a nuestros ojos impacientes, el progreso puede parecer que se demora. Pero es Dios el que está construyendo, y bajo sus manos, la estructura se levanta firme aunque lentamente, y a su debido tiempo, la cúspide será puesta en su lugar, y ante nuestros ojos atónitos, quedará revelado nada menos que un mundo salvado". 14
Desafortunadamente, muchos no han apreciado plenamente las implicaciones de este pasaje. Por más de un siglo, el cristianismo ha estado plagado por un derrotismo completamente injustificado: Hemos creído en la depravación del hombre más que en la soberanía de Dios. Tenemos más fe en el poder de una criatura no regenerada para resistir la Palabra de Dios que en el poder del Creador Todopoderoso para convertir el corazón de un hombre según Su voluntad. Esta actitud impotente no siempre ha caracterizado al pueblo de Dios. Charles Spurgeon animaba a una reunión de misioneros con estas palabras: "Yo mismo creo que el rey Jesús reinará, y que los ídolos serán completamente abolidos; pero yo espero que el mismo poder que volteó el mundo al revés una vez continúe haciéndolo. El Espíritu Santo jamás soportaría que la imputación de que no era capaz de convertir al mundo reposara sobre su santo nombre". 15
A causa de la resurrección y la ascensión de Cristo, esta es la era del triunfo del evangelio. Las claras indicaciones de las Escrituras son las de que, con el correr del tiempo, la tendencia de las naciones será hacia la conversión. Los salvados serán con mucho más numerosos que los perdidos. A través del libro de Apocalipsis, como en el resto de la Biblia, encontramos a Satanás continuamente derrotado delante del gran ejército de los elegidos. Aunque Satanás parezca ser dominante, sabe que "le queda poco tiempo" (12:12). El período del aparente triunfo de Satanás se cuenta por días y meses (12:6; 13:5), y aun entonces la suya no es más que una alocada y fútil carrera por un poder efímero; en marcado contraste, el período del dominio de los santos se mide en años - un millar de ellos - y desde el principio (1:6) hasta el fin (20:4-6) ellos son designados como reyes. ¡Jesús es el Vencedor! Ha venido a salvar al mundo, a redimir a las naciones, y no será defraudado: "Verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada" (Isa. 53:10).
Juan ve el mundo redimido de los santos victoriosos de pie delante del trono y delante del Cordero en adoración. Están vestidos de ropas blancas, que simbolizan justicia, con palmas en las manos, con el bien conocido símbolo de la restauración del pueblo de Dios al paraíso. Esto también nos recuerda la Fiesta de los Tabernáculos, iniciada durante el Éxodo: No es ningún accidente que la palabra tabernáculo ocurra en este pasaje (véase nuestro comentario sobre v. 15 más abajo). 16 R. J. Rushdoony muestra cuán extensas son las imágenes en el simbolismo de Apocalipsis: "Jesús es al mismo tiempo el verdadero Moisés (el Cantar de los Cantares es citado en Apocalipsis 15:2ss.), y Josué el mayor. Él es el liberador del pueblo de Dios. Simeón declaró en el templo que sus ojos habían visto la salvación de Dios, habiendo visto al Salvador niño (Luc. 2:30; comp. Isa. 52:10), pues él era uno de los que 'esperaban la redención de Jerusalén' (Luc. 2:38), es decir, su liberación del cautiverio del Egipto espiritual. La muerte de los niños en el Egipto de Faraón encuentra un paralelo en la orden homicida de Herodes (Éx. 1:16; 2:15; 4:19; Mat. 2:16). El Cristo niño es llamado el verdadero Israel que fue llamado desde Egipto (Mat. 2:14s.; comp. Éx. 4:22; Oseas 11:1). Los 40 años de la tentación de Israel en el desierto, y su fracaso, se equiparan con los 40 días de la tentación de Cristo en el desierto, que terminaron en victoria; Jesús resistió citando a Moisés. Jesús envió a 12 discípulos, para que fueran el nuevo Israel de Dios, los nuevos dirigentes de una nueva nación o un nuevo pueblo. Jesús también envió a los 70 (Luc. 10:1ss.), como Moisés reunió a 70, a quienes Dios dio el Espíritu (Núm. 11:16ss.). Se nos proporcionan paralelos de la conquista de Canaán, y la destrucción de sus ciudades por medio del fuego del juicio (Mat. 10:15; 11:20ss.; Luc. 10:12ss.; Deut. 9:1ss.; Mat. 24). La antigua Jerusalén ahora tiene el papel de Canaán y ha de ser destruída (Mat. 24). El mundo entero es la nueva Canaán, que ha de ser juzgada y conquistada: 'Id a todo el mundo ...' Tanto Éxodo como Apocalipsis terminan con el Tabernáculo, el primero con el tipo y el segundo con la realidad". 17
Hay otros paralelos aquí también. La Fiesta de la Dedicación (Hanukkah) conmemoraba la purificación del templo por Judas Macabeo en el año 164/165 a. C., después de que fue profanado por Antíoco Epífanes IV, cuando los judíos se regocijaron "con acción de gracias, y palmas, y arpas, y címbalos, y con violas, e himnos, y cánticos: porque fue destruído un gran enemigo de Israel" (1 Mac. 13:51). Jesús asistió a esta fiesta (Juan 10:22), y el domingo de ramos imitó a Judas Macabeo purificando el templo de su profanación por los cambistas (Mat. 21:12-13; Mar. 11:15-17; Luc. 19:45-46; comp. Juan 2:13-16).
10 Uniéndose a la liturgia celestial, la innumerable multitud exclama: La salvación (es decir, ¡Hosanna!, comp Juan 12:13) pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero - atribuyéndole a Dios y al Cordero lo que Roma reclamaba para los Césares. Marco Antonio decía de Julio César que su "único trabajo era salvar a todo el que necesitara ser salvo", 18 y ahora Nerón, a quien Séneca, (hablando como "Apolo"), había alabado como el divino Salvador del mundo, estaba en el trono:
Es muy semejante a mí, en forma y en aspecto, en su poesía y en la manera en que canta y toca. Y como el rosicler de la mañana aleja la negra noche, como ni la bruma ni el rocío permanecen delante de los rayos del sol, y todo se ilumina cuando mi carruaje pasa, así sucede cuando Nerón asciende al trono. Sus dorados bucles, su claro semblante, brillan como el sol cuando penetra a través de las nubes. La contienda, la injusticia, y la envidia se derrumban delante de él. Él restaura al mundo la edad de oro. 19
En directa contradicción con las blasfemias del culto al estado de Roma e Israel, la Iglesia dcclara que la salvación es el ámbito de Dios y de su Hijo solamente. En todas las épocas, éste ha sido básicamente el punto en disputa. ¿Quién es el Dueño y Determinador de la realidad? ¿La palabra de quién es ley? ¿Es el estado el que proporciona la salvación? Para nosotros, como para la iglesia primitiva, no puede haber terreno intermedio seguro entre la fe y la apostasía.
11-12 También los ángeles son vistos aquí en este servicio de adoración celestial, rodeando la congregación alrededor del trono y ofreciendo una séptuple bendición a Dios en alabanza - una bendición que es precedida por y termina con un juramento: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén. Como en muchas otras descripciones bíblicas de la adoración, la posición de los adoradores se nota aquí: Cayeron sobre sus rostros delante del trono. En las Escrituras, la adoración oficial y pública nunca muestra a los participantes sentados en oración; la oración en público siempre tiene lugar en posiciones reverentes estando de pie o con la cabeza inclinada. El platonista moderno y nominalista, que se cree más espiritualmente inclinado que los personajes bíblicos (¡y hasta que los ángeles!) respondería a esto diciendo que la posición del cuerpo es irrelevante, con la condición de que la actitud correcta llene el corazón. Pero esto pasa por alto el hecho de que la Biblia conecta la actitud del corazón con la actitud del cuerpo. En la adoración pública, por lo menos, nuestras iglesias deberían seguir el modelo bíblico de la reverencia física en la oración.
Cuando los protestantes racionalistas abandonaron el uso del reclinatorio delante de las bancas durante el culto, contribuyeron a los brotes de pietismo individualista que tanta ruina han traído a la iglesia. El hombre necesita la liturgia y el simbolismo. Dios nos creó de esa manera. Cuando la Iglesia niega al hombre este aspecto de su naturaleza divina, el hombre tratará de completarlo por medio de sustitutos inadecuados o pecaminosos. Un regreso a la liturgia basada en la Biblia no es un sánalotodo; pero demostrará ser un correctivo para la "espiritualidad" superficial, frenética, y fuera de lugar que ha sido el legado de siglos de pobreza litúrgica.
13-14 Ahora uno de los ancianos desafía a Juan a que le diga la identidad de esta gran multitud de toda nación. Juan confiesa su incapacidad, y el anciano explica: Estos son los que han salido de la gran tribulación. Aunque este texto puede y debería usarse para consolar a los cristianos que pasan por cualquier período de sufrimiento y persecución, su principal referencia es a "la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra" (3:10), la "Gran Tribulación", de la cual Jesús advirtió cuando habló a sus discípulos sobre el monte de los Olivos (Mat. 24:21; Mar. 13:19) - una tribulación que, dijo Él, tendría lugar durante la generación que existía en ese momento (Mat. 24:34; Mar. 13:30; Luc. 21:32); la mayor tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá (Mat. 24:21; Mar. 13:19).
Para los cristianos del siglo primero que lo leían, el punto era que la tribulación que estaban a punto de sufrir no les destruiría. Al enfrentarse a la persecución, habrían de verse a sí mismos, primero, como "el Israel de Dios" (Gál. 6:16), sellados y protegidos; y segundo, como una multitud innumerable y victoriosa. Como Dios les veía, no eran grupos dispersos y aislados de pobres y perseguidos individuos acusados como criminales por un despiadado y demoníaco estado-poder; más bien, eran una vasta multitud de vencedores, que habían lavado sus ropas y las habían emblanquecido en la sangre del Cordero, y que estaban de pie delante del trono de Dios cubiertos por la justicia de Cristo Jesús. Juan probablemente está pensando en el ritual de ordenación e investidura que tenía lugar después del riguroso examen para el sacerdocio. Primero, el candidato a sacerdote era examinado en cuanto a su genealogía. "Si no satisfacía al tribunal en cuanto a su perfecta legitimidad, el candidato era vestido y cubierto con un velo negro, y eliminado de manera permanente. Si pasaba esta dura prueba, era luego investigado en cuanto a cualesquiera defectos físicos. Maimónides enumera ciento sesenta y dos, de los cuales ciento cuarenta le descalificaban permanentemente, y veintidós lo hacían temporalmente, para el ejercicio del oficio sacerdotal... Los que pasaban la doble prueba eran vestidos de ropas blancas, y sus nombres eran registrados permanentemente". 20 Las ropas blancas de estos sacerdotes corresponden, pues, a las vestiduras blancas del Sumo Sacerdote; y del mismo modo que se dice que estas vestiduras están "lavadas con sangre", así también las de ellos son lavadas y emblanquecidas en la sangre del Cordero.
En agudo contraste con lo que se les ha enseñado a algunos grupos cristianos en años recientes, la iglesia primitiva no esperaba ser preservada milagrosamente de todas las dificultades en esta vida. Sabían que serían llamados a sufrir persecución (2 Tim. 3:12) y tribulación (Juan 16:33; Hech. 14:22; Rom. 5:3; 8:35; Apoc. 1:9). El apóstol Pedro ya había escrito para preparar a la iglesia para la gran tribulación: "Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría" (1 Ped. 4:12-13). En un sentido secundario, esto es ciertamente aplicable en todas partes a los cristianos que sufren tribulación. No debemos ver la salvación como una fórmula mágica para evitar dificultades. Como ejército de Cristo cubierto de vestiduras blancas, somos más que vencedores. Nuestro llamado es a soportar y a vencer.
En su influyente estudio sobre la expansión de la iglesia primitiva, Adolf Harnack escribió: "Lo notable es que, aunque los cristianos no fueron en modo alguno numerosos sino hasta mediados del siglo segundo, reconocieron que el cristianismo formaba el punto central de la humanidad como campo de la historia política, así como su factor determinante. Tal timidez es perfectamente comprensible en el caso del judaísmo, porque los judíos eran realmente una nación grande y tenían tras de sí una gran historia. Pero es realmente asombroso que un pueblo pequeñito confrontara de tal modo el poderío entero del imperio romano que viera en la persecución de los cristianos el papel principal de ese imperio, y que hiciera culminar la historia del mundo en ese conflicto. La única explicación de esto reside en el hecho de que la iglesia simplemente tomó el lugar de Israel, y por consiguiente, se sentía un pueblo; esto implicaba que la iglesia era también un factor político, y realmente el factor que jugaba un papel decisivo junto con el estado y por medio del cual el estado habría de ser finalmente vencido". 21
15-17 El anciano continúa su explicación: Por esta razón, a causa de su redención y su unión con el Cordero por medio de su sangre, ellos están delante del trono de Dios en adoración. Imitando a los querubines (4:8), estos sacerdotes vestidos con ropas blancas le sirven día y noche en su templo (comp. 1 Crón. 9:33; 23:30; Sal. 134:1). Por esto reciben la más característica bendición del pacto, la sombra del Omnipotente: El que se sienta en el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Esto se refiere a la sombra proporcionada por la Nube de Gloria, que se cernía tanto sobre la tierra y la creación (Gén. 1:2) como sobre Israel en el desierto (Deut. 32:10-11). 22 Llena de "muchos millares de ángeles" (Sal. 68:17; comp. 2 Reyes 6:17), la Nube proporcionaba un refugio alado; "refugio contra la tormenta, sombra contra el calor" (Isa. 25:4; comp. Sal. 17:8; 36:7; 57:1; 61:4; 63:7; 91:1-13; 121:5-6). Todo esto fue resumido en una profecía de la venidera iglesia del Nuevo Pacto: "Cuando el Señor lave las inmundicias de las hijas de Sion, y limpie la sangre de Jerusalén de en medio de ella, con espíritu de juicio y con espíritu de devastación. Y creará Jehová sobre toda la morada del monte de Sion, y sobre los lugares de sus convocaciones, nube y oscuridad de día, y de noche resplandor de fuego que eche llamas; porque sobre toda gloria habrá un dosel" (Isa. 4:4-5; comp. 51:16).
Esta nube/dosel de la presencia de Dios es llamada también escondedero (2 Sam. 22:12; Sal. 18:11; Lam. 3:44; Sal. 91:4), la misma palabra usada para describir la posición de los querubines labrados que estaban encima del Arca del Pacto (Éx. 25:20). Este término es también la palabra traducida como cabañas o tabernáculos en Levítico 23:33-43, donde Dios ordena a su pueblo erigir cabañas con ramas de árboles frondosos para que vivieran en ellas durate la Fiesta de los Tabernáculos. Como la vieron los profetas de la restauración, esta fiesta era una profecía representada de la conversión de todas las naciones, el llenamiento del pueblo del pacto con el mundo entero. En el último día de la Fiesta de los Tabernáculos, Dios habló por medio de Hageo: "Y haré temblar a todas las naciones, y llenaré de gloria esta casa [el templo]" (Hag. 2:7). También Zacarías profetizó acerca del significado de esta fiesta en términos de la conversión de las naciones y la santificación de cada una de las áreas de la vida (Zac. 14:16:21).
En los últimos días, durante la celebración de la misma fiesta, Jesucristo nuevamente enuncia su significado: el derramamiento del Espíritu sobre el creyente restaurado, de modo que la iglesia se convierte en un medio para restaurar el mundo entero. La promesa de la Fiesta de los Tabernáculos estaba a punto de cumplirse, después de la gloriosa ascensión del Hijo al trono: "En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de aguas viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado" (Juan 7:37-39).
La visión de Juan del mundo redimido revela el inescapable resultado de la ascensión de Cristo, la consumación del Paraíso: Ya no tendrán hambre, ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio de ellos los pastoreará, y los guiará a fuentes de agua de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Más atrás notamos las palabras del Padre al Hijo en Isaías 49, dándole la promesa de la salvación del mundo y de Israel. El pasaje continúa:
Te guardaré y te daré por pacto al pueblo, para que restaures la tierra, para que heredes asoladas heredades; para que digas a los presos: Salid; y a los que están en tinieblas: Mostraos. En los caminos serán apacentados, y en todas las alturas tendrán sus pastos. No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá; porque el que tiene de ellos misericordia los guiará, y los conducirá a manantiales de aguas. Y convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas. He aquí éstos vendrán de lejos; y he aquí éstos del norte y del occidente, y éstos de la tierra de Sinim [China]. Cantad alabanzas, oh cielos, y alégrate, tierra; y prorrumpid en alabanzas, oh montes; porque Jehová ha consolado a su pueblo, y de sus pobres tendrá misericordia. (Isa. 49:8-13).
Las iglesias del siglo primero estaban al borde de la mayor tribulación de todos los tiempos. Muchos perderían sus vidas, sus familias, sus posesiones. Pero Juan escribe para decirles a las iglesias que la tribulación no es una muerte, sino un nacimiento (comp. Mat. 24:8), el preludio del establecimiento del reino mundial de Cristo. Les muestra la escena en el otro lado: la celebración de la inevitable victoria.
En el Circo Máximo de Nerón, el escenario de sus sangrientas y repugnantes matanzas de cristianos - por medio de las bestias salvajes, por crucifixión, por el fuego y por la espada - había un gran obelisco de piedra, mmudo testigo de la valiente conducta de aquellos santos valientes que soportaron la tribulación y contaron todas las cosas como pérdida por amor a Cristo. Hace mucho tiempo, el bestial Nerón y sus secuaces pasaron de la escena a su recompensa eterna, pero el obelisco todavía permanece, y ahora está en el centro de la gran plaza en frente de la Basílica de San Pedro. Grabadas a cincel en su base aparecen estas palabras, tomadas del himno de triunfo de los mártires vencedores:
CHRISTUS VINCIT
CHRISTUS REGNAT
CHRISTUS IMPERAT
cuya interpretación es: Cristo vence; Cristo reina; Cristo gobierna sobre todo.
Notas:
1. J. Marcellus Kik, An Eschatology of Victory (Nutley, NJ: The Presbyterian and Reformed Publishing Company, 1971), pp. 96s.
2. Véanse los estudios de James B. Jordan, Food and Faith y Trees and Thorns, próximos a ser publicados.
3. Véanse nuestros comentarios sobre 4:5-8, más arriba.
4. The Dominion Covenant: Genesis (Tyler, TX: Institute for Christian Economics, 1982), comp. pp. 1-2, 425-54; véase también Rousas John Rushdoony, The Mythology of Science (Nutley, NJ: The Craig Press, 1967).
5. E. H. Plumptre, The Pulpit Commentary: Ezekiel (London: Funk and Wagnalls Co., n.d), Vol. 1, pp. 162s.
6. Tertullian, Against Marcion, iii.22, en Alexander Roberts y James Donaldson, eds., The Ante-Nicene Fathers (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1973), Vol. III, pp. 340s. Sobre la legitimidad de la señal de la cruz como una acción simbólica, véase de James B. Jordan, The Sociology of the Church: Essays in Reconstruction (Tyler, TX: Geneva Ministries, 1986), pp. 207ss.
7. Milton Terry, Biblical Apocalyptics: A Study of the Most Notable Revelations of God and of Christ in the Canonical Scriptures (New York: Eaton and Mains, 1898), p. 336.
8. Ibid., pp. 341s.
9. Rousas John Rushdoony, Salvation and Godly Rule (Vallecito, CA: Ross House Books, 1983), p. 141.
10. Austin Farrer, A Rebirth of Images: The Making of St. John´s Apocalypse (Gloucester, MA: Peter Smith, [1949] 1970, pp. 20s.
11. Oriente significa este; por esto, si se está realmente "orientado", ya se está "esteado", puesto de manera que se tiene al frente la dirección correcta (que generalmente es el este, aunque no siempre).
12. Austin Farrer, The Revelation of St. John the Divine, p. 108.
13. Ibid., p. 110.
14. Benjamin Warfield, de un sermón sobre Juan 3:16 titulado "El Inmensurable Amor de Dios", en Biblical and Theological Studies (Philadelphia: Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1968), pp. 518s.
15. Citado en la obra de Lain Murray, The Puritan Hope: Revival and the Interpretation of Prophecy (London: The Banner of Truth Trust, 1971), p. 258.
16. Véase de David Chilton, Paradise Restored: A Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion Press, 1985), pp. 44-46, 60.
17. Rousas John Rushdoony, The Kingdom Come; Studies in Daniel and Revelation (Tyler, TX: Thoburn Press, [1970] 1978), pp. 149s.
18. Ethelbert Stauffer, Christ and the Caesars (Philadelphia: The Westminster Press, 1955), p. 52.
19. Ibid., p. 139. A su debido tiempo, Nerón le pagó a Séneca por toda una vida de servil idolatría ordenándole que se suicidara.
20. Alfred Edersheim, The Temple: Its Ministry and Services as They Were at the Time of Jesus Christ (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1980), p. 95; comp. Rev. 3:5.
21. Adolf Harnack, The Mission and Expansion of Christianity in the First Three Centuries, James Moffatt, trad. (Gloucester, MA; Peter Smith, [1908] 1972), pp. 257s.
22. Véase de Meredith G. Kline, Images of the Spirit (Grand Rapids: Baker Book House, 1980), pp. 13ss; comp. Chilton, Paradise Restored, pp. 58ss.
|
|
|
|
|
|
Oseas 4:6
Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos.
|
|
Isaías 5:13
Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo conocimiento;
y su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed.
|
|
Juan 8:32
y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. |
|
Mateo 10:23
Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre.
Mateo 16:28
De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.
Mateo 24:34
De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.
Filipenses 4:5
Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.
Apocalipsis 1:3
Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.
Apocalipsis 22:10
Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.
Hebreos 10:37
Porque aún un poquito,
Y el que ha de venir vendrá, y no tardará.
Apocalipsis 22:7
¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.
_______________
Son mucho más las evidencias en el Nuevo Testamento
que confirman que Jesús debía volver durante esa generación,
si no volvió, su mensaje sobre un futuro pero cercano reino fue la farsa más grande de la historia
y en consecuencia, la Iglesia del primer siglo vivió y murió creyendo en una mentira. Sin embargo, creemos que
Jesús no mintió, él vino e instauró su reino de justicia sobre la tierra, un reino (espiritual) que no tendrá fin jamás.
|
|
|
|
|
|
|
|